jueves, 19 de agosto de 2021

Tres piezas nietzscheanas: risa y temblor


I 

 Parágrafo 125 de La Gaya Scienza

 '¿No oyeron hablar de aquel loco que, con una linterna encendida en pleno día, corría por la plaza y gritaba sin cesar: "¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!"? -Y como precisamente se habían juntado ahí muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron risas. ¿Se te perdió?, dijo uno. ¿Se extravió como un niño?, dijo otro. ¿No estará escondido en algún sitio? ¿Nos tiene miedo? ¿Se ha embarcado? ¿Emigró? -así gritaban y se reían a coro. El loco los encaró, les clavó la mirada y exclamó: '¿Dónde está Dios? ¡Se los voy a decir! ¡Lo matamos - ustedes y yo! ¡Todos somos sus asesinos! Pero ¿cómo lo hemos hecho? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar completamente el horizonte? ¿Qué hemos hecho para desencadenar a esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde rueda ahora? ¿Dónde nos lleva su movimiento? ¿Lejos de todo sol? ¿No nos precipitamos en una constante caída, hacia atrás, de costado, hacia adelante, en todas las direcciones? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No sentimos el aliento del vacío? ¿No hace ya frío? ¿No anochece continuamente y se hace cada vez más oscuro? ¿No hay que encender las linternas desde la mañana? ¿No seguimos oyendo el ruido de los sepultureros que enterraron a Dios? ¿No seguimos oliendo la putrefacción divina? -¡los dioses también se descomponen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios está muerto! ¡Y lo matamos nosotros! ¿Cómo vamos a consolarnos nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su sangre nuestros cuchillos -¿quién nos quitará esta sangre de las manos? ¿Qué agua podrá purificarnos? ¿Qué solemnes expiaciones, qué juegos sagrados habremos de inventar? ¿No es demasiado grande para nosotros la magnitud de este acto? ¿No tendríamos que convertirnos en dioses para resultar dignos de semejante acción? Nunca hubo una acción más grandiosa -¡y todo el que nazca después de nosotros pertenecerá, a causa de esta acción, a una historia más elevada que lo que la historia fue hasta ahora!'. Al llegar a este punto, el loco se calló y miró de nuevo a sus oyentes: ellos también se habían callado y lo miraban sin entender. Por último, tiró la linterna al suelo, que se rompió y se apagó. 'Vine demasiado pronto -dijo él entonces-, mi tiempo no ha llegado aún. Este formidable acontecimiento está todavía en camino, avanza, pero aún no ha llegado a los oídos de los hombres. Necesitan tiempo el relámpago y el trueno y la luz de los astros para ser vistos. También necesitan tiempo los actos después de su realización. Esta acción es para ellos más lejana que los astros más lejanos -¡y sin embargo son ellos los que lo ejecutaron!' Cuentan también que ese mismo día el loco entró en varias iglesias en las que entonó su Requiem aeternam Deo. Cuando lo echaban de ellas y le preguntaban por qué lo hacía, él no dejaba de repetir: '¿Qué son estas iglesias, sino los sepulcros y los monumentos funerarios de Dios?'" 
Friedrich Nietzsche

Ilustración: Carmen Cuervo


II 

Mi ángel de la guarda está tirado en el sillón,

descompuesto

dice que las espadas están superadas

y las alas, peor, no se usan más, que ya nadie sabe con qué atacar la “materia”

Mi ángel anduvo consultando con colegas y demonios menores, fáciles de abordar.

Juran que tampoco entienden mucho.

Los demonios mayores se frotan la falta de manos, o las colas, pero es por puro alarde, me explica, ellos tampoco se adjudican la autoría.

¡Nadie entiende!

Mi ángel de la guarda es viejo, es decir, antiguo. Debería saber.

Pero no se le ocurre ninguna comparación. “Esta época es incomparable”.

Yo estoy tirada en el otro sillón

lo sigo con los ojos

me habla directamente con las plumas

-eso lo mantenemos-

está asustado, creo

no tanto como yo

que, aunque él diga lo contrario,

sólo me acuerdo de la mortalidad.

Daniela Andújar

III

La escritura de La Gaya Scienza coincide con un momento de salud delicado para Nietzsche. En 1880 empieza su última década filosófica. Sus malestares se agravan: terribles dolores de cabeza, ceguera progresiva y problemas gástricos. Sufre  la comida, la humedad, el viento. Son sus años errantes. Deambula por Europa: norte de Italia, Suiza, Alemania. ¿Qué busca? El clima que le deje vivir. No vive una vida jovial. Cuando escribe de su risa olímpica, Nietzsche está delineando un personaje literario.

La jovialidad es efecto de la liberación del peso de la verdad que agobia a los seres humanos. La verdad pesa y entristece. Una vez que el hombre y la mujer descubren, escribe Nietzsche, que la verdad es un invento propio, ya no se ponen por debajo de ella, la tratan como que la manejan y se jactan de eso. El eje vertical -arriba/abajo- organiza la visión nietzscheana de la vida. La postmodernidad que colonizó el sentido común de la socialdemocracia francesa -y en consecuencia porteña- se entusiasma con el giro emotivo y deviene jovial. O trata.

No es nuevo. Así es como en la filosofía se producen los ínfimos desplazamientos de sentido. Nunca es una simple adulteración. La filosofía no habla un léxico convencional, se ve corroída como toda lengua que no responde a la voluntad de nadie. Se toma un fragmento, se lo quita del flujo del pensamiento nietzscheano, de la tragedia en medio de la cual aparece, se lo resalta, se lo hace circular de mano en mano como una moneda que se gasta, lo sabían los cínicos. A la scienza jovial se le ha sacado densidad. La muerte de la verdad y de Dios no son en Nietzsche acontecimientos jocosos sino catástrofes que abaten la civilización europea -hoy global. Europa exportó su ruina. Y arrasan el cuerpo de su profeta. Nietzsche lo llama advenimiento del nihilismo. ¿Es jocoso para sus lectores tardos? Lo que hoy vive el mundo es el hoyo del nihilismo, lo que dice el loco de la linterna en La Gaya Scienza. No hay título menos entendido. Esta es la clave para ubicarse política y personalmente en la época. La muerte de la verdad significa que el fundamento falta. No una simple falta de conceptos sino que falta el piso sobre el que pararse.

Oscar Cuervo

[Texto completo, acá: http://unlargo.blogspot.com/2018/01/nietzsche-largo.html]

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