por Alejandro Ricagno
Y empezó el docbsas, nomás.
Mi debut en él fue iniciarme con lo que me queda por ver de la obra del entrañable Joaquín Jordá. Su retrospectiva completa es uno de los imperdibles de este doc. Lamentablemente -y esto con referencia a muchas de la pelis de esta edición- pocas se repiten en más de una función. Por única vez entonces se pudo ver hoy dos las primeras de Jordá: el corto El día de los muertos es una inmersión documental en el cementerio civil de Almudena, en Madrid en el Día de los Santos Difuntos en 1960. Su estética me recordó a ese viaje casi dantesco por la España profunda y sus festividades religiosas, que unos años más tarde (entre 1963 y 1974, exactamente) realizará el director maldito Jacinto Esteva en Lejos de los árboles; esa especie de Las Hurdes ampliada mil veces, que pudimos ver en último Bafici. Pero Jordá es más amable, aunque la censura franquista haya calificado el corto como “repugnante”.
Jacinto Esteva ,uno de los impulsores de la llamada Escuela de Barcelona, es junto a Jordá el codirector de la segunda obra co-dirigida por Jordá, Dante no es únicamente severo ( 1967) el film manifiesto de esa corriente catalana, influenciada por las rupturas formales de la nouvelle vague, cotê Godard principalmente- Incluso hay en Dante... una referencia explícita y laudatoria a Pierrot le Fou, y un comentario despectivo hacia Ascensor para el cadalso, sentando las preferencias por la narración fragmentaria, el gusto por la cita y algo que podría llamarse “el Antonionismo Pop” como lo atestigua la foto de más abajo, aunque con mucho más gusto por el humor y la provocación que el director italiano. (Datito: El joven que se ve en la foto es Enrique Irazoqui, el Cristo de El Evangelio de Pasolini, un año después de ese film).
No podría decir qué en el film- tan lejos de la rigurosa sencillez que Jordá más tarde demuestra en De nens, o en Detrás del espejo- pertenece a Jordá y qué a Esteva, habiendo visto de éste ultimo solamente ese documental demente sobre las más salvajes fiestas religiosas, pero todo el film exhala una preferencia por la experimentación formal y la provocación dentro del panorama del cine español de esos años, obre todo del cine que se hacia en Madrid. Una experiencia extraña. Sin haberse concebido como documental, hoy lo es en cuanto testimonio de las búsquedas estéticas de la cinematografía marca Barcelona, y de las modas y modos de una clase marcada a fuego por los 60.
La clave oculta de Dante..., y que vuelve a unir los nombres de Esteva y Jordá, está en el film que se proyecta el próximo miércoles a la 17 hs.: El encargo del cazador; un film testamento en más de un sentido.
Esteva, fallecido en 1985, deja testamentado por escrito el deseo de que se haga una película sobre él. Y se lo encarga a Jordá, a través de su hija. Jordá debe, entonces cargar encima con el encargo del muerto, que no es cualquier muerto, sino el amigo del pasado, el fundador de la Escuela de Barcelona, su coquiper en Dante, y el testigo, motor, y actor (desquiciado) principal de un grupo de directores, productores, actores, esposas, amantes, hijos, hijas, diletantes y satélites de la “divine gauche” catalana de los años 60. Y además, según los muy diversos testimonios que recoge el filme, Esteva, era un tipo más jodido que pisar un cardo. Pues bien, Jordá recoge el guante, y a través del retrato descarnado de su amigo, hace uno más amplio de ese grupo de la burguesía intelectual del que Jordá se había alejado en la década siguiente a Dante no es únicamente severo.
El encargo del cazador, con Esteva como eje centrípeto, tiene la fuerza de aquel otra elegía terminal de “un fin de raza”, que es El desencanto de Jaime Chavarri. De hecho, Leopoldo María Panero y Jacinto Esteva parecen conjurar ellos solos todo el malditismo etílico de una inteligencia aguda en un medio por demás decadente y codificado. Como si la burguesía intelectual catalana de raíz franquista (Panero padre y su amigos) y la izquierda exquisita (la burguesía hedonista que se reunía en el bar Bocaccio) tuvieran más de un punto en común y devoraran del mismo modo a sus hijos más brillantes. O como en el caso de Esteva, se autodevoraran. La paulatina administración de los testimonios a cámara, con la emocionante presencia Daria, la hija de Esteva como guía, devela como trabaja Jordá el documental: como un film de suspenso. O como escribió alguien en el programa de mano; como un buen film de terror porque los fantasma aquí evocados -como en De nens- no se van así nomás.
El domingo bien temprano habrá doble programa Jordá, Numáx presenta, y Veinte años no es nada; dos películas que -como Dante... y El encargo del cazador -funcionan como espejo: la promesa sobre la experiencia de la lucha y la creación de una cooperativa obrera a fines de los 70, y la segunda sobre el recuentro con los protagonistas de esa experiencia veinte años después.
La otra película que vi es Guest, la última de Jose Luis Guerín, un diario de viaje por las periferias de los países que ha visitado en sus viajes por distintos festivales del mundo llevando En la ciudad de Sylvia, pero de esa seguro hablaremos en la radio el domingo. Puedo adelantar, por ahora, que su retrato de personajes callejeros del tercer mundo, en un momento me irritó más que un poco. Se nota que Guerín trata de salir de la mirada eurocéntrica sin conseguirlo del todo, para finalmente claudicar y caer en los clichés que un cineasta de su calidad no debería caer jamás. Sobre todo en los 20 minutos finales de los 130 que dura el film. Si en su primera hora, sobre todo se equilibran la frescura y belleza formal de aquel Guerin de En construcción, el último tramo en cambio podría titularse Derrapes o Derrumbes.
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