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viernes, 13 de abril de 2018

Meteoros: BAFICI 20







por Oscar C.

En la competencia oficial de Derechos Humanos del BAFICI 20° hay una película turca dirigida por Gürcan Keltek llamada Meteoros. La secuencia inicial desborda una violencia inusitada: la cámara se alínea con la mira del arma de un cazador de cabras y espera el suficiente tiempo como para que el disparo se produzca y un animal caiga moribundo. El espectador es invitado a poner el ojo donde Gürcan Keltek pone la bala. De ahí en adelante se sucederá una secuencia de planos que persiguen siempre la magnificencia visual del blanco y negro, los grises radiantes y plateados del paisaje bélico. Vamos a asistir al fascinante espectáculo de la guerra entre turcos y kurdos, filmado como un trip luminotécnico. Como si las bombas, los escombros y los estallidos estuvieran disponibles para una cámara diestra y siniestra. 

Dado que la tentación estetizante está siempre al alcance del shot de cámara, de vez en cuando la voz en off y el gesto fruncido de la novelista Ebru Ojen Şahin nos recordarán la tristeza que esas imágenes deberían producirnos, confesando de esta manera que las imágenes mismas no dicen lo que ella necesita agregar. 

La destrucción de la guerra no solo es vistosa sino natural. Los bombardeos son interrumpidos por una lluvia de meteoritos que lucen a las lentes de Keltek tan hermosos como las bombas que caían en la secuencia anterior. La rúbrica final, que compensa el espanto del disparo del comienzo, muestra a dos machos cabríos chocando sus cuernos y dos serpientes enroscándose: la guerra es tan solo una continuidad de la violencia universal y todo está ahí para que Keltel logre sus hermosas vistas.

En esta competencia de películas de Derechos Humanos realizada en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires no hay, creo, ninguna película que haga referencia a la doctrina Chocobar por la que los canas pueden asesinar pibes disparándole por la espalda y gozan de la presunción de inocencia que el estado argentino hoy le concede a sus agentes de seguridad. Tampoco hay un equivalente turco, chino o francés acerca de esta doctrina.

Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Autonomía de la esfera estética le llaman, creo.

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