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martes, 10 de abril de 2018

Patacones en el pasado próximo



por Lidia Ferrari

Ayer me dispuse a ver una película argentina que no había visto: Buena Vida Delivery. Me enganchó enseguida. Pero muy rápidamente la película me condujo a un lugar y un tiempo que había vivido y me parecía muy lejano. Fui a ver la fecha en que la hicieron y allí estaba el 2003. Se veía el año 2003 en la película y sentí en mi cuerpo la vida de ese 2003. Todo lo emblemático de esa fecha, esos paisajes, esos diálogos, esas angustias, esos lugares en los cuales habitar. Todo. La remisería atestada de hombres esperando, la falta de trabajo, el no tener dónde vivir, la cola en el Consulado italiano, la emigración al exterior, los patacones. Sí, cuando llegó el momento de los patacones no pude seguir mirando. Si hubiera visto la película hace dos o tres años seguramente hubiera visto en ella el pasado como algo que ya no está. Y el alivio de haberlo dejado atrás. Hoy la película me mostró un pasado que está retornando, y la sensación de lo siniestro me impidió seguir viéndola. Ahí estaba, la prueba de que una economía política marca las vidas, las diseña, les dice cómo van a vivir, en qué van a trabajar, las ilusiones que podrán sostener. La película me condujo a ver la enorme diferencia de lo que había sucedido en tan poco tiempo, me mostraba la diferencia abismal entre ese 2003 y el 2015. Tantas imágenes se me vinieron encima después de dejar de ver de la película. Se hizo evidente que se trataba de un pasado lejano, no medido en el reloj, sino por la potencia de haber podido cambiar tanto en poco tiempo. Porque durante una década tuvimos la oportunidad de dejarlo atrás, de convertirlo en un verdadero pasado. Vivimos una época en la cual no había patacones, la gente pudo arreglar su casa, comprarla, adornarla. Viajar, trabajar, estudiar, tantas cosas de fuerte contraste entre ese 2003 conteniendo todavía las penurias del maldito 2001. Lo que me arruinó la idea de un pasado pasado fue la convicción de un siniestro retorno. No puedo perdonar a la gente que ha hecho posible este siniestro retorno. Pero qué puedo decir, si sentí que la película me mostraba algo que había olvidado. Algo que no recordaba con la fuerza de la vida vivida. Es seguro que la gente olvida pronto las penurias padecidas. Es probable que eso nos impida ubicar bien lo que vivimos y lo que podemos volver a llegar a vivir. Porque una lo sabe, en algún lugar se sabe, pero se lo olvida o no lo queremos recordar. Hemos caído nuevamente en ese mundo de un pasado tan próximo en el cual nos pagaban con patacones. Estamos retornando a esa época de pesadilla. Lo peor es que habíamos logrado salir de ella.

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