El plano que más odié
(Sobre una escena de Lo que más quiero
de Delfina Castagnino)
por Alejandro Ricagno
Pasan los días y quedan los recuerdos de las películas. Y de las polémicas.
Pienso en dos películas argentinas: Lo que más quiero, de Delfina Castagnino, y Somos nosotros, de Mariano Blanco. Las dos son operas primas, salen de la factoría Fuc y las dos obtuvieron premios. Uno de ellos, al menos, irreprochable y merecido: el de mejor actuación, compartido para Pilar Gamboa y María Villar por la primera. Ambas actrices despliegan una gracia y una delicadeza (ya me extenderé sobre Gamboa y su impecable trabajo en la mega obra de Mariano Pensotti, actualmente en cartel, El pasado es una animal grotesco) que junto a Esteban Lamothe (efectivo y cómico por demás en la larga escena de seducción) constituyen el punto más alto de la opera prima de Delfina Castagnino. Con la distinción del Jurado Internacional a la película, y sobre todo con la de Fipresci, estoy menos de acuerdo. (De Somos nosotros, y sus skaters ubicuos hablaré en una próxima nota).
¿Que cuenta Lo que mas quiero? Pues, la reunión en Bariloche de dos amigas en sus veintitantos; una residente del lugar (Pilar Gamboa) que están atravesando el duelo por la muerte de su padre, y la otra ( María Villar), que viajó hasta allí desde Buenos Aires, supuestamente como compañía solidaria, pero que en realidad está “tomándose un tiempo” para resolver la separación definitiva de su pareja y aprovechar la lejanía para un levante al paso.
El personaje de Villar es actriz de teatro independiente, -como la actriz que la interpreta- lo que da pie a un par de escenas que versan sobre la interpretación, y a un tour de force muy gracioso en la situación de levante con Esteban Lamothe, un pueblerino lleno de clichés. Si bien esta escena remite a muchas semejantes del teatro argentino contemporáneo, no deja de estar resuelta -merito sobre todo de la ductilidad de ambos intérpretes- con un timing perfecto que va aumentando en gracia paralelamente a la temperatura de tensión erótica del momento. Y todo eso en un solo plano fijo. Uno de los momentos más eficaces de la película.
Pero es de otra escena que quiero hablar y la que se refirieron en varios blogs, como por ejemplo el de nuestro amigo Roger Koza en Con los ojos abiertos, y el de mi ya no tan amigo Quintín en La lectora provisoria.
La escena en cuestión es otro plano fijo. Gamboa, sentada frente a la cámara, en lo que se supone es una parte del aserradero heredado, hace pasar a los empleados de su padre, de a uno, llamándolos por el apellido, para comunicarles que el aserradero va a cerrar y que como ella “quiere dejar en claro las cosas” les va a pagar lo que resta del mes y un mes más adelantado. Lo hace dos veces, repitiendo mecánicamente el mismo texto. O sea la indemnización brilla por su ausencia y tanto el personaje como la película no parecen reaparar en esta cuestión. Pero lo más indignante no acaba allí: los empleados del aserraderos entran en campo de espaldas a la cámara; son sólo nucas sin identidad que, sin hacer la más mínima protesta pasan a solidarizarse inmediatamente con el personaje de Pilar Gamboa. Es decir la muerte del patrón, es importante para ellos, no por su nueva situación de desempleados sin indemnización, sino por la situación en que se encuentra la pobre hija heredera. El último de los obreros despedidos no quiere aceptar el dinero porque -dice la nuca parlante: “Su padre me ayudó mucho.” Y agrega que cuente con él para lo que necesite”.
Faltó que agregue “patroncita”.
Y Gamboa (excelente actriz, que se banca como duquesa ese plano abyecto), al escuchar tales palabras que evocan la bondad de su difunto padre, finalmente se emociona y llora.
