por Oscar A. Cuervo
Hay cierto desfasaje entre el cine argentino que ha dado a luz esta última edición del Bafici y aquello que se hace visible en las discusiones de los críticos y de gente del “ambiente”. Mi sensación acerca del cine local que pude ver en el festival que ayer terminó (y también en el último festival de Mar del Plata) es que están filmándose películas que abren el juego, que no están tan preocupadas por su adscripción a una escuela o a un programa estético político, que se está empezando a filmar más en relación a las necesidades propias de cada artista y no tan pendientes de “lo que se usa”.
Películas como La Tigra Chaco, Parador Retiro, Patria Rosa, Plan B, La risa, Excursiones, parecen reclamar un interlocutor más abierto e incierto que los compañeros de estudios de las escuelas de cine de sus realizadores. Creo que directores como Federico Godfried, Jorge Leandro Colás, Santiago Loza, Marco Berger, Ivan Fund, Ezequiel Acuña, no están poniendo el horizonte de sus expectativas en la camarilla de los críticos (Quintín, revista El amante) que se han arrogado la dirección política del NCA ,ni en los profesores e instituciones académico-comerciales (Filipelli, La FUC) que se apresuraron a declararse padres y madres de la criatura.
Hay en curso, sí, un intento de apropiación y reconocimiento que atraviesa escuelas, revistas, jurados de festivales. Lo que llamaríamos “camarilla”, a lo que me referí a fin del año pasado en el post El grosso del año. Hay quienes creen que una película se consagra si obtiene la aprobación de Raúl Filipelli o si Quintín se digna a mencionarla. Ahí anda Mariano Llinás tironeándose con Quintín para ver quién la tiene más grande. El espacio que disputan es módico.
Un lector de este blog me preguntaba qué iba a decir ahora que Matías Piñeiro “ganó premios y probablemente dé la vuelta al mundo” con Todos mienten, cuando yo hace pocos días había dicho que se trataba de una película sobrevalorada y, ejem, una boludez. Es obvio que la mención del jurado que recibió no le resta el carácter de boludez. Que va a dar la vuelta al mundo está por verse, de todos modos si así fuera esto no resolvería la cuestión del valor, la innovación, la apertura que se le atribuyen a la película.
Finalmente el Bafici 11 parece haber arrojado dos “ganadoras”: Todos Mienten y Castro, películas que sendos autores presentan como hermanas y de las que Llinás hace todo lo posible para ser considerado una especie de padre, tutor o encargado. No es del todo cierto que ambas hayan ganado el festival, pero en la prensa chica (la que lee el “ambiente”) se las trata como"las" ganadoras. La necesidad de titular, de vender tapas, de descubrir nuevas tendencias, de señalar revelaciones y caídas en desgracia les otorga protagonismo y poder a los editores de estos medios. Y esa necesidad parece dictar ahora que hay una revolución en curso en el cine nacional -o quizás universal- cuyo epicentro pasa por la FUC.
Finalmente el Bafici 11 parece haber arrojado dos “ganadoras”: Todos Mienten y Castro, películas que sendos autores presentan como hermanas y de las que Llinás hace todo lo posible para ser considerado una especie de padre, tutor o encargado. No es del todo cierto que ambas hayan ganado el festival, pero en la prensa chica (la que lee el “ambiente”) se las trata como"las" ganadoras. La necesidad de titular, de vender tapas, de descubrir nuevas tendencias, de señalar revelaciones y caídas en desgracia les otorga protagonismo y poder a los editores de estos medios. Y esa necesidad parece dictar ahora que hay una revolución en curso en el cine nacional -o quizás universal- cuyo epicentro pasa por la FUC.
Las películas Todos mienten y Castro distan de ser capaces de iniciar revolución alguna. La visión de estos films tiende a producir una excitación epidérmica, pura hiperkinesia en el caso de Castro, cierto aire excéntrico en Todos mienten. Un rato después de terminada la proyección, ese histerismo tiende a disolverse en la atmósfera. ¿Qué pasó? Nada. Se trata de dos ejercicios de estilo construidos a partir de un programa estético político insistente e irrisorio. Es tan autoconsciente esta operación que hasta prentenden inscribirse en una línea de la historia argentina. Ambas películas cultivan una especie de extravagante sarmientismo que no se desprende de nada que no sea la sobreactuación del gorilismo de sus propietarios. Da la impresión de que sus autores no tienen demasiada idea de lo que hablan pero ansían ser identificados como hijos orgullosos de una burguesía ilustre.
