Una bolsa de consorcio, que simula un muerto, responsabilizando a mi abuela.
— Barbara Carlotto (@Barbaracarlotto) February 28, 2021
Ojalá hubiesen reclamado con ese ahínco cuando a ella SÍ le entregaron un cuerpo acribillado, torturado que tuvo que identificar.
Nosotros construimos el #NuncaMas quédense con ese odio. pic.twitter.com/gFGlxX8SWw
domingo, 28 de febrero de 2021
Larreta y el fascismo de las bolsas negras son dos caras de la misma moneda
lunes, 22 de febrero de 2021
La clase media, nosotros
Los argentinos estamos desde hace varios años en medio de una lucha muy dura entre dos proyectos de país antitéticos. En uno hay lugar para todos y en el otro solo hay lugar para la mitad. Lo peculiar de Argentina es que tiene una inmensa clase media cuya línea de corte hacia arriba y hacia abajo es difusa. Son en realidad varias clases medias cuyas vacilaciones inclinan la balanza para uno u otro lado. Lo propio de las clases medias es su falta de estrategia histórica. Por eso votaron a Perón en el 73, apoyaron a Videla en el 76, se entusiasmaron con Alfonsín en el 83, se desentendieron de él en el 88, disfrutaron de la farsa menemista de los 90, se volvieron serios en el 99 y pidieron que se vayan todos en 2001.
Estos sectores son los que más hablan y marcan climas sociales y tendencias culturales, aunque no necesariamente son los que más trabajan y tampoco son los más beneficiados por las políticas que muchas veces abrazan (muchas veces son perjudicados por las políticas que abrazan). El ahorrista que en 2001 salió durante dos semanas a cantar "piquete y cacerola, la lucha es una sola" y al poco tiempo pedía cagar a tiros a los piquetes porque obstruían el tránsito votó a macri con una retórica de respeto a las instituciones y transparencia ética (!!!!!!!!!).
Ahora las clases medias tienen las redes, facebook, twitter y wassap para seguir opinando y quejándose indignados. Lo que siguen sin tener es una estrategia histórica.
Yo formo parte de ese universo y eso por momentos me intoxica. Creo que el cacerolismo no coincide exactamente con el macrismo: hay un cacerolismo en autopercibidos peronistas dePerón y kirchneristas de Néstor. Eso hace la lucha más complicada, porque no sabés bien quién es realmente tu compañero, quién sobreactúa una indignación que no está a la altura de su vida real, quién descarga sus frustraciones contra un Otro, etc.
Esta particularidad hace que desde varias décadas estemos tambaleándonos en un empate histórico que ni nos termina de hundir ni nos pone nunca a salvo del aniquilamiento.
domingo, 21 de febrero de 2021
Un penoso espectáculo civil
Sospecho que mi comentario probablemente se circunscriba al círculo de intensos quejosos con los que me topo en esa red social tóxica que es facebook y al círculo de los antiK, igual de intensos, con los que choco en twitter donde la burbuja no es tan cerrada.
Pero desde hace dos días estoy agotado de leer quejas, lamentos y tribulaciones de los indignados de las redes.
Entre los autopercibidos republicanos no cesan de pedir cárcel para Ginés González García al mismo tiempo que anhelan destruir la política sanitaria del actual gobierno.
Entre los autopercibidos compañeros veo una inclinación a levantar la figura de Gines como un héroe que ha sido víctima de una trampa pérfida.
También encontré autopercibidos peronistas que no vacilan en levantar dos posiciones contradictorias: que Ginés hizo todo bien y es víctima de una opereta y que Verbitsky es un ser intachable al que le debemos todo.
Entonces detecto un cuarto o quinto problema, que no es que Ginés cometió una chantada imperdonable que le hace un enorme daño a nuestro proyecto colectivo. Algunos están empezando a ubicar a Gines en el panteón de los compañeros que hicieron todo perfecto y sostienen que se lo castiga por su lealtad al peronismo y no por la cagada que se mandó en contra nuestra. Por motivos simétricamene equivalentes los caceroleros no se conforman con el despido de Ginés y me hacen llegar a traves de wassap el pedido de su empalamiento en la Plaza Publica.
