domingo, 31 de enero de 2010

La salvaje lejanía entre Herzog y Cameron



por oac

Mucho se sigue hablando por estos días acerca de Avatar (ayer mismo salió un interesante artículo de Horacio González que puede leerse acá). Más allá de la valoración que se tenga de la película y la menguada capacidad de la crítica para incidir sobre la taquilla, toda las discusiones alrededor de Avatar (en las que se implicaron desde el Vaticano y Evo Morales hasta los críticos que la consagraron como un film "bisagra" y aquellos otros que la cuestionaron tanto estética como políticamente) constituyen un triunfo de las estrategias de marketing, ya que para participar de los debates hay que ir a verla y esos mismos debates la mantienen en el tapete. Este efecto no es contingente, es lo que caracteriza a los films "acontecimiento". De modo que al escribir esto estoy sumándome al marketing pergeñado por the king of the world.

Uno de los puntos que resaltan los apologistas de este blockbuster es la presunta "creación" de un universo de una materialidad y un detallismo inéditos en el cine previo, algo que podríamos denominar la tesis "creacionista", que Porta Fouz expresa así:

"Cameron ha inventado nada menos que un mundo (y nuevas formas para mostrarlo): con humanoides altísimos, plantas, animales, una biología y una cosmovisión distintas...".

Y D'expósito así:

"Cameron crea directamente un mundo con una biología, una religión, una sociedad y una relación entre esas cosas totalmente nueva... Este film es el adiós definitivo al mantero y al dvd en casa; requiere bazinianamente un espectador tal que, al verlo, sienta el universo como la realidad".

Más allá de la confusa redacción de este último párrafo, parecería que el salto cualitativo que se le atribuye radica en la tridimensionalidad del mundo creado por Cameron. Habría que ver si el concepto de tridimensionalidad no se agota en una acepción apenas técnica (y yo sigo creyendo que la gran confusión de estos críticos exaltados consiste en mezclar la forma de un film con su técnica: Avatar innova en técnicas de simulación de imagen, al mismo tiempo que es tremendamente conservadora y hasta retrógrada en el plano formal). Lo que estos críticos quieren decir es que con Avatar el cine gana en realidad (esta parece ser la explicación del uso del feo adverbio "bazinianamente" en D'Expósito) a través del recurso exhaustivo del 3D. ¿De qué realidad o de qué realismo se está hablando? En principio, si algo caracteriza a esta película es su voluntad de expulsar toda huella de lo real de la pantalla y de suplirlo por una fantasía enteramente diseñada con aspiraciones de verosimilitud. Si mediante los procedimientos empleados se lograra convencer al espectador de la materialidad concreta de ese mundo fantasiado, se trataría de un triunfo de la técnica y de una derrota de lo real. Podríamos decir que Avatar es el intento más radical de una irrealización del cine. Por eso le podríamos aplicar la etiqueta "neoIrrealismo". Así de anti-baziniano como suena.



Porque lo que a partir de Bazin se empezó a concebir como "realismo" (que no tiene nada que ver con el uso del concepto de "realismo" que se hace en otras teorías estéticas) es esa huella de lo real que se resiste a toda manipulación, una resistencia que el aparato cinematográfico captura por su propio mecanismo involuntario, las mínimas vibraciones de las cosas que escapan a cualquier planificación y que en el rodaje sólo pueden hallarse, para después hacerse lugar en el montaje. El concepto de "montaje prohibido" es precisamente un reconocimiento de la soberanía de lo real en la instancia de la edición del film. Por supuesto que esto no implica una voluntad de "representar" la realidad previa, ni tampoco una renuncia al recurso del corte y montaje de planos, sino un reconocimiento del privilegio de lo que aparece sin que se lo haya previsto ni que se lo pueda prever jamás. Se filma para que eso aparezca.

No prever: ver.

Así, se deja ser lo que es, lo que no depende de ninguna subjetividad, sino que sale a la luz por sí mismo. En este preciso sentido, Avatar es el film más irrealista que se haya filmado jamás.

Obviamente, nadie tiene por qué ser baziniano, ni tomar esta noción de realismo como su credo estético, pero hay una falta de rigor crítico en el uso de este concepto que adultera el sentido del cine que se llama "baziniano" cuando es exactamente lo contrario. Si el intento de Cameron triunfa, no sólo se erradicarán los manteros que venden copias truchas en la vereda, sino que el cine le dirá adiós a la realidad. Pero hay una realidad a la que, con todos sus desarrollos tecnológicos, Cameron igual debe pagarle un pequeño tributo: es notoria la diferencia entre el punto de vista ingrávido de las escenas producidas digitalmente y las filmadas con la cámara cinematográfica. La cámara hace sentir su presencia de un modo pesado, que se agradece entre tanto simulador de vuelo. Algo parecido a lo que sucede en Titanic, pero en un sentido inverso: los procedimientos cinematográficos clásicos predominaban en la anterior película de Cameron en el 90 % de su metraje, mientras que los efectos digitales de las escenas más espectaculares parecen hoy, unos años después, más falsos y toscos de lo que se percibían en el momento de su estreno. En Avatar queda un residuo de cine en medio de una inflación de imagen simulada. El cacareado progreso se mide en relación con anteriores películas que intentaron lograr efectos similares, pero la diferencia entre imagen analógica e imagen simulada se sufre en el interior mismo de la película, de una escena a la otra. Y el desencuentro es chirriante. Creo que, en este sentido, Spielberg sabe usar mucho mejor los efectos digitales en función dramática: logra hacer que la cámara "sienta" la pesadez de sus criaturas prehistóricas. En cambio, todo el esfuerzo por captar el detalle de las figuras clonadas en las escenas de masas de Avatar (la escena del rito alrededor del Arbol Sagrado es en ese sentido penosa) sólo logra acentuar aún más su falsedad.

¿Por qué necesita Cameron enfatizar el detalle con que se visualizan un montón de tipitos clonados moviéndose al unísono? Creo que se trata de un caso de mala conciencia y en definitiva de un acto fallido. Cuanto mayor es el detallismo con que distingue a cada uno de esos tipitos, más evidente es que no hay en ellos la más mínima singularidad y que se trata de réplicas de lo Mismo. Por eso, la escena del rito es la más falsa de todas, la que acumula el mayor grado de huellas de la impostación que es el principio constructivo del film: la world music para ilustrar el concepto genérico de "rito ancestral" y la exagerada profundidad de campo que se aleja tanto del registro óptico de la cámara como de la percepción humana, todo habla a los gritos de un esfuerzo supremo por parecer lo que no se es ni se será nunca.



