por Dark Lady
El recital de La Portuaria programado para el 11 de julio en La trastienda se realizó finalmente el sábado pasado, 22 de Agosto. “Brindo por ustedes y porque se terminó la gripe chancha, o quizás nunca existió, no me importa” dijo Diego Frenkel, lider de La Portuaria, a cuatro o cinco temas de comenzado el show.
Siempre es un placer verlos en vivo, encontrarse con ellos en ese paroxismo que se da siempre finalizando sus conciertos (y también acompañarlos en todo el viaje para llegar a ese éxtasis). Esta vez los pude ver a una distancia de dos metros, sentada en una mesa de la primera fila y disfrutando de una copa de vino. La figura de Frenkel se elevaba desde el suelo por la altura del escenario y por la altura de los saltos espasmódicos con que a veces nos hipnotiza, ese cuerpo delgado y fibroso que serpentea. Tiene esa capacidad de convocarte, de atraerte, de seducirte con la emoción en la voz, fuego en el cuerpo y el alma que se asoma a través de su mirada.
En este caso, y como suele suceder en la mayoría de los recitales, empezaron tímidamente con temas que en su gran mayoría eran de su última producción La vaca atada. Como en su recital veraniego en la Costanera sur, quedé encantada con la bailable Chiquitita pegó, en la cual brilló principalmente el baterista de la banda, el “Colo”, quien tocó la canción con los ojos cerrados, como poseído por el ritmo. Otro de los temas al cual le imprimieron mucha onda y groove fue Enero, también de su último disco.
Pero ahí la cosa recién empezaba.
En medio del show, justamente cuando promediaba el super hit Selva, a Frenkel se lo vio molesto porque aparentemente no le funcionaba bien su guitarra. Dejó de cantar y hasta amagó con no tocar más. Se lo notaba enojado. Sus compañeros lo mimaron con sus miradas y con sus palabras. Y Diego volvió. Este incidente duró apenas medio minuto (o quizás hasta menos) pero afectó el desarrollo del show de una forma inesperada. El cantante supo explotar esa bronca y conducir esa energía hacia su performance, que extrañamente a partir de este “inconveniente” se vio favorecida. El tipo despegó.
Cantó La vaca atada y se bajó del escenario para subirse a cantar sobre la mesa donde teníamos el vino. Le corrí la botella para que no se rompiera la cabeza. Fue hermoso tener ese cuerpo eléctrico tan cerca. Volvió a subir al escenario. Se llevó a una niñita de unos diez años a bailar con él unos de sus mejores temas, Baby, del disco Río. La nena estaba chocha y lo seguía a Frenkel al ritmo del acordeón.
Repasaron además algunos de los temas de su disco 10.000 Km, incluída la canción Bajo la piel (uno de mis preferidos). También tocaron los éxitos Devorador de corazones, Nada es igual y El bar de la calle Rodney. El primero de estos temas suelen tocarlo a un ritmo mucho más acelerado que en el disco que lleva su nombre. Entonces Diego se arrojó al público, como una ofrenda.
Gran parte de su cuerpo cayó encima mío. Yo agarré una de sus piernas mientras el sostenía su púa entre los dientes. Todas querían tocarlo y él quería ser tomado por todas. Yo a esa altura hacía rato que, como Frenkel lo pidiera, había “levantado la cola de la silla”.
Cada vez que los veo pienso que sus discos, si bien son muy buenos, son enormemente superados por sus apariciones en vivo. La energía que fluye es impresionante. Sus conciertos tienen un plus que en los discos se pierde. La interacción de ellos en el aquí y ahora y con su público los lleva a otro nivel artístico. os shows de La Portuaria siempre suben la temperatura: “ parece que volvió el verano. En La Portuaria siempre es verano”.
El recital de La Portuaria programado para el 11 de julio en La trastienda se realizó finalmente el sábado pasado, 22 de Agosto. “Brindo por ustedes y porque se terminó la gripe chancha, o quizás nunca existió, no me importa” dijo Diego Frenkel, lider de La Portuaria, a cuatro o cinco temas de comenzado el show.
Siempre es un placer verlos en vivo, encontrarse con ellos en ese paroxismo que se da siempre finalizando sus conciertos (y también acompañarlos en todo el viaje para llegar a ese éxtasis). Esta vez los pude ver a una distancia de dos metros, sentada en una mesa de la primera fila y disfrutando de una copa de vino. La figura de Frenkel se elevaba desde el suelo por la altura del escenario y por la altura de los saltos espasmódicos con que a veces nos hipnotiza, ese cuerpo delgado y fibroso que serpentea. Tiene esa capacidad de convocarte, de atraerte, de seducirte con la emoción en la voz, fuego en el cuerpo y el alma que se asoma a través de su mirada.
