Dice Francis Scott Fitzgerald en The crack up:
Evidentemente toda vida es un proceso de demolición, pero los golpes que llevan a cabo la parte dramática de la tarea –los grandes golpes repentinos que vienen, o parecen venir, de afuera-, los que uno recuerda y le hacen echarle la culpa a las cosas, esos golpes de los que en monentos de debilidad uno habla a los amigos, esos golpes no evidencian sus efectos de inmediato. Hay golpes que vienen de adentro, que uno no nota hasta que es demasiado tarde para hacer algo con ellos, hasta que se da cuenta de modo definitivo de que en cierto sentido ya no volverá a ser un hombre tan sano. El primer tipo de demolición parece producirse con rapidez, el segundo tipo se produce casi sin que uno lo advierta, pero de hecho se percibe de repente.
Me rompí como un plato viejo.
(...) ¿Y qué? Esto es lo que ahora pienso: que el estado natural del adulto consciente es una infelicidad específica. También pienso que, en un adulto, el deseo de ser de mejor que lo que es, ese esfuerzo constante, sólo termina por agregarse a esa infelicidad hacia el fin de nuestra juventud y de nuestras esperanzas.
(...) Me las arreglaré para vivir con la nueva sabiduría, aunque me haya llevado varios meses estar seguro del hecho. En mi caso hay un precio que pagar: ya no me gustan el cartero, ni el tendero, ni el editor, ni el marido de mi prima, y a su vez yo les desagrado a ellos, por lo que la vida nunca volverá a ser muy agradable y el letrero de “Cuidado con el perro” está permanentemente colgado justo encima de mi puerta. No obstante trataré de ser un animal correcto y, si me tiran un hueso con bastante carne, hasta puede que les lama la mano.
Dice Gilles Deleuze en Lógica del sentido, "Porcelana y Volcán":
«Evidentemente, toda vida es un proceso de demolición». Pocas frases resuenan tanto en nuestra cabeza con este ruido de martillo. Pocos textos tienen este irremediable carácter de obra maestra, y de imponer silencio, de forzar un asentimiento aterrado, como la novela corta de Fitzgerald. Toda la obra de Fitzgerald es un único desarrollo de esta proposición, y sobre todo de su «Evidentemente». ¿Qué pasó exactamente?
(...) Por supuesto que sucedieron muchas cosas, tanto en el exterior como en el interior: la guerra, la quiebra financiera, un cierto envejecimiento, la depresión, la enfermedad, la pérdida del talento. Pero todos estos accidentes ruidosos ya produjeron sus efectos en su momento; y no serían suficientes por sí mismos si no socavaran, si no profundizaran algo de toda otra naturaleza y que, por el contrario, no ha sido puesto de manifiesto por ellos sino a distancia y cuando ya es demasiado tarde: la grieta silenciosa. «¿Por qué hemos perdido la paz, el amor, la salud, una cosa tras otra?» Había una grieta silenciosa, imperceptible, en la superficie, único Acontecimiento de superficie como suspendido sobre sí mismo, planeando sobre sí, sobrevolando su propio campo. La verdadera diferencia no está entre lo interior y lo exterior. La grieta no es ni interior ni exterior, está en la frontera, insensible, incorporal, ideal. Con lo que sucede en el exterior y en el interior tiene relaciones complejas de interferencia y cruce, de conjunción saltarina; un paso aquí, otro paso allí, a dos ritmos diferentes: todo lo que ocurre de ruidoso, ocurre en el borde de la grieta y no existiría sin ella; inversamente, la grieta no prosigue su silencioso camino, no cambia de dirección según las líneas de menor resistencia, no extiende su tela sino bajo el golpe de lo que ocurre. Hasta el momento en que los dos, el ruido y el silencio, se unen estrechamente, continuadamente, en el crujido y el estallido del fin, que ahora significa que todo el juego de la grieta se ha encarnado en la profundidad del cuerpo, a la vez que el trabajo del interior y del exterior ha distendido sus bordes.