Todo esto lo digo porque, en una sincronicidad que se agradece, junto con el "suceso" Avatar se desarrolla en Buenos Aires un ciclo de documentales de Werner Herzog que nos permiten situar el problema del realismo y de la alucinación en el cine en una perspectiva mucho más precisa. Este miércoles se va a proyectar en la Lugones un film que desde ya recomiendo con gran entusiasmo: The wild blue yonder (La salvaje y azul lejanía), una obra de 2005 que contiene un destilado de los procedimientos más específicamente herzoguianos. Es curioso: debe ser el único film de ficción de un ciclo que se presenta como "Los documentales de Werner Herzog". Pero esto tiene una explicación: gran parte de las imágenes del film son registros documentales, pero la construcción narrativa que lo organiza es enteramente ficticia; más aún: es un delirio desatado. Según la descripción del propio Herzog:

"Unos astronautas perdidos en el espacio, el secreto de Rosswell revisitado y un extraterrestre, Brad Dourif, que nos habla de su planeta natal, cuya atmósfera está compuesta de helio líquido y cuyo cielo está congelado…, todo esto forma parte de mi fábula de ciencia ficción”.



El planeta natal de Dourif es la lejanía salvaje y azul del título y, hasta en esa tonalidad azulada, todo invita a asociar las operaciones de Herzog y Cameron... sólo para exaltar la estatura artística del alemán y la chapucería del canadiense. Herzog se vale de registros documentales de exploraciones submarinas, mientras que su protagonista, desde el relato, re-nomina esas imágenes: lo que vemos, nos dice, es el cielo congelado de su lejano mundo de origen. La fulgurante extrañeza de lo que vemos no responde a ninguna planificación, se trata de la vida submarina de nuestro planeta, de una región de la Tierra a la que el cine no llegó hasta ahora. Las medusas herzoguianas se mueven con una gracilidad que ninguna proeza digital podría lograr y desde la banda sonora la música asombrosa de Ernst Reijseger hace hablar a estas criaturas "extraterrestres" (en realidad submarinas) en lenguas. La operación poética es evidente, y lejos de imponer una impresión de realidad a fuerza de tecnologías bélicas, todo lo que hace Herzog es poner en marcha el más honesto ilusionismo que ya estaba presente en los orígenes del cine.

Ya dije antes que creo que el cine obtiene su poderoso efecto gracias a la tensión de dos elementos contrapuestos: 1) su momento "real" (la huella de la luz sobre la emulsión de la película) y 2) su momento "alucinatorio" (cada espectador alucina, por una deficiencia de la percepción humana, un movimiento allí donde sólo hay imágenes quietas). De modo que la magia del cine es posible porque se superponen dos proyecciones simultáneas: el haz de luz que atraviesa el celuloide y la impresión de movimiento que el espectador "proyecta" sobre la pantalla. Es una verdadera lucha de titanes entre lo real mecánicamente registrado y el sueño , ese otro real. Cualquier película contiene ambos principios: por más obsesivo que sea el control de la puesta en escena por parte del cineasta, el cine vive en la medida en que se escapa de las manos a todo control. En su interesante análisis de Avatar, Nicolás Prividera denomina a esta tensión "fantasmagórica exploración de lo real". Y lo dice en este contexto:

"...el imperialismo global de Avatar y su colonización del cine no es sólo la negación de la “ecología” cinematográfica, sino que -a través de su artificial concepción formal- el cine mismo es despojado de su condición ontológica (como fantasmagórica exploración de lo real) para convertirse en pura negación de la realidad (a través del mundo feliz de la sociedad del espectáculo devenida en matrix)".



Pienso que la operación de Herzog es inversa. Lo que resulta singular en su obra es su fidelidad a una obsesión: usar el cine como un órgano de visión que extiende la potencia de la mirada humana hasta el límite de lo posible; por esto creo que corresponde muy bien llamarlo un cine visionario. Nada de lo que Herzog nos hace ver es un "invento" suyo (en el sentido en que Porta Fouz y D'expósito celebran en Cameron), todo ello existe en nuestro planeta y en esto parece ser el realista más radical, contra todas las apariencias de "delirio" con que se suele asociar a su obra. Sólo que desde hace años Herzog viene viajando por el mundo en busca de esas imágenes "vírginales" que invoca en una conversación ya célebre que mantiene con Wenders en una escena de Tokio-Ga. La lucha de Herzog, reconocible desde Fata Morgana hasta The wild blue yonder, no consiste de ningún modo en viajar en busca de imágenes extravagantes (como si fuera un Pino Solanas de la deformidad), sino en reactualizar cada vez la mirada atónita de la primera proyección de la llegada del tren a la estación. Ver no para reconocer, sino para des-conocer. Lo extraño, nos invita a pensar, no es ningún mundo imaginario, sino este mundo nuestro. No hace falta desarrollar onerosas técnicas, hay que salir a la busca de las imágenes. Y algo más todavía: hay que usar la cámara para descubrir lo alucinante en lo real. Mientras Cameron se interna en laboratorios asistido por un ejército de ingenieros con el fin de abrumar la percepción del espectador con tal cantidad de información visual como para dejarlo embotado, Herzog sale al mundo con su cámara: su cine no es posible sin la presencia corporal de la cámara como una extensión del cuerpo del cineasta. Un film como Fitzcarraldo no se concibe sino como una aventura de rodaje, tan insensata como la historia que cuenta: construir una ópera en medio del Amazonas, transportar un enorme barco a través de la selva. Se trata, claro, de una ficción en la que un extraviado quiere hacer una representación artística en medio del espacio más salvaje, pero a la vez el film es un documental de su propio extravío.

