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jueves, 27 de marzo de 2025

Adolescence overrated

Y bien, ¿qué es esto de "la última maravilla" de Netflix de la que todos están hablando? Facebook funciona como red social para compartir entusiasmos y efusiones sentimentales. Del tipo: "es la película que todo padre debería ver para entender a sus hijos". La idea que verbalizan y que indica que el producto se instaló con eficacia es esta: "si sos padre, sos un poco culpable de algo a lo que no le prestaste atención en tus hijos". Adolescencia refiere a la vida en las redes sociales, específicamente en usuarios infantojuveniles, como dimensión que escapa a la mirada de los padres, quienes presuntamente no prestan suficiente atención a lo que sus hijos hacen. La serie deja aflorar cierta jerga ("incels", "nudes", "acoso") asociada a los intercambios de las redes y a las formas de opresión que reproducen. Adolescencia sobrevuela estas temáticas sin plantear ninguna pregunta seria ni incomodar demasiado a nadie, más allá de "la vi con mi hijo y me sentí muy conmovido", conmoción que se olvidará el mes próximo cuando Netflix lance otro producto.

La psiquiatra parece estar interesada en comprender la subjetividad del chico pero en un giro muy artificioso de pronto parece que lo único que quiere es comprobar si es imputable. Después de tres largas y reiterativas charlas que terminan más o menos parecidas en las que ella parece estar conmovida, ella se muestra fría y distante al haber comprobado su imputabilidad, pero el relato no le dedica suficiente tiempo a entender si ella es una sádica que quería hacerlo caer en la trampa o en algún momento la experiencia del pibe la interpela. La serie decide que ya es hora de dejar a ambos personajes, como si lo que nos mostraron durante una hora no tuviera importancia. Entonces: ¿es un femicida que merece ser castigado o es objeto de violencia institucional por parte del dispositivo jurídico psiquiátrico? Creo que la serie da lugar a que unos y otros entiendan lo que mejor les va, poniéndose de un lado y del otro. No sé si se trata de una campaña para bajar la edad de la imputabilidad o como dicen otros "una denuncia de la violencia patriarcal en las redes sociales", o una apelación a que los padres sepan mejor en qué anden sus hijos. La serie es suficientemente superficial en sus sentimientos como para dar lugar a que cada uno entienda lo que le conviene. En Gran Bretaña, donde suceden los hechos, los chicos son imputables desde los 10 años, por lo que no se ve que la detención del pibe plantee en sí ninguna rareza, cosa que acá si pasaría. 

El yeite del plano secuencia es totalmente disociado del conflicto. No se trata de exigir la máxima tensión y atención temporal y espacial, sino de una cámara movediza que muestra que ningún salto de lugar o distancia le resulta inaccesible a la tecnología actual. Es decir, una forma sometida totalmente al tour de force, que no interroga o mediatiza el conflicto narrado. La continuidad de la toma de cámara que sube y baja, entra y sale, se acerca y se aleja no responde a ninguna perspectiva que revele algo diferente de lo que se podría narrar en un dispositivo formal con cortes.

Tampoco se apuesta al realismo porque es absolutamente irreal que un punto de vista pueda salir del interior de un auto y elevarse hasta sobrevolar la ciudad, después bajar en el punto exacto donde otro personaje secundario dice algo relacionado con lo que se está narrando. Solo se logra trasmitir la idea de un mundo cerrado en el que la cámara puede estar cada vez en el lugar más apropiado para seguir un guión omnisciente. El alarde narrativo le da a los espectadores un plus de destreza que la narración con cortes no proporciona. Lo que se dice a la vez que el drama del joven asesino y el padre devastado es: "usted está viendo algo importante, admirelo, que nos costó un gran esfuerzo". Las actuaciones están muy bien y quizá sea lo único que está muy bien en un relato lleno de clises y estímulos sentimentales.

martes, 18 de febrero de 2025

Cripto Vence: la cadena de torpezas es abrumadora

Alguien filtró la pregunta que Santiago Caputo no le dejó hacer a Jony Viale


Si fuera mileísta, les recomendaría que se guarden unos días porque la racha viene fulera.


Esto se parece a esa parte de Casino donde el ritmo se acelera porque todos están re de merca y no paran de hacer cagadas. Termina mal.

domingo, 26 de febrero de 2023

División Palermo y la incorrección política: el larretismo cultural

Algunos amigos celebran la calidad de la serie de Netflix sobre la policía metropolitana y/o guardia urbana (la confusión entre ambos dispositivos es promovida por la serie).

La risa con que algunos celebran el particular humor de la serie (principalmente destinado a burlarse a la corrección política) merece un análisis más detenido.

Vi solo dos capítulos y al detectar estos mecanismos y confusiones, además de no apreciar una progresión narrativa sino una mera acumulación de gags, la reiteración me produjo fatiga, por lo que abandoné la serie. Los que me la recomendaron me dijeron que al cuarto capítulo mejora, frase que se escucha siempre en la boca de los que te recomiendan series. A veces los cuatro capítulos se prorrogan hasta dos temporadas: "la tercera temporada mejora".

El mecanismo de División Palermo es un cúmulo de variaciones de chistes mayormente basados en provocar gracia en base a la transgresión de las normas de corrección política. No soy defensor de las falsas prácticas de inclusión mediante las paráfrasis (no decirle ciego a un ciego, por ejemplo) o las normas de inclusión positiva (que haya un marrón o una paralítica entre los blancos hegemónicos), pero creo que la gracia que causan esos gags deriva de una ridiculización del problema.

Ese aire transgresor en esta época es una forma del acatamiento de la discriminación (la otra, más franca y brutal, es el desprecio desembozado de la ultraderecha). Esta diferencia la considero una analogía entre halcones y palomas del sistema neoliberal: los fachos declarados y los que se ríen de los marrones y paralíticos con conciencia de la incorrección política. Además de no haber mérito artístico en la repetición del recurso, habría que analizar el sentido político del consumo irónico de la corrección política. La nueva comedia americana se basa esencialmente en burlarse de la corrección política. En la vieja comedia argentina de los 70 y 80 se bastardeaba a mujeres, gays y enanos.

