Iba a votar a Juan Grabois en esta PASO del domingo, pero una recorrida de los últimos días por el microclima que generan los operadores mediáticos corporativos sin excepción, desde Viviana Canosa hasta Carlos Pagni, desde Diego Sehinkman hasta Baby Etchecopar -que son los voceros directos del establishment, mucho más que los candidatos de los partidos políticos-, me convencí de que se está trabajando en un intento de desestabilización que tienda la alfombra para un gobierno de derecha ultra que llegue después de un shock a aplastar los derechos del pueblo trabajador. En estas propaladoras se está atacando frontalmente la candidatura de Massa, porque lo identifican como el principal obstáculo para llegar al poder y por eso les resulta funcional que Grabois crezca a expensas de una dispersión de los votos peronistas. Si Grabois el domingo se lleva 7%, se va a ir a dormir contento por su crecimiento político, pero si de esos 7 le saca 3 a Massa, deja al candidato ministro expuesto a un período de turbulencias que el sufriría el pueblo. En este sentido, el ascenso político de Grabois lo pagaríamos muy caro. Ya que estoy dispuesto a votar en octubre a Massa, no considero que haga un cambio sustancial si lo voto directamente ahora: en este caso, por la gravedad de lo que está en juego, el voto a Grabois me resultaría puramente estético. No valoro la estética como fundamento de las decisiones políticas y no considero que un voto en las elecciones sostenga tampoco una plataforma ética.
Cuando antenoche vi a Viviana Canosa aconsejándonos a los kirchneristas que era preferible que votemos a Grabois, entendí que ella no habla por sí misma, que tiene un guionista que nunca se equivoca en la preservación de sus intereses, que son incompatibles con los míos. El domingo voto directamente a Massa y Rossi.
Hay que desfetichizar el acto del sufragio, que es solo un momento -no un instante, solo un momento de la vida cívica. Considero que el voto es siempre una decisión táctica y lo que no hay que perder de vista es la estrategia: qué modelo de país elegimos y cómo es el camino más eficaz para alcanzarlo. No creo que el voto, una vez cada tantos años, defina una posición política. La decisión cada vez es independiente y contingente, una respuesta al contexto momentáneo. Lo decisivo es lo que se hace toda la vida. La democracia liberal nos hace creer que uno solo tiene poder y oportunidad de expresión política el día de las elecciones. Yo no lo creo así: es una manera de desvalorizar la fidelidad política de la vida cotidiana, fuera del cuarto oscuro. Tampoco creo en votos que respondan a una disciplina partidaria, ni a principios éticos, sino a relaciones de fuerza siempre cambiantes. Lo que no cambia es el modelo de país que quiero, por lo tanto mi decisión de hoy no es contra Grabois, sino contra las corporaciones que se propusieron dispersar el voto de UxP y peronista entre diversos candidatos. Por eso voto a quien la derecha más ataca. La derecha no se equivoca al señalar a sus enemigos. El día después de las elecciones voy a seguir bregando por el país que quiero y si Massa no satisface lo que voté, será el momento de cuestionarlo.
Escribo esto al fin de una jornada luctuosa, con una nena asesinada para sacarle la mochila con la que iba a la escuela. Todo hecho tiene una dimensión política, pero estas tragedias no pueden ser siquiera rozadas por los cálculos electorales.