La presencia corporal de la cámara y su utilización para traer a la luz lo oculto de lo real puede ser el rasgo constante de todas las películas de Herzog. Puede encontrarse en El gran éxtasis del tallador en madera Steiner, en la que el esquiador Steiner se propone atravesar una experiencia de vuelo que inevitablemente termina en el golpe contra la tierra nevada, pero que el cine logra ralentar en su momento casi milagroso. También está en la inquietante Gasherbrum - La montaña luminosa, en la que Herzog acompaña a un dúo de eufóricos escaladores que se proponen una proeza tan inédita como inútil: la de llegar más alto escalando no una sino dos veces en lo alto. Se trata de empujar un límite para explorar la posibilidad de lo humano. Los escaladores no buscan un éxtasis sobrenatural, sino llevar su propio cuerpo, con el peso que tiene, hasta donde el cuerpo pueda. Se pregunta Herzog:



"¿Por qué sentía Messner –un hombre que había perdido a su hermano en una expedición– la necesidad de escalar el Nanga Parbat una segunda vez? ¿Qué motiva a un hombre así? Una vez le pregunté si no pensaba que estaba un poco loco por seguir escalando montañas. ‘Toda la gente creativa está un poco loca’, me dijo”.

Es claro que Herzog acompaña esta locura, que la comprende como propia. Y esto sucede literalmente en esta película: el equipo de filmación sube con los escaladores hasta cierta altura, hasta donde les resulta posible ir juntos. Después los escaladores siguen subiendo y Herzog se queda esperándolos. Ellos se llevan una camarita con la que registrarán el momento en que llegan a la cumbre y el film entonces incluirá ese fragmento que los mismos protagonistas registraron. Pero Herzog se queda ahí, esperándolos, y la distancia que se abre entre ellos permite trazar esa línea que los separa tanto como los une: porque Herzog coincide con ese tipo loco que sólo se propone seguir caminando hasta que el horizonte se acabe, o hasta que la muerte lo encuentre. Al final de Gasherbrum - La montaña luminosa, el escalador y el cineasta acuerdan en que un día van a emprender esa caminata, que el escalador irá unos metros adelante y que Herzog lo seguirá un poco atrás, con la cámara.

Nada de esto sería posible si el cineasta no se hubiera consagrado a un nomadismo desde hace tantos años, si no hubiera decidido que el mundo es tan asombroso que merece ser filmado.

Vean, si pueden, las últimas películas de este notable ciclo de Werner Herzog en la sala Lugones. No se necesitan anteojitos ni antifaz para verlas.

Cameron anuncia, mientras tanto, Avatar 2 y Avatar 3 para la década entrante.

36 comentarios:

liliana dijo...

"Se trata de empujar un límite para explorar la posibilidad de lo humano".

Salí emocionada del cine después de ver "El gran éxtasis..." y "Gasherbrum...". El talento de Herzog, en tanto posibilidad artística, provoca ese sentimiento.

julieta eme dijo...

una pequeña anécdota:

mi primera película de Herzog fue Nosferatu. la vi a los 15 años, una noche de domingo, en una casa en Banfield, mientras toda mi familia dormía. la vi sentada en mi cama, en una tele de 14 pulgadas, blanco y negro. por supuesto, en esa época yo no sabía que la película era de Herzog ni que el vampiro era Kinski. la vi porque, enamorada de todo lo vampírico como estaba, veía todas las películas de vampiros que podía. y juro que recuerdo mi visión de la película como si hubiera pasado ayer. juro que puedo verme a mí misma viendo la película, sentada en mi cama, en la total oscuridad de mi habitación, iluminada sólo por la luz de la pequeña tele. juro que recuerdo el asombro, la terrible maravilla, que sentí mientras veía la película. porque yo supe, mientras la veía (y cuando ya había terminado), que estaba viendo algo increíble, algo que nunca había visto, un objeto precioso. mi asombro era una especie de éxtasis hermoso del que no quería despertar. y sí, podría decir que estaba alucinando, inmersa en alguna especie de sueño maravilloso. y con esta película me pasa lo mismo que dije que me pasa con Los puentes de Madison: no quiero verla de nuevo, porque tengo miedo de que el impacto que sentí la primera vez no vuelva a estar ahí en la segunda visión. me encantaría ver la película de nuevo en el cine y a la vez me da muchísimo miedo.

besos.

Christian dijo...

Se extraña ver al Nostromo de Alien, internandose en la oscuridad mas profunda del espacio.
Y era una Maqueta!!!!!

Christian E.

claudio caldini dijo...

Hola Oscar,
No voy a ver avatar, los monigotes azules de la publicidad me parecen muy bio-desagradables. Leíste la nota de André S. Labarthe que reprodujo Pablo Marín en Laregioncentral.blogspot.com?
Hoy me llega un e-mail colectivo denunciando que Macri privatizó el planetario ¿harán allí una sala IMAX?
saludos!

Anónimo dijo...

Una corrección si me permite Cuervo. El apellido del crítico de cine es "Despósito", no "Dexposito". Salvo que lo de "Dexpósito" sea una broma que no alcanzo a entender. En fin, muy buena nota.

Hernán dijo...

Excelente la nota, Oscar. Describís muy bien dos concepciones antagónicas del cine, dos ideas políticas acerca de lo que el cine es o debería ser. Me pasó que la primera vez que vi Avatar me apabulló desde lo visual y, como decís en ésta y en otras notas que escribiste sobre la película, también me pareció que la técnica estaba por encima de lo formal (algo que no pasa en grandes películas del director, como Aliens o Titanic). Y sin embargo, la segunda visión de la película me permitió encontrar una declaración de amor sin precedentes (al menos en el reciente cine mainstream de parafernalia tridimensional) hacia un nuevo tipo de imagen construida sobre la pantalla (declaración de amor suena fuerte, lo sé, pero no encontro en el apuro palabras mejores). Porque lejos del discurso ecológico y de ciertas imágenes de tipo new age, Cameron se le declara como nunca a un tipo de cine digital que él mismo, muchos años atrás (con El abismo y Terminator 2), inauguró de manera industrial. Y lo hace con ideas (algunas mejores que otras, claro) y un despliegue de simetrías que a lo largo de todo el relato se resumen, paradójicamente, en la misma gran idea que resume tu análisis: "usar el cine como un órgano de visión que extiende la potencia de la mirada humana hasta el límite de lo posible". Pero viendo el mundo (y en consecuencia, el cine y sus posibilidades), está claro, desde una esquina a varias cuadras de la de Herzog. Hasta uno podría interpretar esos 3 ó 4 planos incómodos, poco armoniosos con el resto, pero ubicados a plena conciencia (esa imagen que simula una suerte de registro documental, en mano, que hace zoom y foco durante algunos momentos precisos durante las escenas de acción en Pandora) como un resto formal (ya no técnico) que continúa uniendo el mundo real (el cigarrillo de Weaver) del sintético (las medusitas luminosas), no sin cierta debilidad. Como si la misma cámara diera un grito de auxilio (en vano, porque Cameron es quien decide finalemente en qué mundo quedarse, nos guste o no), para no dejar en el olvido su presencia corporal, como decís, en tanto posibilidad de extensión del propio cuerpo del cineasta. Y esto, como la última imagen de la película en la que algo muere para que nazca otra cosa (en simetría con la primera, pero a la inversa), es también una idea política del cine; es también hacer, aunque suene extraño por lo que Avatar representa, cine políticamente. Porque Cameron no es un mercenario como Lucas, y porque Avatar existe (aunque sea díficil verla de esta forma) por fuera del marketing pergeñado y el discurso impuesto de 'film acontecimiento'.

