En la entrevista que sigue, su realizador, Matías Herrera Córdoba, explica el proceso de la filmación por la cual puso una cámara para exponer la explotación a la que su propia familia sometía a Hortensia, la criada.
- ¿Cómo se te ocurrió la idea de Criada?
- Cuando terminamos el rodaje de Mis Pies, un corto que filmamos en la puna catamarqueña, que fue una locura, un mes de rodaje, un equipo de 20 personas más extras, estábamos agotadísimos. Yo invité a los que quisieran a ir a la finca de mis abuelos. Y fuimos cinco. La finca tiene dos casas, una en la que está Hortensia y otra donde se alojan mis abuelos cuando van. Yo a Hortensia la conocía de cuando era chico e iba de vacaciones. Fue una vuelta después de 15 años y para mí fue increíble, porque me reencontraba con la finca, con los olores, los escondites, las acequias, todo lo que recordaba como un paraíso. Y me encuentro con ella, que para mí seguía igual que cuando yo era chico.
- ¿Ella estaba sola cuando llegaron?
- Sí, estaba sola. Y en un momento sacamos unas fotos y ella le escapaba a la cámara. Cuando volví del viaje me quedó la idea dando vueltas.
- ¿La finca era de tus abuelos?
- Era de mis bisabuelos, después de mis abuelos con sus hermanos. A mí me quedó dando vueltas la intriga de por qué nadie se quedó a vivir ahí, por qué nadie vuelve y Hortensia vive ahí. Y empecé a pensar en la idea de filmar en ese lugar. Cuando hablo con mi mamá me dice: “¿vos sabés la historia de Hortensia?” “No, ¿cuál historia?”.
- ¿Vos hasta ese momento qué pensabas que era ella?
- Yo sabía que era la criada, pero nunca me imaginé por qué ella estaba en ese lugar.
- ¿Las criadas son comunes en Catamarca?
- Sí, pasa en todos lados. Y cuando me entero, empiezo a investigar en los secretos de la familia. Mi mamá me contó que, cuando Hortensia fue adoptada como criada por la familia, no hablaba castellano, sólo mapuche. Después cuando hablamos con Hortensia me dijo que nunca supo hablar mapuche. Así empezaron a salir las historias. Yo quise filmar la finca y saber por qué ella estaba ahí, pero tenía una mirada más romántica: una persona que se queda, “qué bueno, a ver por qué se queda”, tenía una mirada inocente.
- ¿Vos descubriste esta historia de tu familia haciendo la película?
- Exactamente. Ahí empezó a salir todo. Empezamos a viajar y a hablar con ella. En el segundo viaje llevamos la cámara. De esas primeras filmaciones en la película quedó el momento en que está vendiendo las aceitunas.
- Ese es el momento en que a ella le pagan por su trabajo.
- En realidad, ahí hay un pago a la familia y nunca se ve qué pasa con esa plata.
- Pero en la conversación que tiene con su amiga ella dice que sólo cobra cuando cosecha las aceitunas. Dice que cobra la cosecha, pero no por el trabajo de cuidado de la finca.
- En realidad le tiran 100 pesos, además cobra 150 de un plan social.
- ¿Hablaste con la familia al empezar a filmar?
- No, ellos iban y venían y nunca sabíamos cuándo llegaban. Por ahí llegaban y nos veían filmando, entonces seguíamos.
- ¿No les preguntaban qué hacían?
- Recién al final empezaron a preguntarnos. Pensaban que era una cargada a Hortensia, porque sabían que todo el tiempo estábamos detrás de ella, se reían de eso, le decían: “ah, vas a ser la protagonista”. Nos preguntaron qué estábamos filmando y le dijimos que filmábamos la finca a partir del trabajo de Hortensia.
- No deja de ser verdad.
- De hecho, era eso: “ah, la protagonista va a ser Hortensia”. A mí siempre se me vino a la mente eso de que la gente siempre piensa en el protagonista y no en el antagonista, porque la respuesta a la pregunta que me hacían era muy fácil.
