por Luis Arias *
“El destino mezcla las cartas y nosotros las jugamos”
Arthur Schopenhauer
¿Quién no siente curiosidad por saber qué le deparará el futuro? Desde el comienzo de los tiempos, desde que iniciamos nuestro sendero en este planeta como humanos, buscamos de mil modos y formas saber qué nos traerá el nuevo día. Esa inquietud, esa fascinación que toca en algunos el temor y la reverencia, es lo que hace que, incluso en esta sociedad (en teoría, moderna y global), las “artes adivinatorias” conserven ese halo de misterio que intriga, invita y atemoriza a tantas personas.
Shut Eye nos meterá en un mundo de tarotistas, adivinos y toda clase de personajes que viven de decirnos “qué nos depara el futuro”, el mundo de las “mancias”. La historia se centrará principalmente en Charlie Haverford (interpretado por Jeffrey Donovan), un personaje tan carismático como cuestionable. Charlie -y la gente que veremos- está más bien lejos de cualquier secreto místico sobre los designios ocultos e inescrutables del cosmos y el destino. Es, en cambio, lo que llamaríamos un “artista del engaño”, sí, ¡un estafador!
Charlie es un ilusionista que en algún punto del sendero fue seducido por el “lado oscuro” y vio que haciendo uso de sus habilidades, sobre todo de los recursos del mentalismo (una rama del ilusionismo, o bien un arte totalmente distinto, depende de a qué entendido lean), podía ganar mucho más dinero (diciendo poseer poderes, en vez de presentarse como un artista para entretener y asombrar).
Charlie parece tener, a simple vista, una vida normal. Tiene una esposa (Linda) que sabe muy bien lo que hace su marido y que incluso lo estimula a progresar en ese mundo. Es decir, le señala “marcas” (víctimas) y nuevos “trabajos” (estafas).
En el medio, hay un hijo de ambos (Nick) que intentará la compleja tarea de vivir una vida “normal” rodeado de sus padres tan poco convencionales.
Charlie es, como dije, carismático. De un modo más retorcido y oscuro, nos recuerda un poco al personaje de Patrick Jane (The Mentalist, CBS, 2008-2015). Es una de esas personas que, como suele decirse, sería capaz de venderle hielo a los esquimales. Pero su vida no es nada simple. Tiene que rendir cuentas ante su jefe, Fonso (un mafioso con todas las letras), y ante Rita, la madre de Fonso (interpretada por Isabella Rossellini), ambos miembros de una de las principales familias mafiosas que controlan el negocio de la “adivinación” en la ciudad.
Charlie deberá lidiar con un jefe peligroso e impredecible, con las tradiciones de los gitanos y con una gran sorpresa que le deparará, justamente, ¡el destino!
A raíz de un “accidente”, luego de sufrir un fuerte golpe en la cabeza, Charlie comienza a tener visiones, sí, visiones reales (¿lo serán?).
Parece, después de todo, que es cierto que el destino disfruta de las ironías. Pero, ¿son realmente aquellas visiones del futuro? ¿Por qué las recibe? ¿Qué debe hacer con ellas?
Nuestro atribulado personaje no la tendrá fácil, porque, como es sabido, parece que las fuerzas del destino, si las hubiese, tienden a utilizar un lenguaje extraño, lleno de -en el mejor de los casos- alegorías o -en muchos otros- de metáforas más bien difíciles de interpretar.
Charlie no está contento con su nuevo don y buscará ayuda profesional para quitárselo de encima. Allí tomará contacto con la particular Doctora Nora White que intentará, con métodos muy poco convencionales, ayudarlo.
Charlie padecerá en carne propia la maldición de poseer aparentemente de verdad, lo que simuló por tantos años. Pareciera como si en el fondo flotase la maldición de Casandra.
Shut Eye es una serie entretenida y que engancha. Los personajes secundarios tienen también peso en la historia y son, cada uno a su modo, memorables. Las actuaciones son muy sólidas y la historia tiene un buen ritmo. Sin ser una obra de arte, está bien hecha. Mi única objeción se refiere al papel que desempeña la hipnosis en la serie. Es cierto que si las películas y series mostraran lo que la hipnosis realmente es, serían mucho menos entretenidas y espectaculares. Ahora bien, en una serie que justamente nos muestra el “detrás de bambalinas” de estos titiriteros del engaño, quien ignore sobre el tema podría llegar a pensar que los adivinos son falsos pero que, sin embargo, los hipnotistas sí tienen poderes. Mi objeción a esto no es del tipo “cientificista”, sino artística. No quiero decir nada más para no spoilear la serie. Pero la manera inadecuada (además de falsa, si hablamos de modo objetivo) en que está tratado el tema del hipnotismo es lo que genera inconsistencias en la trama, cosas que “no cierran”. Reitero, mi objeción es artística. Ese elemento daña la trama y abre agujeros argumentales obvios.