Desde los autopercibidos peronistas, Ginés hizo una gestión impecable, lo que incluye su decisión de vacunar a su grupo de amigos en un ministerio -que no es su casa, sino el ámbito que le había prestado el pueblo por unos meses. Vacunas que no son suyas, sino que son un bien escaso en el mundo, adquirido con los fondos públicos. Esta transgresión sería una picardía perdonable entre compañeros. Compañeros que esta semana salieron a rescatar picardías análogas del anecdotario de Menem. Debe tratarse de gente que se formó políticamente durante los 90.
Para los autodenominados peronistas de Perón, Verbisky encarna la satánica tentación que hizo tambalear la floja voluntad del Ministro de Salud; sin embargo Verbitsky es imperdonable porque le pidió a su amigo que lo vacune, aunque su amigo sigue siendo nuestro gran compañero porque aceptó vacunarlo.
Están los autopercibidos peronistas que creen que, si Verbisky callaba, la cosa no iba a ser tan grave. El agravio no habría sido haber sacado provecho de su amistad con el Ministro sino decir que se vacunó.
En esa linea están los autopercibidos peronistas que, por la cagada que se mandó Ginés, claman para que Alberto pida la renuncia de todo su gabinete; otros más audaces piensan que debe renunciar el mismo Alberto. Todo pensado desde el peronismo.
Llegué a leer que algunos autopercibidos P empiezan a pedir que se vayan todos, con una intensidad que no difiere de los que van a cacerolear convocados por Clarín. ¿Por qué no se juntan los peronistas de Perón con los caceroleros de Clarín, si desean lo mismo?
Repasando, veo que el problema no es uno, sino por lo menos cuatro:
- Verbitsky quiso aprovecharse de su posición notoria para vacunarse antes.
- Ginés es un viejo estúpido que no parece registrar que el mundo vive la peor pandemia de toda nuestra generación y se maneja como si estuviera a cargo de una Unidad Básica de los años 60, ignorando que el pueblo necesita desesperadamente que los funcionarios como él sean muy cuidadosos con la vida popular amenazada.
- La derecha, el poder permanente, nunca cesará de sembrar minas explosivas para hacer tambalear a un gobierno que no les resulta suficientemente dócil y de paso cubrir los estropicios que por estos mismos días está cometiendo Rodríguez Larreta, probablemente el mayor beneficiado de las gauchadas de Ginés
. Lo que me produce mayor desaliento es que la minoría intensa presuntamente compañera baila el mismo vals que toca Clarín y se parece en su incapacidad para pensar el marco político a los caceroleros gorilas.
Yo no estoy en el medio, estoy todo de un solo lado. Pero me abruma que esa gran marea de simpatizantes y comentadores autopercibidos P constituya la simétrica idiotez de los caceroleros y les resulte imposible pensar políticamamente, con el mismo grado de frivolidad que la que muestran los caceroleros.
Me preguntó cómo vamos a defender las banderas de nuestro movimiento popular si estamos rodeados de cacerolos P, indistinguibles de los cacerolos AntiP, con la única diferencia de poner un nombre en lugar de otro.
Mientras los autopercibidos compañeros se aferran a la agenda instalada por Clarín, será que volveremos a fracasar, porque como caceroleros ellos son mejores. ¿Será que no nos merecemos triunfar y que Magneto entiende más que nosotros qué cosa es la política?
