martes, 10 de noviembre de 2015

Al Gran Pueblo Argentino, Salud Mental

(un programa para escuchar clickeando acá)


El domingo tratamos en el programa el tema de la salud mental, la arista más dura de la lucha política, el lugar donde van a parar los que no pueden más. Los que llevan en el cuerpo las marcas de la lucha que no mostramos lo que todavía podemos un poco más. Una línea delgada nos separa y siempre se puede pasar de un lado al otro. (Acá tienen la presentación del asunto).

Y tocamos este tema desde el lugar menos pensado. El del médico recién recibido que cae a un hospital a hacer su residencia en psiquiatría. ¿Por qué alguien elegirá especializarse en salud mental, ser psiquiatra, meterse en semejante trinchera?

Nos visitaron dos psiquiatras jóvenes, pero ya con bastante experiencia: Federico Pavlovski y Alejandro Brain, que emprendieron un camino pensante respecto de su propia práctica, camino que la institución no propicia, por decir lo menos. También vinieron un psicólogo residente, Hernán Arra, y dos psiquiatras residentes, Rodrigo Videtta y Luciano Rosé, que transitan por el segundo año de su profesión. Se fue entrelazando una conversación, algo así:

Cuando un médico entra a un hospital y entra a una sala de internación psiquiátrica, la primera persona que se te acerca a darte la mano y a explicarte la cosa cómo funciona, es un agente de propaganda médica, un visitador médico. 

Hiciste 5 o 6 años de un estudio médico muy general, muy superficial, porque roza, y no puede ser de otra manera, roza todas las especialidades, tenés una materia que es Salud Mental, tenés unas materias menores, y tenés una materia que se llama Psiquiatría y que dura 20 días. 

Vos te recibís, das un examen de Oftalmología un miércoles y te recibís. Ahí accedés a la posibilidad de ir a formarte en el hospital. En las sedes formativas, tu tiempo se divide entre una enorme carga asistencial y en una menor carga de formación. En muchos casos está desbalanceado en pos de lo asistencial, es decir: mano de obra barata. 

Médicos que saben poco de medicina general, que saben nada de psiquiatría, que tienen enfrente el enigma existencial, el enigma pragmático, una enorme dificultad, un paciente suicida enfrente suyo. Y ahí lo que le tiene que pasar a un tipo más o menos normal es desesperarse. Pero a mí lo que me preocupa es al revés, es el tipo que no se desespera.

Lo que pasa es que desesperarse está prohibido. Vos estás en primer año de psiquiatría, y si te empezás a desesperar, los pacientes también están desesperados, entonces es como que no podés trabajar. 

Tenés que mantenerte sereno, simularlo, pero se torna muy difícil hacerlo. Creo que la terapia personal es una salida para eso, pero uno tiene que pagarla por fuera, y es cara, uno recién empieza. 

No hay un dispositivo intrahospitalario de contención de los residentes, que están pasando por un período en el que están poniendo en juego su propia psiquis.

Protocolarmente no lo hay. Lo que hay son iniciativas personales. En algunos hospitales se arman transitoriamente experiencias grupales, de reflexión y de contención. No hay un protocolo, como tampoco hay una suerte de examen o evaluación para saber si cualquier persona puede hacer una especialidad de alto impacto, en la trinchera de salud mental...

Estos apenas son tramos de lo que fuimos hablando, mientras escuchábamos canciones de Milky Chance y Fernando Cabrera.

Te atrapó la noche
la oscuridad traga y no convida
quedé a la deriva...


El programa completo se puede escuchar clickeando acá.

Hoy a la tarde, a las 17:00, en el marco de las Jornadas Kierkegaard, junto a Federico Pavlovski y Alejandro Brain vamos a sostener una entrevista pública bajo el título "Kierkegaard y Dostoievsky en la clínica". En el Museo del Libro y de la Lengua de la Biblioteca Nacional. Avenida Las Heras 2555. Entrada libre y gratuita. (Ver más información sobre las jornadas acá).

1 comentario:

julieta eme dijo...

la nota sobre La píldora del día después la escribí yo jaja :)