El chico de la bici y los hermanos Dardenne
por Oscar Cuervo
Los hermanos Dardenne son tipos simpáticos, se los ve bromear a menudo; dicen que toman cierta distancia del dramatismo de sus personajes de ficción, que se ríen un poco cuando piensan en sus películas. Pero es evidente que se toman en serio su trabajo de cineastas, tienen algunas normas muy rigurosas que saben explicar con sencillez. Lo que no resulta probable es que en esas normas esté todo el misterio de su arte. Sus películas son demasiado buenas, demasiado intensas, lo mejor que se filma en el mundo actual y sobre el mundo actual. Entonces debe haber un secreto bien guardado, quizá tan bien que ni siquiera ellos sepan de qué se trata. Ayer los vi en su masterclass en el cine Gaumont, y después en la presentación que hicieron de la proyección de Le gamin au vélo (¿El chico de la bicicleta será el título que le pongan cuando se estrene acá, esperemos que pronto?).
La película es, como quedó dicho, extraordinaria. Que los Dardenne hagan películas extraordinarias ya no resulta extraordinario (salvo El silencio de Lorna, que tiene 40 minutos iniciales extraordinarios y después no puede sostenerse). Lo lindo de ayer es que Buenos Aires les dio un cariñosísimo recibimiento a estos masters. La cola para asistir a la charla previa era kilométrica y dos de cada tres personas que se arrimaron a Congreso quedaron afuera. A los Dardenne, pasión de multitudes, se los veía divertidos con el interés desbordante que provocan acá, los forcejeos para entrar a escucharlos, como si fueran grandes rockstars. En cierta forma lo son. En su cine austero, muy apegado a cierta observancia severa, hay algo del rock and roll que el rock and roll ya perdió.
Los secretos que revelan en su charla: ensayan mucho con los actores, sin la presencia del equipo técnico. Construyen las líneas principales de sus films a partir de ciertas acciones físicas de los personajes: es más importante verlos moviéndose que hablar de la psicología, descubrir gestos y posturas de los actores que después le van a dar vida a los personajes. No hablan de psicología con los actores, hay que evitar que representen (cuando tienen que nombrar cineastas influyentes, nombran, previsblemente, a Bresson y Rosellini; no tan previsiblemente a Kieslowski y "el cine japonés"). Uno de los dos, no sé si Luc o Jean Pierre, dice que son cineastas rumiantes: parten de una idea, empiezan a trabajar con los actores, filman ellos mismos los ensayos, rumian, descubren cómo va a ser la película filmando. La clave más importante la aprendieron después de hacer una primera película de ficción que juzgaron totalmente fallida (no se vio por acá); ahí se dieron cuenta, porque un actor se los marcó, que no tienen que volverse burocrátas del guión durante la filmación, que tienen que estar atentos a lo que está pasando en ese presente estricto, que tienen que alejar de los actores toda pretensión de pensar en una cierta idea de los personajes, de su pasado, o de los conflictos que viven, que tienen que estar ahí. Estar ahí es un concepto que repiten varias veces: ellos mismos se proponen dejar a sus actores estar ahí, mientras los filman, no importa que sean grandes estrellas como Cécile De France o niños sin experiencia cinematográfica como Thomas Doret, el problema es siempre lograr que estén ahí. Los técnicos lo mismo. El cámara y su ayudante se incorporan cuando el trabajo físico con los actores está bastante definido y no pueden, bajo ninguna circunstancia, interferir con indicaciones técnicas sobre lo que tienen que filmar: tienen que estar ahí. Filman cámara en mano y eso representa una evidente dificultad, un estado de estrés que los Dardenne hacen valer en favor del dramatismo de sus películas.
Estas son algunas de las cosas que dijeron ayer en la charla, y todo ello se nota en los espléndidos resultados de una película como Le gamin au vélo. Pero debe haber un misterio que quizá ni ellos mismos sepan. Diego Battlle le pregunta si se reparten los roles en el rodaje, si alguno se encarga más de los actores y el otro de la cámara. Uno de ellos, no sé cuál, responde terminante: la respuesta es fácil y corta: los dos hacemos todo. Y ambos sonríen.
El martes vuelven a pasar Le gamin au vélo en el Gaumont. Es excepcional. Los Dardenne a esta hora ya habrán partido de regreso a Bélgica.
hermosa película. terrible y hermosa.
ResponderEliminarPor mi parte ni me enteré de que estaban los Dardenne...pero me consuelo porque no estoy en condiciones de hacer semejantes colas. En su momento veré la película, por supuesto. Y pensaré..
ResponderEliminarOscar, capaz que lo digo es una pelotudez, pero no te parecio que Le Garmin... es un poco mas -digamos colorida y luminosa- que las previas? A mi me sorprendió ese aspecto. Por lo demas, tremendo film, como habitualmente se mandan esos señores.
ResponderEliminarUna película intensa...
ResponderEliminarEl gran tema del abandono y el rechazo. Mucha tela para cortar con estos geniales directores
César: hay un motivo digamos meteorológico para eso: esta película, a diferencia de las otras de ellos, está filmada en verano, mientras las otras son otoño invernales. Por otro lado, ellos siempre se mueven en esa delgada línea entre la tragedia y el optimismo. Y por lo general siempre le dan a sus personajes otra oportunidad. Con excepción, tal vez, de El silencio de Lorna, que sería además la menos lograda.
ResponderEliminarEl Niño no es primavera-verano también?
ResponderEliminarIgual, más allá de la meteorología, me parece que la cámara también está un poquito más quieta.
Geniales lo Dardenne.