Si quieren aprender un poco del detrás de escena de los numerosos personajes y charlatanes que dicen tener contacto con otras “fuerzas” y con el “más allá” y entretenerse con personajes carismáticos e interesantes, no saldrán defraudados.
Para terminar, les dejo un breve video del genio del cine, Orson Welles, que habla sobre el significado de la expresión “Shut Eye”, que da nombre a la serie.
NOTA: La siguiente es una traducción más bien conceptual: algunas líneas por la velocidad y pronunciación, o por las risas del público, no pude traducirlas textualmente. De todos modos el texto es fiel en cuanto al contenido y sentido de la conversación.
- Welles: Sabés, soy mago... Y me interesé en lectura del pensamiento y adivinación... falsa adivinación. Llegué a conocer a muchos falsos adivinos, retirados y millonarios. Y me contaron sus secretos, algo que llaman lectura en frío. Una lectura en frío consiste en que vos enganchás a un incauto diciéndole cosas que harán que la persona se pregunte “¿cómo diablos sabía eso de mí?”. Decís cosas como: “entre la edad de los 13 y los 15 años tuviste grandes cambios”. ¡Les sucede a todos! Pero el incauto dirá; “me dijo cosas que ni yo recordaba, me dijo que tenía una cicatriz en la rodilla”. Todos nos hemos caído alguna vez y tenemos alguna clase de cicatriz o marca en la rodilla. Esas son lecturas en frío.
Periodista: Yo tengo una cicatriz en mi rodilla, ¿Cómo sabés eso? (risas).
Welles: ¿Ves? ¡Es algo más grande que yo! (risas). El sentido de todo esto es que luego de haber enganchado a las personas ¡están asombradas! y comienzan a decirte cosas. (En este punto, señala que los “videntes” utilizan las reacciones físicas de las personas para ajustar lo que dicen y también que la información que la persona da cuando habla la devuelven bajo la forma de “información sobre ellos”). Una vez estaba aburrido, interpretaba Kansas City con Katharine Cornell y no teníamos ninguna matiné el miércoles, así que alquilé un cuarto y puse un cartel: “Dr Swami Adivino: lecturas del futuro de 2 dólares". Y durante todo el día me transformé en él. Al final de cada lectura, porque me sentía culpable, les decía que no les cobraría. Durante todo el día fui adivino… fingiendo. Pero luego me empezó a pasar algo, algo que les sucede a los adivinos, que es una enfermedad laboral de los psíquicos fraudulentos. Hay un nombre para eso, se llama “shut eye”. Ese término, en el argot de estos ladrones, se refiere a que la persona comienza a creer en sus propios poderes. Empezás a hacer estas adivinanzas, una manera de explicarlo es esta: imaginate que sos un conserje de hotel y cuando viene un huésped empezás a ver cuán bueno es su equipaje, cuán buenos son sus zapatos; y en base a eso respondés -cuando te pregunta si hay buenos cuartos o no, basándote en fragmentos de evidencia. Si estás un tiempo, percibís todo con sólo una mirada pero, si estás más tiempo, no necesitás mirar, en realidad lo viste, pero “la computadora” (señala su cerebro) hizo todas esas deducciones sin que seas consciente de eso. Es así como el adivino hace lo mismo y termina creyendo que es verdad. Hacia el final de mi carrera como adivino fraudulento (risas) entró una mujer, con un vestido con estampados brillantes, luciendo perfectamente bien, y yo le dije: “usted perdió a su marido la semana pasada”. Y ella rompió en llanto, ¡lo había perdido! ¡Entonces renuncié! Sí, es una de esas cosas, sin duda, no es algo psíquico, había señales de esa tragedia, sin duda, que entraron en “la computadora” y fueron procesadas sin que yo estuviera pensando conscientemente en qué le diría, así es como funciona.