Revolución y conservadurismo son etiquetas problemáticas, pero en el ambiente cultural del tardocapitalismo ser gorila, reivindicarse de una clase ilustrada, pertenecer a una elite y despreciar a los que no pertenecen puede verse como “transgresor”. Llinás lo hizo: Balnearios es el manifiesto político del desprecio a las ciudades balenarias sindicales, desde la óptica de un Borges/Bioy venido a menos: digamos el Borges/Bioy de los diarios de Bioy, más que el de Ficciones. Los hermanos menores de Llinás, sus discípulos o protegidos, quieren imitar el gesto pseudoaristocrático del numen, incorporan a Sarmiento, llaman a Rosas “el tirano del siglo diecinueve”, o le tiran piedritas a un busto de Jauretche.
Hay un film que funciona como referencia secreta en estas “películas hermanas”: aquella Invasión con argumento de Borges/Bioy de la cual estas (sobre todo Castro) se postulan como relecturas juveniles y quizá cómicas. No hay que sobrevalorar esta inscripción política que ostentan, pero tampoco hay que omitirla: porque sus realizadores (Llinás, Moguilansky, Piñeiro) las han puesto para que se diga algo sobre ellas. Escandalizarse es hacer el juego a esa voluntad de provocación algo pueril; reconocer que ellos desean que se los reconozca como burguesitos arrogantes ayuda a pensarlos en su deseo y en su resultado.
Mucho se habla de la puesta en escena de estas películas. Los que destacan este aspecto probablemente no se hayan detenido a pensar qué significa esa fórmula cuando se habla de cine, pero les basta suponer que se trata de algo “importante”, quizá porque este concepto remite a la tradición crítica cahierista al que este grupo también desearía adscribirse. La puesta en escena en este caso significa un funcionamiento de las variables técnicas que sostienen un film: se refieren los movimientos de cámara, el desplamiento de los actores, las entradas y salidas de cuadro, un ritmo de montaje, un tono monocorde de los parlamentos, un hieratismo amanerado de las actuaciones... todo eso conjugado en una dimensión formal presuntamente autónoma de cualquier sentido que los films produzcan. Una arrogancia de la forma, proveniente de lecturas mal asimiladas de Godard y Daney.
Una especie de movimiento falso en el caso de Castro, cierta vertiginosidad física que a los diez minutos de empezada la película se agota, porque no conduce a ninguna parte más que a sí misma. En el caso de Todos mienten (un film más tedioso, porque en lugar de corridas callejeras vemos a un grupo de personas encerradas en una casa de fin de semana jugando juegos sin gracia), este formalismo se cristaliza en viñetas estáticas donde los personajes disparan frases con voluntad de sugestión y finalmente insignificantes. El tono monocorde de los actores (que en gran parte son los mismos en ambas películas) tiende a anestesiar toda progresión dramática, de modo que ambas, la más movediza y la más estática, pueden graficarse con un encefalograma plano.
Estas películas proceden de la sobrevalorada A propósito de Buenos Aires, film colectivo de hace un par de años en el que participaron los realizadores de ambas, junto a otros, todos coordinados por Raúl Filipelli. Era muy notable en ella esa sensación de querer ser Godard y no poder. Al poco tiempo Filipelli hizo Música nocturna (que no es Nuestra música), en la cual el elenco desafinaba de un modo lastimoso para los oídos. Los alumnos dilectos de Filipelli han sabido resolver esta falencia acudiendo a un grupo de actores del teatro independiente porteño cuya entonación afectada les da una tonalidad homogénea. Lo que en las dos se destaca es su programa estético cerrado, la frialdad del cálculo del funcionamiento técnico y la falta de alma. Yo sé que en una crítica de cine no queda muy bien decir que estas películas carecen de alma, pero esto no es una crítica de cine y además es verdad: son películas desalmadas.