(...) Cuando Fitzgerald habla de esta grieta metafísica incorporal, cuando encuentra en ella, a la vez, el lugar y el obstáculo de su pensamiento, la fuente y la desecación de su pensamiento, el sentido y el sinsentido, es porque ha efectuado la grieta en el cuerpo con todos los litros de alcohol que ha bebido. Cada uno arriesgaba algo, ha ido lo más lejos posible en este riesgo, y extrae de ahí un derecho imprescriptible. ¿Qué le queda al pensador abstracto cuando da consejos de sensatez y distinción? ¿Hablar siempre de la herida de Bousquet, del alcoholismo de Fitzgerald y de Lowry, de la locura de Niestzsche y de Artaud, permaneciendo en la orilla? ¿Convertirse en el profesional de estas charlas? ¿Desear solamente que los que recibieron estos golpes no se hundan demasiado? ¿Hacer investigaciones y números especiales? ¿O bien ir uno mismo para ver un poquito, ser un poco alcohólico, un poco loco, un poco suicida, un poco guerrillero, lo justo para alargar la grieta, pero no demasiado para no profundizarla irremediablemente? Donde quiera que se mire, todo parece triste. En verdad, ¿cómo permanecer en la superficie sin quedarse en la orilla? ¿Cómo salvarse salvando la superficie, y toda la organización de superficie, incluidos el lenguaje y la vida? ¿Cómo alcanzar esta política, esta guerrilla completa?
(Este domingo a la medianoche en La otra.-radio (FM La Tribu, 88.7, www.fmlatribu.com) un artista que crea desde la grieta).
Evidentemente toda vida es un proceso de demolición, pero los golpes que llevan a cabo la parte dramática de la tarea –los grandes golpes repentinos que vienen, o parecen venir, de afuera-, los que uno recuerda y le hacen echarle la culpa a las cosas, esos golpes de los que en monentos de debilidad uno habla a los amigos, esos golpes no evidencian sus efectos de inmediato. Hay golpes que vienen de adentro, que uno no nota hasta que es demasiado tarde para hacer algo con ellos, hasta que se da cuenta de modo definitivo de que en cierto sentido ya no volverá a ser un hombre tan sano. El primer tipo de demolición parece producirse con rapidez, el segundo tipo se produce casi sin que uno lo advierta, pero de hecho se percibe de repente.
Me rompí como un plato viejo.
(...) ¿Y qué? Esto es lo que ahora pienso: que el estado natural del adulto consciente es una infelicidad específica. También pienso que, en un adulto, el deseo de ser de mejor que lo que es, ese esfuerzo constante, sólo termina por agregarse a esa infelicidad hacia el fin de nuestra juventud y de nuestras esperanzas.
(...) Me las arreglaré para vivir con la nueva sabiduría, aunque me haya llevado varios meses estar seguro del hecho. En mi caso hay un precio que pagar: ya no me gustan el cartero, ni el tendero, ni el editor, ni el marido de mi prima, y a su vez yo les desagrado a ellos, por lo que la vida nunca volverá a ser muy agradable y el letrero de “Cuidado con el perro” está permanentemente colgado justo encima de mi puerta. No obstante trataré de ser un animal correcto y, si me tiran un hueso con bastante carne, hasta puede que les lama la mano.
Dice Gilles Deleuze en Lógica del sentido, "Porcelana y Volcán":
«Evidentemente, toda vida es un proceso de demolición». Pocas frases resuenan tanto en nuestra cabeza con este ruido de martillo. Pocos textos tienen este irremediable carácter de obra maestra, y de imponer silencio, de forzar un asentimiento aterrado, como la novela corta de Fitzgerald. Toda la obra de Fitzgerald es un único desarrollo de esta proposición, y sobre todo de su «Evidentemente». ¿Qué pasó exactamente?
