miércoles, 26 de noviembre de 2008
Lenin en La Tribu: última proyección del año
Por Oscar A. Cuervo
Sokurov es un cineasta amado, y lo fue desde que vi los primeros minutos de Madre e hijo. En ese momento me dije: "esto que estás viendo no es lo de siempre". A medida que la película transcurría, lo que al principio fue sorpresa se transformó en algo más hondo. Mi recuerdo de sus imágenes y sus sonidos son muy precisos hasta hoy. Si he visto en mi vida miles de películas, ¿por qué unas pocas quedan y la mayoría se me olvida?
A medida que fui viendo más películas de Sokurov, me iba replanteando la imagen que tenía de él. Cuando vi Moloch, quedé algo descolocado, ya que yo esperaba ver Madre e hijo con otro título, pero lo que él me entregaba era muy distinto. Una película con Hitler pasando un week-end en su casa en la cumbre de la montaña. ¿Una película política? No sabría decirlo, me impresionó la atmósfera tenebrosa en la que se desenvolvían unos personajes más bien farsescos. Como si Sokurov no pretendiera darme "la verdad histórica sobre los últimos días de Hitler", sino otra cosa. Como si cualquier reclamo de verismo quedara totalmente descolocado en relación a lo que el filme me proponía, una especie de sueño ominoso, no exactamente una pesadilla, protagonizada por un payaso tristemente célebre, pero visto por primera vez de una forma distinta.
Después vinieron los llamados "documentales" sokurovianos, y cada uno fue a su tiempo un reconfigurar mi imagen de su cine. Spiritual voices me replanteó todo, no solo lo que yo sabía de Sokurov, sino lo que yo sabía de mi mismo en tanto espectador de cine... y hasta diría, lo que yo era como observador y como oyente. Al ver ...dolce, otro terremoto. Como si con cada película Sokurov me retara a dar un paso más, a tomarme más en serio, a mirar y a escuchar el mundo con más atención y más delicadeza.
A esa altura me fui haciendo amigo suyo a la distancia. Es para mí una persona conocida, conozco el ritmo de su respiración e imagino lo que podría responder ante determinadas situaciones. No es que se me haya hecho previsible, sino que tengo la sensación de conocerlo.
Cuando vi Taurus, fue distinta a como la imaginaba. No esperaba el tono de comedia, ni el ritmo ligero del montaje. No esperaba la gracia que me produjeron varias de sus escenas. Hay un touch sokuroviano en la imagen y en el sonido, que ya es como su marca de fábrica. Ni bien empieza, Lenin monologa acerca de un sueño, recuerda su infancia y lo que su madre le decía acerca de que los niños son los únicos capaces de escuchar el canto de los ángeles en el sonido de la lluvia. Lenin dice algo así como "pobre mi madre, no sabía que una tormenta es sólo electricidad. Rezarle a la electricidad es más eficaz que rezarle a Dios...". Sueño, lluvia, madre, hijo, Dios, infancia...
Lo que vamos a ver es algo así como el último día de vida de Lenin, un tipo desvastado por la afasia o simplemente por la vida, con chispazos de lucidez en medio de una creciente obnubilación. Es otra película sobre algo que se acaba. Pero también están todos los que giran alrededor del Revolucionario Senil. Las hermanas preocupadas por el futuro, el médico que teme ser fusilado en cuanto Volodia muera, esos desconocidos que lo espían todo el tiempo (y que van a reaparecer en otras películas de Sokurov), el visitante georgiano que resulta ser el mismisimo secretario general de Partido, o sea...
Este sábado a las 19:30 en La Tribu, Lambaré 873, Taurus. Última proyección del ciclo 2008.
La ví hace unos años en un Bafici. Un placer infinito, no hay que perdérsela. Si pudiera la volvería a ver, pero voy a estar cansada por las Jornadas. Martha
ResponderEliminarImposible perder a Sokurov...
ResponderEliminarAllí estaremos.
Más allá de las ganas que tengo de verla, me gustó tu nota, cuervo.
ResponderEliminarY felicitaciones por los 400 golpes... digo, post; a descansar, ahora.
Buen fin de semana.
Gracias, Estrella. Qué lindo lo de los 400 golpes, no se me había ocurrido.
ResponderEliminarY digamos que por cada golpe que di, recibí cinco.