Saludos.

Oscar Cuervo dijo...

Hernán:
decís:
« "usar el cine como un órgano de visión que extiende la potencia de la mirada humana hasta el límite de lo posible". Pero viendo el mundo (y en consecuencia, el cine y sus posibilidades), está claro, desde una esquina a varias cuadras de la de Herzog».

El asunto es que yo no creo que cuando vos decís «mundo» para referirte a Cameron estés hablando del mundo, sino de un «mundo» en el que lo imprevisto no puede aparecer.
Es «mundo» no es el mundo, sino por un abuso semántico. Creo que Cameron se ha encerrado en un laboratorio. No creo que sean dos perspectivas distintas del mundo, sino de alguien que sale al mundo y otro que se quiere inventar un mundo técnicamente, sin las asperezas (ni por lo tanto la belleza) del mundo real. El resultaod es una belleza que tiene los límites no de la capacidad de percepción humana, sino los límites del gusto de los ingenieros. A estos ingenieros les debe parecer bonito este Arbol de Navidad de Shopping que Cameron erige como becerro de oro. Imagino que dentro de unos años Avatar será vista como un objeto kistch con sus arbolitos fosforecentes y sus luciérnagas clonadas.

Pero yo no soy quién para decir cuál es el rumbo que debe tomar el cine, sólo comento lo que veo en el cine hecho. Aunque por otro lado, tanto la campaña publicitaria como la crítica apologética si hablan de que este es el FUTURO DEL CINE. Ahí sí hay un proyecto político, que no es sólo de Cameron, sino de todo el dispositivo que lo respalda.

edgar dijo...

Blogger Hernán:
Que bueno lo que decís. Es una de las pocas miradas que resaltan los méritos de Avatar (más halla de D’Espósito y Porta Fouz, para mi piacere demasiado entusiastas y , por momentos, respecto a cosas que no hacen a lo relevante del film) y que parece tener en cuenta el esfuerzo de Cameron por hacer su cine, el cine que le gusta, a varias cuadras de otros, pero suyo, y que yo creo también que lo enamora, como vos decís.
Y esto que escribís: "porque Avatar existe (aunque sea díficil verla de esta forma) por fuera del marketing pergeñado y el discurso impuesto de 'film acontecimiento'." creo que está en el centro de las -tantas y despiadadas- criticas que se le han hecho.

Y es que es tan fácil atacar a un film menor que tiene aceptación popular, es demasiado fácil. Se "pontifica" contra Avatar, desde una especie de "intelligentsia under" autoreferenciada y repleta de conocimiento cinematográfico.

No viví la tensión de los dos mundos, las simetrías -que es una buena forma de resignificarlo- como si finalmente, la imagen digital pidiera auxilio, sustento corporal, sino como la lógica aproximación a una estética formal que recién está en sus comienzos. En ese sentido, Avatar es experimental, pero, tampoco se le perdonan. Y todo tu comentario es cálido, Tanto con Cameron como con Cuervo. La verdad, muy bueno.

Cuervo:
Me pasa que ya no veo manera de que te corras medio metro de tu silla y repienses desde otro lugar. Sí, ya sé, "no vas a pensar lo que yo quiera que pienses", lo dejaste claro frente a otro interlocutor, y es que ni siquiera ese es el caso. Lo bueno, creo, pasa siempre por el mix de visiones de la cosa, no ya una potente monomirada más fuerte sino cierta estereoscopía de la cosa -y no haré el chiste del 3D-.
¿Qué defendés? Fijate bien: defendés tu foco, tu foco Oscar Cuervo, tu identidad. ¡Volvete nadie, loco! Es la trampa de siempre: mientras más colosal sea un ego, mas atrapado estará y más pesada será su caída. Y siempre caemos. Para los cinéfilos de tu palo Avatar ya es un árbol caído, y siguen haciendo leña. Abro tu blog, porque está bueno leerte, y ¡pum!, otra vez contra este film querido (y el artículo que citás es predominantemente ocurrente, no mucho más)
A que viene comparar C. con Herzog, Ridley Scott, Coppola? Por ese lado la podés astillar ad infinitum a la peli... y?
No quiero repetirme, te lo dije en la otra discusión: es lo que es! Y no contesté tu último post porque al respecto de la no-originalidad ya me había referido bastante antes -y presentía, en ese otro blog, era hora de cortar.

Hay un tema con "Avatar", hay algo que no te deja de joder y presiento que para vos es como un mega-sicario de lo que odias. Bueno: te estás perdiendo la película, la pequeña película que hizo, con su ya conocido estilo, el pequeño de Cameron. Los lentes son tuyos. Y da, sí, para indagar su manifiesta contradicción, pero es para indagar en muy otros términos si hay o no antifaz.

Loco, he leído y admiro lo tuyo, pero no todo pasa por ese cristal. Hay pequeñas cosas buenas en el Cameroniano film. Terminás siendo vos la topadora que invade desde la ciudadela del "alto cine". Lacrimógeno, napalm y misilis, tal cual, contra una peli que es un cuento, solo eso, y si es más hay más, es un mensaje espléndido e inusitado... y si hay más...! ese vínculo político desde la pantalla... ok, es para no perderle el ojo, hacer relecturas, indagar ahí, no para hiper-defenestrar la totalidad.