Ahora bien, no está mal que el film plantee esta situación de clases (aunque aquí no hay lucha alguna, sino la violencia de la mera aceptación casi feudal de un estado de cosas) si es que va desarrollarla después, o si es que quiere hacer un comentario de la desubicación con respecto a lo real que la protagonista evidencia en esa circunstancia.
El problema es que no lo hace, o no parece hacerlo adrede, sino que emplea esa inaudita solidaridad del obrero despedido (nuca que habla, recordemos) para que Gamboa se emocione, recordando a su padre, el buen patrón que debió haber sido. Es decir, la directora obvia el nudo dramático de la escena, la tensión de clases, al mismo tiempo que lo plantea, para abandonarlo inmediatamente y centrarse en las cuitas de la hija del estanciero, la huérfana.
Creo que la expresión no es que lo obvia, sino que lo puentea. Instala un conflicto de importancia inédito (todo conflicto hasta entonces aparecía larvado y sutil, y referido exclusivamente a la relación de las dos amigas en sus respectivas circunstancias sentimentales), solamente para llegar a otro. Que es el que la directora prioriza y el que para ella tiene más peso en el film. El brutal despido de los obreros dóciles le sirve sólo como vehículo para mostrar la soledad y el desamparo de la heredera. Esto no es sobre todo éticamente cuestionable, sino que así mostrado se vuelve contraproducente, también desde el punto de vista dramático.
¿Podemos solidarizarnos con la lágrimas de Gamboa frente al recuerdo su padre (mostradas, además, por primera vez en pantalla) ignorando la actitud mezquina del personaje en ese mismo instante? ¿Y qué decir de la actitud de los obreros que responden cual si fueran de los sirvientes campesinos de la España franquista en Los santos Inocentes?
Podemos convenir, tal vez, como dice el catálogo del Bafici, que la escena le sirviera a la directora para marcar la inadecuación del personaje “al asumir un rol para que no esta preparada” (sic Catálogo, en alusión no casual al mismo plano en cuestión). Pero en ese caso debería haber hecho una elección: o el conflicto del despido o la emoción íntima por el duelo. O agregar una escena adicional que recogiera los ecos del compartimiento de la protagonista en esa situación. Ambas emociones en un solo plano se anulan entre sí. Porque dramáticamente no son equiparables. Es evidente que la directora le interesa más la situación de la protagonista, que la suerte de esos personajes sin rostro que no vuelven a aparecer en el film. Entonces es que asistimos a la repentina conversión de los trabajadores (lo expulsable) como simple macguffin del Novísimo NCA. Y esto me lleva a pensar en la dificultad de muchos jóvenes directores vernáculos para siquiera rozar el mundo laboral y sus conflictos. Cómo se muestran las tensiones de clase y qué nos indican esos modos de representación. Y, en este caso en particular, en función de qué.
Nadie dice que Delfina Castagnino -quien por otra parte se mueve con delicadeza para plantear mundos interiores en conflicto a base de pequeños gestos, como lo ejemplifica la elocuente secuencia de las dos amigas en la cocina- deba ser Ken Loach. Pero ¿no había otra forma de señalar que el personaje, por el momento particular que vive, no está a la altura de poder asumir las nuevas responsabilidades que le tocan sin ESA UTILIZACIÓN DE OTRO SIN IDENTIDAD y VICTIMIZADO CON GUSTO, además? Ya no hablemos siquiera de ética. No existe en ese plano un equilibrio de peso en el planteamiento de los conflicto. Tal vez por eso, Delgado decide la ”toma nuca” de los obreros: para que, como el personaje, nos olvidemos de ellos inmediatamente y nos impliquemos en la emoción de la protagonista. Pero el peso de sorda (y ciega) violencia social de esa escena, ignorada después por el resto de la película es tal que es imposible olvidarlo.
