todos estamos igual

martes, 9 de mayo de 2017

Una atrocidad ya está en curso, la hacen con palabras humanistas y benévolas

Alejandro Kaufman, pensando en voz alta el domingo en la radio, para escucharlo acá

El domingo a la medianoche, mientras se desplomaba sobre la ciudad de Buenos Aires una tormenta que parecía que iba a arrastrarlo todo, nos encontramos a pensar junto a Alejandro Kaufman. Hablamos del retorno del terror de estado que estamos detectando en estos meses, que encuentra una condensación en la sentencia de la corte que repone las formas jurídicas de la impunidad. Un terror que a veces vacilamos en llamar por su nombre, con el cuidado de que no se trate de una exageración o de un desgaste de palabras. Yo dudo en poner un título como El regreso del estado terrorista. Pero como ya lo hemos atravesado, conocemos los signos con los que el terror se hace presente. Por más que el régimen intente tender una cortina de banalidad que produzca la apariencia de una vida normal, es preciso señalar el terror como tal cuando él se asoma. A continuación algunos de los tramos de lo que dijo Kaufman (la versión completa se puede escuchar clickeando acá):

- Hay que relatar de nuevo los golpes [de estado] - dice Kaufman-. Los golpes no eran "en contra" de toda la población. Fijate que hace poco un colegio quiso simular un golpe de estado y armaron una escena de pánico. Asustaron a los chicos y les hicieron sentir que era como una película de terror. Pero en realidad los días de los golpes fueron siempre muy tranquilos. Tanteaban el estado de ánimo de la población y sabían cuándo era oportuno intervenir, había una población que ya estaba esperando el golpe. Eran operaciones mediáticas, políticas y sociales que se hacían en los períodos constitucionales y, cuando llegaba un momento determinado, se daba el golpe. Se modulaba según cómo se percibía el estado de ánimo de la población. Entonces la gente no entraba en pánico, ni se oponía, para nada. Lo esperaba: estuviera o no de acuerdo con el golpe. Yo recuerdo muy bien el golpe del 76, estábamos esperando lo que iba a pasar, estaba anunciado con medias palabras. No era distinto a este estilo discursivo que tenemos ahora, de cosas que están anunciadas, hay un montón de cosas que ya están anunciadas. Y en los momentos del golpe había consentimiento. No consenso, porque el consenso es explícito, sino consentimiento. El consentimiento es que la gente se quede quieta y deje que algo ocurra. Ahora también están sucediendo. (...) Cuando Durán Barba dice "a la gente no les importa esto o lo otro", se refiere a una parte de la realidad. Porque hay una parte a los que efectivamente no les importa, son los mismos que consentían los golpes. Porque no hace falta ser nazi, basta con consentir, con hacerse el distraído, ni siquiera hay que poner en el centro la cuestión del odio, que también opera de una manera muy importante. Pero hay una variable que es la que ha recorrido toda la historia reciente, que es aceptar un cierto estado de cosas que tiene consecuencias gravísimas. Hay una situación de crueldad, de violencia sobre los sectores populares que es cosa de todos los días. CORREPI no inventa nada, no están alucinando, han estado siempre detrás de estas cosas que han ocurrido aún en el gobierno anterior. A pesar de sus políticas reparadoras y de derechos humanos, en los márgenes esas cosas han ocurrido. Ahora esos márgenes se desplazan al centro.


Las clases dominates usan la lógica del acecho, funcionan como predadores, como el felino que se acerca a su presa y espera el momento oportuno para atacar. Hacen eso, con mentiras, con medias palabras, esperando el momento oportuno y así se va viendo adónde van. Por eso ponen a dos jueces, se produce una escena con ese voto que les hacía falta. No les importa la prolijidad ni el republicanismo. Permitirse establecer este fallo con una mayoría simple, de tres votos contra dos, es de una debilidad impresionante, insostenible. Pero todo eso no les importa y eso es lo que nos cuesta entender. Realmente no les interesa la política, en el sentido democrático de la palabra. Les interesa acumular capital, recuperar ganancias que consideraban como lucro cesante, volver a establecer posiciones, hacer retroceder al movimiento popular. 

