Esther Díaz en La otra.-radio: se puede escuchar clickeando acá
El domingo que pasó vino Esther Díaz a La otra.-radio, a hacer su esperada visita estival y a contarnos, como cada enero, algo de lo que ha estado haciendo. En esta ocasión hablamos de la nueva edición de uno de sus libros ya clásicos: La filosofía de Michel Foucault, al que ahora le agregó un nuevo prólogo y un capítulo referido a la gran novedad de estos años de estudios foucaultianos: la publicación de los cursos que Foucault impartió en el Collège de Francia. Estos cursos fueron publicados póstumamente y Esther, quien se había especializado en este pensador francés antes de que los cursos empezaran a editarse, señala que a su juicio poseen un estatuto ambiguo: no son propiamente hablando libros, porque no fueron escritos por Foucault como tales, sino desgrabaciones de clases. Hay una generación de lectores de Foucault, dice Esther, que lo conoce por estos cursos; y a quienes como ella ya conocían su obra publicada en vida, estos cursos le brindan una perspectiva relativamente nueva. Porque, por un lado, muchas veces los temas desarrollados ya se hallaban presentes en sus libros, y hay apenas unos pocos conceptos importantes de los cursos que no habían aparecido o que apenas se insinuaron (parrhesía, gubernamentalidad); por el otro, en los cursos aparecen digresiones, ocurrencias que a veces terminaron deviniendo en conceptos de su filosofía y otras quedaron apenas en esbozos o proyectos truncos.
Pero nuestras conversaciones con Esther siempre tienen un grado de indeterminación, líneas de fuga, derivaciones contingentes de la charla. Esta vez hubo varias, pero la más llamativa tiene que ver con un texto que escribió en el último invierno acerca del fútbol (a propósito del mundial, a pedido de Ñ). Esther estuvo viendo una cantidad de spots publicitarios y quedó sorprendida por el grado de homoerotismo involuntario que exhala el fútbol. Nuestro compañero Martín Farina, presente en el programa, también hizo algo relacionado con el fútbol en 2014: su ópera prima, Fulboy, que muestra un aspecto no visto de la vida de los futbolistas: la preparación física, las concentraciones, los vestuarios, todo lo que pasa fuera de la cancha y de las cámaras de tv y sin embargo sigue siendo fútbol. Hete aquí que Martín en su película también se encontró con ese lado homoerótico futbolero (tanto que Fulboy, con poquísimas exhibiciones, ya se ganó su reputación entre el público gay). Así que este tema ocupó todo un tramo de nuestro programa.
El audio del programa (en el que también escuchamos música: John Lennon, Portishead, Sinead O'Connor) lo pueden descargar clickeando acá. Y a continuación un fragmento del texto de Esther sobre fútbol y homoerotismo:
Cada gol produce un efecto festivo de orgasmo colectivo. En la publicidad de Quilmes que reitera “no me arrepiento de este amor” se ve la frenética aglutinación varonil que acompaña cada penetración en el arco opositor. La euforia viene asociada a un apremio al toqueteo. La reacción que el gol desata en los jugadores se asemeja a la conducta de algunas aglomeraciones sexuales animales. Observemos unos moluscos que cuando están en celo se amontonan verticalmente formando una imprecisa pirámide. Se acoplan formando una pila de once o doce individuos. Los más pequeños se montan sobre los mayores y suelen ser machos. Los más grandes, que le sirven de apoyo, hembras. Conforman una máquina sexual colectiva. La especie también incluye transexuales. El nombre científico de estas lapas es Crepidula fornicata (sandalia prostituida o zapatilla fornicadora).
Parecen estrellas mundialistas cuando el número diez convierte un gol mágico y el resto del equipo se le tira encima. De modo que si descartamos a las hembras (como se las descarta en muchas publicidades mundialistas) se podría describir las dos situaciones con palabras similares. El que llega último al entrevero festivo celeste y blanco, no teniendo ya espacio para abrazar al homenajeado, abre los brazos y flexionando las piernas salta desesperado hacia el montón. Ahí expone la parte trasera de su cuerpo ante el ojo de la cámara en una posición tan desquiciada como desopilante.
(...) Para su cohesión la masa necesita la influencia de eros. El poder de la atracción erótica mantiene unidas tanto a las masas temporarias -como las del Mundial- como a las estables cuyos paradigmas son la Iglesia y el ejército. Instituciones en las que la hegemonía del varón y sus forzadas convivencias confluyen en confusos rozamientos, manifestaciones escatológicas y momentánea desaparición de las parcialidades. Los entusiasmos colectivos que estallan en estas extrañas comunidades ponen de manifiesto la carencia de libertad del individuo integrado a una multitud.
Toda masificación es dura y sin amor para quienes no pertenecen a ella. La aglomeración es cruel e intolerable con los que no forman parte del amasijo. El necesario contrincante es siempre un enemigo deleznable. En toda reunión de varones surge muy fácilmente la tendencia a la formación de una masa atravesada por lazos libidinosos que se entrecruzan. Estos fenómenos responden a una homosexualidad entre machos que necesitan encumbrar a un líder dotado de poderes extraordinarios que brille rutilante entre la profusión de pares. Ayer fue Maradona, hoy es Messi y la renovación de las publicidades y el espectáculo de cuerpos varoniles esculturales entrechocándose, besándose y apilándose conformando una masa amorosa similar a la entrañable Crepidula fornicata. (Texto completo acá)