En las próximas semanas o meses Todos mienten y Castro ocuparán varias páginas en alguna revista especializada, se van a pelear por ellas Quintín y Llinás en algún blog, se discutirán ardorosamente en los bares adyacentes de la Fuc. El año que viene quizás haya dos o tres películas más por el estilo. Y probablemente todo acabe ahí. Tal vez no interesen demasiado en ninguna otra parte del mundo. Probablemente Francia no va a caer rendida ante el afrancesamiento amanerado de estos films, porque Francia tiene a mano a Godard, Garrel o Rivette, a los que no les da tampoco demasiada importancia.
Es una lástima que el Bafici 11, un festival exitoso y generoso en descubrimientos, con tantos debutantes que están pensando el cine sin ninguna referencia a esta camarilla, vaya a quedar asociado en la prensa local a una discusión sobre estas dos películas. Yo por mi parte, prometo no hablar más de ellas.
Estas películas proceden de la sobrevalorada A propósito de Buenos Aires, film colectivo de hace un par de años en el que participaron los realizadores de ambas, junto a otros, todos coordinados por Raúl Filipelli. Era muy notable en ella esa sensación de querer ser Godard y no poder. Al poco tiempo Filipelli hizo Música nocturna (que no es Nuestra música), en la cual el elenco desafinaba de un modo lastimoso para los oídos. Los alumnos dilectos de Filipelli han sabido resolver esta falencia acudiendo a un grupo de actores del teatro independiente porteño cuya entonación afectada les da una tonalidad homogénea. Lo que en las dos se destaca es su programa estético cerrado, la frialdad del cálculo del funcionamiento técnico y la falta de alma. Yo sé que en una crítica de cine no queda muy bien decir que estas películas carecen de alma, pero esto no es una crítica de cine y además es verdad: son películas desalmadas.
En las próximas semanas o meses Todos mienten y Castro ocuparán varias páginas en alguna revista especializada, se van a pelear por ellas Quintín y Llinás en algún blog, se discutirán ardorosamente en los bares adyacentes de la Fuc. El año que viene quizás haya dos o tres películas más por el estilo. Y probablemente todo acabe ahí. Tal vez no interesen demasiado en ninguna otra parte del mundo. Probablemente Francia no va a caer rendida ante el afrancesamiento amanerado de estos films, porque Francia tiene a mano a Godard, Garrel o Rivette, a los que no les da tampoco demasiada importancia.
Es una lástima que el Bafici 11, un festival exitoso y generoso en descubrimientos, con tantos debutantes que están pensando el cine sin ninguna referencia a esta camarilla, vaya a quedar asociado en la prensa local a una discusión sobre estas dos películas. Yo por mi parte, prometo no hablar más de ellas.
21 comentarios:
Te felicito, Cuervo, bien escrito: lo digo sin ironías.
No hace falta que aclare que estoy completamente en desacuerdo; me voy a limitar a comentar un par de cosas. Espero que respondas -si es que lo hacés- de manera civilizada, y sin exabruptos juveniles como la última vez.
En primer lugar, cuando combatís la importancia de la puesta en escena no hacés más que ir en contra del cine que defendés: un cine con una mirada clara, con consciencia fuerte de lo que se filma y, sobre todo, de cómo se lo filma. Los universos de Todos Mienten y de Castro pueden ser solipsistas, pero eso no debería ser un problema. Por lo menos no se te escucha criticar a las películas de Serra o de Tsai por los mismos motivos. Sí, son películas con una gran preocupación por la forma y ese es su punto fuerte: la creación de un nuevo juego estético, algo innegable. "Arrogancia de la forma", escribís, cuando es eso lo que defendés de tantos otros cineastas.
Cuando te conviene, es decir, cuando se te canta, invocás una suerte de sentido político del cine algo lamentable, del cual la apelación al gorilismo es el punto más alto, y resulta entre patética y enternecedora.
¿Por qué no criticás a Serra por las mismas razones? Ahí tenés a alguien que se enorgullece de su "burguesía", como vos la llamás, que hace películas herméticas y solipsistas; en la que se defiende a ultranza su forma por encima de cualquier otra cosa, etc. etc.