Abrazo. No, saludos, porque me estoy cagando de calor.
Y disculpá si me metí con lo personal. Siempre me zarpo. Sorry
Edgar -ya sabés cual.

edgar dijo...

Estás viendo 678?
Está muy bueno

nemo dijo...

oscar, te estoy oyendo ahora y la verdad es qeu me quede pensando en la diferencia entre ese supuesto 'realismo' de herzog y la 'ficcion irreal' de cameron. Eso no se sostiene porqeu el amazonas de herzog, no es el 'Amazonas'. Es tan ficcional como el mundo 'irreal' de cameron.

nemo dijo...

¿con tu criterio la 'ciencia ficcion' entera, la 'fantasia' ('toda literatura es fantástica' JLB) seria problemática menos legitima que la extrañeza de lo 'real' de Herzog?

Esa es una discusión muy básica Oscar, me parece. Y sobretodo, no es un criterio de validación estética, ni política. En principio desconfiaria mucho de la 'verdad' del 'realismo'. Un 'realismo' que ni siquiera es lo que vos planteas. Porque en Bazin, puede ser, pero para Lukacs o para Kracauer el 'realismo' es la tensión, la representación del conflicto, no de lo 'real'. Tal vez por ese lado Herzog muestre ese conflicto de la naturaleza y Avatar lo cierre, pero ese seria otro argumento.

Oscar Cuervo dijo...

Edgard:
yo estoy elaborando mi mirada a partir de la escritura: yo escribo estos textos para ver mejor lo que vi, al escribir, re-veo y al rever, vuelvo a escribir. Es el trabajo que hago con migo mismo. Si no te gusta o si prefirieras leeer otra cosa, lo siento, pero no es aquí donde lo encontrarás: si querés leer algo distinto de todo lo qu se haya escrito, tenés que escribirlo vos. "La libertad sólo es visible para quien la labra": así que labrate tu mirada y no la esperes de mí, porque nunca encontrarás en mí la mirada que vos preferís. El que avisa no es traidor. Y antes que predicarme salirme de mi ego, salite vos del tuyo y no le des consejos a alguien que no te los pidió.

«"Terminás siendo vos la topadora que invade desde la ciudadela del "alto cine". »: Hay una manera muy sencilla de evitar esta topadora tan invasora: si no pasás por este pequeño blog, probablemente no sepas más nada de mí. Mirá que invasor que soy!

Oscar Cuervo dijo...

Nemo: evidentemente con tu ejemplo de la ciencia ficción y del Amazonas ficcional de Herzog no entendiste de lo que hablé. El realismo en el sentido baziniano (no lo traje yo a colación, sino D'espósito, cuyo uso critico por totalmente erróneo) no es un género, al lado de la ciencia ficción o de las películas de época o de las leyendas griegas. El realismo baziniano se refiere a la ontología de la imagen cinematográfica. Es una especificidad no trasladable a otras artes, como el teatro o la literatura por ejemplo. Eso está bastante enfatizado en mi post, pero vos me salís con la ciencia ficción. No me interesa ponerme a discutir a Lucaks, Kracauer, Aristóteles, Platón, Adenauer, Descartes, Laplace, Pasteur, Hegel, Bendetto Crocce o Lipovetsky: evidentemente todos tendrán sus postulados al respecto. Yo planteo mi mirada circunscripta al concepto de Bazin, el uso erróneo de D'esposito y mi propio concepto del cine, en función de dos posiciones cinematográficas. Tenés todo el espacio que quieras para exponer la tuya.

Oscar Cuervo dijo...

Claudio:
voy a leer la nota de Labarthe y después probablemente haga un link a ella. Vos tenés la fuerza de sustraerte a la película "acontecimiento", yo caí en las redes del marketing, pero bueno, alguien tiene que ponerle el cascabel al gato. Me da gracia los que piden que cambie mi mirada ¡si el 90 % de la crítica mundial es laudatoria! ¿Querrán lograr la unanimidad absoluta?
Claudio, un pedido: tenenos al tanto de dónde y cuándo se pueden ver tus películas.
Yo te debo los escanneados del Expreso Imaginario, tengo el escanner roto, voy a ver si la Foz me pone un aviso de Avatar en la radio y pago al técnico. Cuac!
No, en serio, una tarde de estas, cuando baje de los 45° Celsius salgo de mi casa y escaneo las revistas.
saludos!

Oscar Cuervo dijo...

Julieta, Christian, Liliana:
les mando besos para que no se pongan celosos, pero cuando nos veamos en persona les doy los respectivos besos.

julieta eme dijo...

ahh menos mal que mandaste besos eh, porque sí, ya me estaba poniendo celosa... ajaja

qué calorrrrrr.............

claudio caldini dijo...

Oscar, no creas que no me tienta ver Avatar, si no voy es porque me hace muy mal enojarme. Desconfío de cualquier película que lo promete todo. Espero ver alguna instalación 3d en menor escala con algún músico que valga la pena. En cuanto al futuro del cine, en LiveCinema en Sao Paulo vi cosas muy auspiciosas en ese sentido.
Te aviso cuando haga mis proyecciones múltiples. En youtube, canal de caldiniclaudio hay algunas muestras gratis.
No hay apuro con los scaneos, tranqui.
saludos

liliana dijo...

En cambio yo, juro que no soy celosa...

Muy bueno el artículo de Koza que subiste al costado del blog. Es evidente: Herzog nos empuja los ojos.

Anónimo dijo...

Si en la próxima revista escribís sobre avatar te regalo un título que me surgió de la cocina de acá.
Interpelando girasoles a garrotazos
H.

edgar dijo...

Cuervo: todo bien, no problem, si no da para el debate, no da. Para eso lo tenemos al Poema Gestáltico, ¿no?
Además Cameron este mes no me mando el cheque... ma' siii...
Saludos y que estés bien.

Impresionante 678 ayer.

Oscar Cuervo dijo...

Sí da para el debate. Pero el debate es que vos digas lo que pensás y no que me aconsejes a mí que cambie de posición. Lo que me proponés no es debate, sino sumarme al coro laudatorio que encontrás en el 90 % de los medios. Para debatir tendrías que analizar mis argumentos y decir en dónde se equivocan.

edgar dijo...

Cuervo: estacioná la moto, man, vas tan rápido que no "advertís". O por lo menos sacate el casco. Nunca pretendí que cambies tu mirada, por el contrario necesito otras miradas para cuestionar la mía. Será una defensa refleja, estarás muy acostumbrado, pero ese no es mi estilo.