El humorismo machista de los 70 hoy no sería eficaz, entonces se apela al sarcasmo sobre la corrección política. No nos reímos del enano sino del que le dice persona pequeña al enano. Además el enano, el marrón y la paralítica no son personajes con espesor dramático sino solo la función "enano", "paralítica" o "marrón", propicia para los chistes contra el estereotipo.

Quien como yo no encuentra gracioso ese gag reiterado es tildado de puritano, falto de humor o -lo peor- burlado como políticamente correcto. En el mecanismo fascista directo de los 70/80 y en el metalenguaje humorístico de la actualidad la discriminación subsiste. El mecanismo es tan coercitivo que ahora hay personas que se avergüenzan por no discriminar o por no burlarse de quienes no quieren discriminar, aunque más no sea a través de una paráfrasis. La burla a la corrección política no altera la discriminación ni cuestiona el statu quo ni los modelos hegemónicos. Esta burla es una variante light del ataque brutal de Viviana Canosa o Baby Etchecopar.

De hecho gran parte de los sketches humorísticos celebrados por el mainstream consisten en burlarse de la corrección. Es una aviesa y oblicua forma de consolidar los estereotipos y complacer al sistema. A mí gracia no me causan, ni me revelan una construcción artística valorable.

Esto es el larretismo cultural y la gracia que causa en mis amigos progres en parte explica por qué el macrismo gobierna la ciudad desde hace 16 años.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Netflix es la iglesia evangélica de la pequeñoburguesía ilustrada

El Reino, la serie de los Piñeiyro que traza un retrato burdo y estigmatizante de las religiosidades populares, logra el milagro de que hasta algunas muy buenas actrices actúen muy mal  


La serie de Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro El Reino es analizada en nuestra columna radial en Patologías Culturales, el programa que sale los sábados a las 18 conducido por Maximiliano Diomedi. En esta columna se analizan la pobreza estética y la estigmatización política de un producto típico para el consumo de las pequeño-burguesías ilustradas que acceden a la industria cultural a través de Netflix. El fenómeno de las iglesias evangélicas es dibujado en la serie con trazos burdos y sin internarse en la heterogeneidad de la religiosidad popular. Piñeyro y Piñeiro logran el milagro de que aún actrices y actores muy buenos estén todos muy mal en El Reino. Escuchen la columna de Oscar Cuervo acá.
 

A Marcelo Piñeyro lo conocemos porque a principio de los 90 adulteró el relato de los inicios del rock argentino en la mediocre Tango Feroz. Claudia Piñeiro aduce persecución solo porque la torpeza con que ejecutó el guión de la serie recibió críticas por su visión estigmatizadora del campo heterogéneo de las iglesias evangélicas.

Las denuncias que hicieron los Piñeiyro sobre los "intentos de censura" fueron en realidad parte de la campaña promocional del producto de Netflix. La serie sigue exhibiéndose sin ningún problema y la autovictimización de sus autores logró que incluso la izquierda troskista se montara en la operación estigmatizadora contra sectores religiosos populares que ofrecen una complejidad sociológica que merecería un tratamiento más serio. 

La autovictimización de Claudia Piñeiro, alegando un intento de censura que no existe, nos hace recordar que ella es la pareja de Ricardo Gil Lavedra, el autor intelectual del lawfare contra Milagro Sala. ´Hay un patrón político común en ambas operaciones: la condena anticipada que sufrió la dirigente de la Tupac y la condena mediática que desde una plataforma trasnacional denigra con un trazo grueso a un conjunto de iglesias muy heterogéneo. Los públicos de clase media evangelizados espiritualmente por Netflix son volubles a la distorsión mediática que demoniza a los luchadores populares y se burla de formas de religiosidad no establecida. No importa la verdad sino una verosimilitud diseñada para públicos autocomplacientes y distraídos. La demonización, mediática o jurídica, se hace siempre en nombre de valores republicanos y en salvaguarda de la libertad de expresión. La barbarie de la televidencia ilustrada, en fin.

domingo, 27 de junio de 2021

La otra.-pod IV: El torneo metafísico

¿Ganó Gastón o Georgina?
 





Dale play y vas a saber todo lo que esta semana nos dejó sabor a nada:


Un concurso televisivo se constituye en signo de un movimiento en las napas profundas de la sociedad argentina. Toda una ciudad se paraliza por el veredicto del jurado acerca de la crocancia dulzona de un merengue. Pero lo gravísimo de esta época grave no es esto, sino que quien sabía detectar los más sutiles cambios del clima social haya perdido su capacidad y se encuentre descolocado frente a la fascinación de un torneo de ribetes metafísicos. Tinelli fue desplazado de su función de sismógrafo del humor popular: la época ya no lo entiende o él ya no entiende a la época. El sabor de un merengue que nadie sabe a qué sabe es seguido con pasión desconocida por millones de televidentes tuiteros que dejan constancia de cada escorzo de su percepción, aún de lo imperceptible. 

El gran ganador de Mastercheff Celebrity es Gastón Dalmau. ¿O Georgina?

Una obra maestra con sabor a nada.

Voz: Daniela Andújar

Dibujo: Carmen Cuervo

Música: laotra21

viernes, 21 de mayo de 2021

El Rin Tin Tin Tinelli caga y ladra

Un soneto de Guillermo Saavedra


Tan sin ton es Tinelli, tan canalla,

que aún metiendo la pata se comporta

como la novia al repartir la torta,

y retruca y ataca y no se calla.


No conforme con infectar el éter 

con programas pedorros de tan pijos,

ahora amucha a decenas sin barbijo

dando ejemplo fatal, el muy sorete.


Y en lugar de esbozar una disculpa,

ataca al buen Gollán por un entuerto,

bonadiesco disparo en el desierto

de la infamia chetonga y ya sin pulpa.


