Ismael ama a Julie mientras ambos flirtean con Alice, hasta que Ismael pierde a Julie y ahí empieza una deriva amorosa impregnada por el fantasma suyo sobre todo, cuando ya él se empieza a quedar cada noche con una persona distinta en su cama. Ismael se queda sin plan, la hermana mayor de Julie tiene planes para él, la madre de Julie también tiene planes para él, pero aparece Erwann, el bretón, hermano pequeño de Gwendal y el plan falla.
Todos están bastante desorientados, con excepción de Erwann quizás, deambulan por la ciudad sin rumbo preciso y apelan a la telefonía celular para decirse lo que aún no se atreven a decirse en la cara, los roles de género están algo desdibujados para colmo, de modo que las canciones de amor no anclan en una Hhistoria en sentido fuerrte, lo cual es un inconveniente desde el punto de vista de los que apuestan a algún tipo de desarrollo dialéctico. No obstante, los enamoradizos de esta época fluctuante se enamoran y siguen mirando hacia arriba, desde abajo, para ver si la ventana está abierta.
Erwann:
¿Alguna vez has amado
por la belleza del gesto?
¿Alguna vez has mordido
la manzana con todos los dientes?
¿Por el sabor de la fruta,
su dulzura y su gusto,
te has extraviado alguna vez?
Ismael:
Sí, yo he amado,
por la belleza del gesto,
pero la manzana estaba dura
y me rompí los dientes.
Esas pasiones inmaduras,
esos amores indigestos
a menudo me hicieron sentir mal.
Erwann:
Pero el amor que dura
deja a los amantes exangües,
sus besos, demasiado maduros,
nos pudren la lengua.
Ismael:
Los amores pasajeros
nos dan futiles fiebres,
sus besos, demasiado inmaduros,
irritan nuestros labios.
Porque si uno quiere amar
por la belleza del gesto,
el gusano de la manzana
se desliza entre nuestros dientes,
nos come el corazón,
el cerebro y el resto,
vaciándonos lentamente.
Erwann:
Pero si osamos a amar
por la pura belleza del gesto,
ese gusano de la manzana
que se desliza entre nuestros dientes
puede hacernos fragante el corazón
el cerebro y nos deja
su perfume dentro nuestro.
Ismael:
Los amores pasajeros
hacen esfuerzos vanos,
sus caricias efímeras
fatigan nuestro cuerpo.
Erwann:
Pero el amor que dura
hace a los amantes menos lindos
sus caricias, por desgaste,
envilecen nuestra piel.
Dice Eduardo Benitez:
(Atenti: se revelan detalles de la trama): Un enrarecimiento en la pantalla se aloja a los 25 minutos de comenzada la función de Las canciones de amor de Christophe Honoré. Un anómalo musical, tal vez algo feroz. Pero indiscutiblemente placentero.
Lo cierto es que la película en sus primeros minutos nos tiene reservada una agraciada oscilación entre Los paraguas de Cherburgo y La mamá y la puta. Con un trío amoroso que expresa sus titubeos, sus inseguridades, sus afectos a puro canto: Ismael (Louis Garrel), Julie (Ludivine Sagnier) y Alice (Clothilde Hesme). De repente un vuelco en la historia… alguien muere en el interior de un boliche bailable ubicado en un sótano, la joven Julie sufre un paro respiratorio. Un paro para el espectador. Ludivine Sagnier expatriada del film a los veinte minutos… Christophe Honoré se da ese lujo. ¿Qué hacer ahora que el guión parece naufragar? Asistir a una actuación. Cuando la sensación inicial parecer ser la de una película que ha perdido el rumbo, Louis Garrel -Atlas sosteniendo el firmamento- se pone a sus espaldas el film y nos saca a pasear con él a pasos de gigante. A partir de la muerte de su novia, Ismael pasará por un primer período de duelo de una profunda tristeza y luego buscará, hará un peregrinaje de cama en cama. Una búsqueda que tiene más que ver con una validación de sí imposible de efectuar en soledad, que con descubrir cierta imagen de su novia muerta en los otros. El deseo de Ismael por los otros recrudece, porque en sus relaciones esos otros le confirman que él todavía no está muerto.
Entre el vasto campo de significaciones que abre la palabra mimo, el diccionario propone algunas que, por lo menos de refilón, describen el trabajo de Louis Garrel en esta película: Mimo 1: “Entre griegos y romanos, farsa, representación teatral ligera, festiva y generalmente obscena”. Mimo 2: “Cariño, halago o demostración de ternura”.
Imposible no quedar prendado ante la actuación de Louis Garrel, ante sus saltos, sus sobresaltos, sus cantos, sus bailes, sus angustias, sus excitaciones. Es que en los gestos de Louis Garrel parece resumirse toda una historia de las pasiones cinematográficas (algunas muy francesas): la búsqueda del amor justo ahí donde no se lo va a encontrar, el menage à trois imposible de consumar, dulce y doloroso a la vez.
En Las canciones de amor, la figura de Garrel (su angustia) pide ser comprendida y amada plano a plano.
Louis Garrel es el eterno efebo francés, el amante regular de nuestro siglo XXI, por cuyo cuerpo desfilan Eustache, Leaud, Garrel padre, el musical francés, el mayo francés…
Louis Garrel: simplemente un actor francés.
3 comentarios:
Muy buena nota de Eduardo Benítez, para una película que lo merece.
a demás... dan ganas de verla.Que no haga tanto frío por favor así voy...por la belleza del gesto.
MARTHA
Que belleza todo!!
Lástima que no llego, me gustaria deleitarme de vuelta con esa película..
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