Si esa escena sirviera para, por ejemplo, complejizar las contradicciones del personaje, no tendría ningún reparo en aceptar hasta la toma nuca. Pero no hay complejización alguna, la cámara se instala sobre el rostro de Gamboa, instándonos a emocionarnos con ella. Casi como si los espectadores, ahora que lo pienso, fuéramos esos obreros sumisos que se conduelen con la hija del patrón, sin preocuparse por su propia suerte de nuevos desocupados. La escena pretende tomarnos como rehenes emocionales. Lo que no calculó Delfina Castagnino es que algunos espectadores puedan rebelarse contra lo que ese plano nos revela.
Es evidente que la directora, que tan cuidadosamente planificó cada encuadre y sus efectos, no reparó en el efecto boomerang de ese plano, que en su trayectoria estalla en la cara del espectador, borrando toda simpatía que hasta allí uno podría tener con la película y sus protagonistas. Es hasta trágico comprobar como una escena forzada (¿inconsciente de sus ecos?) puede herir de muerte el centro del relato y jamás, por más impecable labor que entreguen sus actrices, por más elegancia que demuestre la directora en la administración de sus imágenes, pueda hacerlo resucitar.
Es más, diría que esta es una escena injusta no sólo con los obreros, los espectadores y el resto de la película, sino también con el personaje de Pilar Gamboa y con la actriz. Algo que va más allá de la incomodidad que supuestamente debe sentir el personaje en su nuevo rol de patrona parece destilarse allí, en su actuación. Como si sus lágrimas no fueran por lo que dice el guión, sino por la escena, inconscientemente, dice en sí misma.
Pero parece que el boomerang no le pegó al jurado.
Porque, más allá de que en blogs y discusiones posteriores a la salida de la premiere no pocos tuvieron serios reparos con la escena y hasta con la película en general, dos de los jurados acabaron premiando Lo que mas quiero. Que haya recibido una distinción del jurado internacional, bueno, supongo que los criterios variaban y no todos repararon en la violencia de la escena, y en cómo resuena en el aquí y ahora.
El amable Raya Martin, uno de los pocos jurados con los que traté, defendía la película y hacía hincapié en que lo importante es justamente el duelo que la protagonista esta pasando, y que por lo tanto no puede ver otra cosa más.
Me gustaría saber qué pensaba Cesar Aria. Y qué Ángela Basset, quien en una entrevista en Pagina 12, confesaba que estaba entrenándose para ver cine independiente, acostumbrada como al régimen del relato estándar de Hollywood. Ahora bien, mas allá de que es una muy buena actriz –recuerdo su mujer policía de Días extraños, o su mimética interpretación de Tina Turner- su rol como jurado en este tipo de festival, ¿califica como una de las elecciones más acertadas, cuando ella misma, en ese reportaje, se asombraba de estar viendo películas donde los personajes son tomados de espaldas por la cámara durante una conversación? Digo ¿la Basset no vio nunca, siquiera, qué sé yo, Vivir su vida de Godard? Seguramente que si los Dardenne hubieran presentado Rosseta o El hijo en este festival, no hubieran conseguido premiación alguna por parte de la actriz. En fin, supongo que la inclusión de la afroamericana era la cuota de glamour supuestamente indie que la dirección del festival necesitaba para tener más atención de la prensa en este Bafici más político que los anteriores (Wolf dixit).
Pero lo que sí me sorprende, y para mal, es el premio del jurado de Fipresci a Lo que más quiero. Sobre todo habiendo otras obras mucho más justamente merecedoras en la Competencia Internacional. Okey; Police adjetive, sin duda la mejor película en competencia, ya había ganó un Fipresci en Cannes. No sé. Allí estaba la solidez de La mujer sin piano, de Javier Rebollo, sin ir más lejos. O en su defecto, si trataba de premiar una película “pequeña”, pero cuya honestidad la agranda paso a paso en el recuerdo, el documental Cuchillo de Palo de la paraguaya Renate Costa hubiera sido la elección más justa.