En su ojete, bailando por un sueño,

mil garompas de obreros santiagueños.

Guillermo Saavedra


Postdata del editor: Ya sin la elegancia poética de Saavedra en sus sonetos, quiero agregar unas apreciaciones de televidente. Me sometí durante unos minutos al programa que Tinelli conduce todas las noches en el canal de Clarín para medirle el aceite. Me impresionó su decadencia justamente en las especialidades en las que durante décadas parecía infalible. Vi un programa pesado, previsible, de una euforia anémica, imitadores sin gracia, panelistas sin interés y su propia figura de entretenedor mellada, no solo en su fallido recauchutaje facial, sino en su pérdida de feeling para atravesar la pantalla. Solo queda su peor cara, un operador político agreta, apostando a un poder de daño que tal vez esté perdiendo. Creído de que las normas no están hechas para gente como él, su descenso ya se puede adivinar: sin sanciones por violar sistemáticamente cada noche los protocolos sanitarios, sin multas por infringir las normas de comunicación en un contexto de pandemia, Tinelli se resbala en su propio ego, que no le deja ver que a su desfile de freaks ya no hay liftings que lo mejore. Será empujado al fondo de la tabla por productos tan idiotas como el suyo, pero que al menos nos alivian del disgusto de ver su mueca dura y su desesperacion de magnate imponente.

sábado, 23 de enero de 2021

"Lo que más nos gusta en la vida es pasar películas a un montón de gente": Fabio Manes y Fernando Peña


La otra.-radio, 2012, para escuchar acá 

 

 Ayer facebook me recordó que se cumplieron 7 años de la partida del querido Fabio Manes y de ahí me envió directo al link del programa de diciembre de 2012 de La otra.-radio en FM La Tribu en el que vino invitado Fabio junto a Fernando Martín Peña, en el momento culminante de ese fenómeno televisivo que ha sido Filmoteca en la TV Pública. Sentí la necesidad de escuchar aquel programa. Hay algo precioso y mágico que queda flotando en la memoria del ciberespacio. Volví a escucharlo como por primera vez, asombrándome por lo que íbamos conversando, también por la música que pasábamos. Abre el programa la hermosa voz de Daniela Andújar con el fondo musical de In the mood for love y después abrimos el primer bloque con mis compañeros Maxi Diomedi y Martín Farina.

Después de años de radio, tantas medianoches con invitados queridos -algunos  mejor olvidar-, de pronto volver a esta conversación tan espontánea y divertida con dos tipos que reavivaron la pasión por ir a ver películas en Buenos Aires, sin solemnidad, con alegría y al mismo tiempo con ese amor tan serio por el cine, que nunca necesitó llamarse cinefilia ni demandó las contraseñas mezquinas de las sectas esotéricas ni la cultura cortesana, esa gracia que ellos trasmiten en la conversación traspasa el aire de la radio. Al escucharlos, vuelvo a estar ahí, juntos en la noche que está ocurriendo ahora. Misterio del tiempo, si me preguntan ya no lo entiendo. 

Fue la única vez que  vinieron juntos al programa y al final quedó pendiente la posibilidad de que en algún momento la visita se repitiera. Ahora creo que fue uno de las mejores emisiones de la historia de La otra, aunque no podría explicar la fórmula, más allá del acierto de haberlos invitado juntos y que aceptaran. Es mi programa de culto. "Lo que hacemos juntos es más interesante que lo que cada uno hace por separado", dice uno de los dos al comienzo, no sé si será verdad pero creámoslo por un rato. Magia del tiempo: el primer oyente que manda un mensaje es Roger Alan Koza, desde Córdoba. Peña dice que es uno de los pocos críticos que lee y respeta. Dice también que alrededor de Filmoteca se tiende un manto de silencio entre la mayoría de los críticos especializados -es 2012 y ya hace como 6 años que vienen haciendo el programa-, quienes ignoran sistemáticamente el ciclo, a pesar de que con frecuencia se producen acontecimientos como el estreno en el país de Yo te saludo, María de Godard. 

No es cosa de todos los días que un canal de aire que llega a lugares recónditos del país estrene una de Godard, "sin embargo, los críticos jamás nos nombran, salvo excepciones". El programa sale de lunes a jueves a la medianoche, y es concebido con una libertad absoluta para pasar una semana dedicada a la obra de Ozu y la siguiente un ciclo de películas de zombies enamorados: "El amor nunca muere". O las películas de perros de las que se declaran fanáticos, mencionan especialmente a su perro favorito de la historia del cine: Peter, the Great.

Cuando estrenan la de Godard en la TV Pública, que había estado prohibida durante muchos años en el país por presiones de la iglesia, se permiten la travesura de decir solo al final del programa que les pareció un plomazo, a pesar de que saben de la importancia de haberla estrenado en la tele para un público amplísimo. Una autoridad del canal les comentó que el bloque en que ellos presentan juntos cada película es el momento en que la emisora tiene su pico de rating de la jornada. Por la calle empiezan a saludarlos. No debe ser algo muy habitual para la cultura cinematográfica argentina que un ciclo de estas características se mantenga a lo largo de los años con un criterio de programación tan audaz y variado, "pero los críticos jamás lo comentan".

Yo conocía a Manes y Peña porque estudiamos juntos en la escuela de cine del Instituto, entonces CERC, hoy ENERC, nuestra conversación había empezado varias décadas atrás, pero los astros quisieron que una noche esa conversación terminara para siempre en este hermoso momento radial. Si en La otra no hubiéramos hecho ninguna otra cosa buena, la existencia del ciclo se justificaría por esta emisión, que hoy se escucha tan en vivo como entonces. Manes recuerda la manera en que se conocieron. Una vez después de una proyección en el microcine del subsuelo del Instituto, Fabio se le acerca a Fernando y le pregunta: "¿Así es que vos sos el que tiene El hombre sin brazos con Lon Chaney? Fabio comenta riendo que su única perversión es coleccionar todas las copias posibles de El hombre sin brazos, en todos los formatos que pueda existir, para cumplir con el sueño de acapararlas todas, hasta la más raras, en formato 9,5 mm. Ellos cuentan con un proyector de 9,5 y programaron en sus ciclos más de una vez las películas que tienen.

