por oac
En los tres capítulos hay varios cruces, con personajes que se mueven a distintas velocidades y dirección, o que esperan en un reposo tenso. Tres épocas: 1966 ("Tiempo para el amor"), 1911 ("Tiempo para la libertad") y 2005 ("Tiempo para la juventud"). Hou ensaya en cada uno de ellos distintas maneras de filmar el espacio que separa los cuerpos de los amantes, de los posibles amantes (encarnados en los tres casos por la misma pareja de actores, los extraordinarios Qi Shu y Chen Chang): el encuentro y el extravío,la espera, la promesa y la pérdida. Las distancias que los separan están siempre regidas por las velocidades propias de cada época: la cadencia suave de las bicicletas y los lanchones en el episodio de 1966, la opresiva inmovilidad de la mujer en el episodio de 1991 (que se desarrolla en medio de las luchas políticas independentistas de Taiwán); el vértigo de las motos corriendo por las autopistas y el de la conexión por las redes digitales en el episodio actual. Tres tiempos, pero también tres tempos. Resulta indecidible si se trata de un film político, antropológico o romántico. Quizá sea una cosa, la otra o todas a la vez según la mirada de cada espectador. Seguro que es también un film sobre el cine.
Lo que el cineasta taiwanés Hou Hsiao Hsien hace está en la esencia misma del cine: esa capacidad para descubrir en lo real lo que sucede sin precipitación, como el humo de un cigarrillo que se disipa o un momento de vacilación en el que no termina de pasar algo. El cine puede capturar ese devenir, pero ocurre que, poco después de su invención, quedó subordinado a finalidades morales, propagandísticas o lucrativas. Un siglo después, cuando la tv e internet llenan esas funciones de modo más eficaz, la existencia de autores como Hou permite retomar esas posibilidades abandonadas prematuramente.
Lo que hay en las películas de HHH: su sobriedad expresiva, su actitud de contemplación, una cierta serenidad para dejar que la emoción fluya naturalmente y no se inyecte mediante cortes de montaje, una exploración del espacio en la que la cámara intenta filmar algo invisible, una gama de experiencias no codificables, ni drama ni comedia, ni romance ni suspenso, un relajamiento de la función narrativa que permite suspender el juicio que a menudo propician los relatos; en suma: el cine despojado de los deberes impuestos por necesidades industriales, comerciales, políticas, liberado para dejar ser al espacio y al tiempo, a cosas y personas.
En Three times (2005), película de tres episodios situados en distintos momentos de la historia de Taiwan, Hou pone el ojo sobre lo que podrían ser tres historias de amor, su inminencia, la combinación de los elementos (en el sentido químico de la palabra) que darían lugar al amor, que podrían ser historias de amor o que habrían podido serlo. Tres tiempos es por ello también tres modos distintos de conjugar el verbo amar en términos cinematográficos, sin recurrir a las convenciones más trilladas del cine realmente existente.
En los tres capítulos hay varios cruces, con personajes que se mueven a distintas velocidades y dirección, o que esperan en un reposo tenso. Tres épocas: 1966 ("Tiempo para el amor"), 1911 ("Tiempo para la libertad") y 2005 ("Tiempo para la juventud"). Hou ensaya en cada uno de ellos distintas maneras de filmar el espacio que separa los cuerpos de los amantes, de los posibles amantes (encarnados en los tres casos por la misma pareja de actores, los extraordinarios Qi Shu y Chen Chang): el encuentro y el extravío,la espera, la promesa y la pérdida. Las distancias que los separan están siempre regidas por las velocidades propias de cada época: la cadencia suave de las bicicletas y los lanchones en el episodio de 1966, la opresiva inmovilidad de la mujer en el episodio de 1991 (que se desarrolla en medio de las luchas políticas independentistas de Taiwán); el vértigo de las motos corriendo por las autopistas y el de la conexión por las redes digitales en el episodio actual. Tres tiempos, pero también tres tempos. Resulta indecidible si se trata de un film político, antropológico o romántico. Quizá sea una cosa, la otra o todas a la vez según la mirada de cada espectador. Seguro que es también un film sobre el cine.
Por añadidura, Three times contiene la que quizá sea la media hora más perfecta filmada durante el siglo XXI, la que corresponde a su prodigioso, inolvidable primer capitulo. Si me dan a elegir mi momento preferido del cine novísimo, me quedo con "Tiempo para el amor" de Three times.
1 comentario:
copado! hace tiempo que quiero verla!
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