Finalmente la ciudad de Buenos Aires se dio ayer su nuevo Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta. Tercer período consecutivo para el PRO, después de una desgastante seguidilla -para las aspiraciones presidenciales de Mauricio Macri- de jornadas electorales, que lo condujeron a un magro y muy ajustado triunfo, que no pudo superar la suma de los votos obtenidos por los dos precandidatos PRO en las recientes PASO (863.219 en las PASO; 860.802 ayer; la otra precandidata había sido Gabriela Michetti). También se constituyó en el más bajo resultado obtenido por el PRO en segunda vuelta en CABA, desde 2007 hasta hoy. Una tendencia declinante bajo cualquier parámetro que se tome.
Total de electores: 2.555.853 (100 %)
Total de votos emitidos: 1.772.888 (69,37 % del padrón)
Votos afirmativos: 1.666.859 (65,22 % del padrón; 94,02 % de los votos emitidos)
Votos Para Unión PRO (Rodríguez Larreta): 860.802 (33,68 % del padrón; 48,55 % de los votos emitidos)
Votos para ECO: 806.057 (31,54 % del padrón; 45,47 % de los votos emitidos)
Votos en blanco: 89.444 (3,50 % del padrón; 5,05 % de los votos emitidos)
Votos impugnados: 601 (0,02 % del padrón; 0,03 % de los votos emitidos)
Votos nulos: 15.001 (0,59 % del padrón; 0,84 % de los votos emitidos)
Votos Recurridos: 214 (0,01 % del padrón, 0,01 % de los votos emitidos)
Votos no leídos por motivos técnicos: 769 (0,03 % del padrón, 0,04 % de los votos emitidos)
Los fríos números son los votos, uno a uno: los emitidos, los positivos, los que sacó cada candidato y los votos en blanco. Porque en la segunda vuelta el número clave es 1. Con 1 solo voto más, uno de los dos competidores gana la elección. Larreta ayer sacó apenas 54.745 más que Lousteau. La aclaración vale porque durante la extenuante quincena que fue desde la primera vuelta a la segunda se pretendió invalidar la opción de los votos en blanco alegando falsamente que estos se sumaban a los del candidato ganador, cuando en realidad expresan la decisión de los votantes que no eligen, con todo derecho, a ninguno de los dos candidatos.
Para que las cifras se aprecien en diversas escalas, incluyo entre paréntesis el porcentaje que estos resultados representan para la totalidad del padrón (que abarca también a los que no votaron) y además para la totalidad de los votos emitidos. Así puede advertirse que la comunicación periodística de estos resultados es inconsistente, ya que se adjudica a Larreta el 51,6 % y a Lousteau el 48,4 %; mientras se le asigna al voto en blanco el 5,05 %; lo cual es absurdo, dado que la suma de las tres opciones que se ofrecían ayer a los votantes daría 105,05 %. Si se mensuran esos votos sobre la base de los votos emitidos, en realidad Larreta sacó 48,55 % y Lousteau 45,47; si a esos porcentajes le sumamos los votos en blanco, los impugnados, los nulos, los recurridos y los no leídos por motivos técnicos, entonces sí la suma da 100 %.
El porcentaje de votos en blanco alcanzó un récord histórico para las elecciones a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ese 5,05%, es el más alto desde 1996, cuando se hizo la primera elección ejecutiva porteña.
