Escucho a muchos compañeros preocupados por el conflicto que plantean las internas en una fuerza popular como el peronismo o el kirchnerismo. Yo creo que no es que las internas sean de por sí malas. Cuando lo que se discute es un rumbo político y en las coaliciones hay diversas posturas, las internas son perfectamente lícitas y necesarias para la democracia.
Tenemos en estos días una interna incomprensible en la provincia de Buenos Aires. Máximo Kirchner, luego de que la Cámpora guardara silencio durante los 10 meses del gobierno libertario, hizo su primer acto dedicado a atacar al gobernador Kicillof. Siendo ambos provenientes de la mayor cercanía de Cristina y con Kicillof dedicado a una gestión muy difícil en la provincia más grande, casi un país en sí mismo, que él ganó dos veces por un amplio margen y se mantuvo frente a la ola de derrotas que sufrieron el kirchnerismo y el peronismo en el resto del país, ahora recibe fuego cruzado: Milei desfinanció totalmente a la provincia y boicotea la gestión provincial. Kicillof también es atacado por el lúmpen-peronismo de derecha de Moreno, que propone una alianza con Pichetto y la pro-dictadura Villarruel.
Insólitamente, Máximo convoca a un acto en semanas en las que la población empieza a manifestarse por primera vez hastiada de los desastres libertarios, con los jubilados y docentes universitarios hambreados y reprimidos, con la provincia de Córdoba prendiéndose fuego ante el abandono del estado nacional, con una falsa narración acerca de una inflación en baja que la población no registra, ya que el el transporte público y las tarifas de los servicios públicos están teniendo alzas salvajes. No se comprende que en ese contexto el hijo de la expresidenta, en lugar de llamar a luchar contra este ajuste salvaje, dedique un acto a desgastar la figura del gobernador de la propia fuerza política. Más que una interna parece un autoboicot.
El señor Maximo Kirchner, muy disociado de la realidad popular, se dedica a atacar a uno de los dirigentes con responsabilidad de gestión, que asoma como la principal voz opositora al mileísmo. En este contexto, MK llega a lo inconcebible: sale a reivindicar la legitimidad política del veto presidencial al aumento de las jubilaciones, una postura que en el peronismo jamás se vio, que lo pone a la derecha no solo del troskismo, sino también de parte del radicalismo y hasta de la Coalición Cívica. El apoyo de MK al veto presidencial es algo más que un deliz anecdótico, es un síntoma: revela que a La Cámpora, un espacio tan cercano a la expresidenta, no le molesta ser funcional al ajuste brutal. ¿Cómo puede llamar MK a "no patalear" frente al veto porque "es constitucional"? No recuerdo una posición más desmovilizadorra lanzada desde una agrupación supuestamente nacional y poipular. Lo que me hace pensar que el ataque a Kicillof no es una anomalía en la línea política de la Cámpora, sino que está en línea con el guiño al veto de Milei que llama al pueblo a desmovilizarse.
En este caso, lo malo no es que haya una interna que discuta diferencias políticas, sino que la puja aparezca totalmente ajena a los sufrimientos del pueblo, y que insinúe una dolorosa indiferencia ante el padecimiento popular. Los que en estos días estuvieron atentos a las redes sociales, sobre todo de twitter, habrán visto que debajo de los posteos de los referentes de la Cámpora se acumularon miles de mensajes de repudio de las bases, en una rara unanimidad que termina favoreciendo a Kicillof.
Por eso es reduccionista decir que no tiene que haber internas, porque es necesario analizar el sentido de las posiciones en pugna para comprender qué está en juego. La Cámpora parece obsesionada por la desnuda acumulación de poder, en desmedro de los intereses populares. Lo inquietante es preguntarse si MK podría desplegar semejante operación sin tener el aval de su madre. Sería mucho más grave que fuera la propia Cristina la que opera contra Axel, tal vez negociando en secreto con el régimen libertario, ojalá que no. Ojalá que solo sea la torpeza lo que está llevando a Cristina y a La Cámpora a volverse funcionales a Milei.
Wado también ataca a Axel. Elige la Universidad Austral, un reducto del Opus Dei. Comparte escenario con Martín Menem, Julio Cordero, secretario de Trabajo de la Nación y el sérvice Gerardo Martínez. Justo ahí y con esos Wado abjura de su pasado y le reprocha a Kicillof, 10 años después, "no haber hablado con los empresarios". Si habla con la derecha, en la tribuna de la derecha y dice cosas de derecha, no hay dudas de que es la derecha. Milei, Moreno, Máximo y Wado: todos contra Axel. Se diría que lo fortalecen. Será con Axel, nomás.