Kierkegaard escribió uno de los más grandes libros jamás editados que se llama Las obras del amor, unos cuantos centenares de páginas para señalar la infinita importancia de cada una de aquellas palabras tan mentadas, "Ama al prójimo como a ti mismo". No se trata de definir el amor de un modo muy prolongado, ni de aprender a amar según Kierkegaard o según Jesús citado por Kierkegaard. No se trata de ser buenito yo no soy buenito.
A veces se dice que el amor es todo y a veces se dice que hay que amar al prójimo. Nietzsche quiere enmendarle la plana a la secular hegemonía cristiana y se hace el piola diciendo que no hay que amar al próximo sino al Lejano. Raro en él, que presuntamente tuvo una educación cristiana, que no supiera que el prójimo del cual habla Jesús es precisamente el Lejano. Capaz no es raro que el asunto se malentendiera: el cristianismo no sería lo que es si no fuera un gran malentendido. Más ampliamente: no puede hacerse filosofía sin malentender. Bienentender sería el fin de la filosofía.
Hay que resignarse infinitamente a que todo será malentendido y solo así es posible tomar la palabra.
En El malestar en la cultura Freud va a cuestionar el mandato de amar al prójimo y dice cosas como: “El prójimo no repara en perjudicarme, aunque el beneficio que con ello obtenga no tenga proporción con el daño que me hace”... o ”El prójimo, además de auxiliar y objeto de satisfacción, es una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo”. ¿Desmiente Freud a Kierkegaard -o más propiamente a Jesús- con estas aseveraciones? ¿Lo malentiende? No necesariamente: quizá es que Freud entiende muy bien lo que requiere amar al prójimo y de ese modo acusa recibo del escándalo. Y Kierkegaard sabía perfectamente que amar al prójimo como a ti mismo es un mandato escandaloso y, aún así, la única posibilidad de que salgas de la desesperación. Porque todas las otras alternativas que tan vivamente describe Freud son muy habituales y razonables y, sin embargo, síntomas de desesperación.
A tomar la palabra me convocaron mis amigos Anna Fioravanti, Andrés Albertsen y Graciano Corica, para tener una conversación que fungiera como introducción a Kierkegaard, bajo el interrogante: ¿Amar al prójimo en el siglo XXI? Como si se hiciera cada vez más difícil amar al prójimo. Quizá sea cierto: los humanos son cada vez menos amables o quizás siempre hayan sido así de mierdas. No lo sé. Pero hay que tomar la palabra cuando a uno lo invitan,y yo acepté y me metí en Jitsi Meet, que es un punto de encuentro con el prójimo y con los lejanos en tiempos de pandemia. No es lo mismo que hacer un encuentro presencial. Es hablarle a un cuadradito y para levantar la mano hay que apretar la pantalla táctil, que no es lo mismo que apretar al prójimo. Pero a la conversación se sumaron participantes de lugares tan lejanos como General Villegas, Minnesota, México, cosa que no podría hacerse sin estos dispositivos.
El registro en video de esta conversación está acá abajo. En la columna izquierda de la pantalla aparece una conversación paralela que yo no veía desde mi celular. Es interesante prestarle atención a esas acotaciones. El mes próximo estamos preparando, desde General Villegas y desde AMBA (para decirlo como se dice ahora) simultáneamente, un cruce entre Kierkegaard y Manuel Puig.
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