En el programa de anoche de La otra que se puede escuchar
acá estuvimos haciendo las evaluaciones en caliente de estos resultados. Me gustaría destacar dos o tres cosas:
- Macri está complicado: las elecciones en el único distrito donde el PRO tiene dominio territorial se le fueron complicando a medida que avanzaban las tres instancias electorales. Si el favorito de la derecha calculaba que los resultados de Santa Fe y CABA iban a funcionar como un espaldarazo para posicionarlo de cara a las PASO nacionales, que se hacen dentro de tres semanas, después del costo político que demandó disciplinar a una parte importante del arco opositor en la Alianza Cambiemos (de la que también forma parte Lousteau), la derrota en Santa Fe y esta tendencia declinante en su propio territorio evidencian la dificultad del PRO para dejar de ser un partido vecinal para ser uno nacional. La derecha, por medio de Elisa Carrió, alineó a los radicales, la Coalición Cívica y el PRO detrás de la candidatura presidencial de Macri, después de constatar el proceso de evaporación política que sufrió Massa desde 2013 hasta hoy. Ahora Macri llega a las PASO con un único y muy mezquino triunfo distrital, lo que hace dudar de su competitividad nacional, sobre todo teniendo en cuenta que los números del PRO fueron bajando en la ciudad a lo largo de estas tres jornadas. El experimento Cambiemos resulta endeble por el forzamiento de la alianza que impuso el Círculo Rojo y por las tensiones internas que la imposición generó en el interior de los partidos aliados, sobre todo los radicales. El estatus ambiguo de Lousteau, que tiene una pata adentro y otra afuera de Cambiemos, y la errática conducta de su mentora, Elisa Carrió, plantean muchas dudas acerca del resultado efectivo del diseño electoral de la derecha. Sobre todo si consideramos que fuera de ella aún sobreviven Massa/ De La Sota, Stolbizer, la izquierda trosquista y Rodríguez Saa, todos en pugna por el voto opositor. En este sentido, el resultado de ayer deja a Macri magullado y a la fórmula Scioli / Zanini con perspectivas muy promisorias para vencer en las PASO con cierta comodidad.
Después veremos cómo se reconfigura el voto opositor.
Lo que parece es que Macri no da la talla de líder nacional, que no conduce una construcción política, sino que fue elegido por el establishment, y que las tácticas electorales que empleó hasta ahora no salieron bien a la luz de los resultados. La escueta victoria de ayer no le da espacio para llegar a estas instancias decisivas con aire triunfal. Más allá de la debilidad congénita del candidato y de la alianza que lo lleva, pienso que hubo una cadena de decisiones malas que los fueron debilitando: el empeño en promover a Larreta en lugar de Michetti como candidato a intendente; la rigidez con que encaró Macri las negociaciones con sus propios aliados; la insistencia de Durán Barba en presentar una fórmula presuntamente "pura", que representara "la nueva política" y que excluyera (engañosamente) al peronismo (porque el peronismo también está, un poco escondido, en el PRO); las oscilaciones que fueron desde presentarse como "El Cambio" - idea también expresada en el nombre de la alianza-, porque "la gente quiere cambiar" hasta la reivindicación que Macri se vio obligado a hacer anoche de "las cosas que se hicieron bien en estos tiempos" (se refiere, aunque le cueste decirlo así, al gobierno kirchnerista): AUH, ANSES, YPF, Aerolíneas Argentinas... Esto representa una súbita "kirchnerización" de su discurso y una admisión de que la "gente" no quiere tanto cambio como el que hasta hace poco Macri promovía (o en la dirección que él proponía).
Habría que evaluar también si el entrevero del macrismo en la maniobra de Bonadío, enviando a la Metropolitana a la provincia de Santa Cruz para hacer una serie de procedimientos irregulares que están al borde de ser declarados nulos y que ya lograron el apartamiento de Bonadío de la causa Hotesur, no volcó a la casi totalidad de los votantes que había obtenido Recalde en primera vuelta hacia la candidatura de Lousteau. El costo económico de enviar a la Metropolitana al sur, acompañando la aventura fallida de Bonadío, fue pagado con fondos del presupuesto porteño, pocos días antes de la elección en que Macri se jugaba una partida decisiva. ¿No fue eso una torpeza muy grande que logró empujar a muchos indecisos porteños a votar contra el PRO? Si así fuera, la aventura de la Metropolitana y Bonadío sería el "cajón de Herminio" amarillo.
