Por Oscar Alberto Cuervo
Tenía que ver al menos una película que tuviera alma, la cosa ya se había puesto fulera. No puede ser, un día, dos días, dos, cuatro, seis, ocho películas y que ninguna tuviera alma. Hasta Jotafrisco había dejado de mandar sus informes diarios después de El cant dels ocells. Yo lo comprendo: también yo quisiera seguir escribiendo de la de Serra antes que perder el tiempo con sus rivales de la competencia internacional: el sobrevalorado Campusano, la danesa Fear me not, el realismo mágico islandés, el academicismo mexicano de Desierto Adentro... No las vi todas, ni lo pienso.
Quizá haya sido que la intuición me falló y elegí siempre las películas incorrectas, quizá llegué después de que dieran las mejores: la de Kitano, la de Garrell, JCVD. Me dice José Miccio que la retrospectiva de cine político italiano estuvo muy bien, Jorge García me recomendó una rusa que dejé pasar. Algo de todo eso trataré de ver mañana en la videoteca, claro que no es lo mismo. La cuestión es que la masa de aire caliente pareció estacionarse sobre el festival y mientras tanto las películas se me hicieron tan pesadas y sofocantes como el aire. Y ni la noche traía una brisa fresca.
Algunos dicen que la programación de este año fue realmente floja (en los festivales uno siempre prefiere pensar que ha elegido mal), que hubo graves desaveniencias entre los programadores, que José Martínez Suárez jamás se entendió con la segunda línea de los que venían trabajando en la gestión de Pereira, que lo más interesante eran los rescates de Fernando M. Peña. Hay quien se hace eco del rumor de que esta será la última edición de Mar del Plata. Otros replican que lo mismo se viene diciendo desde hace diez años. Por lo pronto, mañana a las 10:30 de la mañana hay una conferencia de prensa de Liliana Mazure, la presidenta del INCAA, que no estaba en los planes. ¿Será -en el más puro estilo K- para desmentir el rumor?
Ante la escasez de buen cine, uno tiende a retraerse hacia lo evidente. Pero lo evidente este año falló: la de Jia Zhang-ke no estuvo a la altura de sus antecedentes, la de Kore-eda no me convenció, se esperaba con cierta expectativa la de Kiyoshi Kurosawa (Tokio Sonata), pero resultó ser tan burda y esquemática que me hizo apreciar retrospectivamente a Kore-eda. ¿Qué premiará el jurado de la competencia internacional, si no El cant dels ocells? Me parece que cualquier otra decisión sería oprobiosa para el festival, pero de un jurado integrado por Israel Adrián Caetano no sé si se puede esperar lo mejor.
Pero el aire fresco llegó finalmente: con el chaparrón y con la proyección de Lake Tahoe, la película mexicana de Fernando Eimbcke (el de Temporada de patos). No es que sea una obra maestra, pero trajo aire fresco y, lo que a esta altura me resultaba imperioso: es una película con alma. Con una comicidad triste que abreva en el laconismo de Tsai Ming-liang sin imitarlo, la película de Eimbcke trata un asunto que cuando lo diga sugerirá un dramón (la muerte del padre de dos chicos, un adolescente y un niño), pero que en la película transcurre con gracia y ternura. Es cierto: no todo en Lake Tahoe funciona a la perfección, pero resulta que a esta altura de la semana yo necesitaba ver al menos una película con alma.
1 comentario:
Se que hoy dan los premios y que de las dos nacionales va ganando la que dijiste vos.
bueno, es lo de menod pero me gustaría escuchar una evaluación de la calidad del Festival.
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