El sábado me entristeció escuchar a Cristina. Pensé: ¿dónde quedó ese liderazgo extraordinario aún en la derrota que mostró el 9 de diciembre de 2015? No porque dijera cosas súmamente incorrectas, sino porque desaprovechó su última oportunidad de intervenir en esta campaña con una charla anodina, que podría ser un editorial de un columnista de un medio piola si al menos hubiera estado bien armado. Pero lo que dijo no es ni nuevo, ni hacía falta que ella nos atiborrara (y hasta se mareara con sus propios) números. Necesitábamos palabras claras y referencias directas a la decisión que hay que tomar el 22 de octubre: no que me hablara a mí para convencerme, sino que le hablara a la amplitud más abierta de todo el pueblo, kirchnerista o no kirchnerista, peronista o no peronista, que dijera dos o tres frases claras y graciosas como ella sabe decir, con nombre y apellido, que trasmitiera la seriedad de esta situación y nos mostrara una puerta abierta. Las sumas que le hizo hacer al cadete en un pizarrón que la cámara no podía enfocar es algo que puede hacer Alfredo Zaiat o Julia Strada cualquier día en sus medios. Cristina ni siquiera tuvo destreza para seguir el hilo de las cuentas y hasta ella se mostró desordenada como nunca. Al lado Pepe languidecía como un alumno alcahuete y temeroso. Y los recortes de videos cuyo audio no salían se pueden pasar en el programa de la Negra Vernacci y tampoco hace falta que esté Cristina. Debió decir que el gobierno salió mal porque no supieron ponerse de acuerdo antes de lanzar la fórmula y que ahora va a salir bien porque se están poniendo de acuerdo con Massa y esa es la única opción para que la Patria no sea destruida. O algo así, ninguna genialidad sino una verdad irrefutable. Es comprensible que Cristina esté apagada después del intento de asesinato, nadie sino ella vivió esa experiencia tan horrenda, pero también vivió la bendición de sobrevivir y quizá eso la podría poner en un lugar más radiante que el que hoy muestra. Me quedé pensando que si ella no hubiera hablado el sábado no pasaba nada. Y eso es lo peor que jamás pensé de Cristina.