Insisto, si querés responderme, hacelo como la gente, tu anterior respuesta a mi comentario no fue digna de un crítico.
M,
Leo este post no como una crítica de cine sino como un comentario sobre el estado actual de la cultura por estos lares (hecho con áspero amor). Ayuda a pensar y a comprender. Muy bueno!
M.
Bueno, M gracias por las felicitaciones, pero sí hace falta que me aclares que no estás de acuerdo: ¿por qué debería yo saber que no estás de acuerdo? Lo de los exabruptos juveniles de la otra vez no recuerdo cuáles fueron, de todos modos, lo que sea que haya dicho, lo reafirmo, me reservo el derecho a escribir con el estilo que me plazca en cada momento y no creo estar atentando contra las normas civilizadas por eso. Una cosa es civilización y otra simulación.
Paso a aclararte algunos puntos importantes sobre los que me parece que me entendiste mal:
1) En ningún lado "combatí la importancia de la puesta en escena". Objeté un uso acrítico que algunos comentaristas suelen hacer de ese concepto. Me referí específicamente a comentarios que circularon en estos días destacando "la puesta en escena" de las películas de Piñeiro y Castro; incluso un comentario que alguien dejó acá, destacaba: "TODOS MIENTEN demuestra un talento inconfundible e indiscutible en lo que respecta a la puesta en escena".
Creo que en estos casos se habla de no sé qué, se usa este concepto como un abracadabra. ¿Cuál es "el talento inconfundible en lo que respecta a la puesta en escena" que se pueda deslindar de la película misma? Me parece que se pretenden destacar ciertos procedimientos formales (movimientos de cámara, movimientos de los actores en el plano, etc.) como si estos pudieran ser "excelentes" en abstracto, con prescindencia de la película. Con ese grado de abstracción, podríamos decir que cualquier publicitario muestra un manejo excelente e inconfundible de la puesta en escena. Yo creo que esa manera de hablar, que prescinde de los efectos de sentido y del vínculo con el espectador para pensar el cine, termina por reducirlo todo a una técnica. Sería como decir (a mí siempre me gustan las analogías) que un guitarrista tiene un talento inconfundible para hacer la puesta de dedos, con prescindencia de la música que está tocando. Yo, al hablar de estas películas, no me interesa ponerme a considerar la destreza que pueda mostrar un director en tal o cual aspecto técnico, sino escuchar la música que está tocando. De esta manera, "Autohystoria" de Raya Martin me parece un film extraordinario, aunque no tengo idea cómo se podría evaluar su puesta en escena.
No sé qué querés decir cuando hablás de un cine "con mirada clara y con conciencia de lo que se filma", tampoco sé por qué me atribuís que yo defiendo tal cosa. Se puede tener diversos grados de conciencia acerca de lo que se filma; para volver sobre el ejemplo de un publicista, se puede decir que tiene una conciencia de lo que filma y de cómo filma, pero en un sentido puramente TÉCNICO. El publicista puede conocer al dedillo los efectos que producen el uso de ciertos lentes o un estilo de iluminación, puede ser muy diestro en el manejo del ritmo o de la relación entre la imagen y el sonido. Y sin embargo puede tener una conciencia cero acerca del grado de alienación de su trabajo o de la alienación que promueve en el espectador. ¿Qué es entonces tener conciencia sobre la forma cómo se filma?
2) Una segunda acotación acerca del concepto de puesta en escena. En este post yo objetaba el uso acrítico que se suele hacer de este concepto y específicamente el que se hizo a propósito de estas películas. Pero podríamos ir más allá y analizar el sentido mismo del concepto. Creo que fue la crítica cahierista la que señaló la importancia de la puesta en escena, con la intención de encontrar lo específico cinematográfico y poder diferenciar un cine de qualité, basado en la importancia de sus temas, en la cualidad litararia de los guiones, y otro cine que explota la especifidad del lenguaje cinematográfico. Para jerarquizar esta especificidad del cine se destacó la "puesta en escena" de las películas, y no su "guión". Los directores surgidos del cahierismo llegaron de poner en los títulos de sus películas "Puesta en escena de F. Truffaut" en lugar de "Dirigido por...".