Maxi justo ese domingo viene de ver un espectáculo musical que dice que le parece un momento culminante del año: por primera vez cantaron juntos Luciana Jury y Gabo Ferro. Maxi augura la trascendencia artística de ese dúo. Cuenta que Luciana dijo que está muy feliz de haberse encontrado con Gabo, al que considera su alma gemela.

En diciembre de 2012 acaba de morirse Leonardo Favio y durante un tramo del programa nos detenemos en pensar en el brillo artístico del cine de Favio. Los invitados cuentan que en la edición de 2008 del Festival de Mar del Plata presenciaron el momento en que Leonardo, ya bastante enfermo, asiste a una ceremonia en que la presidenta Cristina le va a dar un premio especial. Favio ya anda en silla de ruedas, pero en el momento de subir al escenario insiste en ir caminando, lo que le da al acto una potencia emocional difícil de olvidar.


Entre un bloque y otro suena una música especialmente hermosa: Van Morrison, Led Zeppelin, Neil Young, Leonard Cohen, Bruce Springsteen, Frank Ocean...

 

Comentamos que Filmoteca tiene diversas extensiones: además del programa diario en la tele, están las funciones de Filmoteca en Vivo, Filmoteca Online en Facebook, ahora también en YouTube, una sección especial durante varias ediciones del Festival de Mar del Plata y hasta algunas temporadas radiales de La Discoteca de La Filmoteca, a la que piensan volver algún día. La escucha del programa tiene para mí no solo el significado especial de volver a sonreir por las ocurrencias de Manes y Peña, sino la inquietud de saber que en este momento, vergonzosamente, las autoridades de la TV Pública no tomaron la iniciativa de continuar el ciclo, ahora conducido por Peña junto a Roger Koza. ¿Cómo es posible que un programa de tanta calidad artística y tan popular, que fue mantenido en el aire incluso en la nefasta época de Hernán Lombardi, no encuentre un lugar en este momento en la TV Pública? ¿Tan obtusos son los que manejan la programación? ¿Ignoran la importancia de Filmoteca en la televisión argentina? Así que reponer este momento radial es también una forma de reclamo rabioso para que Filmoteca vuelva a la TV Pública.

¿Por qué no está Filmoteca en la programación actual de la TV Pública?

Si quieren descargar el programa para guardarlo, clickeen acá.

martes, 19 de mayo de 2020

Doce Casas: una joya artística en la tele

Desde hoy, martes y miércoles a las 22:30 en la TV Pública







por Oscar Cuervo

Nota: En el marco de las normas de aislamiento para prevenir los contagios por CoVid19, en estos momentos no pueden producirse en el país -como en el resto del mundo que sufre la pandemia- obras audiovisuales de ficción televisiva ni cinematográfica, lo cual causa una dramática situación laboral en el gremio de los actores, que tampoco tienen actividad teatral. Una manera de paliar la crisis es que los canales de televisión vuelvan a emitir programas de ficción realizados anteriormente y de este modo los actores cobren sus derechos intelectuales por la difusión pública de sus interpretaciones a través de SAGAI. Los canales comerciales no muestran ningún interés en volver a programar ficciones argentinas y en cambio siguen una tendencia de estos años de creciente extranjerización de la ficción, para colmo de escaso o nulo valor artístico. En cambio, la TV Pública empezó en estas semanas a reprogramar algunas ficciones de enorme calidad producidas con anterioridad a la llegada de la nefasta gestión de Lombardi en los medios audiovisuales macristas.

Indudablemente Doce Casas: Historias de mujeres devotas es uno de los mejores programas argentinos de todos los tiempos, en el que se exploran las posibilidades del lenguaje televisivo sin pretender hacer cine pobre. Es una gran noticia que Doce Casas vuelva a verse en la TV Pública desde hoy, los martes y miércoles a las 22:30.



Doce Casas, el programa dirigido por Santiago Loza y Eduardo Crespo y escrito por Loza con Ariel Gurevich, ganó el Martín Fierro al mejor programa unitario / miniserie emitido por la televisión abierta en 2014. 

Su calidad artística se equipara a toda la producción reciente de Loza, que logró ubicarse como uno de los poquísimos autores multiterreno con una voz propia. Loza abrió un universo poético en expansión que aún no tiene techo. En teatro las evidencias son abundantes. En cine Loza aparece cada vez más afianzado. Pero con Doce Casas en televisión jugó de visitante. Era posible que su fuerte personalidad artística fuera sofocada por los límites de la tele. Con la solvencia de colaboradores como Edu Crespo y Ariel Gurevich y una selección de muchos de lxs mejores actorxs en actividad Doce Casas mostró que existe al menos un caso de obra de arte televisiva en los canales de aire de la Argentina. 

Doce Casas fue desarrollada con el concepto de un programa de televisión, con la textura y la sintaxis propia de los teleteatros argentinos de la década del 80, sobre todo de aquellos unitarios de ATC de la recuperación democrática, con un toque de Alberto Migré y ráfagas de Alejandro Urdapilleta, Batato Barea, Néstor Perlongher, Manuel Puig, Rainer W. Fassbinder, Santa Teresa de Jesús, Alejandro Doria y Aída Bortnik (!). Doce Casas es una máquina de reapropiarse  de tradiciones discrepantes y subordinarlas a las más íntimas necesidades expresivas de Loza.