No tengo nada que ver con el Sistema, sobrevivo en los bordes, te lo garanto, más que vos. Así que no pretendas alinear mis opiniones con el “enemigo fácil”, “el 90% laudatorio”, te presento algo un poquito más complicado Y no me pidas que re-analice tus argumentos porque ya lo hice, y te replique, y vos seguiste en 5ta como sin mirar en las esquinas.

Dejame decirte esto, hay dos diálogos que son una cagada: aquel donde se atiende lo que el otro “dice”, literalmente, y no lo que “quiere decir” (y para eso hay que escuchar desde la buena leche), y aquel donde se lo usa al otro como pase para el gol, cosa de tipos hábiles (y débiles), “hablá, hablá, seguro me vas a dar tela que cortar y agua para mi molino”. Eso sí que no es debate. Esa es la impunidad del que tiene data y piensa con rapidez.

Uno y otro me parecen diálogos mezquinos, por decir diálogos. Bueno, Cuervo, vos tenés un 9 y un 8,50, tuí! tuí, pasate de nivel, podés dar dos vueltas gratis sin que te salte game over.

Y ¿sabés qué?, ya me dio por las bolas todo esto, tu cruzada contra “El Amante”, todo aquel post bravucón “a la pipeta”... si después tenés las grupies que te dicen que sos un genio, que sos un “hijo de puta”, maestro. Toda esa extensa descalificación de un film menor, chivo expiatorio, “Avatar” es el “chivo expiatorio” de todos los que al unísono aman otro modelo de cine y odian la industria que lo tomó, que lo capturó para venderlo e imponerlo en el mundo entero. NO, perdón: Avatar ES la industria capitalista. Bueno, demostrámelo, más allá del prejuicio en el que comulgan los cinéfilos, demostrarme que no es una simple, quizá menor película de Cameron. Y si no podés hacelo, se más prudente, loco. Pensalo, pero exponelo con prudencia. No seas prepotente, esa es una característica que detestás cuando viene de arriba. Y vos sabés bien que una cosa es un film y otra como la explote el comercio.
Y en cuanto a debatir: no tenés idea qué es un debate, porque empieza por sostener un respeto casi religioso por lo que el otro te está diciendo, por ese otro universo, atenderlo, buscando aquello donde Sí la emboca y puede iluminar la cosa, el tema, porque no importa lo que piensa o pensás vos, lo que importa es lo que puede ocurrir ahí, ahí, en la riqueza de ese instante. Lo valioso es el encuentro no las partes.
Es todo tan viejo, pero tan viejo ya, y se repite, y se repiten los cliches formateados y veloces, jamás un 2, siempre 1 y 1, el menos hábil pierde y a otra cosa. Que pase el que sigue.

Pero la vulnerabilidad, el polinizarse de uno a otro, el vacío que escucha, la posibilidad de lo nuevo como múltiple, un valle entre tanta montaña...
Pero no: el ego es Rey, el intelecto poder, y el escepticismo sabiduría.
Y lo peor es que toda esta forma de no-relacionarse le hace el caldo gordo al Imperio.
En fin.

Oscar Cuervo dijo...

Edgard:
gracias, me conmoviste, voy a replantearme toda mi vida después de tan valiosos consejos.

liliana dijo...

En el intento por descalificar a Cuervo, varias veces se menciona la presencia de "las groupies" en este blog, en una calificación desvalorizante hacia las mujeres que comentan, cuando están de acuerdo con el administrador de La Otra. Nada se dice de los hombres que acuerdan y lo expresan en sus comentarios.
Lejos del fanatismo o la adhesión incondicional, varias de nosotras hemos sostenido polémicas con Cuervo respecto al cine, a la política o a otras cuestiones. Más allá del afecto, cada una posee un pensamiento propio, y lo ejerce sin prejuicios.
Prejuicios que sí parecen teñir los comentarios como los de Edgar y los de algunos otros que a veces visitan este blog y que dicen bien a las claras de sus posiciones políticas. Ya que toda forma de discriminación (en este caso de género)constituye, sin lugar a dudas, una posición política.

julieta eme dijo...

"¿Qué le hemos hecho a nuestros paisajes? Hemos avergonzado a los paisajes".

hermosa frase de Herzog.

liliana: en un todo de acuerdo con vos.

besos.

Pablo Taskar dijo...

Bueno, entro por la puerta lateral simplemente para participarlos del disfrute que resultó ver el domingo Wings of Hope a sala Lugones llena.
Y no pude evitar pensar que Herzog ya había escrito el mejor capítulo de LOST cuatro años antes de que el producto apareciera, fíjense: coincidencias que dividen destinos en un aeropuerto, aviones de línea que se caen, flashbacks y flashforwards, una “estación” de estudios biológicos en plena selva, el oso entrevisto en un plano…

Así como en formato televisivo David Lynch pudo desarrollar Twin Peaks o Fassbinder su Berlin Alexanderplatz, ¿qué no podría hacer Herzog con un vuelo catastrófico, una isla fuera de radar, personajes mesiánicos, y dinero para la producción de unas cuantas temporadas?

julieta eme dijo...

ah, y me olvidé de comentar sobre lo más importante!

quedó buenísimo el blog!! más amplio, con más aire. y al fin se puede leer la letra negra sobre el fondo blanco!! muchas gracias!! ajaja

más besos.

edgar dijo...

Cuervo: gracias a vos el espacio y por leer.
Liliana, Julieta: tienen razón, no estuvo bien. Si de eso se trata, confío más en la naturaleza femenina que en el gobierno de los machos de la especie.
Saludos.

Eduardo Chinaski dijo...

Crítica de la Zona-Cine

EL DESIERTO TECNOLÓGICO

RESEÑA DEL FILM AVATAR, DE JAMES CAMERON.
Por Eduardo Chinasky

“Ya no puedo pensar lo que quiero. Las imágenes movedizas sustituyen a mis pensamientos.” (Georges Duhamel)

1) Avatar cumple paso por paso con los requisitos del concepto de "desierto tecnológico", propuesto por Ballard. Un paisaje yermo sin ningún rastro humano. Sólo la tecnociencia in extremis reinando en un baldío digital. Mas allá de su devaluada imaginería, Avatar es un film infecundo, estéril, un inacabable erial donde es imposible encontrarse con una emoción verdadera. Ni amor, ni náusea, ni furia, ni coraje lo pueblan. Frío desierto de inválidos.