¿Qué será?
jueves, 18 de febrero de 2021
Juventud en marcha atrás
Ruido de miércoles - 60° emisión - 17/02/2021
Algunos habitués de La otra ya sabrán que desde Montevideo se hace todos los miércoles a las 21 un programa llamado Ruido de Miércoles, que sale al aire por su canal de youtube conducido por Andrés Mastrángelo y cada semana desarrolla un tema distinto. Yo ya fui invitado dos veces, la última anoche. Dos cosas me gustan de este programa: el tono distendido con el que lo lleva adelante Andrés y la falta de un límite horario. Es decir, empieza a las 21 pero nadie sabe si va a durar 2 horas, 4 horas o 6 horas. Ese desentendimiento por el mandato tan opresivo de la brevedad no se lleva bien con la libertad para encarar una conversación con todo el tiempo que haga falta. Por lo cual, esto me gusta mucho, la conversación es la que manda y no los husos horarios. No se trata de un podcast de 20 minutos, ni de un IG de 60, ni de un episodio de Netflix de 50, sino de una conversación que puede extenderse hasta que las velas no ardan (¿o ardan? ¿cómo era el dicho?). Esa libertad temporal es algo que va contracorriente, hoy que la gente vive apurada y nada puede durar más de una hora. El fluir de la conversación acá se impone. Otra cosa interesante es que Ruido de Miércoles transforma un obstáculo en una singularidad: como por youtube no se pueden pasar canciones por el imperio del copyright que borraría cada programa en el que suene una canción, no se pasa ninguna canción. Es un programa donde se habla de música o eventualmente hay unos músicos que tocan en vivo, pero, a diferencia del formato radio, no se interrumpe el flujo de la conversación para "pasar" unos temas. Los que quieren escuchar música tienen muchos recursos en youtube y otras plataformas, pero en Ruido de Miércoles podemos pasarnos dos horas y media hablando de música sin pasar música. Así se elude una tiranía de la radio: acá se conversa. Si tu atención es fluctuante y no te bancás a dos tipos conversando sobre algo que los apasiona (es de música, pero podría pensarse lo mismo con un programa de cine, y hablaríamos un montón de tiempo de películas sin pasar fragmentos de ninguna), entonces Ruido de Miércoles no es lo tuyo, porque acá conversamos y el diálogo no es un puente entre dos temas musicales. Al final, cuando el tema lo consideramos agotado, a las 2 hs. 33 minutos, después sigue la música en vivo y viene John César Noreña, el músico colombiano de la banda Tránsito Libre, que ya lleva 32 años haciendo rock y hace su actuación acústica de casi 50 minutos.
Entonces denle play solo los que quieran seguir una conversación llena de vericuetos que empieza con los nacidos al final del la segunda guerra mundial, sigue por el surgimiento de los íconos jóvenes James Dean, Marlon Brando y Elvis, sigue con los Beatles, Dylan, el club de los 27, el punk, los viejos patéticos, Neil Young, la pelea con Lennon, Kurt Cobain, su unplugged lleno de coronas mortuorias, el show de Neil y Oasis en 2001 en el Campo de Polo en Buenos Aires y llega hasta los afortunadamente insolentes Trueno y WOS, quienes en 2020 desafían: "Te guste o no te guste somo' el nuevo rock and roll". Lo que perseguimos en esta charla extensa y vericuética es la relación endogámica o adoptada entre el género rock y la edad de la juventud. Para complementar esa charla, dejo algunos clips a los que se hace referencia, directa o indirecta, a lo largo de la charla.
Y si no te gusta, te podés matar.
Esta sería la songlist de un programa sin songs.miércoles, 17 de febrero de 2021
La herrumbre no para: ¿el rock no morirá jamás?
¿Es mejor estallar que desvanecerse?
Hey hey, my my
El rock and roll no morirá jamás
Hay más en el cuadro de lo que puedes ver
Hey hey, my my
Fuera del azul y dentro de lo negro
Pagaste por esto, pero te dan aquello
Y una vez que te fuiste, no podrás regresar
Fuera del azul y dentro de lo negro
El rey se ha muerto pero no se ha olvidado
¿esta es la historia del Johnny Rotten?
Es mejor arder que desvanecerse
El rey se ha muerto pero no se ha olvidado
Hey hey, my my
El rock and roll no morirá jamás
Hay más en el cuadro de lo que puedes ver
Hey hey, my my
El rock and roll no morirá jamás
Hey hey, my my
El rock and roll no morirá jamás.