No se trata de parodia, porque Loza quiere los materiales y recursos televisivos y literarios referidos. Los toma en serio y a la vez se permite jugar con ellos con un gesto delicadamente border. Es notable ver cómo la densidad poética de sus textos se sumergen en el elemento del teleteatro, con la disciplina de austeridad del teatro off y el cuidado visual del cine. Doce Casas aceptó los límites férreos de la tele:  interiores acotados, que dejan ver la escenografía televisiva como tal, espacios exiguos por donde las cámaras se mueven en el líquido televisivo, con toques estilizados: planos medios, paneos que exploran el espesor del espacio dramático, zooms autoconscientes, unos pocos travellings colocados con pudor, cambios de iluminación que producen giros del registro cotidiano hacia el ensueño, canciones de reputación dudosa. Loza jamás se burla de esos materiales, sino que muestra que ahí también pueden habitar los dioses de la poesía.

Doce Casas es un ave rara: su aparición cotidiana en las noches de la TV Pública implicaba la irrupción de inquietudes y juegos decididamente ajenos a la televisión normal. El mundo de Loza, con personajes que viven un estado de suspensión existencial, que logran desde una chatura pueblerina transitar hacia la elevación mística, es un elemento que excede incluso el concepto de "televisión de calidad" con que lo promocionó en su primera emisión de 2014 la TV Pública. En ese entonces algunos espectadores acudieron desprevenidos en busca de una verosimilitud o una determinación tonal que Doce Casas excluía. La tele acostumbra a los espectadores a una recepción perezosa, un adormecimiento perceptivo unidimensional. La irrupción de lo místico solo parecía admisible en términos de sarcasmo iluminista o de impostación beata. Pero Loza se mueve por un borde inapresable en el que el éxtasis linda con el absurdo. Su despliegue poético textual se entrega al juego de contaminación de registros diversos, entre el lirismo, el absurdo y el distanciamiento, sin enfatizar nunca el tránsito de una cosa a la otra. Esta apertura de posibilidades mareó a más de un telespectador que esperaba hacer ante la tele un trabajo más desatento.


Ninguna de estas virtudes podrían funcionar sin los cuerpos y las voces de un elenco excelente que replica la heterogeneidad de las fuentes de las que Loza se nutre: Eva Bianco, Marilú Marini, Claudia Lapacó, Luisina Brando, Cecilia Rosetto, Cristina Banegas, Susú Pecoraro, María Onetto, Rita Cortese, Verónica Llinás, Leonor Manso, Tina Serrano, Viviana Saccone, Ingrid Pelicori, Noemí Frenkel, Julieta Zylbelberg, Iván Moschner, Luz Palazón, Emilio Bardi, Laura Paredes, Esteban Meloni, Alejandro Tantanián, Martín Slipak, Cecilia Rainero, Marco Antonio Caponi, Gaby Ferrero, Juan Gabriel Miño, José Escobar, Claudio Tolcachir,Boy Olmi, Ailín Salas, Alejandra Fletchner, Cecilia Ursi, María Marull, Julia Calvo, Martín Gross, Guillermo Arengo, Marcelo Subiotto, María Inés Sancerni, Patricio Aramburu. Conocidas figuras de la tele de los 80 afinan con artistas del teatro independiente. Todos geniales.

Los que se perdieron esta gran obra la pueden ver desde hoy y mañana a las 22:30 en la TV Pública. Los que ya la gozamos, podemos recrear este gusto inusual.

domingo, 29 de marzo de 2020

Pentecostales y Friggatriscaidecafobia

Daniel Johnston / Juana Molina: artistas anómalos - La otra radio.-, nueva época, primer programa, tercer (escuchar acá) y cuarto bloque (acá)


Daniel Johnston era un niño con inquietudes artísticas en medio de una familia de pentecostales pirados que temían que el impulso creativo de Danny lo alejara del camino del Señor. Su mamá es una de esas típicas madres californianas que consagran su vida a destrozar sistemáticamente el alma de sus niños. Las conocemos por esas películas documentales independientes sobre familias norteamericanas disfuncionales, pienso en Tarnation, pienso en Capturing the Friedmans, auténticas trituradoras de sus hijos con las mejores intenciones.

Como Daniel dibujaba, hacía canciones y películas caseras en las que satirizaba a su devota madre, ella se preocupó por la salud del nene y empezó a llevarlo a hacer ver por psiquiatras que le diagnosticaron bipolaridad y le recetaron drogas potentes que perturbaron al pibe y minaron su resistencia física. Daniel murió a los 58, con el hígado arruinado por los fármacos que le recetaron y todavía el espíritu de un niño. Ninguno de los ataques pentecostales o neurocientíficas lograron aplacar su inspiración desbordada. Por eso Daniel antes que un enfermo fue un artista al que su familia y el sistema sanitario enfermó.

Cuando era un jovencito trabajaba en un McDonalds, qué ocupación más previsible puede aguardar al hijo de una fanática pentecostal californiana. Grababa sus casetes caseros, los copiaba de a uno, dibujaba el arte de tapa de los casetes y los regalaba a los que le simpatizaban. En los alrededores del McDonalds se hizo popular, tanto que fue ganando admiradores que lo iban a visitar al local y el patrón le permitía que cantara sus canciones en la hamburguesería, hasta que se llenó de gente que no consumía.

De manera extraña su talento anómalo fue irrigándose hasta transformarse en un personaje urbano, un freak, un flaquito disparatado que en sus canciones hablaba de amores no correspondidos, de historias de perdedores y de su obsesión por el demonio, que creía que lo asediaba. Capaz que sí. Cantaba:

Vivo en la ciudad del diablo
No sabía que fuera la ciudad del diablo
Oh, señor, de verdad me bajonea
Estar en la ciudad del diablo
Y que todos mis amigos sean vampiros.
No sabía que fueran vampiros
Y resulta que yo también era un vampiro
En la ciudad del diablo.