(...) Para ellos las masas deben obedecer y agachar la cabeza en silencio. Todo lo que el movimiento popular haga es delito. Que una parte del capital se distribuya para el consumo, eso para ellos es un crimen, porque la ética que tienen está basada exclusivamente en acumulación del capital. Lo único que les importa es ganar, en el sentido económico. No tienen nada que perder, porque tienen garantizada su ganancia. No es una cuestión subjetiva, no se trata de lo que opine alguien o de lo que sienta en su corazón, es la lógica del capital. El tenedor del capital está como tragado por un agujero negro, es como un esclavo del capital, Marx decía eso de la burguesía: está alienada por el capital y su único propósito es acumular. Cuando llegan a la política, como ahora, para no tener mediaciones e intervenir directamente sobre sus intereses, actúan con una lógica del capital, no la de la política. Por eso los que tienen una lógica política de la alianza gobernante están en la sombra, tanto del radicalismo como del mismo PRO.  

- A veces -comento- yo tengo dudas en titular una nota mencionando la vuelta del terrorismo de estado, pero esa es la dirección que se muestra.

Lo extorsivo de una medida como esta -dice Kaufman- es que es tan brutal que te obliga a responder de una manera muy simple, hablando del peligro de que algunos estén sueltos. Pero el problema principal no es que estén sueltos algunos genocidas o que se les abrevie la pena: el problema principal es la vuelta de la dictadura, es decir: el retorno de una sociedad opresiva, totalitaria, policíaca, donde se molesta a la gente en las calles por las contravenciones, donde hay censura. Una atrocidad que ya está en curso. Y lo hacen con palabras humanistas y benévolas. La dictadura también hacía eso: Massera hablaba de amor. Nuestro golpes no tenían un discurso totalitario explícito. Eran golpes que pretendían restablecer las condiciones para que se reanudara la democracia, porque "los gobiernos democráticos van en contra de la democracia", entonces los militares la restituían.


- De hecho el golpe de estado del 55 se denomina "revolución libertadora"...

- Exacto, incluso un gobierno más integrista como el de Onganía se llamó "revolución". Y la palabra "cambio", ahora lo podemos decir con mayor certidumbre, significa lo mismo que "revolución". "Cambio" significa todo esto que estamos viendo. Lograron darle ese contenido duranbarbista de la estupidez y la superficialidad de los globos y de hacerle creer a un montón de gente a la que le mintieron. Por eso es una victoria a lo Pirro la que tuvieron. Ganaron pero sin decir lo que iban a hacer. Porque Le Pen o Trump dicen muchas cosas xenofóbicas que son explícitas. Esa es una diferencia importantísima: tanto en Trump como en otros casos europeos nunca dicen todo lo que van a hacer, porque nunca se puede decir todo, pero dicen muchas cosas horribles y la gente los vota. Acá eso no pasó: acá dijeron que todo iba a seguir igual, que iba a cambiar lo que estuviera mal y lo que no lo iban a conservar, pero hicieron lo contrario. Y esto les va a caer encima. Todavía la gente está en un estado de entumecimiento, de estupefacción. Porque cuando se miente de esa manera y al día siguiente, por medio de permanentes engaños, como al acecho,  van haciendo algo distinto, a la multitud le lleva tiempo procesar eso. Pero cuando a la gente le caiga la ficha de lo que ha venido ocurriendo y de lo que puede seguir ocurriendo, yo no quisiera estar en el lugar de ellos. Digo moralmente, que no me vengan a correr con el tema de la destitución o del golpismo porque ellos han sido siempre los destituyentes y los golpistas. 

(...) Ya vemos que la idea de la alternancia que manejaban era un engaño. La verdadera alternancia es la de los períodos del movimiento popular ascendente y los de la reacción. Lo que pasa es que siempre la leemos moralmente en lugar de leerla de un modo funcional. Hay una funcionalidad. Porque la nuestra es una sociedad que no ha logrado estabilizar la opresión, como pasa en otros países. Uno puede hablar de Chile o hasta de Brasil, donde sí hay burguesías que lograron establecer una relación estable con los sectores oprimidos. En cambio nosotros tenemos una sociedad muy móvil, muy movimientista: esa es la verdadera institución argentina. 


