por Andrés Roberto Albertsen *
Amigos,
Hasta donde sabemos, ICE (United States Immigration and Customs Enforcemen, Servicio de Control de Inmigración y Aduanas) no ha realizado redadas en Willmar bajo esta administración. El miedo que sintieron nuestros vecinos inmigrantes justo después de la toma de posesión del actual presidente ha disminuido un poco. Pero aún recuerdo al niño que le preguntaba a su mamá todos los días antes de ir a la escuela: "¿Estarás aquí cuando regrese a casa?" .
Desde entonces, las familias han tomado todas las medidas posibles para prepararse en caso de que alguien sea deportado. Algunos han llenado formularios DOPA de delegación de autoridad parental y elegido a quién cuidará de sus hijos si se los llevan. Algunos han intentado invertir aún más en sus países de origen, porque saben que podrían tener que regresar. Algunos se están preparando, lenta y dolorosamente, para auto-deportarse.
Algunos saben que, si pierden sus trabajos, es posible que nunca encuentren uno nuevo. Algunos temen presentarse ante un juez para una audiencia, porque saben que podrían ser detenidos en cuanto lo hagan. Muchos aún viven con miedo a la policía. Y saben —todos lo sabemos— que la cárcel de nuestro condado tiene un contrato con el ICE, la policía inmigratoria. Que allí se detiene a personas de todo Minnesota e incluso de otros estados. Que decenas de personas son deportadas cada semana desde nuestra cárcel. No sería realista creer que el ICE, ya presente en nuestra cárcel, no realizará redadas en Willmar. Podríamos ver a vecinos nuestros detenidos. Podríamos ver familias destrozadas. Y eso sería una tragedia. Pero ¿saben qué temo aún más? ¿Qué será de nosotros si más inmigrantes se ven obligados a irse? ¿Qué pasará con nuestra comunidad, nuestras iglesias, nuestras escuelas, nuestros negocios locales? ¿Qué pasará con la alegría, los sabores, las amistades, la resiliencia, el espíritu que traen nuestros vecinos inmigrantes? ¿Qué será de mí si pierdo a un amigo y ni siquiera puedo despedirme?
Todos somos parte de esta comunidad. Y todos seremos más pobres, no solo económicamente, sino también en corazón y alma, si los perdemos. Aún estamos a tiempo para tender la mano. Para conectarnos con ellos. Hazles saber a tus vecinos inmigrantes que los valoras. Que los quieres aquí. Que este también es su hogar. Gracias.
* Esas son palabras que un amigo leyó en mi nombre en una manifestación en contra de la administración del presidente Trump y en apoyo de los inmigrantes en Willmar, Minnesota, el jueves 17 de julio. Willmar es un pueblo de 21000 habitantes y casi el 50% -lo que es inusual en un pueblo de estas dimensiones en Minnesota- son inmigrantes de primera generación en los Estados Unidos. De ese 50%, la mitad son nacidos en países de Latinoamérica y la otra mitad son en su mayoría somalíes, con un porcentaje creciente de inmigrantes de Myanmar y otros países asiáticos. Muchos de los inmigrantes de primera generación en este país son indocumentados, especialmente los procedentes de Latinoamérica.
Yo soy pastor de dos iglesias luteranas en este pueblo, Vinje Lutheran Church, integrada en su mayoría por así llamados “anglos” de origen escandinavo y la Iglesia Luterana Paz y Esperanza, integrada en su mayoría por personas latinas. Como inmigrante yo también que he tenido la oportunidad de naturalizarme como ciudadano estadounidense, trato de ser un portavoz de los derechos y las inquietudes de todos los inmigrantes.