En los 80, cuando Lennon había sido asesinado y por el exceso de medicaciones había dejado de ser flaquito pero mantenía su vocecita aniñada, a Daniel se le había puesto en la cabeza que los Beatles aún vivos tendrían que convertirse en su banda de apoyo y que Yoko iría a producir el disco. En verdad, con un poco más de astucia y sin el bombardeo de fármacos al que lo sometieron, podría haber sido un nuevo Bob Dylan. Al final terminó siendo una especie de versión bizarra de Dylan, no una estrella pop que supiera cultivar el misterio, como Bob, sino su lado B, su contracara oscura, rotos los diques de sus demonios, esos que Dylan siempre supo tan bien esquivar. Johnston pareció no esquivar ninguno, los atrajo a todos sobre su propia mente y llegó el punto en que les entregó el control.


Fue sí un artista de culto por eso, de aquellos que empiezan a atraer la atención de pequeñas multitudes calificadas. Fue seguido por artistas prestigiosos. Se hizo amigo de los Sonic Youth, con los que tomó sus primeros ácidos que lo ayudaron a desbarrancar por las escarpadas pendientes de su ánimo. Una noche Kurt Cobain se puso una remera con la ilustración que Daniel había hecho para uno de sus discos de culto y así fue vestido a una entrega de premios de la MTV, lo que hizo que muchos preguntaran de dónde salía ese dibujo y averiguaran cómo conseguir el disco. Por eso fue ascendiendo en fama, sin llegar nunca a establecerse como artista profesional. Daniel era demasiado imprevisible para eso. En medio de sus recitales la emoción lo poseía de tal manera que el rumbo del show se le iba de las manos y la audiencia no sabía si reír, asustarse o apiadarse por lo que pasaba sobre el escenario. Sus fans famosos lo empujaron a grabar un disco con una gran compañía, que fue un fiasco comercial y uno de sus mayores logros artísticos.

Y bien: ni los pentecostales, ni su madre, ni el diablo, ni los fármacos, ni la neurociencia, ni los ácidos pudieron impedir que Daniel dejara por su derrotero una obra artística imponente mientras padecía. Los artistas malditos consiguen admiradores por sus padecimientos y vidas tortuosas y agonía larga y deterioro físico y mental. Al público que venera el éxito le da también un poco de morbo consumir el fracaso. Pero también están sus discos, que pueden escucharse sin saber todos estos detalles.

Daniel antes de morir, ya deteriorado física y mentalmente, pasó por Buenos Aires años antes de morir. Por supuesto, no llenó ningún estadio pero tocó en un pequeño local atestado de gente ansiosa por ver en directo el fenómeno artístico.

Los detalles biográficos y retazos de sus canciones pueden hallarse en la película El Diablo y Daniel Johnston, que no es una gran película pero en su textura rústica y su ambición modesta logra mostrarnos la opresión del ambiente social en que creció Daniel Johnston y se convirtió en un gran artista a pesar del territorio hostil en el que su florcita creció.



El domingo pasado dedicamos la tercera parte de La otra.-radio a conocer un poco más a Daniel Johnston: pueden escucharlo acá.

***

El cuarto bloque de La otra.-radio del domingo pasado -nueva época- se lo dedicamos a Juana Molina, desde su reciente actuación por streaming ya en época de cuarentena. Artista en la vanguardia musical mundial desde hace años, fuimos hacia atrás, hacia sus comienzos como actriz cómica que tuvo un éxito quizá no deseado por ella, que siempre quiso hacer música. Su talento cómico era tal que su programa Juana y sus hermanas, que duró solo tres temporadas a comienzo de los años 90, ganó un Martín Fierro y todavía sigue recordándose con regocijo. Y cuando uno va a ver un show de Juana siempre espera que en medio de sus hermosas canciones aparezca alguna de sus hermanas y todo se disparate. Por eso, al final del programa del domingo pasado escuchamos un fragmento particularmente lindo: haciendo el personaje de la modelo tonta, Marcela Balsam, inspirado en una modelo muy conocida en esos años, es conductora de un programa en el que ella nunca sabe qué pasa ni quién la visita: por eso confunde a Mercedes Sosa con Patricia Sosa. La Negra va junto a su "hermano del alma", Horacio Molina, que la va a acompañar en guitarra, y la modelo tonta no logra discernir cómo es que los hermanos invitados son pareja y a la vez hermanos. En medio de tanto desconcierto, la Negra y Horacio hacen una hermosísima versión de "Cuando tú no estás", de Carlos Gardel. Este fragmento del programa lo pueden escuchar clickeando acá.



La otra.-radio en tiempos de cuarentena no para, pero nos vimos obligados a innovar por primera vez en nuestro formato, que compone una serie de retazos emitidos desde diversos puntos del planeta. Este programa es el primer ensayo de esta nueva forma, que vamos a continuar probando en las próximas semanas, haciendo de estos obstáculos impensados un estímulo para obligarnos a innovar. Esta noche la seguimos. Mientras esperan, pueden escuchar la primera parte (acá) y la segunda (acá). Nos hablamos hoy a las doce de la noche con otra emisión de esta nueva época de La otra.-radio.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Massa la rompió ante los animales sueltos




Si el 31 de mayo pasado alguien me proponía que viera el programa Animales Sueltos con Sergio Massa como invitado, lo habría sacado volando. Ese día yo había puesto de manifiesto mi aversión por quien todavía no había decidido (o no había hecho público) alinearse con el Frente de Todos. Si hay algunos lectores permanentes a lo largo de los casi 12 años de existencia de este blog, deben haber leído muchos posteos en los que manifestaba mi rechazo y desconfianza hacia este dirigente político. Algunas cosas cambiaron muy rápidamente en Argentina desde aquel 31 de mayo hasta hoy, dos días después del gran triunfo del Frente de Todos que desalojará al macrismo de la Casa Rosada dentro  de 42 días.

