La película favorita del actor y cineasta James Franco es My own private Idaho, el clásico noventista de Gus Van Sant protagonizado por River Phoenix (poco tiempo antes de morir) y Keanu Reeves. River es además el actor favorito de Franco, por quien siente una verdadera devoción.
En una charla con Gus Van Sant en 2008, James le dijo al director que le gustaría acceder al metraje descartado de My own private Idaho, pedido al cual Van Sant accedió. Franco con ese metraje m ontó una versión alternativa al original, más oscura, más concisa, más esencial.
Franco declaró que se propuso hacer con esas tomas descartadas algo así como la versión que hoy, después de varias décadas de exploraciones estéticas, filmaría el propio Van Sant de la película.
El milagro es que el resultado, My own private River, es, si se quiere, superior a la original. Más libre de las sujeciones del relato convencional hollywoodense, con menos sentimentalismo, despojada de toda subtrama. Por ejemplo, no queda nada, afortunadamente, de la inserción de las citas shakespereanas de Enrique IV que Van Sant introdujo en su película de 1991. La versión de Franco conmueve por su aspereza, su concentración dramática y un lirismo más genuino, menos lastrado por recursos vicarios. Los detalles de la peripecia de My own private Idaho están acá solo sugeridos, porque Franco se basó exclusivamente en tomas descartadas: son los mismos personajes y las mismas situaciones, pero no hay inguna escena compartida con My own private Idaho, lo que la hace algo completamente original en la historia del cine. Los conectores narrativos están reducidos al mínimo, así que es una película de climas más que un relato. En eso, su sensibilidad es mucho más actual que la original, que todavía mantenía un pie en el Hollywood instituido. Los silencios y las elisiones pesan más que la narración.
La versión de Franco explica poco y confía en la pregnancia de las hermosas imágenes que imprimió Van Sant en los 90, vibrantes como para no tener que apoyarse en los convencionalismos del cine de difusión masiva. La de Van Sant ya era una rareza muy potente en 1991, la presencia magnética de River Phoenix junto a Keanu Reeves producía un alto impacto emocional, se percibía en su pulso que llegaría a ser uno de los nombres claves del cine norteamericano contemporáneo.
Shockeado por la muerte prematura de River Phoenix, Van Sant dio al cine su extraordinaria trilogía de los jóvenes perdidos: Gerry, Elephant y Last Days. Después hizo una coda majestuosa, Paranoid Park, quizás su mejor pelicula, para luego diluirse en encargos iinconsistentes. Se lo morfó el sistema, pero quién nos quita lo bailado.
James Franco en 2012 lanza la versión que revive milagrosamente a su adorado River Phoenix, un espejo en el que gusta mirarse a sí mismo, y al mismo tiempo nos muestra cuán exquisita podía ser la mirada de Van Sant cuando el mainstream no estaba vigilándolo.
En My own private River puede reconocerse una genealogía de la mirada de Van Sant, donde se cruzaban el new american cinema, con Cassavetes y Warhol a la cabeza, con Pasolini, Bertolucci, Fassbinder, y hasta puede vislumbrarse la posibilidad inminente del momento dorado del cine subasiático de fines de siglo (como Wong, Tsai o Raya Martin). En este sentido Van Sant ha sido un cineasta bisagra y hoy eclipsado.
No sabría decir quién es más autor de My own private River, si Van Sant o Franco. O si sobre ambos dos planea el ángel de River.
River Phoenix había muerto un 31 de octubre de 1993 en la vereda de The Viper Room, la discoteca regentada por Johnny Depp. Desde entonces River se convirtió en un ícono de culto con una filmografía cuya presencia magnética hace fulgurar. My own private River es un regalo para disfrutar de su talento y su belleza.
Aquí puede vérsela online. La falta de subtítulos no obsta para sumergirnos en su oscuro romanticismo
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