Un soneto de Guillermo Saavedra
Tan sin ton es Tinelli, tan canalla,
que aún metiendo la pata se comporta
como la novia al repartir la torta,
y retruca y ataca y no se calla.
No conforme con infectar el éter
con programas pedorros de tan pijos,
ahora amucha a decenas sin barbijo
dando ejemplo fatal, el muy sorete.
Y en lugar de esbozar una disculpa,
ataca al buen Gollán por un entuerto,
bonadiesco disparo en el desierto
de la infamia chetonga y ya sin pulpa.
En su ojete, bailando por un sueño,
mil garompas de obreros santiagueños.
Guillermo Saavedra
Postdata del editor: Ya sin la elegancia poética de Saavedra en sus sonetos, quiero agregar unas apreciaciones de televidente. Me sometí durante unos minutos al programa que Tinelli conduce todas las noches en el canal de Clarín para medirle el aceite. Me impresionó su decadencia justamente en las especialidades en las que durante décadas parecía infalible. Vi un programa pesado, previsible, de una euforia anémica, imitadores sin gracia, panelistas sin interés y su propia figura de entretenedor mellada, no solo en su fallido recauchutaje facial, sino en su pérdida de feeling para atravesar la pantalla. Solo queda su peor cara, un operador político agreta, apostando a un poder de daño que tal vez esté perdiendo. Creído de que las normas no están hechas para gente como él, su descenso ya se puede adivinar: sin sanciones por violar sistemáticamente cada noche los protocolos sanitarios, sin multas por infringir las normas de comunicación en un contexto de pandemia, Tinelli se resbala en su propio ego, que no le deja ver que a su desfile de freaks ya no hay liftings que lo mejore. Será empujado al fondo de la tabla por productos tan idiotas como el suyo, pero que al menos nos alivian del disgusto de ver su mueca dura y su desesperacion de magnate imponente.
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