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miércoles, 6 de marzo de 2019

El cine de Albertina Carri

La otra.-radio (3/3/2019) para escuchar clickeando acá 


Si la filmografía de Albertina Carri pudiera condensarse en un solo párrafo, el que yo elegiría es este:

“¿Será mi hijo varón el que me lleva a Roberto, mi padre muerto? Si siempre dije que Isidro era una película de hombres... ¡que a mí no me vengan con películas de homosexuales encubiertos, dispuestos a dar la vida por el mejor amigo, por favor!”. 

Lo dice su voz en off durante su penúltimo largometraje, Cuatreros -para mí, el mejor-, una película cuyo único plano filmado en la actualidad -es decir, prescindiendo del material de archivo-, la muestra al final jugando feliz con su hijo. En la frase citada se conjugan el asunto de las filiaciones, el de identidades rotas y retomadas, la tensión entre los géneros, los efectos involuntarios de sentido, las astucias de la historia y las posibilidades y modos de habitar una familia. Es notorio que esta vacilación entre la necesidad o la imposibilidad de integrar un grupo familiar es su pregunta más persistente.

Sin embargo, la obra de Carri no se presta a ser condensada en una sola frase y reducirla a la que yo elegí requiere una brusca intervención interpretativa.

Si hay una cineasta de la producción argentina actual que se presta a ser discutida, esa es Carri, y no como un efecto concomitante, sino como consecuencia inevitable de su dispositivo: su cine quiere que se lo discuta. Si los cineastas argentinos actuales pudieran dividirse entre abúlicos e intensos, Carri quedaría sin lugar a dudas en el punto extremo de los intensos. Lo que pasa es que esa división es reduccionista, porque hay cineastas que no se ajustan a ninguna de estas dos posibilidades. Así que esta clasificación solo la propongo como chiste.

Pero la intensidad de Carri no es chiste: es producto de la violencia de la historia argentina, antes que de ninguna otra cosa.

Si tengo que elegir momentos contrastantes de su obra, pongo del lado de la trivialidad el final de Los Rubios en el que, acompañada del grupo de pares que colaboran en su película, se calzan unas pelucas rubias para fundar una familia sustituta que intenta una apertura abstracta del advenir de su generación, hacia un horizonte indeterminado, rural y celeste. Muchos críticos celebraron ese final como la "resolución del duelo" de "mundos que desaparecen" (con palabras casi textuales lo postulaba Gonzalo Aguilar en su libro Otros mundos). El mismo tipo de advenir abstracto creo encontrar en la ficción utópica de Las hijas del fuego. Si Cuatreros es pura inestabilidad disruptiva, cuando vi Las hijas del fuego con expectativas altas, me pareció que la película constituía un retroceso hacia la abstracción meramente asertiva del final de Los rubios, una resolución que no está a la altura de los problemas que Carri es capaz de plantear.

Barbie también puede estar triste

Nuestra compañera Paz Bustamante dijo en el programa del domingo: "En Cuatreros la voz de Carri dice que la familia que intentó fundar a partir de la sanción del matrimonio igualitario resultó ser un sueño burgués. Yo quiero ligar esa línea con Las hijas del fuego, donde también se trata de formar una comunidad, una manada que se va armando a medida que la película avanza. Carri no define a Las hijas del fuego ni como posporno ni como porno feminista, sino como "porno". Tiene que ver con dos cortos anteriores, Barbie también puede estar triste (2002) y Pets (2012). Tanto en Barbie... como en Las hijas del fuego se va formando una comunidad nueva. Las hijas del fuego cuestiona al porno que pone a la mujer como objeto del placer del hombre. Carri tiene la idea de mostrar a mujeres no solamente que pueden gozar, sino que pueden gozar sin hombres. La película tiene la repercución que tiene en mujeres jóvenes y disidencias sexuales porque viene a llenar un espacio que estaba vacío en la cinematografía argentina y en ese sentido me parece que es importante".

Carla Maglio acota: "Albertina tiene películas que son el resultado de momentos de crisis muy grandes, como Los rubios, que más allá de cuánto nos incomoden las conclusiones, es una gran película, o como Cuatreros. Y hay otras películas donde ella viene de algún modo a bajar línea: ha llegado a alguna conclusión y la película viene después. Es muy evidente que hay una crisis detrás de Los rubios o Cuatreros, no una certeza. Y lo que pasa en Las hijas del fuego es que suceden las dos cosas: es el resultado de algunas certezas de ella, de cosas que necesita comunicar porque está demasiado segura y otros momentos más iluminados, que yo disfruté muchísimo, donde se registran los rastros de una crisis. Me parece que ella es mejor cuando no está tan segura".

Cuatreros

La discusión sobre su cine sigue y probablemente se intensifica en estos días en que su obra está disponible en plataformas online y, en el caso de Las hijas del fuego, se está exhibiendo también los sábados a las 22:30 en el MALBA.

Esto no es sino solo una parte de lo que estuvimos conversando con Paz Bustamante y Carla Maglio en la última emisión de La otra.-radio, exquisitamente musicalizada por César Colman. Para escuchar el debate completo y la música  tendrán que clickear acá y descargar el programa.

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