por Lidia Ferrari
Resulta que cuando vinieron mis antepasados en barco (no había aviones y eran pobres) no fueron bien recibidos por los nativos, pues sentían la amenaza de esa muchedumbre inmigrante. Es que inmigraban los pobres del sur de Europa y no estaban conformados con las facciones previstas por Sarmiento & co. En esa época, ser italiano (tano) era sinónimo de ser inmigrante pobre, idéntica posición a la que más adelante ocuparon los bolivianos, los paraguayos y los inmigrantes latinoamericanos en Argentina. Sufrieron segregación racial.
Sabemos que ciertas formas de racismo se detienen frente a la gran centrifugadora cultural, el dinero. Como dijo Larry Holmes, boxeador estadounidense campeón de peso máximo:"Es duro ser negro. ¿Fuiste alguna vez negro? Yo lo fuí una sola vez, cuando era pobre". Así, los italianos, los franceses, los turcos, los rusos (judíos) eran los segregados porque eran pobres y estaban invadiendo el territorio argentino. Algunos de esos inmigrantes, a su vez, se transformaron en racistas con los nativos, por ejemplo, José Ingenieros.
Luego, las cosas fueron cambiando porque la mestización ocurre siempre y los extranjeros que ‘bajaron de los barcos’ parecían conformar la ‘vera’ argentinidad. Es similar a lo que pasa en Europa. Los segregados en Italia eran, para los del Norte, los meridionales. Por suerte para ellos, llegaron los inmigrantes de un poco más al Sur, de Africa, entonces son ellos ahora los segregados.
Siempre hay un color de piel un poco más oscuro a segregar y un color de piel más blanco para idealizar. Pero no siempre fue así. En la antigua Roma, los imperialistas de la época segregaban a los teutónicos germánicos, porque esos pueblos eran los ‘bárbaros’. Ser alto y rubio era un rasgo a segregar en la Roma antigua, porque denunciaba al ‘bárbaro’ de la época. Cuando el imperio se empezó a despoblar por pestes y trances, varios convirtieron a esos 'bárbaros' en ciudadanos romanos. Los ideales, porque de eso se trata, se van modificando, tanto como lo denigrado. El mestizaje siempre hace que los ‘objetos’ denigrados o idealizados cambien.
En la Argentina, hay una matriz ideológica de los fundadores de la patria declaradamente racista, pero no todos los fundadores eran racistas. A veces la historia nos enseña mucho. Cuando se habla de que los argentinos bajamos de los barcos, se está hablando de la inmigración del siglo XIX y no de los de la conquista española. Es elemental, cierto, pero cierta lectura parece convertir a inmigrantes como mis abuelos en colonizadores. Algunos de ellos lo serían, otros no. La matriz colonial es fundacional de cada cultura.
También lo es que “en términos de intercambios culturales los individuos construyen imaginariamente un Otro sin tachar”, lo escribí sobre este tema hace tiempo. Muchos argentinos de clase media se olvidaron de Europa y la Meca. Para ellos, el lugar ideal, sin manchas mestizas, es Estados Unidos. Los latinoamericanos pobres arriesgan sus vidas en pos del sueño ‘americano’. Porque ‘hacer la América’ de los europeos del siglo XIX ahora es, para muchos latinoamericanos, ir a Estados Unidos.
Bienvenidas las discusiones acerca de nuestra constitución mestiza. Si vamos hacia atrás el mestizaje, es lo único que existe, con segregaciones y colonizaciones incluidas. Venimos todos de África. Recuerdo alguna conversación con una persona que no podía soportar la idea de que la especie humana viniera del África. Hay una renegación del propio mestizaje que no hace sino renegar eso que nos constituye a todos. La diferencia, creo, la hace quienes la pueden aceptar y convivir con ella, y quienes la rechazan.
Arturo Jauretche recordaba que una mayoría de gauchos fueron italianos o judíos, los de la más temprana inmigración del Ochocientos. Los gauchos, esa fisonomía típicamente argentina o sudamericana que, según Saer, es más un invento literario que una realidad. El tango, una expresión cultural típica rioplatense, fue una invención mestiza. Tantos argentinos y uruguayos de ascendencia africana, los de la procedencia criolla y sus ritmos como la milonga, con los judíos, italianos, zarzueleros españoles, se mezclaron y ofrecieron una invención original a las culturas del mundo, pero partiendo tanto de ritmos africanos como de música europea. Bienvenido que podamos reflexionar sobre estas cosas.
Como dice Derrida: “Toda cultura es originariamente colonial. (…) Toda cultura se instituye por la imposición unilateral de alguna “política” de la lengua. La dominación, es sabido, comienza por el poder de nombrar, de imponer y de legitimar los apelativos”. Si estamos intentando deconstruir los sentidos dominantes de las palabras que usamos, veamos las colonialidades que nos fundan y también los mestizajes. Porque una forma de la segregación es creer que son los ‘otros’ los colonizados o los colonialistas y no nosotros.
Ilustración. Carmen Cuervo
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