por Lidia Ferrari
Y Cristina dijo: “Perdimos las elecciones en el 2009 pero la economía estaba fuerte, desendeudada, nadie podía venir a decirnos como manejábamos nuestros recursos porque no le debíamos un solo peso al Fondo. La industria venía trabajando mucho, veníamos creciendo en la mano de obra. Cada vez más trabajo, cada vez más consumo y entonces la no aprobación del presupuesto la pudimos aguantar porque teníamos espaldas para aguantar aquella chirinada. Verdadera chirinada”. Y fuimos a buscar qué quiere decir chirinada, porque no conocíamos la palabra. El primer encuentro fue en el prólogo que Borges hace al libro de Jauretche ‘El Paso de los Libres’ (referencia de Fernández Baraibar) [1]. Es una palabra aceptada por la RAE, que la define como un argentinismo despectivo: “Asonada inútil, motín frustrado”. Hay diferentes versiones sobre el nombre propio Chirino de la cual proviene: la del Chirino de Juan Moreira y la de un zambo venezolano que lideró una revuelta fallida contra la esclavitud en Venezuela. Como quiera que fuese ya en Wikipedia encontramos la referencia a Perón, quien la usaba de manera despectiva refiriéndose a los intentos de golpes frustrados en su contra. Cristina la usó desde el lugar en el que la usaba Perón, despectivamente hacia esos que pretendieron una sedición institucional an no aprobar el presupuesto y fallaron.
Me gusta pensar que el uso de cada palabra de Cristina tiene un sentido preciso que quiere transmitir y enseñarnos. En diferentes partes de su discurso se refiere a ese lugar emblemático de la oligarquía: la Recoleta. Asociamos Recoleta con ese rejunte entre lo popular y lo oligárquico del prólogo de 1934 que hace Borges al poema épico-gauchesco de Jauretche. A los de la Recoleta les arroja la conjunción Borges y Jauretche. Jauretche y Borges que, como una especie de oxímoron, junta los aparentes opuestos. Vaya forma de hacer un sorpasso a la famosa grieta. Pero está en la línea de ese otro sorpasso de la grieta que está dando la Duquesa Mitre. No por azar la mencionó Cristina. Siempre aprendemos de ella porque sabe captar el clima de época. Y no dudo de que estamos en un momento de emergencia de verdades, no importa de qué lugar provengan. Como lo de la Duquesa Esmeralda que cruza el charco hediondo arriesgándose a enarbolar verdades sobre ese mundo delincuencial, del cual la chirinada macrista es ‘un fracaso amargado por la irrisión’.
¿No estaremos transitando un momento donde los discursos que impregnaban y hacían mella ideológica en 2015 comienzan a desmoronarse? Y esa demolición proviene de sus mismos sostenedores de entonces. Por eso, la duquesa Esmeralda es protagonista de esta nueva era que se abre; como esa que comenta Abelardo Ramos en el prólogo a Jauretche, cuando advierte que los vientos están cambiando, que después del ‘55 volvieron a rejuntarse y a producir una cultura santulona de ‘literatura pura’ y remilgos a lo nacional, pero que, nos dice Ramos, en 1960 ya no interesa a nadie. “El país había crecido hacia adentro, entretanto, y se insinuaban las condiciones para la expansión de una literatura y un pensamiento argentinos”.
Me parece o quizás lo deseo que esa mención a la chirinada, la conjunción Borges-Jauretche y la revuelta de la duquesa Esmeralda están hablándonos de algo que fue creciendo adentro, también en las filas de esa ideología oligarca y decadente pero neoliberal, como corresponde a la época. Las verdades también crecen como mala hierba, tozudamente, tercamente diría Cristina, en medio de los terrenos más inhóspitos y mezquinos.
NOTA
[1]
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