sábado, 12 de abril de 2014

BAFICI$26: Mejor película de la competencia intenacional: Fifi Howls From Happiness


por Oscar Cuervo

Al ver este sorprendente documental de Mitra Farahani se me hizo inevitable pensar en algunas películas argentinas recientes que retratan a artistas ancianos y reconocidos tardía o mezquinamente, como Martin Blaszko III de Ignacio Masllorens o Beatriz Portinari. Un documental sobre Aurora Venturini, de Agustina Massa y Fernando Krapp, vistos en BAFICIs anteriores. Como ellos, Fifi Howls From Happiness intenta capturar algo del gesto del artista moderno desprovisto del halo del reconocimiento. ¿Cómo detectar la genialidad auténtica y diferenciarla de la impostura o de la mera idiotez, cuando la obra y la figura de un artista no nos llegan precedidas por una consagración tranquilizadora? Algo así pasa con el artista plástico Bahman Mohassess, un iraní que tuvo su momento fulgurante -al parecer- en el período previo a la revolución islámica de Khomeini y después se esfumó, un poco porque en el régimen revolucionario no había lugar para sus irreverencias y otro poco por su propia voluntad autodestructiva.

Mohassess parece haber deseado su propio eclipse, o quizás vivió esperando ser reencontrado. La directora Mitra Farahani, también de origen iraní, lo encontró ya viejo y bastante achacado en un departamento de Roma, refugiado en una auto-decretada clandestinidad, pero con muchas ganas de mostrarse para la posteridad en el documental en el que se prestó a colaborar con entusiasmo juvenil. "Voy a contar mi vida antes de que lo haga algún idiota". Pedante, extremadamente cínico, manipulador (continuamente le indica a Farahani cómo debe editar el registro), algo banal en sus dictámenes acerca del destino de la humanidad, cultor de su propia imagen de artista indómito, Mohassess parece reunir en su persona todos los clisés que se nos puedan ocurrir sobre el mito romántico del genio incomprendido. La sombra de la impostura acecha todo el tiempo en este registro documental de sus últimos días. Por momentos Mohassess parece un personaje pergeñado por Woody Allen para alguna de sus biografías apócrifas. Una sensación parecida me causó la película de Herzog Grizzly Man , el sujeto retratado era tan "personaje" que me quedé esperando hasta los créditos del final para descubrir el nombre del actor que lo encarnaba y sentirme ligeramente frustrado al constatar que no se trataba de una exageración herzoguiana sino de una persona real.

Como sea, es imposible no ver Fifi Howls From Happiness como una comedia melancólica y corrosiva sobre nuestra dificultad para deslindar la verdadera grandeza de la impostura. Los simbolismos un tanto triviales de sus obras, que el propio Mohassess explica a la documentalista, su oportunismo para realizar una obra por cada acontecimiento de resonancia (desde el asesinato de Luther King hasta Chernobyl), siempre acompañado por un aserto escéptico sobre el destino humano, su coqueteo con la muerte personal, todo parece dirigirse hacia una versión condensada del artista que con sus opiniones se sobrepone a su propia obra. Mohassess y Fatahani nos muestran algunas reproducciones de las pinturas y esculturas que él destruyó, más otras pocas obras que conserva hasta la muerte, entre ellas el retrato de Fifi que da título a la película. Vemos las imágenes y escuchamos las explicaciones sumarias que él nos facilita. 


Su adicción al cigarrillo, su tos estruendosa y su risa áspera lo dotan de una simpática humanidad que compensa su pedantería. Termina por ser un personaje querible al que casi vemos morir, al que conocimos demasiado tarde o todavía muy temprano para saber si además fue un artista valioso.

Fifi Howls from Happiness, de Mitra Farahani ganó el premio del BAFICI a la mejor película de la competencia internacional.

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