lunes, 22 de septiembre de 2025
SINFON14 REMIX - Cozarinsky x Perrone = Ꝏ
jueves, 11 de septiembre de 2025
La lejanía de Gaza y los israelíes
por Lidia Ferrari
Nuestras actuales guerras son dirigidas por gente que envía misiles, drones, bombas desde miles de kilómetros de distancia.
Me intrigó la cuestión de la lejanía, porque Gaza e Israel se encuentran en un territorio muy pequeño, muy cercanos uno del otro.
Mi intriga me llevó a Google Maps. ¡Cuánto aprendí allí de lo siniestro de nuestro mundo! Quería saber cuántos kilómettros hay de Gaza a Tel Aviv, la capital real de Israel, pues a pesar de que el gobierno proclama que su capital es Jerusalén (que también reclama Palestina), no ha sido reconocida por muchos países del mundo. Como sea, Tel Aviv es la ciudad de Israel más importante política y económicamente. Cuando le pido a Google cómo llegar a Gaza, responde que no hay ninguna ruta para ir a ese destino. Es decir, Gaza no existe para Google Maps.
Entonces elijo la ciudad de Israel más cercana al límite de Gaza, Zikim. Allí Google funciona y me contesta que hay 68 kilómetros. Calculo entonces que el límite norte de Gaza está a 70 kilómetros de Tel Aviv. Siento un golpe en mi entendimiento. ¿Todo el horror que estamos viendo a diario, los niños y civiles hambreados, los hospitales bombardeados, las escuelas y universidades cerradas, los periodistas asesinados, la gente que muere de hambre está a esa poca distancia de Tel Aviv? Si la franja de Gaza tiene 41 kilómetros de largo, Tel Aviv está a poco más de 100 kilómetros de la parte más distante de Gaza. Pienso. ¿Cómo hacen para no enterarse del horror en que viven los palestinos? Porque nos hacemos la idea de que están muy lejos del escenario del horror. Pero no, la distancia que tienen los israelíes (no todos quizás) es sensible, no se mide en kilómetros. No se trata de distancia geográfica, se trata de distancia emocional, ética, humana. Es más, viendo cada vez más videos de israelíes que denuncian el festejo de sus conciudadanos acerca de los horribles crímenes que cometen sus soldados y sus colonos, no nos queda ninguna duda. La distancia es la de la impiedad, la de la crueldad, la insensibilidad con lo que sucede tan cerca geográficamente pero tan lejos de su alma. Entonces se entiende por qué precisan no considerar humanos a los palestinos y degradarlos. Como para sostenerse en alguna idea que consienta tanta crueldad. Quienes ejercen esa violencia con tamaña impunidad deben convivir en el horror de su propia crueldad.
Pienso. Sería imposible que suceda un genocidio a 70 kilómetros, a 100 kilómetros de donde vivo, y que no esté enterada, advertida, o que nadie haga nada para impedirlo. ¿O será que con décadas de adoctrinamiento podemos, cada uno de nosotros, llegar a aceptarlo?
Hay una ciudad egipcia cerca de Rafah, en el límite sur de Gaza. Google allí sí me guía. Pero para llegar a la ciudad de El Arish, que estará a poco más de 100 kilómetros de Tel Aviv, Google me propone hacer 620 kilómetros. ¿Por qué Google me dice que no encuentra ninguna ruta para llegar a destinos que están en Gaza? No sólo porque es cómplice de Israel y borra a Gaza de la geografía. También porque Israel ha destruido sus caminos, sus casas, sus olivos, sus cultivos, sus bordes, su orografía, tratando de exterminar la vida que bulle en ese espacio geográfico. No sólo se trata de borrar a su gente del mapa, sino de hacer como si esos lugares no existieran. Quizás creen que, cuando hay terminado con el exterminio (hagamos que no suceda) y hayan expropiado lo que no les pertenece, no habrá consecuencias acerca de cómo lo han obtenido. Creen, ilusoriamente, que nos vamos a olvidar de sus crímenes y que disfrutarán de esas playas como si nadie hubiera habido allí antes. No saben o no quieren saber del retorno de lo reprimido y menos aún de los efectos en sus cuerpos y en sus almas (si es que las poseen) del retorno en lo real, cuando tanta forclusión de la Ley se les venga encima.
Los videos que vemos de la crueldad y la impunidad con la que los israelíes tratan a los gazatíes es de una ignominia tal que retorna en mí cuando miro el mapa. Hay playas, como la de Zikim, a metros de Gaza, que son visitadas por israelíes. Se pueden leer sus reseñas. Algunos se animan a decir que se trata de Palestina. Pero otros opinan que la playa está sucia debido a los detritos de los gazatíes. Me conmociona escribir esto como me conmocionó verlo en el mapa.