Rust never sleeps se llama el álbum de 1979 en el que Neil Young dio a conocer dos versiones de esta canción, una acústica y la otra eléctrica -acompañado por Crazy Horse- que es el ojo de una aguja por el que se puede enhebrar prácticamente toda la historia del rock. Me trataré de explicar. Neil tenía en ese entonces 34 años y estaba terminando, quizá sin que él lo supiera, las décadas de oro del rock. Los 80 vendrían todo mal, no para Neil, sino para la historia de la humanidad, por el ataque del neoliberlaismo, por el espíritu que el rock pretendía encarnar, la música de los jóvenes en disidencia con la picadora de carne. Los 80 iban a hacer carne picada con el rock, para transformarlo en el soundtrack del sistema. No sé si Neil lo supiera, quizás sí, si prestamos atención a algunos de sus indicios.
El título del disco, por ejemplo, extraordinadio y funesto: la herrumbre no descansa, como decir: todo está oxidándose. Las dos versiones -"My my hey hey y "Hey hey my my"- son el corazón del disco. Hay otras canciones anteriores a esta, autocelebratorias del rock and roll, por lo que la frase "El rock and roll no morirá jamás" adquiere otra inflexión, más interrogativa y oscura que triunfal. Grabada en 1978, la canción hace referencia a la muerte de Elvis, ía ocurrida un año antes: "el Rey ha muerto pero no será olvidado". Todos saben que Elvis muere biológicamente cuando ya se había hundido en la decadencia prematura, hinchado de píldoras y alcohol, monito de los shows grasientos de Las Vegas, resentido porque Su Majestad había caducado prematuramente. La aparición de los Beatles dieron un vuelco alucinante a la historia de la música del planeta, a partir del que todo lo anterior empezó a sonar a prehistoria. Elvis nunca se repuso de ese desplazamiento, no tuvo la capacidad de reinventarse como artista maduro, no un reventado, aunque talento y voz no le faltaban. Pero el sistema lo programó para ser un ícono juvenil y esa pretensión no logró sostenerse ante el sacudón beatle. Presley se había prestado a la maquinaria bélica del imperio, hizo propaganda reclutándose para la guerra de Corea mientras los Beatles se manifestaron en contra del belicismo que el sistema les pedía, especialmente Lennon: en el 69 grabó "Give peace a chance" y devolvió a la monarquía británica su medalla de Miembro del Imperio, en repudio por la participación de Gran Bretaña en Viet Nam. Elvis quedó muy vetusto por ser el joven yanqui en Corea. Ese fue el fin de su juventud: un colaboracionista del imperialismo: a fines de los 70 eso en el rock ya no era aceptable.
Diez años después, el rey ha muerto y Neil escribe esta canción y en esa misma estrofa incluye al cantante de los Pistols "¿esta es la historia de Johnny Rotten?". ¿Acaso la arrogancia juvenil del punk que había estallado por esos mismos años podía terminar corriendo la suerte de Elvis? La canción no lo responde pero, para que se fije, Neil lo pregunta dos veces. Otra frase de la canción despierta una discusión brava: «it's better to burn out than to fade away», mejor estallar que desvanecerse, preferible arder antes que irse apagando, el ícono juvenil, no solo Elvis, sino cualquiera en su lugar, incluso el propio Neil.