En el discurso de la noche del triunfo, con un gentío celebrando en la calle el fin del gobierno de macri, el tramo más significativo de lo que dijo Cristina al pueblo reunido es esta frase: “Les pido a los hombres y mujeres de las distintas vertientes del campo nacional, democrático y popular que nunca más rompan la unidad que se requiere para enfrentar a estos proyectos neoliberales que tanto dolor han causado”. Estaba hablando de cuidar la unidad de coalición triunfante, integrada básicamente por muy diversos sectores del peronismo, pero también por otras fuerzas valiosas del campo popular. Los peronismos coaligados son el núcleo de un frente de unidad que ya no se llama kirchnerismo, aunque lo contiene como una de sus partes más potentes. Esto los kirchneristas lo tenemos que entender: entramos en una nueva etapa que requiere despojarse de prejuicios consolidados en los últimos años. Si no nos hubiéramos logrado reconfigurar, el macrismo estaría encaminándose a gobernar por un segundo período. Nuestros enemigos necesitan reducir el proyecto triunfante que integramos a un "gobierno K" y empezar a meter cizaña en la interna del Frente de Todos.

Voy a citar a un colega bloguero con el que durante estos años no me llevé muy bien, o no supe entenderlo, pero que creo que hoy está en una misma sintonía respecto del valor de esta nueva unidad que nos llevó al triunfo: Manolo Barge. En su post más reciente, que recomiendo leer en su totalidad, interpreta muy bien el sentido de estas palabras de Cristina:

La “advertencia” de CFK en el palco del triunfo, “ojo con el sectarismo y la exclusión"; entronca y complementa con la “advertencia” del pampeano Verna en el 17 de Octubre.

Y la admonición de la Dama en Rojo, guiño a Bette Davis de Jezebel y Vivien Leigh de Lo que el viento se llevo, esto último solo para esquistos del análisis psicohistorico.

Repito la “admonición” no es para los Renovadores y el peronismo No K, sino para quienes se autodefinen como “suyos” de Unidad Ciudadana.

Fuera de la Galaxia peronista, en las actuales condiciones objetivas, es el Polo Sur en invierno.

Porque como sabe Cristina, y el resto de los Capo lista de FdT, la “apuesta” de los Factores de Poder y el Atlántico Norte es “acelerar” la “implosión” de la Coalición Ganadora.

E “impedir”, o como mínimo “retrasar”, el “disgregamiento” de la Coalición que será opositora a partir del 10 de Diciembre.

Con el peronismo “unido” y el antiperonismo “desunido” es prácticamente imposible “operar” en nuestro país.

Si expongo mi distancia previa con respecto a Massa y a Manolo, no es por un abuso de autorreferencialidad, sino para declarar mi necesidad de revisar algunos de los criterios que hasta hace poco me servían. Plasticidad es lo que necesita un proyecto popular para lograr eso que propone Cristina: que “las distintas vertientes del campo nacional, democrático y popular (...) nunca más rompan la u,nidad que se requiere para enfrentar a estos proyectos neoliberales que tanto dolor han causado”. Y concuerdo con Barge en esto que algunos kirchneristas -entre los que no está Cristina- son bastante reacios a entender, porque quieren aferrarse a una integridad "K" que ya no sirve, porque quien  más necesita conservarla es el enemigo.

Por estas razones es que recomiendo que vean un programa que yo no hubiera aceptado cinco meses atrás: vean a Massa con los animales sueltos. El dirigente que apostó durante muchos años a construir una inviable "avenida del medio" es hoy un integrante imprescindible del Frente de Todos. Ante la mesa de operadores mediáticos que durante el tramo más oscuro del macrismo se encargaron de hacer el trabajo sucio que Marcos Peña les dictaba a través de sus celulares, Massa anoche la rompió. Desde el primer hasta el último minuto fue desactivando los intentos animales de imponer una agenda marcospeñista y dejó en evidencia la ridiculez anacrónica de ese zoológico en el que quien aparece más sensato es Rosendo Fraga. 

Massa con concisión y claridad los dejó rápidamente descolocados e inermes, mostrándolos como una manga de torpes voceros de un libreto ya fracasado. Las caras de desazón de los animales eran muy elocuentes: Massa los sometió a un curso acelerado de realidad. Si un dirigente de aquellos con los que me siento más lejos entre los que integran el FdT puede expresar ideas a las que suscribo en gran medida, eso significa que estamos en un instante muy propicio. Si un día de estos Massa empieza a jugar de otra forma, la misma plasticidad me exigiría repensar mi posición actual.

Las identidades son siempre siempre problemáticas. Nunca es posible decirles adiós del todo, nunca nos abarcan totalmente. A veces una identidad puede llegar a sofocarnos. Pero no tener identidad es vivir en la desdicha. Se trata de un problema de política práctica, tanto lógico como ético y ontológico. La coherencia no es rigidez sino reconocimiento del valor de las tensiones inestables con las que el tiempo nos desafía. No se trata de ser nómades ni sedentarios, metáforas un tanto toscas por su abstracción, sino de reconocer que la complejidad de lo real nos necesita capaces de repensarnos siempre.

Palabras un poco pomposas para invitarlos a ver con atención una hora y media en la que Sergio Massa dejó a sus interlocutores como una manada de animales.


domingo, 9 de junio de 2019

Algo salió mal: Facundo Manes defenestró al macrismo y a la Legrand de un solo saque

"Estás muy macrista, Mirtha": el neurólogo le dijo lo obvio en sus propias narices


La producción de la Legrand habrá calculado que invitar a Manes le rendía políticamente. En pleno auge de los rumores acerca de que macri le había ofrecido al neurólogo la candidatura a vicepresidente. La centenaria almorzadora se deshacía en elogios hacia la gestión oficialista y al médico se le ocurrió recordar el estado calamitoso de los hospitales y el dispendio banal de los fondos públicos en fachadas superfluas. Pero no todo es cotillón y cayó la anciana en la volteada: "Estás muy macrista, Mirtha", la fulminó Manes. Tan luego a ella, que está acostumbrada a dejar pagando a sus invitados cuando la contradicen. Mal regreso. Y encima Lanata...


lunes, 1 de abril de 2019

Leaving Neverland


En mi primera participación de la temporada 2019 de Patologías Culturales (FM La Tribu, 88,7, sábados 18:00) conversé con Maxi Diomedi sobre Leaving Neverland, el documental de HBO sobre los casos de abuso sexual de los que se acusa a Michael Jackson. Además hablamos del inolvidable paso de Paul McCartney por BsAs, su cuarta actuación y tal vez la mejor en nuestro país. De la relevancia que adquiere el estreno de una película como Atenas de César González. Y de la inminente edición de un BAFICI devaluado. Todo eso en poco más de 30 minutos.