Dando vueltas por el Bafici me encontré con gente allegada a la FUC (fue más de uno, pero me reservo las fuentes) que me dijeron que el plano abyecto no fue filmado por Delfina Castagnino sino por Llinás. Que inclusive se había llegado a filmar un plano previo donde uno de los obreros se retobaba y le hacia frente al despido sin indemnización, que finalmente fue excluido de la película, a sugerencia del director de Historias extraordinarias, para ser reemplazado por el plano de nuca y sumisión. No se si fue así; no tengo pruebas para convertir Llinás en el villano, pero la pertinencia de ese plano suena de otra película, y hasta diría, de otra mano. Y si así fuera, entonces se trata de un caso que duplica la sumisión. La de Delfina Castagnino a la visión de lo social, según Llinás.
Es que la negación y la sumisión del Otro termina aplastando una propuesta que paradójicamente quiere- y en más de un momento consigue con buenas armas- hablar de afectos, de ligazones, distancias, dolores y cercanías. Hasta que lo negado hace estallar todo el sistema.
Lo que más hubiese querido es olvidar ese plano y disfrutar de los escarceos de Villar, Gamboa y Lamothe. De las caminatas en el bosque, del tono quedo que tiñe el relato hasta la irrupción de esa disonancia que lo ensordece todo. Lamentablemente no pude, por el plano en cuestión que acabó transformándose en lo que más odie de todo el Bafici. O si se quiere; el plano que más amé odiar. (Frase que le regalo a Diego Trerotrola, ardiente defensor de la película, y sospecho nomás, su probable exégeta en el catalogo, ya que la reseña no lleva firma).
PD: Me quedo pensando en el acercamiento al otro, la distancia justa que respeta la mirada, el nacimiento del otro, como diría Serge Daney, e inmediatamente me aparecen escenas de Los labios. La diferencia ética y estética, con Lo que mas quiero es abismal.
Que Loza y Fund ganaran como mejores directores de la competencia argentina me restituye cierta justicia en las premiaciones. Y la esperanza de que llegar al otro es posible. Y no sólo en el cine.
¡¡¡Suerte en Cannes!!!
Qué buena nota!!!no vi la película,pero qué bueno lo que se plantea...groso Ale.
ResponderEliminarEs impresionante hasta donde llegan Ricagno y Cuervo,pensando el cine.Abrazos a los dos.
Tiago
Lo abyecto que veía Rivette en Kapo de Pontecorvo. O la cuestión moral en los travellings que señalaba certeramente Godard. No vi la peli de Delgado pero tu lectura (luminosa) va por eso lado. El plano (un plano) como algo moral. Quizá sean los hermanos Dardenne los pocos cineastas que se atrevan a abordar el campo del trabajo con constancia (desde Rosetta a L'enfant) para mostrar los estragos del tardo-capitalismo con sus excluidos, y en Argentina sea Alonso con La libertad, por ejemplo. Ahí, en La libertad, hay nacimiento del "otro", hay distancia justa desde, paradojalmente, un acercamiento respetuoso.
ResponderEliminarsaludos,
ema
Llinás: producto de la Factoría Unica de Cine.
ResponderEliminarFilipelli: docente "dos demonios" en la Factoría Única de Cine.
Antín: dueño de la Factoría Unica de Cine.
Tan lejos tan cerca, parafraseando a Wenders.
Antín es uno de los representantes de la "Generación del 60", el NCA de aquella epoca, en la que, sugestivamente, los libros se han encargado sutilmente de borrar a Favio de esa denominación periodística.
Leonardo tampoco estuvo interesado en participar de la Nueva Ola Gorila, entendiéndose desde entonces como un artista verdaderamente popular.
Totalmente: la cuestión del plano es moral.
Por una peronización del AlianzCI(ojo que para el proximo jurado llaman a Loperfido eh)
Los felicito por la nota!
Espero tener en unos dias algo de tiempo para discutir sobre el texto y el plano de Lo que mas quiero. Por ahora, les pido por favor que corrigan el nombre de la directora. Se llama Delfina Castagnino, no Delfina Delgado ni Josefina Delgado. Si el cambio de identidad era una fina ironía que no alcance a comprender, disculpas.