Lennon tomó la frase literalmente y se enojó: «Lo odio. Es mejor morir como un viejo soldado que quemarse. Si estaba hablando sobre quemarse como Sid Vicious, olvídalo. No me gusta el culto a los muertos como Sid Vicious o James Dean o John Wayne. Es lo mismo. Hacer de Sid Vicious un héroe, o de Jim Morrison, eso es basura para mí. Yo adoro a las personas que sobreviven: Gloria Swanson, Greta Garbo. Dicen que John Wayne le ganó al cáncer, que lo fustigó como a un hombre. Ya sabes, lamento que haya muerto y esas cosas, lo siento por su familia, pero no le ganó al cáncer. El cáncer le ganó a él. No quiero que mi hijo adore a John Wayne o a Johnny Rotten o a Sid Vicious. ¿Qué te enseñan? Nada. La muerte. ¿Por qué murió Sid Vicious? ¿Podríamos rockear por eso? Digo, es pura basura. Si Neil Young admira tanto ese sentimiento, ¿por qué no lo hace? Porque él se desvaneció y volvió muchas veces, como todos nosotros. No, gracias. Me quedo con la vida y la salud». [Playboy, 1980]
domingo, 14 de febrero de 2021
Chau menem: nunca podremos olvidarte
viernes, 12 de febrero de 2021
Te guste o no te guste somo el nuevo rock and roll (Sangría)
Bueno, en frasco chico viene el veneno
Te lo traen el Wosito y Trueno
Y ahora quieren tirar, no nos pueden parar
No me caigo, no tengo jefe ni horario
No acepto ofertas de ningún mercenario
Yo me forjé en la jornada de barrio
Llegaban los guachos, ropa sucia, olor a escabio
Soy de barrio, yo soy mi jefe, mi horario
Siempre ando con mis ñeri, con mis warrior
Vos tenés calle, yo tengo escenario
Llegamos con los guachos, ropa sucia, olor a escabio
Esos que nunca nos tendieron una mano
Nos tiran sobras y piden que agradezcamos, vamos
¿Por qué se hacen los honestos
si la torta que tienen la hacen a costa del resto?
Te exigen paz, mientras vienen a pisarte
y la gorra corrupta nunca duda en dispararte
Hay autores de la calle que llegan a todas partes
convertimos la esquina en una galería de arte.
Dímelo, dímelo Wos,
por el lado que lo mires vos, somos los primeros dos
Somos la cara del pueblo haciendo que corra la voz
Eh, y mejor avísenle a Inglaterra que vamos con micrófono por la segunda guerra
Llegamos con los wachos con la ropa hecha mierda
Pero cuando escribimos los políticos tiemblan
Si Diego pone el centro, Batistuta mete el gol
Te guste o no te guste somo el nuevo rock and roll.
Como una continuación de la nota "Hay que salir de la burbuja sensible: la música popular argentina no es el tango ni el rock, es la cumbia".
Dice Nahuel Salguero: "¿Tiene futuro eso que llamamos rock (punk, hardcore, metal, grunge, progresivo, etc) en este siglo XXI? Tanto en actitud frente a la vida como en estética, ¿tiene algo nuevo que aportar al mundo? ¿Es realmente bueno que vivamos en un mundo tan líquido donde las identidades se diluyen en una confluencia amorfa? El trap y el hip hop en su versión comercial ¿se comerán todo? ¿Qué onda la generación de los treinticuarenta (mi generación) en su vinculo con los adolescentes? ¿Será que construimos nuestro arte pensando solo en nosotros (creyéndonos Prometeos que traían luz al nuevo siglo), en nuestra propia generación y nos desvinculamos de lo que vendría después y ahora no tenemos nada que brindar? ¿o solo nos queda hacer trap porque garpa o tocar para los mismos amigos de toda la vida, decadentes y cada vez mas conformistas y obsoletos como nosotros? ¿Qué onda en las demás expresiones artísticas? ¿Pasará algo parecido? ¿Tengo que rodearme de adolescentes a mis 33 años para crear algo que no sea solo del gusto de minorías cultas que me validen desde sus pedestales?