(...) Por supuesto que sucedieron muchas cosas, tanto en el exterior como en el interior: la guerra, la quiebra financiera, un cierto envejecimiento, la depresión, la enfermedad, la pérdida del talento. Pero todos estos accidentes ruidosos ya produjeron sus efectos en su momento; y no serían suficientes por sí mismos si no socavaran, si no profundizaran algo de toda otra naturaleza y que, por el contrario, no ha sido puesto de manifiesto por ellos sino a distancia y cuando ya es demasiado tarde: la grieta silenciosa. «¿Por qué hemos perdido la paz, el amor, la salud, una cosa tras otra?» Había una grieta silenciosa, imperceptible, en la superficie, único Acontecimiento de superficie como suspendido sobre sí mismo, planeando sobre sí, sobrevolando su propio campo. La verdadera diferencia no está entre lo interior y lo exterior. La grieta no es ni interior ni exterior, está en la frontera, insensible, incorporal, ideal. Con lo que sucede en el exterior y en el interior tiene relaciones complejas de interferencia y cruce, de conjunción saltarina; un paso aquí, otro paso allí, a dos ritmos diferentes: todo lo que ocurre de ruidoso, ocurre en el borde de la grieta y no existiría sin ella; inversamente, la grieta no prosigue su silencioso camino, no cambia de dirección según las líneas de menor resistencia, no extiende su tela sino bajo el golpe de lo que ocurre. Hasta el momento en que los dos, el ruido y el silencio, se unen estrechamente, continuadamente, en el crujido y el estallido del fin, que ahora significa que todo el juego de la grieta se ha encarnado en la profundidad del cuerpo, a la vez que el trabajo del interior y del exterior ha distendido sus bordes.
(...) Cuando Fitzgerald habla de esta grieta metafísica incorporal, cuando encuentra en ella, a la vez, el lugar y el obstáculo de su pensamiento, la fuente y la desecación de su pensamiento, el sentido y el sinsentido, es porque ha efectuado la grieta en el cuerpo con todos los litros de alcohol que ha bebido. Cada uno arriesgaba algo, ha ido lo más lejos posible en este riesgo, y extrae de ahí un derecho imprescriptible. ¿Qué le queda al pensador abstracto cuando da consejos de sensatez y distinción? ¿Hablar siempre de la herida de Bousquet, del alcoholismo de Fitzgerald y de Lowry, de la locura de Niestzsche y de Artaud, permaneciendo en la orilla? ¿Convertirse en el profesional de estas charlas? ¿Desear solamente que los que recibieron estos golpes no se hundan demasiado? ¿Hacer investigaciones y números especiales? ¿O bien ir uno mismo para ver un poquito, ser un poco alcohólico, un poco loco, un poco suicida, un poco guerrillero, lo justo para alargar la grieta, pero no demasiado para no profundizarla irremediablemente? Donde quiera que se mire, todo parece triste. En verdad, ¿cómo permanecer en la superficie sin quedarse en la orilla? ¿Cómo salvarse salvando la superficie, y toda la organización de superficie, incluidos el lenguaje y la vida? ¿Cómo alcanzar esta política, esta guerrilla completa?
(Este domingo a la medianoche en La otra.-radio (FM La Tribu, 88.7, www.fmlatribu.com) un artista que crea desde la grieta).
9 comentarios:
Excelente, copio, pego y me la llevo, ¿puedo?
"La grieta no es ni interior ni exterior, está en la frontera, insensible, incorporal, ideal": subrayado.
Saludos!
ah bueno... rojo furioso. me gusta mucho el subtítulo del blog:
"no sabe distinguir el amor de cualquier sentimiento"
de dónde/quién es?
besos.
pd.: ya viste HE???
Estrella: por supuesto! Mi único heredero es el pueblo!
Juliet: Andrés Calamaro again
besos y salute!
¡Qué preguntas las de Deleuze!
Y sobre todo, porque uno ya sabe que "así es como la luz entra..."
Julieta:
para mí que el rojo es rojo-mao-godard.
Este post está muy bueno.
Hoy cuando volvía del trabajo en el colectivo venía escuchando La Portuaria en el mp3, un disco en vivo. Resulta que ellos tienen un tema que se llama La Grieta:
A través de un día nublado
llegaré a la cima de este sol
y este mundo no tiene respuestas
Seguiré a mi cielo protector
A través de una luna nublada
tocaré lo rojo de este sol
y este mundo no tiene respuestas
seguiré a mi cielo protector
Una grieta eterna y constante
una grieta eterna !
Una grieta eterna y constante
No está en el hombre
está en el cañón...
Muy bueno el tema de La Porturia, el post, el texto de Deleuze y el de Fiztgerald.
Dark Lady
Yo me quedo en esas preguntas también, ¿cómo permanecer en la superficie sin quedarse en la orilla?
pucha!!!
además de compartirlo me lo llevo puesto, literalmente puesto,gracias Oscar
Me conmovió mucho volver a leer este post el día de la muerte de Amy Winehouse...
"Hay golpes en la vida, tan fuertes...Yo no sé!/ golpes como del odio de Dios..." César Vallejo
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