Ahí lo tengo a Charly en mi habitación otra vez, como cuando yo tenía 16, escuchando su nuevo disco. Cuando casi todo el siglo xx se ha ido. Y prácticamente todos se han convertido en posters o estaciones de subte o discos tributos o cirques de soleil, ahora que los muertos están de moda. Él y yo todavía palpitando juntos en la misma ciudad, ¿raro, no? Está él hablándome y yo escuchándolo. A esta altura ya no podré dejarlo atrás. Es parte de mí, indefectiblemente. No morirá mientras esté haciendo discos o, al menos yo esté, no morirá, lo que sea que pase después.
El disco Random no es un testamento ni nada por el estilo. Es un gran regreso, imperfecto y vivo. Charly dispuesto a ejercer su rol de musicalizar la vida de los argentinos, tres, cuatro, cinco, generaciones. En eso, soy uno más. Una época creí que era él y yo los únicos que nos dábamos cuenta. Otras veces éramos un partido, una minoría intensa. Hoy no pretendo poseer ya ninguna particularidad: es de demasiada gente, muy de todos.
Este reencuentro tiene un sabor especial. El nos asustó al final de un año horrendo donde estábamos entregados a recibir noticias horribles en las madrugadas tuiteras, la peor manera de enterarse de lo malo. Deja, twitter boludo, ya no me cuentes más. Ya parecía una fatalidad inevitable perder y seguir perdiendo en un año en el que lo habíamos perdido a casi todos y casi todo.
Pero en la mañana de la fecha, cuando empieza mi noche, está Charly en mi habitación poniéndole a mi jornada canciones nuevas. Están sonando ahora, cuando todavía no me hace falta calcular si está arriba de Kill Gill o de Rock & Roll Yo, pero abajo de La hija de la lágrima o Influencia, o si en este tema hay citas a "Be muy baby", a Chopin, a "Locomotion" o a "Ojos de vídeo tape". Este tipo de trivia me es un poco ajena en la intimidad que compartimos en mi cuarto. Cuando pasa esto, cuánto hace que ni pasaba, un disco de él con todas canciones nuevas, sin refritos, dueño de su imperio, con sus melodías infantiles y sus baterías metálicas y sus teclados antiguos, sus acordes en redondas ligadas y su tierno sarcasmo y su convicción de que nunca va a dejar de estar en los cimientos de la Nación Argentina.
¿Puede un músico cambiar la historia de un país? Charly la cambió. Estuvo en la Casa Rosada, rompiendo la guitarra ante una mirada algo aterrorizada de Cristina, sabiendo que todo estaba bien puesto, en el Salón Blanco, preguntándole a los aplaudidores si también eran peronistas como lo habían sido con nemem, y estuvo con el otro charly en olivos en agradecimiento porque lo bancó en un momento fulero, igual que palito, con él, quien también estuvo. Gente cuya necesidad histórica se justifica por haber facilitado que Charly zafara. O el haber estado con Tato, Roberto Galán, Mariano Mores, Spinetta, Maradona, el general Viola, o haber sido el primero en decirle pelotudo a Lanata.
El disco es tan García como solo puede serlo él en el siglo xxi, como una voz que viene del xx y se nota en su fragilidad y en su mirada sarcástica, en el género de comedia, en la fuerza que tiene cuando muchos me decían que no tenía más fuerza. Su mirada de lo que lo rodea y de sí mismo no perdió gracia, gracias. Están las canciones, más prolijas, no hay nada tremendamente oscuro como "Andan" o desgarrador como "No importa" o "Cuando ya me empiece a quedar solo", ni está enojado como en 2007 ni mucho menos devastado como en 2008, ni con el chaleco químico de 2009/2010. Ni siquiera haciendo revisionismo de sus canciones inmortales como en 60 x 60 o en el Colón. Está para hacer canciones que nacen inmortales como "Lluvia": ya ves/ no te puedo dejar las cosas que quisiste tener/ ya ves/ amanece otra vez/ por eso es que hoy llovió/ me escapé/ una vez/ me metí en un cine sucio y vi/ como él bailaba/ en la lluvia, era/ una película gastada/ una película en color/ ya ves/ amanece en la lluvia/ te lo digo yo...
Si esta canción la escuché recién hoy, ahora, mientras escribo, quiere decir que todavía no está todo dicho. Ni tampoco esa rabia que metía miedo hace 10 años. Digamos que Random es la vuelta auténtica del tipo que viene por lo suyo. Una celebración, en el fondo, de que los guerreros no se dan por vencidos ni aún cuando parece que el hilo se cortó.
Me parecen muy buenas las canciones. Algunas ya son para siempre.
El sonido es limpio, cuidado, su fragilidad apuntalada por un diseño de estudio astuto. Ya no autodestrucción saynomore.
Ya ves, amanece otra vez.
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