Se trata de gente que está conviviendo con el mal. Lo han hecho suyo. Ahora entiendo, por eso viven en bunkers. Pero los bunkers no los pueden separar de la propia crueldad, si están a dos pasos de quienes están exterminando. Una película reciente -no la he visto aún- trata de la vida familiar de un jerarca nazi a metros del campo de concentración que dirigía. ¿Cómo se puede vivir tan cerca del horror y del hambre de millones de habitantes? ¿Cuánto esfuerzo psíquico -si no se lo quiere admitir- es preciso para poder negarlo? ¿Cuánto daño psíquico se produce si para poder soportarlo se lo aprueba y se lo festeja? ¿Cómo quedarán estos niños y adolescentes israelíes acostumbrados a maltratar a todo palestino y a no considerarlo un semejante? ¿Cómo sobrevivirán -si los palestinos no sobreviven al exterminio- quienes lo están produciendo? ¿Cómo sobreviviremos todos nosotros a tanto horror transmitido en directo? Por eso la Global Sumud Flotilla es una de nuestras esperanzas, la de que hagamos algo para detener este inadmisible e insoportable genocidio en Gaza.
miércoles, 10 de septiembre de 2025
La larga marcha de Axel Kicillof
por Juan Pascual
(Publicado originalmente en Pausa)
El peronismo tiene un conductor y un candidato y es Axel Kicillof. La victoria es toda de su fuerza, que es la decantación de una estrategia y construcción de larga data. Cómo llegó a este momento y qué se puede esperar hacia adelante.
El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, es quien tiene el bastón de mariscal del peronismo y es su candidato único hacia 2027. Así es por más que no haya despertado –hasta hoy– la euforia del comentarismo peronista mainstream, ni su demanda de entretenimiento, así era desde que se conoció el resultado de las elecciones de 2023, así hubiera sido incluso si CFK no estuviera presa.
Ese liderazgo ahora se ratifica en los hechos, la victoria tapa los intensos cuestionamientos internos a su estrategia electoral, que fue toda de él. Ganó por mucho en los distritos que tenía que ganar y además se llevó el voto popular. Quebró la maldición del peronismo en las intermedias, que venía desde 2009. Le ganó al PRO y La Libertad Avanza unidos, cuya suma en 2023 fue de más del 50%.
El electorado bonaerense además hizo una puntuación: la única oposición nacional con potencia es el peronismo. Fue pésima la elección de los sectores que hasta hace unos meses apoyaban al gobierno en el Congreso y con la firma del Pacto de Mayo.
La realidad se impone
Cabe zanjar el asunto, así sea contrafáctico. La proscripción de CFK precipitó materialmente los acontecimientos. Un indulto de CFK sólo puede resultar de una movilización popular cuya potencia equivalga a una redefinición global del sistema político: un 17 de octubre, un 19 y 20 de diciembre de 2001. No sucedió, tampoco va a suceder, porque no había condiciones para que suceda.
En los días posteriores a la detención eclosionó, entonces, la interna. Lo que había sido un pedido de CFK en la previa electoral de 2023, “Cada compañero, cada dirigente, cada militante, tiene su bastón de mariscal en la mochila. Sáquenlo. Y no le pidan permiso a nadie para sacarlo”, se convirtió en un reproche, “Cuando les dije que saquen el bastón de mariscal no era para que le peguen en la cabeza a otro compañero”.
Es necesario observar el camino del gobernador hasta este momento para entender cómo el estallido de esa interna y su resultado final solidificaron su liderazgo, una estrategia de construcción política de Kicillof ajena a los múltiples estilos que tiene el peronismo de rosca, quilombo y acuerdismo.
Kicillof por la propia
Nadie oculta que las raíces de Kicillof y de su grupo no están en el peronismo. Podríamos enumerar la formación junto al magistral economista Pablo Levín, cuyas trazas son perceptibles, las publicaciones tempranas de su grupo en el Le Monde Diplomatique de principios de siglo XXI, cuando todavía no había sido arruinado por José Natanson, o los posteriores trabajos en el CENDA, pasto para las quejas del morenismo.
Su incursión por La Cámpora es breve y propia de un técnico. Desde esa organización llegaron sus primeras funciones públicas: Aerolíneas Argentinas, Siderar, YPF y de allí el Ministerio de Economía. Pero su grupo real de pertenencia siempre corrió por un carril paralelo.
Para 2015 ya estaba haciendo su camino propio arriba de un Clio, junto a su Ministro de Gobierno actual, entonces chofer y jefe de campaña, Carlos Bianco. Su núcleo lleva entre 15 y 25 años avanzando unido con la propia, sumando figuras a ese elenco como Gabriel Katopodis o Andrés Larroque. Al comienzo, no fueron cabalmente comprendidos por el resto del ecosistema peronista bonaerense. Como se señaló, vienen de otra tradición. Comparativamente, son ascetas. Más llanamente, en su estilo son algo distinto a ser progres: son frugales como los zurdos viejos.
Pero más allá de la épica a la Pepe Mujica de sus cuatro años de campaña hasta la gobernación, el punto a observar ahí es que la hizo por la suya, la hizo por abajo, la hizo bien –arrasó contra toda previsión y contra todas las mofas de la época–, sin colgarse de CFK y además apuntalando al peronismo para llegar a la Rosada.