Yo: "La juventud como sujeto con sensibilidad propia es un invento de la posguerra, lo que se llamó el baby boom, unas pocas décadas de aparente prosperidad anteriores a la restauración neoconservadora de los 80. No es casual que todos los héroes del arte juvenil, como los Beatles, Dylan, Hendrix, los Stones en el rock, Spinetta, Manal, Nebbia, Moris, o los nuevos cines, Godard, Truffaut, Fassbinder, Herzog, Glauber Rocha, Favio, casi todos ellos nacen alrededor del 45, todos eran jóvenes en los 60 o 70. Es un momento único de explosión de creatividad: si rompiste el cascarón por ese entonces podrías llegar a creer que esa ebullición es algo perpetuo o el estado natural de la historia humana. Supongo que si hubieras nacido en Atenas en el siglo V antes de Cristo podrías pensar que la humanidad va a a tener un Sócrates cada treinta años y si vivís hasta viejo te vas a dar cuenta que no hubo más que un Sócrates. Los Beatles a partir de Rubber Soul o Godard con Vivre sa vie, o Spinetta con "A estos hombres tristes" eran rupturas drásticas con lo que se hacía 5 años antes, lo que se había vuelto rápidamente obsoleto y pasaba a formar parte de una prehistoria. Los Beatles sacaban uno o dos discos por año. Fassbinder filmaba entre 3 y 5 películas. La publicidad empezó a dirigirse a "los jóvenes" para venderles jeans, bebidas y también música. Mayo Francés en el 68 y en Argentina la militancia se vuelve por primera vez un fenómeno joven y masivo. Paul preguntaba "Will you still need me, will you still feed me when I'm sixty-four?". Hoy tiene 78 y sigue concitando la atención del mundo. Pero a fines de los 60 tener 20 años era un atributo, mejor que tener 30. Tener 40 ya era una vergüenza. El lema de esos años: "Vivir rápido, morir joven y dejar un cadáver hermoso". La muerte de Janis o de Hendrix no se vivieron tanto como acontecimientos luctuosos -como sí pasó en los 90 con Cobain o en el siglo xxi con Amy Winehouse, sino como el toque fúnebre que otorga intensidad a un movimiento artístico, un modelo de existencia.
Unos pocos años más tarde, Neil Young canta, pasados sus 30, "Its better blow out than fade away" y habla de la muerte reciente de un Elvis prematuramente viejo y de la irrupción del punk en la misma estrofa. Lennon protesta: "Si Neil Young piensa eso de verdad, que se mate, yo quiero morir peleando como un viejo soldado". Los punks del 76 en adelante despreciaban a los rockeros de 30 como viejos patéticos. A mediados de los 70, poco antes de ser asesinado, Pasolini había advertido a los jóvenes pelilargos como cultores de una falsa desbediencia que -se la vio venir- era la nueva obediencia promovida por el tardocapitalismo.
Ya a principios de los 90 un cuarentón genial como Tom Waits cantaba "I don't wanna grow up". Y lLos Ramones hicieron un cover del tema en su ocaso: tipos grandes que no pueden dejar de ser adolescentes. El tema de la juventud empieza a ser para el rock un trauma desfasado. Se había automatizado ir contra la generación anterior. "Mi generación hoy se caga en tu opinión" a comienzos de los 90 en la voz de Dárgelos ya no dice lo mismo que cuando los Who cantaban "Why don't you all f-fade away7 talkin' 'bout my generation". Nadie se baña dos veces en el mismo río y Duchamp no mea dos veces en el mismo mingitorio. Una cosa eran los jóvenes que escuchaban Pescado Rabioso enfrentados a los padres que escuchaban a los Chalchaleros o Julio Sosa y otra es declarar caducos a los Beatles: después de ellos, por más esfuerzos de ingenio que se hicieran no se movió el paradigma. Lennon se había dado cuenta rápido. "Dream is over" dijo en el 70, él tenía solo 25. El equívoco de la juventud eterna quedó a cargo de los Stones, cada vez más arrugados. Sus últimas canciones recordables son de fines de los 70. El elogio que empezaron a buscar ya no era hacer todo el tiempo algo nuevo sino seguir haciendo siempre lo mismo. Se empezaron a celebrar las corridas de Jagger por el escenario con 40, 50, 60, 70, años.
