Dada la extrema concisión estilística de Elephant o Gerry alguien podría pensar que la mirada de GVS del mundo juvenil del nuevo siglo es abstracta o ahistórica. Pero basta comparar con el pathos de los jóvenes de sus películas del siglo xx para advertir que se trata de otro mundo, aquel en el que el propio Van Sant era joven. Para refundarse como autor a partir de Gerry, Van Sant resetea toda su forma. No quiere repetir los procedimientos con los que filmó a su generación en Mala noche o My own private Idaho, sino encontrar una nueva distancia en su mirada que no sea reprobatoria de los nuevos jóvenes pero reconozca su distancia generacional. Esa extrañeza es la atmósfera distintiva de sus mejores películas.
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