Está haciendo la de él desde hace mucho tiempo.
En 2023, otra vez por la propia y por adentro, inseparable de lo mejor que dejó el kirchnerismo, superó que le armaran parte de las listas provinciales, que le explotara el escándalo del impresentable Martín Insaurralde, que no era suyo, y que los precios corrieran a dos dígitos por mes. Fue el peronista que más empujó en las presidenciales de Sergio Massa y revalidó en su provincia y por mucho. Y nunca le sacó el pecho al gobierno de Alberto Fernández, incluso en su derrumbe.
Nadie le puede reclamar que no tenga coraje, que no vaya al frente.
El desdoblamiento de las elecciones 2025 tuvo un eco que resalta más por su impertinencia que por su desmesura. Ya mucho antes, Kicillof había recibido correcciones públicas en actos por boca del diputado Máximo Kirchner y había aceptado, con alguna pataleta, el hondazo a Ricardo Quintela, el gobernador riojano que se había dispuesto a presidir el PJ cuando nadie parecía levantar cabeza.
La disputa fue larga y feroz, los cruces insoportables, el reclamo desde las bases uno solo: dejen de pelotudear.
Aun dando por válida la idea de que hubo reproches por partes iguales desde ambos lados, el campo de disputa era distinto en los dos casos. Desde La Cámpora se reprochaba deslealtad, desde el otro lado se señalaba que las críticas hay que apuntarlas a Casa Rosada. Así, manteniéndose en la línea que venía trayendo, Kicillof salió fortalecido de ese debate y se produjo una demarcación definitiva: el kirchnerismo, sobre todo afuera de la provincia de Buenos Aires, es mucho más extenso que La Cámpora.
Si es inevitable reconocer que los primeros pasos políticos, entre 2011 y 2015, fueron bajo el ala de CFK, también es cierto puntuar que Axel Kicillof es el mejor dirigente kirchnerista justamente porque es el único que ya destetó, 10 años van, y de la mejor manera.
Los de afuera son de palo
Entonces, sólo a Kicillof le pertenece su construcción y las articulaciones que de ella se desprenden, a escala partidaria, sindical, empresarial, de organizaciones sociales territoriales, de potencias globales del BRICS. Para arriba, para abajo y para los costados ya construyó lazos que le son enteramente propios. Está ahí la CGT y Estela de Carlotto, Paolo Rocca y el Partido Comunista de China, los gobernadores provinciales y Lula Da Silva.
Mira desde ese punto, fijo hacia 2027, y es desde ahí que ejerció la potestad de ceder lugares en las listas sin que eso le dañe.
Por el modo de construcción y el estilo de gobierno, no es un producto ajustado a la imposición del stream, que se arroga el espíritu de época y el ágora de la razón pública. Demandan, al mismo tiempo, que sea gracioso, que sea interesante, que sea rimbombante y que haga realidad algo que nunca jamás el peronismo hizo: casi con histeria reclaman que el peronismo presente un programa total, coherente y que detalle todos los puntos. Peronismo leninista. Piden rendición de cuentas, autoflagelaciones varias y demases, cuando el proceso crítico está ocurriendo de hecho; Kicillof lo impone, con sus propios tiempos.
Fue Kicillof el primero en decir “nuevas melodías”. Marcó ese camino y ese camino tiene un tiempo, su tiempo.
A diferencia de las genuflexiones de los que fueron a firmar el Pacto de Mayo o mandaron a sus diputados y senadores a votar las aberraciones legislativas que están desangrando al país, Axel Kicillof nunca arrió bandera y en todo momento se paró en el campo opositor. Su posición, como la de Juan Grabois, es la más distinguible en este sentido. Con un agregado: el tipo lleva seis años –dos de pandemia, uno de repunte hasta la sequía histórica, uno de crisis inflacionaria y dos de ajuste psicótico– gobernando al 40% del país sin poder tocar nada de la botonera de la macroeconomía.
Le piden un programa y lleva seis años de gobierno y victorias electorales en el peor período de la historia del país. Le piden que haga payasadas para redes sociales y marcó una continua e inquebrantable oposición en todos los niveles. En el fútbol está bien clara la diferencia entre los periodistas que parlotean en el panel y los jugadores que entran a la cancha. Es extraño que haya tantos políticos que a esa diferencia no la tengan tan clara.
Ahora arranca la elección de octubre. Los dueños del país ya le exprimieron todo el jugo a los dementes de la Rosada, se huele cómo se buscan sucesores. Esos postulantes están lanzados, son los mismos que durante dos años sostuvieron el trabajo sucio de los libertarios, con sus palabras, con sus diputados y reproduciendo los ajustes en sus provincias.
No está Kicillof en esa lista. Por eso, también, el peronismo otra vez tiene que asumir su responsabilidad histórica.