2) El fuerte de Cameron nunca fueron los matices. Ni la construcción de personajes, apenas vehículos para ciertas ideas muy básicas. Hagamos ahora una breve retrospectiva sobre su filmografía: su Exterminador (Terminator) era uno de sus personajes más logrados, porque precisamente era una máquina que no tenía características humanas. Terminator 2 es más una remake de la primera que una continuación. La primera señal de alarma vino con The Abyss. Según Cameron, faltan unos fragmentos, quitados por el estudio (él no tuvo el corte final, parece), donde se explicaban ciertos detalles de los extraterrestres subacuáticos que le otorgaban espesor mitológico a la película. Mentiras verdaderas funciona relativamente hasta el famoso streap-tease de la Curtis, de allí se desbarranca fatalmente, y la secuencia final con el terrorista islámico en el avión es para la antología de lo barato, del lugar común, del falso suspenso producido por el efecto “montaña rusa”. De lo televisivo, en fin.
Titanic fue un punto alto: dimensión mitológica (marca indeleble del cine “clásico”), personajes creíbles (no maquetas), aventura, arrojo, reflejo en la pantalla del propio deslumbramiento del director. Se podía escuchar latir un corazón. Verdadero cine “clásico” (las comillas son necesarias), en una época en que la critica tiende a llamar “clásico” a cualquier relato cuadrado y ramplón. Sería bueno recordar que en cine de ficción “clásico” nunca se mostraba “todo”, y que su fuerza residía justamente en su limitación, en la “promesa” de otra imagen.
Y llegamos a Avatar, una summa de todos los lugares comunes visuales y conceptuales del cine de aventuras. Es difícil no sentir rechazo ante tanto cliché remanido, tanto seudo-espiritualismo New Age, ecologismo barato. El rechazo también podría surgir porque todo funciona “demasiado bien” en la película. Hasta los tiempos aparentemente muertos y los diálogos absurdos. Todo encaja. Y este fenómeno no sólo nos habla de un mecanismo de relojería perfectamente ensamblado que no deja espacio a la humana espontaneidad, sino de un cine del cálculo, de la rentabilidad y principalmente del efecto. Lo que nos hace tomar distancia de lo mostrado no es un defecto de representación, sino su exceso de perfección. Falta ese punto que los bordadores de tapices de Oriente dejaban suelto, esa falla, para que, según ellos "entrara Dios".Interesante pensamiento. La divinidad, lo inasible se cuela a través de las fallas...Mientras tanto, en Avatar, como dirían los Straub, todo esta “reconciliado”.

3) Hablando de los Straub (sin hacer comparaciones, necesariamente), ellos dicen: “Mirar como nunca se ha visto antes, como la primera vez. Una palabra, como una imagen, no debería ser nunca una moneda de cambio, debe ser como algo que se recibe en el primer día del mundo, algo que asombra. Es la gran idea de Brecht: nada se da por descontado; todo debe ser sentido y vuelto a sentir como si fuera al primera vez”

4) Las fuentes de Avatar son variadas: Danza con Lobos, La Selva Escarlata, relatos chamánicos, mitos germánicos (el árbol que reina sobre el clan es muy similar en concepto y aspecto al Árbol Ydgrassil de la mitología escandinava), panteísmo, y alguna otra leyenda que andaba por ahí, vio luz y subió.

(continúa, es la única forma de publicarlo)

Eduardo Chinaski dijo...

SEGUNDA PARTE:

5) André Bazin contestaba la pregunta “¿Qué es cine?” a través del concepto de que el cine se convertía fundamentalmente en una “mecánica impasible”, o sea “un dispositivo de registro que debe in extremis poner en escena una alucinación verdadera”. Para Bazin, la técnica cinematográfica debía convertirse en un medio de no-manipulación para captar la realidad, el mundo.
Hoy, las nuevas tecnologías con su poder de permutación y simulación, -aparentemente absoluto- hacen del cine mainstream un “arte” (las comillas también aquí son necesarias) de la imaginación. Así, todo mundo imaginado se vuelve visible con la mediación tecnológica (Matrix, El señor de los Anillos, Avatar), en detrimento de la magia inconsciente e inasible del mundo a través del cine.

6) Avatar: film paradójico. Mientras se habla en los medios serviles de la “desbordada imaginería” de Cameron, en su visión el film sorprende en su chatura visual: una vez que vimos un elemento, lo veremos en los planos siguientes. Todo será igual. Vuelos, saltos de árbol en árbol, batallas. Y así ad infinitum, más y más de lo mismo, cabalgando sobre una falsa progresión dramática. Aunque cueste creer: una montaña rusa monocorde. Y mientras el film postula a los gritos enrolarse por las buenas causas (la corrección política llega al extremo de poner un protagonista lisiado), uno descubre que el efecto es en realidad tóxico, polucionante. Como el Agua Perrier. Una vez leí que para producir un litro de agua Perrier, un producto sano y a la vez sofisticado (como pretende el engendro Avatar) se desperdician 26 litros de agua pura, se producen 500 cm. cúbicos de hidróxido de carbono y otros contaminantes. O sea, un producto que termina intoxicando el ambiente mucho más de lo dice salvaguardarlo.

7) Otro aspecto que al film le juega en contra es el maniqueísmo de sus personajes (como ya comenté, el talón de Aquiles de Cameron), que intenta producir un efecto de “identificación instantánea”, un tanto desmañada, burda. Como los villanos son tan pero tan malos, sin una duda, sin un pliegue, y los buenos lo son casi hasta la santidad, el director no nos deja opción: ¿quién se enrolaría en el bando de los invasores, aunque fuera un momento? Así, Cameron nos deja tranquilos: los malos siempre son los otros, el mal está afuera, y nosotros estamos por suerte en el casillero de los buenos, acompañados por Jack Sully y sus aliados, los hippones Na´Vi.
Esta conciencia tranquilizadora anula toda ambigüedad. Y todo pensamiento. Es que el film de Cameron, diría Daney, opera sobre una “visual” (estereotipo, corroboración del funcionamiento de un mecanismo, homogeneidad) que sobre la “imagen” (alteridad, heterogeneidad) de invasores e invadidos.