Lo que digo está destinado a que si podemos tener menos ilusiones, creernos menos algunas cosas, no estaría mal, por lo menos hacia el futuro, no para reprochar el pasado. Yo me acuerdo en los años últimos, cuando se decía "lo obtenido no se puede perder". No: absolutamente todo se puede perder. Primero, se puede perder la vida, así que si se puede perder la vida, se puede perder todo. No hay derechos, ni conquistas, ni logros comprados, no los tiene nadie ni nunca. Entonces esa ilusión que hemos tenido en los últimos años fue debilitante. Y de alguna manera nos hace pensar ahora de un modo dubitativo. Porque lo que va a detener esto es el movimiento social, no porque los logros sean intangibles. Lo que intentan no tiene ningún límite que no sea el movimiento social. Y por supuesto, todo lo que se hace es valioso. Ellos actúan como si no lo fuera. Hay marchas tremendas como las de marzo y ellos actúan como si no hubiera pasado nada. Pero eso tiene un efecto, un efecto muy importante, nos mantiene en estado de vitalidad, de vigilia, esa es una gran respuesta, muy buena, de las multitudes argentinas.

- Es decir, - acoto- no hay una fuerza ideal de los principios que no esté sostenida por nuestra movilización. Para que sea real la imprescriptibilidad de los crímenes, nosotros nos tenemos que estar movilizando, en principio esta semana. Y después las otras.

- Exactamente. Y siempre. Porque solo hay una cosa que está garantizada, es el mal. El mal no se puede mostrar, lo tienen que ocultar. Las cosas que han hecho son intolerables. Nadie puede decirle a una sociedad: "yo te voy a gobernar de esta manera". Ni cuando lo está haciendo, ni después. Cuando una clase social, un poder económico, social y político hace lo que hicieron ellos... Tuvieron la astucia de que los sectores beneficiados por la dictadura se mantuvieron intactos. Eso también hay que verlo. Es muy difícil llegar a juzgar, porque no es el método, el método del juzgamiento no sirve para llegar a cambiar una sociedad, ni siquiera para hacer justicia en el sentido más radical de la palabra. Lo que el juzgamiento ha permitido son cosas muy importantes como reducir las expectativas represivas, desarmar parcialmente los aparatos represivos, que son muy fáciles de volver a construir también, lo estamos viendo en estos días. Si hay voluntad y si hay ciertas condiciones, se repone. Hay que pensar mucho también eso: que tantos años de derechos humanos que estuvieron muy bien hechos, impartidos a las fuerzas de seguridad, se pueden borrar, tampoco está comprado eso. Hubo carreras universitarias, una construcción enorme para delimitar la represión, para desplazarla, para anularla incluso, por lo menos como política pública, como política de estado. Pero ahora vuelven.


Lo que yo sí creo que da una esperanza es que lo que hicieron es inhabitable, incluso para ellos. Nadie puede mostrar que ha hecho eso que hicieron. No hay una sociedad que pueda vivir alrededor de eso. Pero sí hay una certidumbre, eso lo saben los organismos de derechos humanos, porque son los que vivieron al borde del horror, muchas veces sobrevivieron al horror directamente, saben algo, no solamente resistir, saben lo que ocurrió y saben trasmitirlo, saben dar testimonio de eso, saben convertirlo en una política. Y eso es lo que ha aportado la sociedad argentina, eso es más importante que lo que pase con las condenas. No tenemos que ver el tema de los juicios y las condenas como una cuestión cuantitativa. No digo que no haya que ir por ese camino, porque ese es el camino trazado y no hay otro. Pero lo decisivo es que eso que ellos hicieron es impresentable. No lo pueden decir. 

Y el trabajo nuestro es hacer patente lo impresentable. No hay que permitir que eso no presentable se disimule, se omita ni se olvide. Porque eso se intenta hacer de mil maneras. E inadvertidamente uno mismo cae en ayudar en ese sentido, hay que estar muy atentos. Por ejemplo, las marchas de derechos humanos son unitarias, ¿qué importa si un grupo va a la Plaza de Mayo diez minutos antes que el otro? En política no tiene ninguna importancia. Todos los que han estado comprometidos con los derechos humanos han sido consecuentes, han sido cuidadosos, hay una unidad de hecho, con todas las diferencias, una unidad fluida, movimientista, que hay que reconstruir y redefinir. Pero hay una potencia que se pone de manifiesto en estos días que nos tiene que dar esperanzas. Es el Nunca Más. Esta sociedad ha construido un límite. Y cuando aparece alguien que intenta cruzarlo, hay que nombrar el horror. Por eso yo creo que sí, que esto que decís vos es así, hay que nombrar el horror. Lo que pasa es que uno no puede estar cómodo con algunas palabras y hay que dar muchas vueltas, pero sabemos de qué estamos hablando.


1 comentario:

furgoner dijo...

impresionante programa, especialmente lo de kaufman, muy interesante, saludos