ANTOJO FILOSOFÍA HEGEL CUMBIA Ghost Face Killah: un programa para escuchar clickeando acá
El capitulo 12 de la segunda temporada de Antojo se lo dedicamos a la filosofía. Desde nuestro antojo filosófico anterior (ver
acá,
Progreso y revolución: el futuro del pasado) estamos analizando cómo apareció en la filosofía del siglo 19 el problema de la historia. El 19 es un siglo de ambivalencia máxima, empieza como una especie de
Coda al Siglo de las Luces, es decir, el siglo de la confianza en la Diosa Razón, que se consuma en la revolución burguesa. A principios del siglo 19 encontramos a tres exponentes de un mismo proceso, los tres ligados a la apoteosis revolucionaria burguesa, los tres preñados de la crisis que no se va a declarar sino en la segunda mitad del siglo, la crisis que ellos no van a ver pero que se anuncia en sus obras: Hegel en la filosofía, Beethoven en la música y Goya en la pintura. En las dos primeras décadas de 1800 ellos presenciaron el rápido deterioro del ideal revolucionario cuyo triunfo habían celebrado, vieron que las banderas de la libertad llevaron a la realidad del Terror, e iban a terminar produciendo respuestas a esa caída, cada uno en lo suyo.
El que lo ve plásticamente es Goya, quien desde el neoclasicismo de sus primeras pinturas va a hacer un rápido recorrido que termina en los Disparates, Los Horrores de la Guerra y las pinturas negras que hizo en los muros de su propia casa, esos terribles vislumbres que anticipan lo que va a ser la pintura y el horror del siglo 20. Hay un grabado célebre de Goya que condensa en la gran ambigüedad de su título esa vacilación. "El sueño de la razón produce monstruos". ¿Qué quiso decir? ¿Que cuando la razón deja de vigilar se escapan todos los monstruos que la luz del día ahuyenta? ¿Que es la misma razón la que engendra ideales que devienen monstruos? Posiblemente sea una cuestión indecidible y corresponda a la posición de Goya no poder despejar el interrogante.
Beethoven parece oirlo. Su trayecto musical también va del clasicismo de sus primeras sinfonías de aire mozartiano, al Himno a la Alegría de la humanidad emancipada, y de ahí a a la deformidad indescifrable de sus últimos cuartetos de cuerda, anticipadores de las rupturas del siglo 20. Para sus contemporáneos, esos cuartetos podrían significar que Beethoven había enloquecido y por eso hacía una música imposible de tocar y de escuchar, o que no sabía lo que estaba escribiendo en sus partituras porque simplemente estaba sordo.
Hegel guarda con su tiempo una relación parecida y distinta a la de Goya y Beethoven. Por lo pronto, sus años de madurez (que son los de las pinturas negras de Goya y de los cuartetos de Beethoven) serán los de su reconocimiento académico y estatal. Hegel encarna la Idea trinufante: es el Filósofo Oficial. Para nada un disidente o un renegado, ni mucho menos quien anuncie las terribles catástrofes por venir. Pero su filosfía encierra el germen de la conmoción.
Es Hegel quien precisamente asume la misión de introducir a la historia en la filosofía y a la vez de postular a la filosofía como la consumación de un gran proceso histórico. Filosofía de la historia e historia de la filosofía se pertenecen mutuamente. Si la filosofía precedente se había dedicado a pensar cómo es posible que el ser humano conozca la Naturaleza (cosa que habían logrado en forma exitosa las ciencias naturales), la pregunta de Hegel se refiere al sentido de la historia del mundo. El tiempo entiendido no como la rueda que empuja los ciclos naturales, sino como el proyecto racional que avanza hacia una meta. ¿Tiene un sentido la historia?
A primera vista, dice Hegel, la historia es una sucesión de fracasos estruendosos, guerras, traiciones, catástrofes, imperios que a la larga terminan siempre en la decadencia. Todas las metas que los hombres se fijan llevan a la muerte y la destrucción. Y de esa muerte surgen los nuevos tiempos, los nuevos proyectos y los nuevos sueños, que viven de la muerte de lo viejo y a la larga van a llevar en nuevas frustraciones. ¿Es acaso la historia un ciclo de muerte y nacimiento perpetuos? No, responde Hegel. La historia es el progreso del Espíritu hacia el reino de la libertad. Es en el elemento de la historia que el Espíritu logrará su manifestación y se liberará.
Este proceso es inmediatamente desconocido por las conciencias particulares. Nadie sabe, por lo pronto, qué pito toca en la historia. Ni Julio Cesar ni Napoleón lo sabían, ni podían saber lo que llevaban a cabo cuando se consolidaron en el poder. Ellos parecían ser libres en su actos, parecían dirigir concientemente el rumbo de la historia. Pero la aparente libertad de sus actos es la libertad ambigua de las pasiones, una libertad engañosa que busca, con una fe casi animal, su propósito personal. Sin que ellos lo supieran, su voluntad personal estaba siendo empujada por una fuerza desconocida que los usaba como instrumentos. Los individuos particulares, aún los más poderosos, las naciones, incluso las dominantes, son manejados por eso que el cristianismo ha llamado la Providencia y que para Hegel no es otra cosa que la Razón.
Lo que los hombres conscientemente intentan no es la meta hacia la cual realmente se encaminan. Esa es la astucia de la razón: Obran históricamente porque sobre ellos actúa un Suprapoder que atraviesa la Historia o que, mejor aún, es la Historia misma. entendida como la racionalidad que se abre paso hacia el reino de la libertad.
La historia es racional no porque los hombres sepan lo que hacen, sino porque hay una racionalidad superior que los dirige. La idea puede sonar muy extraña para el sentido común. Pero la filosofía debe luchar siempre contra el sentido común y el sano entendimiento, que es su principal obstáculo, piensa Hegel.
Para poder conciliar la visión de ruinas dispersas que ofrece la historia a primera vista con la idea de una marcha indefectible hacia el reino de la Libertad Hegel va a necesitar reformular la noción de razón que se había sostenido hasta ese momento. Y lo que va a proponer es algo tremendo, como las pinturas negras de Goya o los cuartetos imposibles de Beethoven: que la razón se haga cargo de todos los fracasos, que asuma la negación que corroe internamente a todo proyecto humano, que no se detenga ante las contradicciones. Solo una razón capaz de asumir lo real como contradictorio y la contradicción como algo real podrá pensar la historia en toda su dimensión, que al final nos lleva al reino de la libertad, conservando dentro de sí lo destruido. Ese Poder extraño, capaz de contener y superar la negación y la destrucción es el Espíritu Absoluto. Dios, literalmente. El que maneja los hilos de la Historia.
Hegel plasmó su filosofía como un sistema que albergaba en su vientre a los hijos que iban a terminar matándolo.
Durante el programa escuchamos música de cumbia: Cumbia Cosmonauts, el Frente Cumbiero con Mad Professor y Aniceto Molina remixado por Ghost Face Killah. Para escuchar el audio del programa, clickear
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En el Antojo de esta noche vamos a retomar un aspecto muy concreto y muy actual de los sueños de la razón: el deterioro ambiental.