- La ambivalencia de Lousteau y... ¿Cambiemos? ¿ECO? Cuando anoche Maximiliano Montenegro le pedía a Lousteau precisiones acerca de su posición en las inminentes PASO nacionales, el ex ministro, autor de la 125, respondía con evasivas. Ante la repregunta del periodista, Lousteau dijo que él trabajará para los candidatos de "su" espacio. ¿Incluido Macri? Lousteau contestó que sus precandidatos son Elisa Carrió (CC), Ernesto Sanz (UCR) y Margarita Stolbizer (GEN). Pero sabemos que los dos primeros forman parte de Cambiemos, que trabaja para la candidatura de Macri, igual que Coti Nosiglia, el armador de su espacio en CABA. ¿Entonces? Entonces, además de la endeblez del armado de la derecha, esto pone en evidencia el carácter sustancialmente ambivalente de Lousteau, un tipo que parece destinado a traicionar todos los espacios por los que pasa. Una especie de Cleto Cobos más joven y marquetinero. Los 800 mil votos que obtuvo ayer significan políticamente muchas cosas y ninguna, una especie de botín disponible para cualquier aventura, pero que le bastó para colocarse como "oposición constructiva" de Larreta y segunda fuerza en la Legislatura porteña, así como abrir una hendija por la que se cuela la vuelta del nosiglismo a la política porteña. A este regreso contribuyeron también los votos kirchneristas que se movieron en una escaramuza táctica antimacrista, de resultados aún inciertos para el propio kirchnerismo. Lo cual nos lleva al tercer punto que quiero destacar.
- Kambiemos: Es evidente que la casi totalidad de los votos K de la primera vuelta se inclinó ayer en favor de la turbia construcción política del nosiglismo porteño, movidos por un anti-macrismo futbolero y por el deseo de birlarle el territorio al PRO, usando a Lousteau como instrumento de castigo. Habrá que ver si no fue al revés: si los votos kirchneristas no fueron usados para tratar de dejar afuera al kirchnerismo de la política porteña, construyendo en su lugar a un muñeco catch-all, el propio Lousteau, cuya identidad política se muestra como indescifrable o directamente destinada a traicionar cualquier mandato. En todo caso, los kirchneristas que militaron con fervor por Lousteau en esta quincena lograron ser derrotados una vez más por el PRO, solo que ahora conducidos políticamente por un adversario tal vez peor que el propio Macri, al fin de cuentas un rival de posición transparente, mientras que el neo-nosiglismo que Lousteau encarna se reviste de la engañosa apariencia de un candidato vagamente progresista que puede disputar con su ambigüedad una parte de la base social del kirchnerismo porteño. No se llega a este resultado solo por astucia de Nosiglia, de Carrió y de Lousteau, sino también por el descuido que el kirchnerismo tuvo en todos estos años hacia el electorado porteño. La tardía irrupción de Recalde, un candidato sólido pero sin tiempo para hacerse conocer, y ahora la candidatura de Kicillof como diputado pretenden empezar a reverir esta extendidísima derrota kirchnerista en Capital. Pero la furia que reinaba anoche en las redes sociales en gran parte del kirchnerismo virtual porteño habla también de la inconsistencia política de este sector, que a esta altura parece más porteño que kirchnerista, dado el fervor con que militó por uno de los candidatos de Cambiemos para derrotar al otro. Lo penoso fue que para inclinar la balanza hacia Lousteau, el kirchnerismo 2.0 no dudó en instalar mentiras sobre el valor del voto en blanco (se insistió hasta el absurdo con que los votos en blanco se sumaban a Larreta) y anoche sus intervenciones en las redes sociales sonaban más enardecidas que cuando el FPV sufrió derrotas en carne propia. Paradójicamente, tanto celo y la desacreditación del voto en blanco hicieron posible que este sector fuera derrotado por el PRO por tercera vez en pocos meses. ¿Síndrome de Estocolmo? Y los celosos nosiglistas K "acusaban" de su propia derrota a quienes desde el principio anunciamos la intención de votar en blanco. Como si tuviéramos que alinearnos todos detrás de este tacticismo abombado.
En todo caso, creo que esos bandeos del kirchnerismo porteño hablan (igual que la dureza con que muchos de ellos se habían encolumnado hace poco detrás de Randazzo, al que llamaban "el candidato de Cristina") de la crisis de transición que va a sufrir en los próximos meses la identidad política del kirchnerismo metropolitano. Habrá que ver cómo se procesa el paso del liderazgo de Cristina desde la Casa Rosada hacia el llano. Pero la furia antisciolista/pro-randazzista primero y ahora la furia antimacrista/pro-nosglista abren un interrogante sobre la consistencia ideológica del kirchnerismo porteño y el riesgo de convertirse en una identidad reactiva a merced de aventuras veleidosas.