Ahora bien, siempre me pareció que el concepto de puesta en escena no es satisfactorio para pensar la especificidad cinematográfica, porque ¡curiosamente! se emplean dos términos de raigambre teatral: "poner" en "escena". Pensar el cine con el léxico del teatro, cuando se quiere defender su especificidad, no parece una buena solución. El cineasta no "pone en escena". No es apropiado concebir la mirada cinematográfica como escena, así como tampoco postular que esta escena es "puesta" por el cineasta. No sirve, por ejemplo, para hablar de Tarnation, ni para hablar de las Histoire(s) du cinema, o de los films de Bill Morrison, el concepto de puesta en escena. La misma expresión parece que reclamara aplicarse sólo a un tipo de cine, aquel en el que preexiste un guión al que el director tiene que "poner en escena". Cuando Hou Hsiao Hsien filma las líneas de trenes de Tokio ¿qué puede significar la idea de una "puesta en escena", sino la adaptación muy forzada y poco precisa de un concepto teatral a lo que hace Hou con la cámara en relación con la ciudad? Desconfío de este concepto y me parece que habría que encontrar una manera más precisa de hablar del cine.
3) El concepto de solipsismo lo sacaste de la galera. En ningún momento le objeté eso a las películas Todos Mienten o Castro, tampoco se me ocurre qué podría significar un cine solipsista. Lo debés haber leido en otro lado. Decís bien: yo no le objetaría tampoco a Serra o a Tsai que fueran solipsistas. Otro error: yo no objeto que los directores de Todos mienten y Castro tengan "gran preocupación por la forma". En todo caso no sé ni me importa por qué están preocupados. Yo hablo de los resultados, concretamente del vínculo que estas películas entablan con el espectador. Yo hablé de una arrogancia de la forma. Quiero decir: un regodeo de la forma por la forma, tomando esta palabra en su sentido meramente técnico. Un uso de la cámara, una manera de moverse los actores en el cuadro no es son sí ni buenos ni malos. Hacer planos secuencias, travellings, usar el zoom o la cámara en mano aún no dice nada sobre cada película. Si una película se reduce al manejo diestro de estos elementos, el resultado sólo puede ser un manierismo; efectivamente creo que en este caso se trata de películas manieristas.
4) Lo que valoro en Tsai o en Serra (o en tantos otros: Raya Martin, Hou, Apichatpong, Jia Zhang ke) no tiene nada que ver con la creación de un nuevo juego estético. Esta respuesta ya se está volviendo muy larga, pero si sabés que me gustan estos directores que citás, supongo que también me habrás leido. En ningún artículo, jamás, defendí la creación de un nuevo juego estético o una arrogancia de la forma. Es más, creo que carece de sentido separa forma y contenido de un film, es una distinción muy problemática aunque tiene un peso de tradición tan fuerte que muchas veces volvemos a caer en ella. El cine tiene un componente crucial de registro de lo real que escapa a cualquier invención formal. El cineasta puede después trabajar formalmente con ese registro, pero no creo que se pueda evaluar el cine reduciéndolo a pura forma. La política de los autores (Godard dijo: "nosotros hablamos de política de los autores; después se quedaron con el autor y se olvidaron de la política") se pone en juego en la relación que se entabla entre la mirada del cineasta y lo real, pero, atención: simultáneamente con la relación que guarda la mirada del cineasta con la mirada del espectador. Ahí está en juego la política de un film y no en que los chicos de la Fuc lean en cámara a Sarmiento. Dije que estos cineastas han puesto determinadas inscripciones politicas en sus películas porque desean que se los reconozca como burgueses orgullosos de su condición. Con eso no pretendo condenarlos, sino registrar esta inscripción y plantear la necesidad de comprender ese deseo que los mueve al ponerla en relación a mí como espectador. Eso está ahí para ser leido, ellos quieren que se los vincule a Sarmiento. El asunto es preguntarse qué quieren producir en el espectador con esa inscripción. Mi idea es que esto se agota en un gesto de pertenencia y de distinción, es como si los personajes usaran unas zapatillas de tal marca: ahora me acuerdo de María Antonieta de Sofía Coppola, en la que la reina usaba zapatillas de marca, y me parece que responde a una necesidad similar: son guiños para entablar complicidades y escandalizar a otros. El manierismo de Castro y Todos mienten está hechos de guiños, hacia el círculo de estudiantes del que proceden, hacia sus maestros, hacia cierto sector de la crítica que va a morder el anzuelo, que se va a engolosinar con la cita de "Vivir su vida" o que va a decir que los intertítulos remiten a Godard y que se usa la literatura de Sarmiento para inscribirse doblemente en una tradición cinéfila y en otra tradición politica. Filman pensando en lo que diría Filipelli (cuando no plagia a Sontag o cuando plagia a otro), o en lo que diría Quintín o Alan Pauls, o en las risotadas de sus compañeros de curso o en el enojo de un admirador de Rosas.