- Una de las escenas fuertes es cuando tu abuela aparece con un arma. Ahí se muestra de una manera muy concreta y material quién tiene el poder.
- Esa escena fue muy discutida en montaje, por esto justamente, si era obvio, si no lo era. Porque se trata de un primer plano, pero depende del movimiento de ella, no porque la cámara lo haya marcado deliberadamente. Y me llamó mucho la atención que Hortensia utilizara todos las herramientas de la finca, la escoba, las ollas, el lampazo, las sillas, el hacha… todos los objetos que tienen que ver con la finca. Y el arma ella tranquilamente podría usarla para proteger a la familia, o cuando se queda sola, y sin embargo no la usa. Quien carga el arma es quien nunca cargó una pala, un pico ni nada. Para mí era un símbolo de poder muy fuerte.
- La escena en que habla con las amigas sobre su infancia, ¿ustedes la buscaron?
- Sí, sí. En realidad, casi toda la película es una puesta en escena.
- Narrativamente es muy importante que hablen de eso.
- Esa charla comenzó con otro tema, fue muy larga y la íbamos interrumpiendo, yo intervenía un poco. Yo había hablado antes con amigas de qué era lo que nos interesaba y la amiga sola fue llevando la conversación hacia ese lado.
- ¿Hortensia sabía?
- Sí, sabía, eso que ella cuenta ya me lo había contado a mí. Esa charla podemos haberla filmado durante dos horas. Nos plantábamos ahí a escuchar qué pasaba.
- ¿Cuántas horas en total grabaron?
- Cincuenta horas.
- Ahí esta el trabajo: de 50 horas a una hora y cuarto que tiene la película.
- A mí me gusta mucho la ficción y también quería buscarle otra veta a la ficción dentro de esta historia. Tenía un guión para la película, quería mostrar hasta qué punto llega el cuidado de la casa.
- ¿Ustedes filmaban su trabajo a medida quea ella le correspondía hacerlo?
- La mayoría de las veces sí, y otras veces le preguntábamos: “che, ¿mañana podemos ir a juntar aceitunas?”. “Y bueno, dale, a las 6 de la mañana”, Y un día nos dice: “hoy no me filmen porque voy a limpiar el tanque y a ustedes no les interesa eso”. “¡Cómo que no!” le dijimos. Se mataba de risa Hortensia y nos decía: “¡me siguen hasta el techo, ustedes!”.
- Es muy linda la escena cuando le pasa fuego al techo para que se vayan los murciélagos.
- Si, ella venía diciendo que iba a quemar y nosotros ya nos teníamos que ir y le dijimos: “Hoti, ¿quemás aquello?” Y ella: “bueno, esta noche, sí o sí”.
- La escena del fuego viene luego del diálogo sobre el hecho de que ella no recibe salario, aunque esas escenas fueron filmadas en momentos diferentes. Esto muestra cuánto incide en el documental el trabajo de edición, que produce un sentido que no preexiste en la realidad.
- Sí, exactamente. Eso fue un acierto del montajista. Creo que jamás se me hubiera ocurrido. Yo tenía una película en mi cabeza y él me la iba deformando. De hecho, al principio le dije que no, que se notaba el cambio de ropa. Pero se la mostramos a alguien, y nos dijo: “¡buenísimo!”.
- ¿El montajista vio las 45 horas? ¿Hizo el montaje solo o con vos?
- Trabajamos juntos. El es de Buenos Aires, editaba una semana, después editábamos juntos, yo me volvía a Córdoba y el seguía, yo volvía a la semana siguiente. Fueron semanas de trabajar todos los días 8 horas. El ya tenía un método y tenía mucha idea de los tiempos, por haber trabajado en televisión quizá.
- ¿El revólver reservado para que aparezca al final?
- Eso fue idea del montajista. El revólver no estaba en el guión, eso fue algo que apareció durante el rodaje.
- ¿Ese día tu tía abuela apareció con el revolver?