En este caso, y como suele suceder en la mayoría de los recitales, empezaron tímidamente con temas que en su gran mayoría eran de su última producción La vaca atada. Como en su recital veraniego en la Costanera sur, quedé encantada con la bailable Chiquitita pegó, en la cual brilló principalmente el baterista de la banda, el “Colo”, quien tocó la canción con los ojos cerrados, como poseído por el ritmo. Otro de los temas al cual le imprimieron mucha onda y groove fue Enero, también de su último disco.
Pero ahí la cosa recién empezaba.
En medio del show, justamente cuando promediaba el super hit Selva, a Frenkel se lo vio molesto porque aparentemente no le funcionaba bien su guitarra. Dejó de cantar y hasta amagó con no tocar más. Se lo notaba enojado. Sus compañeros lo mimaron con sus miradas y con sus palabras. Y Diego volvió. Este incidente duró apenas medio minuto (o quizás hasta menos) pero afectó el desarrollo del show de una forma inesperada. El cantante supo explotar esa bronca y conducir esa energía hacia su performance, que extrañamente a partir de este “inconveniente” se vio favorecida. El tipo despegó.
Cantó La vaca atada y se bajó del escenario para subirse a cantar sobre la mesa donde teníamos el vino. Le corrí la botella para que no se rompiera la cabeza. Fue hermoso tener ese cuerpo eléctrico tan cerca. Volvió a subir al escenario. Se llevó a una niñita de unos diez años a bailar con él unos de sus mejores temas, Baby, del disco Río. La nena estaba chocha y lo seguía a Frenkel al ritmo del acordeón.
Repasaron además algunos de los temas de su disco 10.000 Km, incluída la canción Bajo la piel (uno de mis preferidos). También tocaron los éxitos Devorador de corazones, Nada es igual y El bar de la calle Rodney. El primero de estos temas suelen tocarlo a un ritmo mucho más acelerado que en el disco que lleva su nombre. Entonces Diego se arrojó al público, como una ofrenda.
Gran parte de su cuerpo cayó encima mío. Yo agarré una de sus piernas mientras el sostenía su púa entre los dientes. Todas querían tocarlo y él quería ser tomado por todas. Yo a esa altura hacía rato que, como Frenkel lo pidiera, había “levantado la cola de la silla”.
Cada vez que los veo pienso que sus discos, si bien son muy buenos, son enormemente superados por sus apariciones en vivo. La energía que fluye es impresionante. Sus conciertos tienen un plus que en los discos se pierde. La interacción de ellos en el aquí y ahora y con su público los lleva a otro nivel artístico. os shows de La Portuaria siempre suben la temperatura: “ parece que volvió el verano. En La Portuaria siempre es verano”.
(Este video fue escogido por el editor del blog porque los registros en vivo de La portuaria que hay en youtube tienen un audio muy deficiente)
ahhh yo pensaba que el tema decía "vamos a matarnos baby", pero dice "vamos a hamacarnos"... qué desilusión... jaja...
ResponderEliminarexcelente crónica, mi querida Lady. doy fe de que estabas hipnotizada... y borracha. por suerte, conservaste el sentido de la orientación... beso grande.
Buenísima La Portuaria, desde sus mismos comienzos. Esa voz es inconfundible.
ResponderEliminarDark: tu descripción de la energía que flotaba en el aire en ese recital...y la escena de Diego arrojado en manos de sus admiradoras...me hizo acordar al cuento "Las Ménades" de Cortázar!!
ResponderEliminarMuy bueno!
saludos
Julie: no estaba "borracha" sino poseída por Eros ( ¿o por Baco?)
ResponderEliminarLiliana: el cuento lo leí hace mucho tiempo...pero es un buen momento para releerlo.
Un beso!
Estrella: gracias por tu comentario. Saludos
pd: HERMOSA la foto de Diego!
ResponderEliminarDark
No era suficiente con padecer a Kevin Johansen?
ResponderEliminarAnónimo: no tenés oído ni sensibilidad musical. La Portuaria y el señorito Kevin no tienen NADA que ver. Si no te gusta escuchá otra canción. Esta NO es para vos.
ResponderEliminarDark