Nadie oyó gritar al cine argentino - Una conversación sobre el estado del cine y el cine de estado
El 15 de diciembre en la ENERC participé de las Jornadas "La imagen argentina III". En la tercera jornada, titulada genéricamente "Territorios", formé parte de la mesa "La novedad permanente", antecedido por Paula Croci y Eduardo Russo. En principio, mi intervención se titularía "Los cines posibles en el país imposible", en los que pensaba explayarme sobre cuatro películas de dos cineastas que para mí funcionan como señaladores de distintos momentos del Nuevo Cine Argentino. Según una hipótesis instrumental y no más que eso, podría señalizarse a Los rubios (Albertina Carri, 2003) como la última película del menemismo, a M (Nicolás Prividera, 2007) como la última película prekirchnerista, a Tierra de los Padres (Prividera, 2012) como la primera película postkirchnerista y, finalmente, -lo descubrí en los días previos a mi intervención en el ENERC- a Cuatreros (Albertina Carri, 2016) como la última película del Nuevo Cine Argentino. Estas marcas son, como cualquier otra que se haga, cortes provisorios. Desde una perspectiva diferente podrían elegirse otras películas y otros momentos. Lo que me interesaba en realidad era marcar correlaciones históricas.
El cine no se mueve simplemente por su historia interna, según la cual unas películas dialogan con otras, en festivales o en la cultura cinéfila que uno acopia en sus discos rígidos, mientras afuera el mundo sigue girando. Ahí afuera es el lugar donde se dan las condiciones materiales para que las películas sean posibles y ahí afuera están los espectadores potenciales de las películas. También ahí afuera están los cineastas, con su proveniencia social determinada, viviendo en el mundo imaginario que se construyen pero también en el mundo real que les da de comer y les cede imágenes para que ellos produzcan alguna mirada.
De hecho, estas jornadas transcurrieron a pocos metros del lugar donde las multitudes repudiaban la ley de saqueo a las jubilaciones, pensiones y asignaciones que el macrismo negoció con los gobernadores peronistas. Tan traspasado está el cine por el mundo que durante estas jornadas, mientras las fuerzas del estado ejecutaba una feroz represión contra los manifestantes, más de uno entró al ENERC sofocado por los gases lacrimógenos que tiraba Gendarmería. No es exactamente una metáfora. Más que nada es la irrupción desagradable de la verdad. No hay cine posible sin país posible. Lo que no se reduce solamente a una política de subsidios, como muchas veces se simplifica en la propia comunidad cinematográfica.
Se me ocurrió poner a Cuatreros como la última película del nuevo cine argentino porque pocos días antes de las Jornadas las autoridades del INCAA anunciaron que no habrá subsidio a la producción cinematográfica hasta 2019, lo que en el lenguaje macrista significa que se acabó este juego que te hacía feliz. O, para decirlo en otras palabras: si les sacamos a los viejos sus remedios y a los pibes de la AUH su comida, ¿qué te hace pensar, cineasta, que vamos a darte guita para tus películas?
Cuatreros, de Albertina Carri from El Cohete A La Luna on Vimeo.
Dicho así suena brutal y efectivamente lo es: no va a faltar quien me diga que un país debe fomentar su producción audiovisual. De acuerdo: también debe tratar de que los viejos y los chicos no mueran de hambre, por falta de remedios o cagados a tiros por la cana. Si esto no es posible, ¿por qué sería posible aquello? Los que se refugiaban en la ENERC de los gases de Gendarmería producían el más elocuente signo de cómo están vinculadas las cosas, la performance más contemporánea sobre el estado del cine y el cine de estado. Y si nos preguntamos por la imagen argentina, quizás los cineastas podían estar registrando esa lucha que se daba ahí a metros. Quizá lo estén. Ojalá.
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Cuando me enteré del anuncio del no subsidio al cine, pensé que las condiciones históricas habían dado remate definitivo al Nuevo Cine Argentino. Entonces se me pasó por la cabeza el título de una película casi olvidada. Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes, dirigida en 1965 por Fernando Ciro, basada en el cuento "El mal necesario" de Dalmiro Sáenz. La vi en la tele hace un montón y la quise ubicar ahora y no aparece. La recuerdo como una interesante cruza de policial y cine moderno, no podría asegurar ya hasta qué punto lograda. Un tipo, Cecilio Fuentes, es asesinado por una patota. Después alguien emprende una investigación que no llega a ninguna parte porque nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes. (Fernando Ciro era cuando la hizo un galán de telenovelas muy famoso; décadas después terminó siendo, junto a su mujer la actriz Elena Cruz, uno de los primeros negacionistas declarados de la anterior dictadura y apólogo de Videla, un precursor de Darío Lopérfido. También protagonizó otros escándalos mediáticos cuando Dalmiro Sáenz contó que participó de algunas orgías que organizaban Ciro y Cruz. Pero esta es otra historia que podría dar lugar a una película interesante).
¿Por qué se me cruzó esta película que yace en el fondo oscuro de mi memoria y vaya a saber dónde más? Porque si el Nuevo Cine Argentino acaba de recibir su puñalada final, nadie lo oyó gritar. Quiero decir: si un historiador del futuro tratara de buscar en las propias películas filmadas en los últimos quince años las huellas que anunciaran la tensión social que dio lugar al actual estado de cosas, si buscara en las propias películas cómo se gestó este régimen represor y hambreador que además remató al Nuevo Cine Argentino, le resultaría muy difícil encontrar esas huellas. Películas que registraran los sacudones sociales que atravesaron la sociedad y hoy nos llevan a esto. Nadie oyó gritar al cine argentino.
La mesa en la que participé se llamaba "La novedad permanente" y esta novedad me parecía lo suficientemente relevante como para ser puesta sobre el tapete: difícil hubiera en esos días una novedad más novedosa que lo que estaba pasando ahí a pocos metros.
Los cines posibles: si gran parte de los cineastas de la historia provienen de la burguesía y en los últimos años los desarrollos tecnológicos y las políticas de estado hicieron posible que los pequeño-burgueses también pudieran hacer su cine, ahora una de esas dos condiciones ya no se da. Este estado no es el mismo que hasta hace poco subsidiaba al cine. Es abstracto hablar de "el Estado", y prescindir de las mutaciones históricas. El actual Estado está en manos enemigas y que encima son brutales, odian la cultura y no les interesa ningún fomento cinematográfico. Por lo visto, solo les interesa el saqueo, la exclusión y la muerte de los "prescindibles", lo cual incluye al Nuevo Cine Argentino. Por una cuestión de clase, el Nuevo Cine Argentino no se vio venir su propia muerte.
Pero estamos en una tierra pródiga en imágenes. Si salís a la calle con un celular, podés hacer hoy muchas películas. Necesitás otro know how que el que valió hasta ahora para moverse en los pasillos del INCAA. Las cosas cambiaron. Lo que la Argentina pide a gritos es que otro cine produzca las miradas que la historia ofrece. Es un poco más peligroso que antes, pero quizás pueda ser más fértil para los historiadores del futuro.
Al día siguiente, en la última emisión radial del año de Patologías Culturales lo volví a conversar con Maxi Diomedi y se puede escuchar acá:
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