Todo esto ya se vuelve insostenible con la reacción neoconservadora de los 80, con Reagan, Thatcher. La banda de sonido es el pop de Madonna y Michael Jackson, una juventud abiertamente conformista y consumista, algo que ya no se movió de ahí. Madonna y Jackson declinan on stage y son remplazados por otros que duran menos que ellos. En los 90, el grunge de Nirvana y esa especie de rock prog electrónico de Radiohead eran versiones aggiornadas de lo ya explorado: sus referencias son Neil Young, el punk, los mismos Beatles. Puesto que romper se vuelve imposible, se procura recuperar aquella intensidad o un destello de eso al menos. El suicidio de Cobain es la última impugnación al statu quo, a un precio impagable, definitivamente desplazado por el joven que pide ser parte del jet set. Nirvana, hace ya... ¡30 años! es el último gesto del inconformismo, potente y suicida.
La juventud deja de tener sentido contracultural y se vuelve primero un modelo publicitario y finalmente entrepreneur. Hoy los influencers de la alt right son jóvenes, políticamente "incorrectos" y los rockeros son viejos. La versión monstruosa del tardocapitalismo altera el signo de la singularidad cultural de los 60 y la sustituye por un gesto macabro. Hoy ya los jóvenes no cantan la posta. No hay razón para esperarlo. Esto para los que aún quieren encarnar los valores del viejo rock es traumático. Imposible autopercibirse como "música joven".
Otras cosas pasaron: en USA la cultura negra callejera surge en los 70 ajena al rock, no como invento de las productoras. Son verdaderos artistas de la calle, tan pobres que no podían tener sus instrumentos y se ponían a rapear en la esquina. La cultura hip hop creció en masividad y creatividad pero su origen callejero no evitaría que la industria se la engullera.
En Argentina algo equivalente a ese plebeyismo es la cumbia que se afinca como música del conurbano y de los barrios pobres a partir del 55, inevitable pensarla como relevo cultural del peronismo. Llega al puerto antes que el rock y por lo visto echa raíces sin recibir su bautismo académico. No necesita de sobrevida asistida para seguir sonando en las barriadas. Pero en el siglo xxi también llega, como eco del rap, el freestyle, la lengua poética de los muy jóvenes. Con una jerga propia y una actitud para la que los ademanes del rock ya no significan mucho. ¿Son mejores o peores que los jóvenes de ayer? Esa pregunta es tonta. Un jazzero no se hace problemas por tener 50 o porque no convocan a los de 20. El rock tuvo un ciclo muy largo, es probable que ya no tenga nada nuevo que ofrecer. Podría dejar de pensarse como música joven porque no lo es bajo ningún parámetro. 65 años es la edad del rock. ¿Por qué no asumirse como una música de señores maduros y viejos ya? ¿Por qué esperan que lleguen los de 20, si andan en otra?
Cuando el año pasado Trueno, un rapero del barrio de la Boca se junta con Wos, un pibe de familia de artistas, tienen el tupé de cerrar una estrofa con "Te guste o no te guste somo' el nuevo rock and roll". Los viejos rockeros se sienten escandalizados, ¿cómo no?
lunes, 8 de febrero de 2021
El cielo y la tierra
sábado, 6 de febrero de 2021
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jueves, 4 de febrero de 2021
Una irrupción
Sobre Fragmentos desde el exilio (Pablo Weber, 2018)
por Oscar Cuervo
Fragmentos desde el exilio - Pablo Martín Weber from Periferia Cine on Vimeo.
En Fragmentos desde el exilio Weber mira el tiempo con los medios que la tecnología le ofrece pero no se trata precisamente de una celebración tecnocrática sino del eco de algo guardado en archivos deficientes, un secreto enmarañado en el algoritmo. Con pereza podría decirse que es un corto de ciencia ficción. La ficción se expone como el informe intermitente de una misión alienígena. Las imágenes, rotuladas por intertextos y por una voz femenina que alude a una finalidad incierta y un destinatario lejano y quizás amado, muestran su cualidad inacabada. Espía la Córdoba de octubre, noviembre y diciembre de 2015, es decir, el ascenso de la derecha al poder, desde el epicentro de la reacción argentina, el cordobesismo, con la inquietud que un cine político convencional no lograría y que el propio cine cordobés jamás intentó.