Me parece un cine de pretensiones minúsculas y no veo que tenga nada que ver con Tsai o con Serra.
totalmente de acuerdo con cuervo. te sigo en toda la línea
No esperaba menos de un estra terrextre.
Si Serra fuera argentino serìa un chico FUC. Tiene las mismas pretensiones y el mismo formalismo vacìo.
La especulaciones del tipo "Si Serra fuera argentino..." son de sentido nulo. Serra es catalán y es Serra porque hace El cant dels occels y no Castro. Yo me quedaría con las películas de Serra aunque fuera tadjiquistano o neozelandés. Vos, anónimo, parece que no tenés mucho ojo para apreciar diferencias cinematográficas.
si evita viviera sería motoquera
L.
Cuervo,
Gracias por la respuesta, creo que entiendo un poco mejor tu postura. Como el debate me parece interesante, y por lo que veo hay un lindo intercambio, me permito añadir algunas cosas.
1) "El cineasta puede después trabajar formalmente con ese registro, pero no creo que se pueda evaluar el cine reduciéndolo a pura forma."
Me parece que esta línea de argumentación deja afuera, por ejemplo, al cine abstracto. Te pregunto lo siguiente: los cortos de Jean Epstein, Man Ray, Leger, Marcel Duchamp... ¿no son cine? ¿son "arrogantes de la forma"?
Tu argumento cae por su propio peso. El cine puede aspirar a la forma pura. Y ojo, que también puede registrar la realidad y ser abstracto al mismo tiempo: me vienen a la mente algunos trabajos de Brakhage, por ejemplo.
Entonces decidite: o Brakhage es arrogante de la forma, o no es cine... o el cine -contrario a lo que dijiste- puede ser pura forma.
Por ello, si el cine puede ser pura forma, un film puede ser evaluado por su forma, que es principalmente la puesta en escena; es decir, el manejo del conjunto de las variables cinematográficas.
(a esto venía mi comentario de solipsista, la forma por la forma)
2) Te acepto que los cineastas como Piñeiro y Moguillansky reconozcan su propia burguesía. Ahora bien, creo que sacando contadas excepciones (quizás Pino?) los cineastas son todos burgueses; yo soy burgués y me imagino que vos aceptarás que lo sos, más allá de tus preferencias políticas o tu acción en este ámbito (que puede existir pero desconozco).
Ahora, si como vos decís ellos se afirman en su burguesía... ¿a qué viene el comentario de "gorilas"?
Si por "gorilas" te referís a que son "antiperonistas"... ¿dónde viste eso en las películas?
Los peronistas se han caracterizado por asociar "antiperonismo" no a una corriente política sino a, entre otras cosas, el racismo, el desprecio de las clases bajas, etc. Cuando en realidad es evidente que una cosa es ser clasista y racista y otra cosa ser antiperonista (estrictamente "estar en contra de Perón").
Entonces, si hablás de gorilismo por cuestiones relacionadas a las anteriores, deberías tener en cuenta que son acusaciones muy fuertes: deberías o bien explicar a qué vienen y justificarlas o bien retractarte.
Ah, y sobre Rosas... yo considero que fue un tirano, ¿vos no?
Bueno, Cuervo, espero que respondas como antes, leo con gusto todo lo que escribís (mientras que sea respetuoso).
Espero poder seguir debatiendo,
M,
M.