ResponderEliminarNotable analisis.
ResponderEliminar¿Querían política en el Bafici?
(Rosetta, Rosetta... prepara un waffle para mí, hermosa. Como te extraño)
Cabeza Volcán:
ResponderEliminarjajaj, no creo que se trate de una ironía de Ricagno, sino que se le chispotearon distintos nombres para esta pobre directora. Ahora lo cambio, gracias por la corrección.
El otro campo:
creo que en el cine, en el arte en general, las cosas son un poco más complejas que en el terreno de los alineamientos políticos. La lucha política tiene a una binarización que invita a alinearse con una posición y contra otra. Este alineamiento nunca suprime las contradiccions internas de cada posición, pero s la dinámica de la lucha política la que llva a tomar partido.
Yo creo que en el arte no hay partidos. Lo que no quiere decir que el arte esté desvinculado de la política. Sí quiere decir que el arte no se reducea política. Por eso los alineamientos políticos no se trasladan automáticamente al terreno artístico. Por ejemplo, Leonardo Favio y Jorge Coscia no pueden agruparse en un "partido cinmatográfico" aunque sean ambos peronistas. Bresson ¿es de derecha o de izquierda? ¿Comparten los Dardenne y Costa Gavras un mismo "partido" cinmatográfico? ¿Godard es de izquierda y Truufaut o Rohmer de derecha? ¿Fassbinder y Pasolini serían peronistas? ¿Y a Hitchcock en qué partido lo ponés?
Así que dividir el cine argentino n el partido gorila y el partido popular no tiene para mí ningún sentido productivo.
El análisis de Ricagno es intersante porque extrae los significados del punto de vista de un plano, pero no se traslada automáticamente a todo aquel cineasta salido de la FUC: Lisandro Alonso, Marco Berger, Trapero, Llinás, son cinastas muy distintos; y todos salen de la FUC.
Si yo m opongo a la opración de Filippelli y El Amante ("los más grandes cinastas de NCA salieron de la FUC") es precisamente porqu hacen esa simplificación, sólo que en sentido inverso a la que vos parecés proponer. Leonardo Favio está más cerca de Bresson o de Torre Nilson que de Hugo del Carril; y so no tiene nada que ver con el peronismo.
Por otro lado, Darío Lopérfido podría tener todo el derecho de ser jurado del Bafici, después de todo él es uno de sus creadores. Lo que estaría mal es que se arme una camarilla, que el círculo de jurados, cineastas y críticos se vuelva endogámico y que se legitimen unos a otros, como a veces pasa.
saludos
Lo mío respecto del apellido de Castagnino fue una simple equivocación. No había ironía de ningún tipo ahí.
ResponderEliminarLisandro Alonso sale y no-sale de la FUC; dejó la carrera en la mitad, no se recibió.
saludos,
ema
Ema:
ResponderEliminarla confusión sobre el nombre y apellido de Delfina venía del post de Ricagno.
Lisandro no se recibió, pero obviamente eso no cambia el asunto: ¿o si se hubiera recibido caería bajo la guillotina de la que se salva por no haber terminado? Yo nombré a 4 cineastas que estudiaron en la FUC y que son muy distintos entre sí; podría haber hecho lo mismo con el Enerc: Lucrecia Martel, Nicolás Prividera, Santiago Loza, Nestor Montalbano, Gustavo Fontán, Esteban Sapir no tienen nada que ver en sus planteos estéticos, más allá de que pasaron por el Enerc. ¿Y qué hacemos con Rejman, Caetano, Di Tella, Ezequiel Acuña?
