Liliana Herrero presentó su nuevo disco en el Teatro Roma de Avellaneda
Al principio está la voz y la voz sale del cuerpo y la voz es el cuerpo. Sosteniendo el sentido de las palabras, la voz es de manera directa el cuerpo de la cantora, que un mismo movimiento trae hasta nuestros oídos desde el fondo de sus cavernas, sus mucosas y cartílagos, como si su misma piel tapizara la carne interior y la palabra cantada. La voz del cuerpo canta la lengua materna, lengua materia, lengua madre.
En apenas noventa minutos la voz de Liliana Herrero trabaja en las palabras, en los silencios y los cortes. En el aire del teatro Roma invoca a las otras voces: Char, Parodi, Yupanqui, Spinetta, García, Susy Shock, Mocchi, Carnota, González... Cabrera, Fandermole, el Cuchi, Leda, Cardozo, Hernández y el propio Fierro.
Canta:
me pongo aquí, aquí
aquí a cantar
al compás del pensamiento
pensamiento extraordinario
solitario, solitario el hombre
solitario
una pena
una pena desvelada al ave
una ave solitaria la vihuela
una pena desvelada la vihuela
refrescada la memoria consolada
desvelada, solitaria canta la vihuela
cantan santos milagrosos
canta santo entendimiento
ayuda, ayuda
dios a la vista, la lengua ruda
añuda, añuda a la pena
el hombre la ve
aquí a cantar
Cantar no hace de nadie parte de una conciencia única, los hace a todos mucho más libres saberse parte de una comunidad. El encuentro de las voces que enhebran un nosotros cada vez que cantamos, la voz y las voces, cada vez que cantan, parecidas a esos sapos que en la noche austera de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo. La voz se afinca en un aquí pero sale de sí, fuera de sí, fuera de lugar. No para retirarse, no para desertar, no, para salir al aire en la noche de los pantanos. Como esos sapos, la comunidad se hace cantando, atraviesa el tiempo, guarda la memoria y reaviva el aliento.

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