por Eduardo Chinasky
El director Pier Paolo Pasolini consideraba que estamos en un momento bisagra de la historia de la humanidad. Nos hallamos, en realidad, entre dos épocas superpuestas: la prehistoria de los subproletarios –(que viven aún en la antigua prehistoria) y por otro lado, los que lo tienen todo, en especial, confort y tecnología, (que también van hacia su propia prehistoria). Este visión anticipatoria sobre un territorio indefinible se vuelca sobre el material de La rabia -una experiencia de found footage, décadas antes que se empezara a utilizar este término y se popularizara este procedimiento-, creando así un poema en un extraño y eterno presente; una idea, un dolor, la negación de un destino y una inocencia que no perdura.
En este documental poético, el fantasma de PPP vuelve proféticamente sobre nosotros desde el Mar Mediterráneo, en una playa de Ostia, fúnebre y vacía, cuando el sol se acuesta en llamas. Si se puede creer -como piensan muchos- que vivimos muchas existencias a la vez, ¿por qué no creer que en cada una de las nuestras vidas somos el lugar de encuentro de muchas almas?
La filmografía de Pasolini, ensoñación lenta y nítida, nos susurra que no es necesario ocupar las horas vacías de la noche amueblando las residencias ideales (inexistentes pero posibles) de la memoria. Nos enseña que el artista lúcido puede -como él- consagrarse a la construcción de castillos clandestinos, a condición de poblarlos de ragazzi di vita, hermosos y peligrosos, prostituidos por amor.
¿El bien está libre?
Pasolini escribe como se respira, como se sueña.
La rabia nos hace comprender que todos somos carceleros y presos al mismo tiempo. Pero, por un curioso golpe de retroceso, sucede que la prisión misma se abre a la libertad. La noche, la mayor de las soledades, el silencio, el cine (también) liberan a ese desconocido que tiene nuestro mismo rostro y a quien nosotros le negamos la luz. Este desconocido pasa de una época a otra época, de un país a otro, adopta un nombre u otro. Los que hablan de él a través de mitos –como Pier Paolo- son traductores a quienes -sin que se sepa por qué- les ha sido permitido por un instante atrapar algunos hilos de esta red inmemorial de ensoñaciones proscritas.
¿El mal está libre?
Pasolini escribe como se habla en la oscuridad a quien uno ama, cuando la palabras han sido retenidas demasiado tiempo y por fin se derraman.
¿Qué somos sino la parte largo tiempo silenciosa de alguien?
La rabia nos canta que el cine es la parte nocturna y secreta -que nunca se traiciona a pesar de no estar reconciliada consigo misma- que comunica con los subterráneos de lo imaginario donde discurren sueños tan viejos como el mundo.
(A propósito de La rabia de Pasolini (Pier Paolo Pasolini y Giuseppe Bertolucci, 1963/2008) proyectada en el reciente DOCBSAS 09)
bellísima tu reseña Eduardo, lamento haberme perdido este documental... me gustan también sus poemas
ResponderEliminar"Entre dos mundos, la tregua en que no estamos"...
saludos
Lilián
Hola Lilián
ResponderEliminarA lo mejor se puede bajar La Rabia a través de Luis. Voy a fijarme si algún coleccionista amigo la tiene para alcanzártela.
Gracias y saludos
Eduardo