- Claro, ese día nos levantamos a filmar después de la fiesta y no estaban. Entonces dijimos “¿cómo no están?”. Y era que se habían despertado antes y mi tía-abuela le había dicho: “vamos, vamos, antes de que salgan con la cámara”. En esa etapa de la filmación ya estaban muy hartos, fue la última etapa del rodaje. Yo pensé: si antes se habían cansado de verme con la cámara, ahora van a hacer de cuenta que soy un mosquito, voy a estar todo el día filmando. En la primera etapa nos mantuvimos un poco mas lejos y después nos fuimos acercando. Fuimos a la finca y mi tía abuela estaba con el revólver. Después, apenas lo vio, el montajista dijo: “¡esto va!”.
- ¿Por qué decís que fue una escena muy discutida?
- Por el primer plano del arma. En nuestro grupo, El Calefón, somos cinco y trabajamos discutiendo las ideas.
- Y los que decían que no, ¿qué argumentos tenían?
- Que era evidenciar algo que la película había logrado mostrar con mucha sutileza.
- Pero el asunto es que sucedió sin que ustedes lo planificaran. No es que vos le pusiste un revólver en la mano. El problema sería pensar por qué ibas a ocultarlo vos, una vez que apareció.
- Lo que se discutió era si el primer plano era muy evidente. Más que el arma, el tamaño del plano. Yo apuesto a este primer plano porque me parece importante, ayuda a quien se perdió algo de la película. Cuando aparece eso, ya está, ya sabés hacia dónde está yendo la película.
- En la charla posterior a la exhibición en el MARFICI dijiste que cuando terminaste la película habías encontrado otra manera de hablar de cosas que no se pueden decir en tu familia. Parece que en el momento en que se ve a tu abuela llevando el arma todo queda claro.
- De hecho esa es la crítica que ellos me hacen, dicen que ando paseando por el mundo la imagen de la abuela empuñando una pistola. Al principio de la filmación era más un juego, con la cámara observando de lejos, ver quiénes son, cómo se mueven, cómo funciona la casa; pero después ya se trataba de evidenciar algunas cosas, que era una forma de evidenciarme a mí como miembro de la familia. De repente estamos en la casa almorzando, no es que estamos robando imágenes con un teleobjetivo. Están ellas almorzando en el comedor y nosotros ahí adentro, ellas están tejiendo en la galería y yo estoy ahí con ellas. No es que hay una cuestión de ocultar nada, somos parte.
- En un momento uno se pregunta si las personas que vemos son actores o no.
- Mucha gente cuando no decimos que es un documental piensa que es una ficción. Preguntan: ¿existe Hortensia? ¿hay una Hortensia?
- En la película todo está expuesto de modo materialista: el funcionamiento de la casa, la producción de riqueza, la circulación del dinero, la botellita en la que ella guarda los billetes de dos pesos. Quedan muy a la vista las relaciones materiales. Y el arma empuñada por la abuela termina de explicitar esas relaciones.
- Criada no intenta mostrar si Hortensia está bien o está mal, sino interrogarnos cómo lo vemos nosotros desde afuera. Porque ella vive ahí y, como todos, tiene momentos tristes, momentos alegres. A veces uno se siente preso en una ciudad y hay momentos en que no. Creo que con Hortensia el punto está en cómo llegó ella a estar donde está y qué se desprende de su trabajo. Nuestra generación en algún momento pasa, pasó o pasará por un psicólogo pero, con semejante historia, Hortensia no va a un psicólogo. ¿Y dónde la puedo encontrar entonces? Nos propusimos buscar con la cámara eso, yo no sé si se logró ver o no, yo logro verlo por momentos, como cuando se queda sola con la pala. Son instantes en que vos pensás que a esta mujer le pasa algo, después ya es de nuevo Hortensia trabajando.
- El diálogo en el que se explicita la relación económica de Hortensia con la familia es un momento dramático, una amiga que la inquiere y la otra observa seria y hasta triste. ¿Qué grado de construcción tiene la escena?
- Nosotros habíamos planteado una puesta en escena, hablamos antes con ellas y la amiga sabía que queríamos llegar a explicitar la relación laboral. Y la amiga en un momento se harta de andar con rodeos y le dice: “pero ¿a vos te pagan o no te pagan por lo que hacés?”.
