por Eduardo Benitez
“Hay un misterioso vínculo entre las generaciones pasadas y la nuestra. Éramos esperados en la tierra”. Una frase que abreva casi en las fuentes del misticismo. Pero ¿qué sería de la Historia del cine (del arte incluso) sin Godard? O también, ¿qué sería de él sin la Historia del cine? Godard necesita del cine (de su historia) para poder transformar su propia vida y convertirla en una máquina de disparar una multiplicidad de sentidos y observaciones sobre la cultura; y es por eso que, a su vez, la historia del cine necesitó de Godard.
Hay una deuda bastante alta, si de innovaciones estéticas hablamos, que el mundo del cine tiene con el director de Sin aliento. Si se piensa que ya en 1959 había hecho una lúcida e irónica relectura del policial negro, que transfiguró las propuestas del pop-art, el arte de masas, el letrismo, que más adelante instaló el distanciamiento bretchiano en sus films más políticos, que a finales de los 70 ya veía en el video un ámbito fértil para la experimentación formal, que desde los 80 en adelante hizo concurrir en su discurso audiovisual el pensamiento de los filósofos más importantes del siglo XX (Derrida, Deleuze, Levinas, Arendt, Debord).
A partir de los años 80, tal vez su etapa más importante, Godard comienza una obra de una hibridación vertiginosa. Es la etapa en la que no cesará de aparecer en la pantalla ofreciendo su cuerpo y su voz. Sus películas se convierten en criaturas de múltiples perspectivas y su filmografía se va alejando, ahora sí, casi totalmente del territorio de lo verosímil. Personalmente considero cinco de este período como la cima de su obra: Passion, Prenóm Carmen, Jlg/Jlg, las Histoire(s), King Lear. Son películas signadas por un susurro. A pesar de que incluso antes de Dos o tres cosas que se de ella escuchamos susurrar a Godard en sus películas. Pero este es un susurro explosivo, un caudal de voz-off nunca concordante con su referente en la imagen. Tanto en Jlg/Jlg como en las Histoire(s) hay retazos de tono profundamente autobiográfico. Da la sensación de estar asistiendo a una confesión muy íntima de una historia individual que está siendo cuestionada en contrapunto con la Historia. Una especie de diario íntimo en constante desplazamiento. En definitiva, una vida que está siendo escrita frente a nuestra mirada. En su “autorretrato en invierno”, Jlg/Jlg, se lo escucha decir: “decimos más de lo que deseamos/ creemos que expresamos lo individual pero expresamos lo universal/ yo tengo frío/ soy yo quien dijo yo tengo frío/ pero no soy yo quien es escuchado/ yo desaparecí entre esos dos momentos del discurso”; y más adelante: “a dónde vive usted/ en el lenguaje/ y no puedo mantenerme quieto”. (Fragmento de la nota de Eduardo Benitez publicada en el número 21 de La otra, a propósito de los 50 años del estreno de Sin Aliento, su ópera prima)
Trailer de Socialisme, el último film de Jean Luc Godard.
Después de ver las Historia(s) en el taller de La Otra, leí esta nota de Eduardo Benítez en la revista. Es excelente: ha captado el susurro íntimo de Godard y su inscripción en la historia del cine y en la del siglo XX.
ResponderEliminarFelicitaciones al autor.