8) Cameron apela durante casi todo el metraje al recurso banal del uso de la World Music para trasmitir una vaga idea de "cultura primitiva" o “aborigen”. El film –una suerte de programa del National Geografic extraterrestre- no podría jamás compararse con obras maestras en el género de la aventura ni mucho menos en el terreno del documental sobre mundos y seres extraños que pueblan la filmografía de, por ejemplo, Werner Herzog.

9) Y no es casual la mención de Herzog, (el más grande explorador del cine desde Flaherty, según Sergio Wolf). El poeta Herzog, (de quien se ha dado un ciclo interesantísimo en la sala Lugones), es un hombre que con su imaginación y su vagabundeo ha explorado un mundo infinito, inabarcable: éste mismo en que vivimos. Y nos ha relatado mitos y leyendas de seres fabulosos que desde el principio de los tiempos sueñan con lo mismo: trascender a la Muerte, explorar los extremos, buscar tenazmente la gloria. Y no son los Na´Vi, somos nosotros mismos.

Eduardo Chinaski dijo...

ÚLTIMA PARTE

10) Entonces, Avatar es esencialmente, un mapa. Un intento de cartografía por donde se supone debería navegar el cine mainstream en el siglo XXI. Y sus recorridos a seguir podrían ser: a)evitar la piratería; b) prepotencia tecnológica aplicada a los medios de producción; c)desdeñar el relato y sus necesidades, elaborando un cuento infantil y ñoño; d)secuestrar y mantener de rehén al espectador en la sala del cine y sus negocios derivados (comida, bebida, merchandising oficial) y no en el ámbito hogareño; e) la industria cultural como forma de dominación irresistible; f) la cuestión de la técnica instalada para opacar otras cuestiones que fueron preponderantes en la historia del cine; g) bombardeo sensorial continuo e indiscriminado que hostiga los sentidos y que produce dos efectos: uno, no permite respirar al plano en sí (recordar: el plano es un organismo vivo, con existencia propia y muerte también propia), y dos: no dejar respirar mentalmente al espectador, ni mucho menos permitirle detenerse a degustar la belleza de una toma determinada. Todo pasa rápidamente, produciendo un efecto de atosigamiento y vértigo. El resultado: apenas una especie de video-muzak, una música funcional para no pensar, no emocionarse, ni inquietarse porque Cameron ya nos lo da todo digerido. El director ya pensó por nosotros. Varias de las características enumeradas aquí ya existen, esto no es nada nuevo, sólo que Cameron las lleva más lejos que nadie hasta ahora.

11) Así, hoy el cine se ha convertido en un espacio de privilegio para la exposición de las nuevas tecnologías digitales. “Con este tipo de realizaciones llegamos a la etapa en que el Capital reflexiona sobre su propio desarrollo y convierte a la tecnociencia en un espectáculo de consumo” (Domin Choi, “La imaginación técnica en el cine. La matriz de lo visible”).

12) Entonces, el embobamiento de buena parte del público y de la crítica parte de la innegable –pero al fin vana- supremacía tecnológica del film. Pero en realidad es un espejismo en el que se engañan demasiados: como decía el crítico Rodrigo Tarruella, los avances tecnológicos de hoy son la chatarra del mañana.

13) Otro signo de confusión parece ser el contenido ideológico del film. Y aquí caemos por enésima vez en el terreno resbaladizo de las paradojas: mientras Avatar se presenta a sí misma como bandera de las buenas causas y el respeto ante la diversidad, su subtexto es otro: un mesías blanco que vendrá a redimir a los aborígenes. Con éste meta discurso racista y defensor del colonialismo y la Conquista, increíblemente Cameron ha seducido a las almas bellas, ciegas ante lo evidente.

claudio caldini dijo...

acabo de ver (y de escuchar) The wild blue yonder, obra maestra y ¡maravillosa partitura de Ernst Reijsiger! Herzog es también uno de los grandes musicalizadores de cine.
En el episodio del "transporte caótico" no pude dejar de recordar los infundibula-crono-sinclásticos de Las sirenas de Titán, de Kurt Vonnegut jr, que yo llevaría al cine si tuviese los medios de Cameron. Hollywood nunca aprenderá.

julieta eme dijo...

las escenas del océano son muy buenas, pero para mí, la escena que justifica haber vuelto a ver toda la película es la toma final: con esa suerte de montaña trunca inmensa con agua brotando no se sabe de dónde y todo el verde alrededor y abajo. esa montaña está en algún lugar de este planeta. ese lugar existe realmente y es increíble. es de fantasía, de ciencia ficción. es alucinante.

Oscar Cuervo dijo...

Y no hacen falta anteojitos!

Edú dijo...

He visto las 2 películas. Avatar en Sala 3D y The Wild Blue Yonder en mi PC, sin subtítulos.

En la primera tardé mucho en sentirme cómodo con el artificio tridimencional, lo que creo es un punto a favor: fotográficamente hablando es funcional a cierto tipo de espacio (la nave o sala de comandos) y a cierto tipo de lente (el gran angular). Por lo demás, me pareció innecesario. Narrativamente es una película entretenida y convencional. Es más, no me empecinaría en compararla con The Wild Blue Yonder porque jugaría en su contra mi afinidad artística. Me parece que lo más justo es compararla con El Abismo, y entonces resulta a las claras una película muy inferior: en desarrollo tecnológico, en narración y en originalidad dramática.

En cuanto a la película de Herzog, voy a destacar 2 cosas:

1)como el director logra verosimilitud con imágenes hasta ese momento casi imposibles de descontextualizar (uno sorprendentemente ignora las burbujas de oxígeno en los "astronautas" visitantes del planeta, tal como lo haría un japonés con las lámparas del teatro Noh)

2)El conocimiento poético (y en éste caso me atrevería a llamar profesional o inclusive de oficio) que tiene el director sobre lo fundamental en el cine, por lo cual elige un género como el mockumentary: es ante todo un tipo muy vivo. Hace una declaración política a través de la poética.

Oscar Cuervo dijo...

Edú:
sí, yo comparé lo a primera vista incomparable. Y respecto de un solo punto: el cine como una tensión entre registro y alucinación. Acerqué lo lejano. La comparación entre dos películas de Cameron es más habitual.