jueves, 7 de mayo de 2020

Lluvia de jaulas



"Los barrios populares son cárceles sin necesidad de puertas, ni de muros, ni de estar vigiladas por rabiosos centinelas. Donde la belleza convive con la violencia. Flores que crecen sin muletas. Un basural de cicatrices, que se conforma con la piedad de los turistas. Personas que arriban al mundo con una marca en la frente. Generaciones de jóvenes ya veteranos del horror, donde pocos sobreviven al carnaval de la mano dura".
César González


Lluvia de Jaulas from Pensar con las Manos on Vimeo.

Lluvia de jaulas (César González, 2019) es un retrato colectivo del sector de la población más frágil y lesionado por la violencia de clase del régimen actual. Los chicos de los barrios pobres cuyos cuerpos, voces e historias aparecen en la película viven un genocidio desapercibido, por la obstinación de un amplio sector de la sociedad en no escuchar ni ver. Con un material dramático tan potente se podrían ensayar tonalidades de lo más variadas. César González elige un tono elegíaco que no ahorra mostrar la dureza de las vidas retratadas ni la violencia social consentida por acción u omisión.

La película expone una mirada lírica, desolada y dura sobre el presente, como quizá no haya dado el cine argentino de los últimos años. Con su quinto largometraje, González termina de definir una posición única no solo respecto de los cineastas de su generación, sino también del extinto "Nuevo Cine Argentino" de raíz noventista. Inaugura también una posición hasta ahora inédita en la historia del cine argentino: la apertura de lo real desde una perspectiva no burguesa ni pequeño-burguesa, un cambio drástico de perspectivas. Esto se hace particularmente notable no solo por la forma en que el cineasta filma el propio espacio de la villa, sino por la mirada extrañada que dirige hacia la ciudad de Buenos Aires.


En sus cinco largometrajes César no optó por fijar rápidamente rasgos de estilo sobre los que descansar. En Lluvia de jaulas explora formas cinematográficas que no repiten sus procedimientos ya probados. Sus desiciones formales innovan ahora sobre su propia filmografía. Cine de poesía, liberado de las sujeciones de una narración unitaria y cerrada. Lluvia de jaulas es también cine eminentemente político: acá no vale el fatigado slogan de que el pueblo falta.

La cámara abre un espacio al que a otros cineastas argentinos les resulta inaccesible. La lacerante fractura de clase y generacional que pone en el plano hace aparecer un lugar y unos personajes a los que sus colegas hasta ahora solo pudieron espiar desde afuera y de paso. González prueba una presencia corporal en ese mundo que nos abre. Para esto existe el cine: para afinar la mirada desde puntos de vista singulares y no intercambiables. No se trata de "temáticas sociales" que podrían explayarse mejor en tratados sociológicos, sino de dar a ver cuerpos y espacios concretos, no abarcables mediante conceptos u opiniones. No cuerpos y espacios cualesquiera, sino esos en los que el sistema domiante muestra su abyección sin que el cine hasta ahora haya encontrado la forma de filmarlos. Lluvia de jaulas se da a conocer en la ciudad de la furia por los mismos días en que el gobierno lanza su cacería contra los pibes pobres bajo la consigna fascista del "control poblacional". Pocas veces en los últimos años pudimos encontrar una sintonía tan inquietante entre la pantalla y la calle.


El trayecto biográfico de González condensa, pese a su juventud, una experiencia vital que dejó huellas ostensibles en su cuerpo y en su mirada, a la vez reconocibles en la textura de sus imágenes y sonidos. Su producción poética, literaria y ensayística lo diferencia también de la mayoría de los cineastas actuales. No accede al cine mediante una aproximación cinéfila. Tampoco desde la formación escolar que hoy predomina entre otros directores de su edad. Desde hace unos años viene escribiendo poesía y también intervino con una voz distinta en la conversación pública, desde una formación filosófica y una conciencia de clase inusuales entre sus coetáneos.

No se trata de atributos personales de alguien que además hace películas. Estas cualidades que enumero configuran su mirada artística.


Más allá de todos los apuntes anteriores, Lluvia de jaulas nos regala algunas de las secuencias más hermosas, tiernas y vitales de un desamparo existencial que no tiene raíces metafísicas sino económicas y políticas, es decir: su responsabilidad se extiende a todo el cuerpo social. Ninguna otra película argentina mostró así la catástrofe argentina en curso. 


La cortina de lluvia que casi constantemente atraviesa el plano impone una tonalidad triste y reflexiva, así como la suave textura de la piel de los chicos que pueblan este espacio filmado nos regalan una tersura que resuena como la obra más potente contra la crueldad del sistema político que los asesina.

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