miércoles, 4 de marzo de 2020

Fernández y la racionalidad peronista

La otra.-radio, para escuchar clickeando acá 



La condición de posibilidad del triunfo del Frente de Todos fue la decisión política de Cristina de proponerle a Alberto su candidatura a presidente con ella como vicepresidenta. Esa jugada, que ningún analista previó una hora antes de que sucediera, descolocó a todo el arco político. Fue el comienzo del fin del macrismo, que ya había hecho mucho por ganarse el repudio de un amplio sector del pueblo. 

La derecha estaba embarcada en un lawfare que seguía un guión idéntico al que aplicó en otros países de la región. Consideremos el cinismo con que Carlos Pagni explicitó este lunes en su programa en La Nación+ los procedimientos de esa corporación en el apriete a los jueces para perseguir a los dirigentes kirchneristas y a la vez encubrir la naturaleza delictiva del macrismo, tarea verdaderamente titánica. Ese cinismo exhibe la impudicia del poder. Pagni se lo permite porque no tiene que sostener la máscara de seriedad que su colega Hugo Alconada Mon necesita. Pagni siempre fue este cínico y Alconada está obligado a ser un opaco hipócrita. La Nación son ambos. Pero la admisión descarada de Pagni se hace en el relax de su fracaso político prematuro. La derecha todavía no logró rehacerse de la movida razonable y sorpresiva de Cristina.

El triunfo de Cristina da lugar a un gobierno que desaloja al macrismo del poder. El marketing no alcanzó. El guión del lawfare aplicado en otros países sudamericanos tampoco. La derecha ahora se halla agazapada apostando a un posible fracaso de la presidencia de Alberto. La vía más rápida para esto la imagina como un conflicto interno en la fórmula de Alberto y Cristina. Si hace unos años escarbaban el suelo de la Patagonia en busca de unos containers llenos de euros húmedos, hoy escanean la gestualidad de Cristina y Alberto para encontrar en esa ceremonia el anticipo de la ruptura que tanto necesitan. La derecha es técnicamente muy calculadora pero también bastante irracional. Por eso, cuando creía tener a Cristina acorralada y el legado del kirchnerismo roto, una sola movida de ella los descolocó. Son pícaros y dañinos, pero no racionales.

El peronismo tiene una racionalidad que el nuevo gobierno despliega de a poco. Es una articulación compleja, capaz de vencer políticamente, es decir, racionalmente, a un aparato trasnacional grandote, con recursos cuya magnitud se miden en el monto de la deuda contraída. Así la derecha muestra una capacidad de daño gigantesca, cuantificable en cientos de miles de millones de dólares, que sin embargo no alcanzan a vencer la racionalidad política del movimiento que quisieran aplastar. Sí les alcanza para condicionar los movimientos del gobierno peronista en medio de un campo que dejaron minado. En ese terreno, la racionalidad peronista que Alberto y Cristina asumieron hace poco menos de un año tiene que optimizar su rendimiento. La foto de Alberto acompañado por Cristina y por Massa en la ceremonia de apertura de las sesiones legislativas de este período escenifica esta racionalidad.

La sorpresa que provocó la idea de Cristina que se materializa en la foto no solo desestabilizó al enemigo grandote, políticamente derrotado. También desconcierta, hacia adentro, al propio kirchnerismo. Muchos de sus más intensos militantes están recalculando su posición trabajosamente. Lo que marca también un déficit de la propia racionalidad. El peronismo empieza a reconfigurarse por segunda vez en este siglo, después del cimbronzo que fue la presidencia de Néstor hace 17 años. La racionalidad peronista parece desenvolverse eficazmente en ciclos largos. Esto va un poco contra el ritmo de estos tiempos, tan frenéticos en la superficie y tan pesados en el fondo. Quizá la derecha debería apostar a algo más inteligente que a anhelar una ruptura política de la fórmula presidencial. Pero la derecha sabe matar mejor que pensar.

Lo que tenemos que pensar todos es que este período que está configurando el peronismo desde el 18 de mayo de 2019 no va a ser la reiteración de ninguna de sus figuras anteriores. El gobierno de Alberto va a tener una impronta propia que no aquietará la expectativas de los kirchneristas intensos, así como Néstor no tranquilizaba a los peronistas de su turno; menos aún lo hizo Cristina en el suyo. El movimiento les exije a sus integrantes una ductilidad que explica su persistencia. 

Hay que tener presente que el fracaso del intento de refundar una cultura neoliberal argentina apostó a la aniquilación del peronismo. Una constante de las últimas décadas es que cuanto más empeño ponen las clases dominantes en aniquilar al peronismo, más agudizan su potencia. La derecha solo tuvo éxito cuando operó al peronismo desde adentro.

En el programa La otra.-radio del este domingo (descargar el bloque acá) estuvimos intercambiando visiones del discurso de Alberto Fernández que van en pos de una racionalidad que la derecha se puede dar el lujo de no tener y que nosotros tenemos que cuidar como nuestro secreto más preciado.

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