Bluesky

Al actuar como jefa de La Cámpora en detrimento de los intereses populares @cristinafkirchner.bsky.social se arriesga a devaluar su legado. En Rosario se la vio aislada, simulando liderar a una totalidad que no está, ansiosa por revalidar una relevancia que ni siquera debería estar en discusión.

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— Oscar Cuervo (@oscaracuervo.bsky.social) 24 de noviembre de 2024, 3:45

domingo, 26 de agosto de 2018

La verdad es el error sin el cual... ¿cómo era?

Sábados: 1, 15, 22 y 29 de Septiembre a las 18:00 hs - Red Colegiales - Alvarez Thomas 1093


La pregunta por lo que es la verdad atraviesa todas las épocas de la filosofía y atraviesa también a la civilización occidental. Nietzsche, que desarrolló un agudo sentido de la historia de la civilización occidental y, finalmente, de su propio lugar en esa historia, no pudo resistirse a la insistencia de la verdad y adoptó frente a esa insistencia un temperamento bélico. Ese temperamento quizás diga más de su posición de pensamiento que cualquier fragmento extraído del flujo de sus textos.

Un fragmento póstumo escrito por Nietzsche en 1885:

"Este mundo es voluntad de poder y nada más. Y nosotros y ustedes somos voluntad de poder y nada más".

Esta tesis se inscribe en una larguísima tradición, a la que Nietzsche se suma. La que pregunta: ¿Hay un sentido que comprenda la realidad que nos rodea, incluidos en esa realidad nosotros mismos? Pregunta que rigió más de 2000 años de metafísica (meta-física, en términos griegos: más allá de la realidad física, un sentido que rige al conjunto de lo que es). El sentido que rige la totalidad real no puede ser una parte de esa totalidad, ni siquiera un ente supremo (es decir: Dios), sino el criterio que la delimita, el vector que la rige. ¿Cuál es la verdad de la realidad? Diversos filósofos responden a esta pregunta de distintas maneras. Para Platón, es la Idea, el mundo ideal. Para Aristóteles, la finalidad de las cosas, su para qué. Para la escolástica medieval, la creación divina. Para Descartes y para Kant, el Yo. Para Hume, las impresiones sensibles de "nuestra" experiencia. Para Spinoza, la naturaleza como Dios, de la que cada cosa es una afección. Para Hegel, el despliegue total de la historia y su reunificación en el Espíritu Absoluto.

Nietzsche no es ajeno a esta tradición y vuelve a hacerse esta pregunta. Y la responde diciendo: lo que rige todas las cosas, la verdad de la realidad, es voluntad de poder. Al dar esta respuesta, cree abolir la metafísica dando fin a la vigencia de los ideales metafísicos, esos que desde Platón o una cierta interpretación de la cristiandad ponen a la verdad más allá de este mundo, en un cielo ideal. Para Nietzsche, la dirección brota desde este mismo mundo y es la voluntad de poder. 

Todo lo que existe quiere poder y más poder. Es posible que al asumir esta posición, Nietzsche, contra lo que él mismo cree, no supere sino consuma la orientación de dos milenios de metafísica. Por su fidelidad a la pregunta que dirigió esta tradición y porque responde con una inversión: quiere dar vuelta el valor del mundo que la metafísica concibió. Nietzsche lleva a cabo su "transvaloración de los valores". una inversión que, al poner patas para arriba lo que hasta ahora se creyó, se santificó y se impuso como verdad, quedaría ligada a esa misma valoración que ahora se pretende invertir. En lugar de terminar con el proyecto que guió a la civilización europea desde sus inicios, Nietzsche lo consuma. Ahora la metafísica puede disolverse, porque el mundo de la voluntad de poder, todo él, es metafísico. Una vez que se logra reducir la verdad a voluntad de poder, toda doctrina metafísica es superflua, porque la metafísica tomó el mando de las cosas.

Si es así, ya no haya nada que desvelar, sino que solo encargarse de que todo se mantenga funcionando. Todo es manipulación técnica, incluso los cuerpos, incluso los pensamientos. Pero ese puede ser el máximo peligro: que todo funcione, de modo que ya no sea necesario quitar ningún velo. El sentido de la técnica que impera en el globo terráqueo es poder más, no reconocer ningún límite, ni siquiera el límite de la integridad de las personas, ni siquiera el límite de la finitud. Todo lo que la técnica pueda hacer hay que hacerlo. Nietzsche dice: "El encanto que lucha por nosotros, el ojo de Venus que cautiva y enceguece hasta a nuestros enemigos, es la magia del extremo, la seducción que ejerce todo extremo: nosotros, inmoralistas, somos los extremos".

¿No es el modelo nietzscheano de verdad el que hoy domina el mundo?

Conversaciones sobre verdad e interpretación. Entre Aída Dinerstein (Psicoanálisis) y Oscar Cuervo (Filosofía). Informes e Inscripción:
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