El paso de @EstebanSchmidt y @carrascolucas x La otra
(En respuesta a los comentarios que por acá dejaron Alfre, Leandro Hanc y Angel sobre el paso de Lucas y Schmidt en el programa de radio del domingo):
Gracias por escucharnos. Sinceramente, yo no tengo un método para encarar estas situaciones, salvo discutir desde la franqueza. No tengo problema en decirles a Esteban o a Lucas lo que pienso, no tengo tampoco necesidad de ser aprobado por mis modales ni en el círculo antiK ni en el círculo K. Hay algo de morbosa fascinación que me despiertan los desesperados como Schmidt, un tipo que odia el solo escenario de una radio como La Tribu, a la que considera un signo de la "derrota cultural". No sé que significa "derrota" en su boca, porque no sé quién sería en ese caso el derrotado y quién el triunfador. Pero sí sé que ayer el tipo estaba al lado mío y sufría de verdad, detesta visceralmente esto en lo que nosotros estamos, estaba sacado porque me escuchó decir que nuestra presidenta es muy bonita, y se quedó atónito cuando le dije que estoy en la UBA y que lo que pasa en las aulas es muy bueno y me considero bien pagado. Después dijo que se iba a tomar un trago a Palermo y le dije que a mí no me gusta ese barrio. Quiso burlarse de una cosa que dije acerca de las declaraciones de amor, pero no pudo ir más allá porque vio que su sorna no me hacía mella. Creo que gente como Schmidt anhela que su desprecio haga mella en todo aquel al que se acerca. Y se fue calentito porque a mí nada de su desprecio me hace mella.
Pocas veces conocí a un tipo tan amargo.
Lucas merece toda mi simpatía, tiene una forma de discutir arrebatada y a veces lleva la conversación para cualquier lado, pero por pequeños gestos me da la impresión de ser un buen tipo. Creo que él se sintió un poco incómodo porque Schmidt es su amigo y trató de diversificar el conflicto. En fin, yo la pasé bien en ese programa.
El problema de Schmidt con el presunto "mito en construcción" de Néstor es suyo, de Schmidt, también es el problema de Tomás Abraham y de Sarlo. Me da la impresión de que son tipos reventados y que se salen de quicio al ver que, en alguna parte, en el ámbito público, aparece la confianza. Para mí es esa la palabra clave: la confianza, no el mito. Para hacer una experiencia colectiva, en la que son necesarias muchas manos y muchas cabezas, hay que poner en juego una cierta dosis de confianza. Nada de mito. La confianza tiene escala humana, no divina; por eso es falible y dura mientras dura. Como cualquier cosa humana es algo precario y frágil, un gesto brutal la puede dañar.
Ahora hay una oleada de confianza entre muchísimas personas, jóvenes y viejos, que sienten que están compartiendo algo, un viaje pongamoslé. Entonces aparecen estos tipos que están reventados, que en algún punto de las décadas pasadas se recluyeron en la experiencia privada, se replegaron hacia el pequeño centro autófago de su living y dieron por muerta la confianza. No confían ni en su sombra y se vuelven locos: están anhelando que se produzca una catástrofe para regodearse después. Schmidt vaticinaba ayer un baño de sangre o algo por el estilo. Está claro que ahí está puesta su esperanza. Están deseando que llegue el momento para salir a jactarse: "yo te lo dije".
Yo no les daría la razón ni aun cuando sus peores vaticinios se cumplieran.