saludos
No, claro que no cambia el asunto. Estoy de acuerdo. Y no pienso que los cineastas que salen de la FUC salgan como carne picada. Los que caen (o los hacen caer, por decirlo así) bajo la denominación "nuevo cine argentino" conforman un entramado no homogéneo de estéticas. Son diversos los planteos, son diversas las modalidades estéticas aunque compartan alguno que otro núcleo (mundos reducidos, no psicologización de los personajes, etc.). Simplemente me interesaba como gesto de parte de Alonso (si es que fue eso, un gesto, o cuestiones de guita ya que es cara la FUC, etc.). Por eso lo mencioné, porque me interesaba ese apartarse-de-él-en-sí. Un dato. Una nota al pie.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSi Gamboa en vez de decir "les pago lo que resta de este mes y uno mas por adelantado" dijera "les pago lo que resta de este mes y la indemnizacion que les corresponde" el plano y las nucas no te hubieran molestado
ResponderEliminarBueno, al fin pude abrir mi cuenta y así poder comentar los comentarios a mi nota.
ResponderEliminarANTE TODO: NUNCA QUISE HACER NINGUN CHISTE CON EL APELLIDO DE LA DIRECTORA. Se me chispoteó, y por suerte Oscar se dio cuenta y lo corrigió. Releyendo la nota me doy cuenta que también cambié el nombre del director de Somos Nosotros. Es Mariano, no Matías. Se ve que esa noche tenía una especie de Sindrome de Asperges nominal!! (Oscar arreglalo cuando puedas)
Vamos por partes
No prentendo poner a todos los cinesatas salidos de la FUC en la misma bolsa. Tampoco estoy de acuerdo en dividir partidariamente la política de autores, dependiendo de la posición partidaria de los mismos. Favio me parece uno de los cineastas más geniales de este continente. Y de otros.
Hugo Santiago, a quien nadie podria suscribir en el "campo popular", ya solo por Invasión, es uno de mis cineastas favoritos.
Y Antín tiene al menos una master piece: La cifra impar.
En cuanto al rumor de que ese plano le pertence a Llinás, es algo que se comentó, y mucho en los pasillos del Bafici. NO ME CONSTA, pero consideré pertinente señalarlo, ya que no era Secreto de Estado. Y aclaro: a diferencia de Oscar que se posicionó negativemnete en contra en este blog el año pasado, a mí me gusto muchisimo Historias Extraordinarias. Balnearios, al contario, me irritó sobremanera en su gesto Bioy Casariano en la La fiesta del monstruo, evidenciado en el corto final de esa pelicula, sí, gorila.
Es más, hasta me gustaría que el famoso plano de Lo que mas quiero lo hubiera impuesto Llinás, porque me hablaria en todo caso de las dudas de un directora que se dejó llevar por un mal consejo.
Y si tal vez, la cuestión de la indemnización como comenta Alejandro estuviera contemplada en ese escena, el plano nunca, tal vez, me hubiera molestado menos. Pero el argumento de la anécdota del buen patrón, para llegar a las lágrimas de la heredera, hubiera estado igual. Y me hubiera parecido poco pertinete también.
Lo que marco en la nota es que el plano se le vuelve en contra a la directora, a la película , a los personajes, en un relato que sin mayores sobresaltos venía deslizandose con delicada sordina emocional. No creo que ese salto cualitivo hacia atrás qu ese plano le hace pegar al tono general del film, haya sido consciente en la directora. Ni digo que sea una mala cineasta o una mala persona. Si me posciné en contra del premio de Fipresci sobre todo es pensando en que es lo que se prioriza cuando se premia. Más en un premio del crítica. La distinción del Jurado interancional es otra cosa. Alli juegan miradas muy distintas entre sí. Por eso señalé lo que priorizó Raya Martin, cineasta que admiro,para mostrar esa diferencias. Pero el Fipresci, creo debería estar mas atento..
De cualquier modo espero la próxima pelicula de Castagnino, porque repito, en mñas de una ocasión construye escenas con mucha sutileza. Por esa me molesta el trazo grueso del escena en cuestión.
Buneo, me voy a pensar un par de planos de la película de Mariano Blanco.
A cabeza volcán: me di una vuelta por tu blog. Chapeu por tus poemas! Algunos realmente me emocionaron.
Como una imagen justa.
Saludos