- Yo no pretendo dejar afuera nada, a ver si nos entendemos: digo que no es lícito EVALUAR el cine reduciéndolo a pura forma. Cuestiono una operación interpretativa que no da cuenta de la naturaleza de la imagen cinematográfica. Que yo sepa, el cine de pura forma no existe; la pura forma es sólo el dios aristotélico que tampoco existe.
No veo como podría ponerme en contra de algo que no existe (i.e. la forma pura). Yo vi los films de Epstein y no veo por qué decís que es cine abstracto, para mí es muy concreto.
No objeto el trabajo formal, inevitable, que los cineastas hacen sobre el registro de lo real. No podría molestarme ni parecerme mal eso. Dije que lo que se elogia en estas peliculetas es una mera técnica, una arrogancia de la forma (y no la forma). Y lo más importante que dije es que no tienen alma y que de ese modo no hay puesta en escena que insufle vida a un cadáver.
- con la puesta en escena no sigo, ya dije por qué no me parece apropiado el concepto.
- a mí no me preocupa la clase social de los cineastas a menos que esta esté puesta en sus films; y cuando aparece, me interesa analizar cómo ha sido puesta (no para hacer una crítica moral, sino para pensar en el sentido que produce esa marca). Yo señalo, en este contexto de devaneo formalista, ciertas marcas de clase que estos directores quieren ostentar. Pino es un re-burgués. Yo soy un pequeño burgués (piccolo piccolo) y Visconti era arsitócrata, el único aristócrata. Estos pibes son unos tilingos patéticos gorilitas irrisorios y hacen un cine grasiento. El otro día cuando entré al 25 de mayo el ridículo de Piñeiro estaba haciendo un minuto de silencio por Alfonsín. qué ri-di-cu-lo.
Retractarme, ni lo sueñes. Y no sigo porque va a ser peor.
Es divertido que te acusen de burgués en un blog.
Lionel:
viste qué copado?
Igual releé bien el post porque no lo entendiste, no hay ninguna acusación de burgués.
Hola Oscar. No tengo toda tu retórica, ni tu capacidad de argumentación, pero coincido con lo que pensás. No entiendo qué carajo le vieron a esas películas masturbatorias. Saludos, seguiré tu blog :)
ug: creo que se trata simplemente de camarillas. Yo estoy siempre bien predispuesto para gozar el cine, provenga desde donde proviniere, pero en estos casos no pude advertir qué era lo bueno.
salutess!
Estimado Oscar, por motivos que no me interesan enunciar en un blog debo decirte que no coincido en absoluto sobre lo que expones respecto a las películas de Piñeiro y Moguillansky. En otro contexto quizás me pueda interesar refutarte los cuasi argumentos que deslizas (que si los pensas bien se parecen muchísimo a los cuasi argumentos que se utilizan para cuestionar a L. Alonso, por ej. "no conduce a ningún lado", pero quiero suponer que sabes algo de esto). Sin embargo si debo decirte que, por favor, si tus cuasi argumentos se van a centrar en la penosidad de un insulto (boludez) no te enojes cuando te tratan de tarado porque es una boludez que lo hagas.
Dicho con todo respeto, por supuesto.
Gracias Esteban por tus bien intencionados consejos. Pero me resultan alambicados e irreleveantes: en lugar de dar consejos que no voy a molestarme en tener en cuenta, lo único interesante que podrías haber hecho es, precisamente, exponer por qué no coincidís y hablar de las películas. De todos modos, tenés toda la libertad para segir comentando en el blog sin decir nada.
suerte!
Perdón Oscar, sólo me estaba ateniendo a las normas que se desprenden del post (no del blog en sí que me parece muy interesante) que se basa en descalificar sin decir nada.
La verdad no tengo nada que ver con la FUC y "Música nocturna" me parece una de las peores películas de los últmos tiempos y por motivos más destacables que la cuestión del elenco. Pero seguir adscribiendo a argumentos que sugieren que los nenes bien de la FUC no tienen nada que hacer y entonces hacen películas. Ya somos grandes y nos podemos permitir pensar el cine.
Pero bueno, como te dije, siguiendo la línea del post, no decimos nada y sólo exprimimos las chicanas que son un juego divertido.
