El odio a la militancia

por oac

Es gracioso ver cómo muchos sectores se angustian ante el momento militante de la política. Algunos de ellos por simple pertenencia de clase: Tomás Abraham, joven burgués en la Francia del 68, tuvo allí sus dorados años de juventud, pero hace rato acomodó su existencia conforme a sus intereses de clase, para los cuales la política es sólo administración de sus privilegios económicos. Abraham dice: "la economía está bien, pero odio la política cultural del kirchnerismo, toda esa mistificación de la militancia setentista". Contra Menem estábamos mejor, porque el aparato del PJ funcionaba aceitadamente para respaldar la disolución de la política en administración. Podíamos objetarle "los excesos" (como a los militares de los 70, no era necesario que tomaran las pertenencias de los desaparecidos como botín), pero la muerte de la política "nos" dejaba por fin aliviados.

Eso es lo que se justifica desde una perpectiva de clase. Otra posición más sinuosa es la de cierta pequeño-burguesía que se angustia ante la posibilidad de pensar su existencia en términos de compromiso: es decir, no "creer en las buenas intenciones de los políticos", sino asumirse ellos mismos como actores. Un salto pequeño para la humanidad pero un salto enorme para mí mismo. Sienten hostigada su pura neurosis adaptativa a un  fin de época, donde uno podía volverse un poco cínico sin perder las formas y burlarse de los tontos que se la creen. Esa es la posición de Esteban Schmidt: su sorna es angustia ante su propia posibilidad de ser otro, algo distinto a un empleado calificado de la Rolling Stone o un proyecto de Jorge Asís que, en lugar de militar en el PC de los 70, lo hizo en la Franja Morada de los 80. Aquí algunos comentaristas del blog asumen similar posición, desconozco su historia, pero se les ve la angustia ante el momento militante de la política, algo que quisieran ver extinguido, por vaya a saber qué estructura neurótica que anida preferentemente en el living de la pequeño-burguesía.

Hemos tenido a un estéril Pitroll durante meses lanzando sus pequeñas gotitas de veneno que se dirigían sistemáticamente a burlarse de cualquier asomo de compromiso individual en el curso de los acontecimientos: "la gilada". También César, que sigue estando: en 2008 se burlaba de los veteranos que habían asistido a las plazas tristes de las retenciones "nostálgicos del olor a choripán de sus épocas juveniles". Esa es la motivación berreta que imaginaban para explicar el compromiso de los tipos de 60 que se habían movilizado nuevamente, en momentos en que la figura del militante gozaba de todo el descrédito posible.

Hoy (ayer) dice César en comentario a este blog: "Lo lamento Vertbisky, la buena historia de la militancia se da de narices contra la historia, al menos en la Argentina (no somos Francia)". Claro, no somos Francia, allá los jóvenes militantes que se parecen a Jean Pierre Leaud y estudian con Michel Foucault son gente pulenta y glamorosa. Acá los que se movilizan son giles. Verbitsky es un gil, cincuenta años de periodismo militante tirados a la basura, porque el bacalao lo corta el "tacticismo" de Néstor, que en paz descanse. Una vez más, se trata de la bronca que produce la posición militante, la del tipo que asume un rol en la historia y trata de ver de qué lado va a encontrarlo la lucha.

Matrimonio igualitario, Ley de Medios, AUH, liquidación de las AFJP, una lectura alternativa de la historia argentina, reactivación de los juicios a genocidas son apenas conejos sacados de la galera de Néstor. No existe una lucha de décadas de Madres y Abuelas, no existen las organizaciones que luchaban por la igualdad de derechos desde que a Perlongher lo mandaban a una oficinita del fondo, porque les daba vergüenza tener putos en el local.

No existen las miles de radios comunitarias que desde los 80 vienen construyendo una forma de comunicación alternativa, que es la que va a visibilizarse cada vez más en la política del siglo xxi. Son ocurrencias de Néstor, todas. Se levantaba una mañana y decía: "a ver qué tenemos hoy, está el ingeniero Blumberg pidiendo ejecución sumaria, está Escribano pidiendo conciliación nacional, está la Tribu pidiendo Ley de Medios, está la FAA pidiendo retenciones cero, están los gays pidiendo casamiento. Y bueh, vamos con los gays y con La Tribu, que seguro que en las encuestas miden más. Y de última el ultimátum de Claudio Escrbano tiene la misma cantidad de caracteres que los 20 puntos para la radiodifusión democrática. Usemos a estos giles de AMARC y de La Tribu y así ganamos de nuevo en 2011".

Pero estas reformas no tendrían ninguna entidad política, ninguna concepción, ningún asidero en las prácticas reales si no hubieran sido tejidas por años de militancia: una vez más: Madres, Abuelas, Radios Comunitarias, GLTTB: ellos son los que diseñaron esta nueva generación de transformaciones. A eso se refiere Verbitsky con el encuentro entre las minorías intensas y la política.

Una vez más, desde la reacción se burla el momento militante y se reduce todo al "tacticismo" o a la necesidad de barnizar el saqueo de "la caja", sin entender qué pasa con la gente en las calles. Y sobre todo, muy por sobre todo, para alejar cualquier fantasma de que la propia vida del burlador comprenda que él mismo podría hacer algo con su historia en la historia.