La lengua de macri se traba cuando el proyecto zozobra. La otra.-radio, primera parte, para escuchar clickeando acá
Si un proceso político puede manifestar de manera sensible su estado de descomposición, eso es lo que está mostrando el macrismo en estos días. Esto no implica aún ninguna predicción electoral. Las elecciones son importantes, importantísimas, pero los tiempos electorales no siempre fluyen en sincronía con las corrientes sociales profundas. A veces los resultados electorales llegan un poco antes de que una instancia haya madurado, otras la elección es la expresión de una madurez ya manifestada. Así que este breve texto no quiere alinearse con los miles que se escriben todos los días sobre candidaturas, encuestas, intenciones de votos, imágenes positivas o de rechazo, pisos y techos. Estos enfoques son fotos y ahora estamos hablando de temblores que las fotos no registran.
Lo que el macrismo ha sido es el intento de fundar un partido de la derecha que desmontase desde la normalidad institucional la anomalía peronista argentina, eso que no encaja en el mundo actual. ¿Cómo puede ser que en Argentina sigan existiendo los derechos laborales, los cortes de calles, las indemnizaciones, las vacaciones, el sistema jubilatorio de reparto, etc? ¿Cómo pueden estar las obras sociales en manos de los sindicatos y existir universidades a las que llegan los trabajadores? ¿Cómo las paritarias libres por sindicatos? Eso es lo que la derecha internacionalista aborrece de estos "70 años", lo que el macrismo, con su fachada de derecha moderna y democrática venía a terminar mediante sus técnicas de segmentación y manipulación de datos, de "desterritorialización", de big data y fake news. No es que nada de eso vaya a desaparecer en la Argentina de los próximos años. Pero el armado político que se pensó desde afuera para terminar con la anomalía de "nuestros 70 años" con elegancia republicana no funcionó por una sencilla razón: la sociedad argentina es voluble a las manipulaciones tecnológicas, pero también guarda una memoria histórica de la resistencia que no se borra con simulacros. No al menos con los de un muñeco descoyuntado y afásico como macri.
El macrismo empezó a trastabillar antes de asumir el poder: cuando no pudo anticipar la salida de Cristina en medio de una crisis de gobernabilidad, cuando ella se despidió con la plaza llena como nunca antes había sucedido, cuando a los pocos días de empezar el experimento ya se juntaban las plazas de la resistencia, tan menoscabadas por nuestro amigos que se las saben todas.
Pero una fase explícita de la descomposición se declaró con la victoria pírrica de la reforma previsional de fines de 2017, pocas semanas después del triunfo electoral de medio término que había hecho pensar que el macrismo sería un fenómeno persistente. Ahí hay un gran ejemplo de desfasaje entre proceso político y tiempo electoral: el régimen ganó en octubre a fuerza de postergar el ajuste para después de las elecciones y el resultado fue leído como la señal de largada para la profundización del ajuste. Mal leído: ahí el macrismo ostentó una vocación represiva que no le sumó firmeza al triunfalismo electoral, más bien se la restó. Bien leído sería: si tienen que infiltrar, reprimir, operar televisivamente una movilización popular, es porque están débiles. Los reflejos de la resistencia social estaban vivos y el régimen empezó mostrar sus debilidades cada vez más. Pocos meses después pasaron cosas y se desató una tremenda corrida cambiaria que aceleró los tiempos del pedido de auxilio al FMI. Esto disparó la inflación, el riesgo país, la fuga de capitales, todas las cosas que se suponía que la derecha moderna -eso quiso ser Cambiemos- podía manejar con facilidad.
En un determinado momento, el mejor equipo se empezó a embatatar. Hasta a Comodoro Py y al sistema de comunicación que blindaban las flaquezas del armado político de Cambiemos le empezaron a entrar los goles. El caso D'Alessio no ocurre en cualquier momento, pasa cuando el esquema político del régimen está reseco y las rajaduras se abren cada vez más. El caso D'Alessio afecta especialmente a Comodoro Py y a Clarín y La Nación, incluso más que a macri, que ya venía devaluado. Ahora Stornelli está imputado y Fantino, Daniel Santoro y Roa tienen que salir a explicar cosas.
El fracaso político del macrismo se expresa con mayor nitidez en la cara de estupor de Emilio Monzó en la apertura del año legislativo que en las encuestas. Porque Monzó es la cara política de Cambiemos y ahora cuando tiene que formar parte del papelón presidencial quisiera que se lo trague la tierra. El aplauso irónico con que las bancadas peronistas, kirchneristas e incluso massistas respondieron a las pelotudeces sin ton ni son que balbuceaba macri son la expresión en el espacio público de este mismo descalabro. La reacción festiva hizo entrar a macri y sus adláteres en zozobra , pero no fue resultado de un cálculo: fue un sacudón de la verdad frente a la mentira. Es posible que macri esté intoxicado con sus propias mentiras, que esté desorientado en tiempo y espacio por el poder inmenso que quisiera seguir respaldándolo. Pero el cuerpo de macri es el que no parece ya soportar este andamiaje y de ahí su tambaleo. Quizá la historia habría sido diferente si en lugar de macri hubiera habido un político de consistencia. Los fierros mediáticos y las armas que Bullrich importa de Israel, las causas inventadas en Comodoro Py, nada de todo eso alcanza.
Pocos días antes del papelón en la Asamblea del 1 de marzo que quedará para la historia de las representaciones hilarantes del no-poder, ya se había desarmado una de esas habituales extrañas escenas que Cambiemos pone en páramos, con tres funcionarios y tres trabajadores con gestos adustos y cascos. La repetición de la puesta en escena responde indudablemente a un cálculo: es un mensaje dirigido a un segmento del mercado al que se quiere sugerir algo. No es para nosotros esa escena, es para que otros entiendan algo respecto de la austeridad y la sumisión. Pero esta vez uno de los actores obreros se sale del guión e increpa a macri, le dice "hagan algo", con una síntesis que va en línea con la parquedad que maneja el lenguaje cambiemita: "pasaron cosas", "sí, se puede", etc. Uno de los trabajadores que actúan en la puesta, Dante, debe haber pasado varios filtros antes de poder acercarse a macri, pero igual se sale del guión y en un lenguaje que hasta macri puede entender le dice en la cara, no le dice "vamos a volver", ni le dice "mauricio macri, la puta que te parió". Le dice: "hagan algo". Lo cual significa que el macrismo no controla no ya la calle ni la mesa de Animales Sueltos, sino las cuidadísimas puestas diseñadas por durán b y marcos p. Cuando eso se descontrola, la lengua de macri empieza a trabarse y el laburo de meses de la fonoaudióloga se va al tacho.