domingo, 10 de agosto de 2008
Salud mental
Por Oscar A. Cuervo
(A propósito de Tarnation, film autobiográfico de Jonathan Caouette).
Jonathan vuelve a la casa de sus abuelos en Texas, la casa en la que él vivió, después de 5 años de no visitarla. La abuela ya murió, y en la casa está el abuelo y también Renee, la madre de Jonathan, totalmemnte desquiciada por consumo excesivo de litio (fármaco que se receta a los enfermos bipolares). La mamá de Jonathan se ríe de una manera histérica, por motivos irrisorios. La casa misma es un desquicio, las paredes y los muebles hechos mierda. Tiene ese aspecto de casa pequeño-burguesa arruinada, que refleja un poco el desperdicio que es la vida humana que la habita. Desperdicio es la palabra. El abuelo de Jonathan dice cosas acerca de Dios y de la oración y parece estar en el mejor de los mundos, pero todo a su alrededor es un desastre. Empezando por su hija, a la que él sometió durante años a una terapia de electroshocks. Jonathan le pregunta al abuelo: abuelo, ¿vos creés que nuestra familia es un experimento del gobierno? Creo que el abuelo le dice que sí, pero ahora no estoy seguro.
La pregunta me hizo gracia, a pesar del desperdicio humano que la motiva, porque remite a esas lecturas paranoicas de la realidad en las que se exacerba la idea tan común de que uno estaría bien de nos ser por esos hijos de puta que en algún lugar ahí arriba están tramando algo para "garcarnos otra vez". Y causa gracia porque en cierto modo esa familia es producto de un experimento fallido, sólo que han sido los propios abuelos de Jonathan, los padres de Renee, quienes llevaron a su hija a hacer el tratamiento cuando ella era sólo una chica con problemas (fumaba porros y tomaba acidos, tal vez, tenía algunos hippies amigos que sus padres no veían con buenos ojos).
Y ellos, con toda la buena voluntad, la llevaron al psiquiatra. Y la hicieron mierda. No se los puede culpar, porque a ellos se los ve también bastante hechos mierda -quizá por sus propios padres o por su identificación con el enemigo- pero, hechos mierda y todo, tuvieron la fuerza suficiente para llevar a su hija a la terapia de electroshocks y después al litio.
Nada excesivamente fuera de lo común. Nosotros aquí mismo, entre nuestros famliares o amigos, o a más tardar entre nuestros vecinos de cuadra, debemos sumar unas diez historias similares a la de Tarnation. Sólo que no se nos ha ocurrido filmarlas. Jonathan Caouette lo que hace es transfigurar ese desperdicio humano tan común en film. Se conecta desde allí con nosotros aquí. Ilumina una zona oscura de nuestra vida familiar.
Nada que no conozcamos bastante bien, sólo que muchas veces escondemos para seguir sosteniendo la apariencia de gente normal, aunque de vez en cuando mostramos la hilacha. Al ver Tarnation uno descubre que de ese desperdicio humano (que en cualquier momento podría ser convertido en luz) está edificada nuestra sociedad, que la fuerza de ese terrible resentimiento es el combustible que mueve el colectivo que todos los días nos acerca al microcentro.
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