- ¿Eso estaba previsto?
- No estaba previsto que lo preguntara de esa forma, pensábamos que iba a salir, pero de manera más suave, no tan frontal. Yo no esperaba que lo encarara tan abiertamente, así que cuando veo que la amiga pregunta eso y que a Hortensia le cuesta contestar, yo giro la cámara, hago un paneo hacia la amiga, que ahí le dice: “para qué vivir así”. Y Hortensia nunca llega a decir “no”, ella hace un chistido con la boca que sugiere una respuesta negativa, que no le pagan. Y yo la saco de cuadro para no exponerla.
- ¿Fue una reacción espontánea tuya apartar la cámara?
- Sí, yo estaba atento y cuando escuché esa pregunta dije: “bueno, de acá me tengo que ir”; y la amiga cierra diciendo “para qué vivir así”. Fue duro. Terminamos esa escena y nos fuimos. Me acuerdo de que nos quedamos callados, no sabíamos si habíamos hecho bien o no, qué podía pasar. Después le dijimos: “che, mirá que lo que salió lo podemos sacar”. Por eso era muy importante que ella viera primero la película, para ver qué opinaba de la escena. Fue un momento fuerte para ella. Ahí se evidencia qué es la familia, porque además es su familia. Por más que la gente diga que no, yo creo que es su familia. Después de 40 años, te traten como te traten, es tu familia. Y en ese punto está el quiebre de ella. No puede decir: “no, no me pagan”; no puede denunciarlos. Y por eso cuando la amiga la apura trata de justificar: “bueno, sí, me dan unos pesos a fin de año”.
- Si ella decía que no le gustaba la escena, ¿qué ibas a hacer? ¿lo pensaste?
- No, no lo pensé. Siempre tuve fe en que le iba a gustar.
- ¿Ella no vio nada hasta la versión final?
- No, no vio nada. Esa fue una decisión mía, para no condicionar su actuación. Pero sí se ponía los auriculares y escuchaba, estaba fascinadísima. Decía: “¡oh! ¡mirá cómo se escucha ese pájaro!”.
- ¿Y cuál fue su primera reacción ?
- Se rió, dijo que se veía caminar como un pato. Después dijo: “no, me parece que está bien la película, no es tan fuerte como yo pensaba, yo tenía miedo de cómo iba a quedar”. Dijo que era así, que lo que se veía era así. Una vez le preguntamos a Hortensia qué esperaba de la película y nos dijo que quería que nos fuera bien a nosotros. Le preguntamos qué esperaba para ella y nos dijo: “nada, para mí nada, que les vaya bien a ustedes”. Le preguntamos si ella tenía alguna idea de lo que iba a pasar una vez que se viera la película y nos dijo: “yo sé que algo va a cambiar, pero no sé qué”. Y yo estoy pensando hasta qué punto el cine atraviesa la realidad, en este caso es Hortensia, pero hay muchos otros casos. La película habla de las cosas que se naturalizan en un ámbito familiar y cómo pasa desapercibida la relación oprimida-opresores. De repente te ponés a observar y descubrís un montón de injusticias y parece que no se puede hacer nada.
- Podés hacer una película.
- Sí, y ahora es ver qué pasa con los espectadores. Algo doloroso es que yo no puedo volver a la finca.
- ¿Por la película?
- Claro, después de la película no puedo volver, lo tengo prohibido.
- Ahí tenés un efecto de la película, más claro echale agua. ¿Y vos con tu tía abuela no hablaste?
- No, hablé con la hija. Dice que el país deja a la gente desamparada, que ella siempre tuvo criados y los va a seguir teniendo, hasta que el gobierno se haga cargo de esa gente desamparada. Dice que los criados son libres y si se quieren ir, hay que ver cómo les va en la vida. Igualmente ella fue la que estuvo en el estreno. Salió del cine, me vio, siguió caminando, se volvió y me dijo: “muy linda la película”. Y se fue.