Me aparece ahora una excepción: el mediometraje La hora del lobo de Natalia Ferreyra (2015) ya había filmado en plena faena a las hordas del fascismo estudiantil blanco de la Docta, aunque con una finalidad de puro registro, sin la intención poiética de Weber. El director de Fragmentos... se propone mostrar el proceso de generación de imágenes que capturen el surgimiento de un presente imperfecto. ¿Cómo mostrar lo que está por suceder, la serpiente en el huevo, mientras todavía no se le asignó su correspondiente iconografía? La invención de la perspectiva alienígena tiñe de melancolía la frialdad digital. Weber filma el agobio de los caminantes urbanos, el ensimismamiento de los consumidores de una casa de comida rápida pero, a diferencia de sus coetáneos, desnaturaliza la mirada abúlica para que asome la violencia larvada, las calles patrulladas, el led que amenaza "Gana Macri". Así cancela la serie del tedio juvenil que extenuó durante 25 años el NCA.
Fragmentos desde el exilio hurga entre el flujo desordenado de información que la voz narradora no logra organizar, mientras se escucha el eco del presidente electo que habla como un pastor electrónico a una multitud zombie del cambio de época que va a ser maravilloso. Por su edad, Weber está familiarizado con la operación de imágenes digitales. No usa su juventud como pretexto para desentenderse. No recopila las 36 maneras de montar un caballo. No imprime la leyenda porque no tiene la voluntad legendaria sobre la que el cine memorialista se recuesta. Mira el presente desde un futuro incierto, con ojos distanciados. Menos cinefilia imposible.
Otro hallazgo que permite el despliegue del punto de vista oscilante -no vacilante- es el continuo cambio de escala, que salta abruptamente de la macropolítica de la red de vigilancia a la micropolítica de los sentimientos. Entre los archivos enviados a la lejanía la informante se detiene en la descripción de un chat de un camionero con su hija, con emoticones y un archivo musical que lo remite a su infancia provinciana y analógica.
La comunicación de la extraterrestre exiliada en la tierra cordobesa se interrumpe y solo queda flotando en el espacio un archivo sin rotular. El receptor extraterrestre le asigna una fecha incierta, 2055. Sin embargo, lo que vemos son las imágenes granulosas de un archivo fílmico, la insurrección policial del Navarrazo, febrero de 1974, con Perón todavía en el poder, quien habilitó el golpe que volteó al gobierno también peronista de Obregón Cano y Atilio López. El comienzo de otra época que iba a ser maravillosa. La forma fragmentaria que adopta la narración elide los conectores lógicos y cronológicos y potencia el peso de los agujeros informativos. El cine de Weber señala con insistencia en el sentido de lo que falta. Innova también en el uso de archivos históricos a los que los documentales políticos argentinos fatigaron en los últimos años. Semejante sacudón precipita el vértigo de la historia, desde la patrulla cordobesista que asola las calles de la provincia en la que macri sacó su mayor porcentaje nos arroja hacia el ensayo dictatorial de los 70, con Perón todavía vivo. Es la primera vez que algo me lleva a pensar la historia argentina no desde la Cabeza de Goliath microscopiada por Martínez Estrada sino desde su otro centro: la Argentina pensada en clave cordobesa. Una película de 24 minutos, una ópera prima trae semejante rango de sugestiones.
Weber aparece cuando el cine está atravesando una mutación hacia no sabemos qué. El mundo está infectado de pantallas pero el cine ya no tiene sitio. Fragmentos desde el exilio se había estrenado en una sala en Cosquín. Homenaje a la obra de Philip Henry Gosse apareció en el monitor de las computadoras. Weber está preparando su primer largo: Ecos de Xinjiang. A esperar.