El interés artístico de Leaving Neverland, el documental de casi cuatro horas dirigido por Dan Reed y producido por HBO, es casi nulo. Su factura formal es de lo más convencional y apela a todos los trucos de manipulación sentimental que pueden esperarse de un programa de la televisión yanqui del género "escándalos de celebridades". Como narra casos de abusos sexuales practicados por un hombre muy famoso, nada menos que el Rey del Pop, cabe esperarse una retórica grave y cauta, por más que el contenido de los testimonios es todo lo escabroso que pueda permitirse. Las víctimas de los abusos cometidos por Michael Jackson, que ahora son adultos y vivieron sus experiencias traumáticas siendo niños, varias décadas atrás, cuentan con detalles sumamente explícitos el tipo de prácticas sexuales a las que Michael los sometía. Eso dota al documental de un alto morbo; pero a la vez, todo es narrado entre planos aéreos filmados en vuelos rasantes por las carreteras luminosas de Los Angeles, sobrevuelos de Neverland, el Xanadu de Jacskon, un tono sobrio y contenido en los testimonios y una música recatada que baja el voltaje de lo que se está narrando. Es decir: la combinación exacta de recato y explicitud que ponga a salvo al producto de posibles objeciones de regodeo en los detalles de los abusos infantiles: los abusos se cuentan pormenorizadamente pero a la vez con un tono que asegura que el punto de vista los reprueba.

El recurso a los testimonios de las víctimas directas propicia que el espectador se ponga en el lugar del juez que tendrá que decidir si Jackson era un abusador, si las familias de los chicos consintieron estos horrores aunque sea por descuido o si los testimonios son veraces. Los mecanismos de identificación que este documental pone en marcha son para el cine y la tele norteamericanos como la fórmula de la coca cola: un producto irresistible, que se supone que todos quieren saborear.

Personalmente, no me interesan las películas que proponen que el espectador se ponga en lugar del juez que dictamina si alguien es inocente o culpable, cualquiera sea el caso que narra. Para juzgar están los jueces, y las leyes dicen qué es un delito y que pena merece. El fiscal presenta las pruebas y el juez decide que veracidad le atribuye. El cine puede hacer otras cosas que no tienen que ver con esta función judicial.

Si Leaving Neverland es sin embargo un documental interesante, es a pesar de sí mismo y del talento o las intenciones, comerciales o políticas, a las que responde.

Primero: no se busque en la película ninguna pista sobre la complejidad de un artista genial y monstruoso como fue Jackson. Podemos admitir que Leaving Neverland ni se propone meterse en aguas tan profundas. Su intención es establecer que efectivamente Michael fue, independientemente de su relevancia artística, un abusador consumado y persistente. No solo un adulto aniñado, ni apenas un freak del show business o una víctima de chantajistas inescrupulosos. Desde ese punto de vista, la película es eficaz: pone en evidencia que Jackson se salvó durante su vida de una condena penal como abusador de niños porque era poderoso y el clima de época se lo permitía. También puede aceptarse que su detenimiento en los detalles sexuales de los abusos es ilustrativo de un patrón de conductas de los abusadores, tanto más peligrosos si disponen de poder. Y una mega estrella, por más aniñada o freak que fuera, es también alguien muy poderoso. Además, sirve pedagógicamente para mostrar que las personas que sufrieron abusos durante su infancia siguen ligados amorosamente a sus abusadores en un complejo vínculo que excede la disyunción entre inocencia y culpabilidad.

Pero la película es más interesante porque, aún sin proponérselo, permite inferir una cadena de complicidades que no podían limitarse a la familia de los niños abusados ni al personal doméstico de Neverland. Es imposible que los abusos se hayan repetido durante varias décadas sin el silencio cómplice de toda una industria del espectáculo, que no podía no saber. El documentalista Dan Reed es discreto -u oportunista- sobre el particular, porque más bien dirige su foco de atención hacia la responsabilidad de las familias de los chicos que los dejaban en manos de un muy probable abusador. Si la película no da un paso más para preguntarse por la complicidad de la industria es porque ella misma es parte de esa industria. El sistema que erige a un joven artista excéntrico en un megalómano peligroso para los demás y para sí mismo ahora cierra el círculo denunciándolo como caso aberrante. Pero Michael Jackson no es un caso aberrante: es la condensación hiperbólica de los mecanismos de ascenso, consagración y caída - empoderamiento y destitución- que nutren el imaginario de una sociedad meritocrática. La película ni llega a vislumbrar ese problema.

Un relato que se meta a fondo con la vida y la obra de Michael Jackson solo podría ser trágica y decididamente contracultural, denunciar tanto la vista gorda de ayer como la hipocresía de hoy. Leaving Neverland de ninguna manera lo es; apenas roza los escalones de lo psicológico y lo pseudo-jurídico más convencional y tranquilizador.

Es muy probable que los testigos digan la verdad y que el Rey del Pop haya sido una persona a la vez desdichada y abominable. Los rasgos sublimes de su obra acá no aparecen y es imposible que se vean afectados por el lado monstruoso de su personalidad. En todo caso, si algo interesante permite sospechar la película -aunque ni llegue a plantearlo- es que un gran artista puede ser un monstruo y que la idolatría es nociva en cualquier caso. Se trata de un gran tema para pensar y debatir.

Quizás algún día se haga una película sobre Michael Jackson que abarque de manera más inquietante y riesgosa esta complejidad. Mientras tanto, HBO hace un programa de alto impacto y la industria se las arregla para que el Rey del Pop siga produciendo dividendos.