Si hacer campaña con la inauguración de un gasoducto llega a dar resultado debe prohibirse de una vez y para siempre la investigación social con fines electorales.
— Juan Courel (@juancourel) July 5, 2023
Un problema de las encuestas es que se basan en el método inductivo y argumentos analógicos, formas de razonamiento lógicamente inválidas, lo cual deja en la incertidumbre la veracidad de la conclusión, aún cuando los datos iniciales fueran verdaderos. Ese margen de indeterminación lógica lo llenan con opinión y favores al que paga la encuesta. El inductivismo no permite ver la singularidad de esta elección, irreductible a ejemplos anteriores.
Más allá de la incógnita de los que se niegan a contestar, el diseño de una encuesta es atravesado por innumerables hipótesis auxiliares de imposible certeza: el carácter propio de cada candidato, el proceso por el que llegó, la historia de la identidad política previa del votante y su decisión de ser fiel a esa identidad o no, la variedad de los consultados en la muestra medida en relación con la totalidad del universo de los votantes, el carácter dinámico de las decisiones de votos que cambian hasta el día de las elecciones, los diversos grados de conciencia política e información de los votantes (factores no cuantificables): las barritas de color con las cantidades no dan cuenta de nada de eso.
Por ejemplo, Massa subió desde su nominación al doble de intención de voto que tenía antes: ¿es una tendencia en aumento? ¿ya está detenida? ¿la situación de Massa es comparable a la de Milei o Bullrich en relación a lo que todos ellos pueden hacer durante la campaña?
La evolución posterior a la actual medición depende del carácter de cada candidato: Milei puede cambiar poco del proceso que empezó con el desgaste de su figura, Bullrich muestra un diseño estático dirigido a su grupo duro.
Juan Courel es un reputado consultor que continuamente se jacta en twitter de su experiencia como responsable de la campaña de Scioli en 2015 pero omite todo el tiempo el fracaso de su experiencia. Se adjudica el drástico cambio de la primera a la segunda vuelta a una estrategia de su consultoría. Es sabido que ese tramo de la campaña 2015 fue protagonizado por la militancia e implicó un cambio drástico respecto a la campaña anterior que Courel asesoraba, donde Scioli hacía cenas para empresarios y presentaba un gabinete derechista sobreactuando antikirchnerismo. Courel dice que el cambio de estrategia fue decisión de un comando de campaña. Cualquiera que haya estado entonces sabe que no fue decidido desde el comando. Tras sacar 36% en 1a vuelta, Scioli en vez de consolidarse viajó en secreto a Italia mientras la militancia salía a la calle (recordamos a Sbaraglia repartiendo volantes en los colectivos de avenida Corrientes, actitud colectiva que Courel no podría adjudicarse).
"La agenda la sigue manejando Milei" afirma categóricamente en una nota concedida a la revista digital Urbe (link acá).
Courel también ironiza acerca de la eficacia de la inauguración del gasoducto (el caño, lo llama) como acto de campaña, como si toda la campaña se redujera a este acto inicial. Esta apreciación despectiva desconoce el escozor que el acto despertó en el macrismo, lo que muestra que el significado político es irreductible a "inaugurar un caño".
Otra singularidad de esta campaña que desaconseja tomarla como una serie que repite los contextos de las anteriores es el solapamiento de las diversas derechas que redundan y a la vez se contradicen en sus discursos de ajuste y represión. Las intenciones de voto de tanta derecha no suma aritméticamente. ¿Los votos a Bullrich, Milei y Larreta se suman? No es posible si no se recurre a otras hipótesis auxiliares que no han sido verificadas. No es previsible cómo se consolidará el electorado de cada postulante de derecha porque es incierto el orden que cada uno logrará en la PASO: Milei, Larreta y Bullrich ¿en qué orden saldrán? El orden alterará los alineamientos posteriores y hoy resulta imprevisible.
Ningún asesor puede anticipar el efecto de electorabilidad de aquellos candidatos que se reducen a prometer ajustes, represión, persecución y exterminio de disidentes: ¿cuánto pesa en la decisión de un votante que le prometan exterminar el sindicalismo o el kirchnerismo? ¿Puede imaginarse esa promesa como un programa de gobierno sostenible durante todo un mandato? ¿Cuántos electores, más allá del núcleo duro de Bullrich, van a votar motivados por una promesa de exterminio? ¿Cuántos pueden sostener su interés político en los dichos de Franco Rinaldi acerca de periodistas a los que "les arde la cola" o su anhelo de incendiar la villa 31? Es tan anómala esta propuesta como la candidatura de un ministro de economía que tiene más de 100% de inflación anual... ¿a la baja? ¿amesetada? ¿subiendo nuevamente? La singularidad de la situación la hace incomparable y no generalizable con respecto a cualquier contexto anterior.
Mientras Courel afirma que Milei sigue manejando la agenda de discusión política, otro consultor sostiene que el descenso de Milei se amesetó en más de 20% y otro dice que bajó a menos de 10% y sus votos fugan hacia Bullrich. Este último le adjudica a Bullrich el doble de votos que Larreta. Pero el segundo pone a Larreta arriba por algunos puntos. Además de que esos votos no son necesariamente sumables, es evidente que los tres no pueden estar en lo cierto, porque sus predicciones se excluyen una a otra. Ninguno de los tres presenta evidencia empírica, todos ubican sus encuestas en el período que termina el 7 de julio pasado, todos se adjudican presencialidad en el territorio nacional. Los tres resultados no pueden ser verdaderos, aunque es posible que los tres sean falsos. La suma de todas las encuestas demuestran su pseudocientificidad, porque no pueden pasar todas estas cosas a la vez y las diferencias entre ellas deberían poder contrastarse.
Otra anomalía que los encuestadores no toman en cuenta: si Massa asumió el ministerio de economía en el peor momento del gobierno de Alberto Fernández y utilizó esa plataforma para proyectarse como candidato a presidente, estas decisiones son totalmente contraintuitivas para el criterio de un candidato convencional. ¿Qué les hace pensar a los consultores que durante la campaña se va a desempeñar como un candidato tradicional?
Contra lo que afirma Courel en esta nota, hay una evidencia directa de que "inaugurar un caño" es en este contexto mucho más que la literalidad con que lo expresa el consultor: el acto cambió la agenda de discusión en estos días. Toda la oposición salió a descalificar la inauguración del gasoducto, lo que muestra que hay algo en juego en "ese caño".
El macrismo pasó de desdeñar la importancia del gasoducto a reclamar la iniciativa de hacerlo. No sabemos cómo eso puede repercutir en la conversación pública, pero sí sabemos que la derecha se puso a la defensiva. No es entonces "un caño".
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