Pero Esteban, no hay reglas en el post ni en el blog.
A lo que a vos te atenés es a lo que a vos se te ocurre, hacete cargo de que se trata de eso: de lo que a vos se te ocurre, y no quieras proyectar tus ocurrencias sobre unas inexistentes reglas del post.
Por otro lado, si querés decir algo sobre el post también podés tratar de leerlo con cierta concentración y sin distraerte: eso de los nenes bien de la fuc se te debe haber pegado de otro lado, porque en este post no hay nada de eso. Si querés discutir sobre esta tesis:
"los nenes bien de la fuc no tienen nada que hacer y por eso hacen cine"
entonces buscate quien diga eso y discutíselo. Pero si querés entablar un diálogo conmigo ponete las pilas y tratá de captar lo que yo escribí, no es tan difícil.
Y si querés hablar con una pared, proseguí por el camino emprendido, tengo entendido que Blogger dispone de un espacio casi ilimitado y todos pueden dejar sus cositas escritas acá.
Es cierto, es como hablar contra la pared del infinito blogger. Porque tu tendencia al positivismo de la literalidad asombra, por supuesto que la frase exacta acerca de los “nenes bien de la FUC” no está en este post, pero tus ideas se asemejan a las de las peores ideas de esa cosa que se llama “El amante” y que tanto sobrestima a Filippeli. Simplemente me remito al positivismo de la literalidad, porque la cosa hermenéutica, por lo visto se escatima en este post (no en el blog, repito, y tampoco en tus posiciones ideológicas con las que concuerdo en su mayoría):
“Da la impresión de que sus autores no tienen demasiada idea de lo que hablan pero ansían ser identificados como hijos orgullosos de una burguesía ilustre.”
“reconocer que ellos desean que se los reconozca como burguesitos arrogantes ayuda a pensarlos en su deseo y en su resultado.”
Es casi lo mismo que sugiere cierta gente con lo de “nenes bien de la FUC”
Ahora sí, sigo chocando contra la pared infinita de don blogger.
Un saludo.
Esteban:
si vos creés que las frases que citás se traducen como "los nenes bien de la fuc no tienen nada que hacer y por eso hacen cine", es porque tu capacidad exegética requiere entrenamiento. Supongo que si releés esos párrafos completos vos mismo te podrías dar cuenta de que ellos se refieren a:
- las marcas políticas explícitas que estos cineastas dejan en sus películas: todo lo del tirano Rosas, el sarmientismo cool o la burla (pseudo)aristocrática a los balnearios atlánticos los delatan como ansiosos por épater le peroins y tratar de inscribirse en la tradición sarcástica de un Bioy, sin el talento de Bioy. No soy yo, son ellos los que incluyen estas marcas, yo señalo su deseo de construirse de ese modo y me parece que esa intención política los hace un poco más pueriles (de lo que ya eran).
- Por otro lado, no centro en eso mi análisis de estos films, sino en la falacia de la puesta en escena: se trata de una impostura, efectivamente, porque parece que para ellos la puesta en escena tiene que ver con un trabajo técnico. La grandeza cinematográfica queda a millas de distancia de eso.
Pero esto que te estoy explicando me hace perder tiempo, lo podrías haber leído vos mismo, así que dejame de hinchar las pelotas y cuando tengas algo nuevo que decir que no sea la perezosa frase "los nenes bien de la fuc no tienen nada que hacer y por eso hacen cine", quizá te conteste.
Por supuesto Oscar que no me considero un buen exégeta ni lo quiero ser. Creo que la producción de interpretaciones ofrece más posibilidades que el positivismo de una supuesta esencia del texto que que implicaría comprenderlo de manera lineal y unilateral, tal es lo que vos preferís siguiendo una tradición ideológicamente perniciosa.
Si crees que hay una naturaleza esencial de las cosas es tu problema, pero yo de eso no me encargo.
Porque explicándote prácticas analíticas que ya han sido cuestionadas hace más de 50 años, pierdo el tiempo.
Así que mejor te dejo de hinchar las pelotas, porque ya hay demasiada puesta en escena en todo esto.
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