jueves, 30 de diciembre de 2010

Murió Zelarayán


por Jorge Quiroga *

La escritura de Ricardo Zelarayán merodea una vertiente central de donde se desprenden historias interrumpidas, fragmentos de una memoria, que son secuencias desafiantes. El núcleo de su poética es un estallido, un ramalazo de invenciones contadas como viajes. Se parte de una fijeza donde el lenguaje es distorsión, sintonía, como si fuera una escucha interferida.

Se trata de una literatura averiada, con cortes, a empujones, a pujos. Se concentra en descartes residuales, cascoteando, apareciendo en epifanías, volviendo a ver. Forjando entresueños diurnos de una vigilia neblinosa, a tientas, encuentros fortuitos y tensos.

Su escritura avanza jadeando, profiriendo imprecaciones violentas, es una literatura ladina y criolla, pura ceniza, porque se volatiliza en el tiempo, apuñalada, trenzada, uniendo personajes cristalizados, al borde de la orgía borrachera o del mareo, con el impacto de un solazo interminable sobre las cabezas, donde se trastocan los sueños ajenos involuntariamente.

Los finales están suspendidos, como tumbeados a golpes, llenos de peleas reiteradas, mostrando un sujeto narrador encandilado. Los personajes (a la manera de Macedonio Fernández) entran y salen del espacio novelesco, se confunden entre sí, deambulan por desiertos, por decampados y amontonamientos de gente.

Literatura para releer, presente en textos poemáticos abiertos y encerrados. Se parte de recuerdos, reminiscencias, impresiones que presionan por surgir. Son semirrelatos, volviendo siempre al mismo punto. Pero con restos fantaseados, carnavaleados, provocados. En medio de esa tierra colorida. Pasan recuerdos, ilusiones, fugas interminables, de falsos espectros, y sobre todo el placer de discurrir, de dejarse arrastrar, de insolarse.


Zelarayán es el primer lector desocupado en el tiempo y en la premura, lo poético invade todos los flancos, se infiltra en la escritura, que remeda dobles disipados, por algún motivo atrayentes, se une en mezclas desencadenantes, que como el mecanismo de los apodos son un fin en sí mismas.

La Literatura de Ricardo Zelarayán se compone con partes de sentido, de alguna forma es un antiguión, un antitema. Tal vez por procurar llegar a todos los registros del lenguaje y querer hacer de la experiencia un último refugio.

“El lenguaje musical tiene sentido por sí mismo”. A pesar de ello, la literatura tiene que estar atenta a ese rumor insospechado que proviene de los seres y de los hechos, de las infracciones que trae lo oral, que es la fuente unívoca de lo efímero y de la poesía. El escritor sólo tiene que extender su mano ante eso que es denso, rico y siniestro al mismo tiempo. El comienzo de la literatura es ese subterfugio.


Lata peinada

Zelarayán publica en 2008 su tan esperada novela, Lata peinada, en Editorial Argonauta. Su escritura es personal y arbitraria. En ella su estética se muestra desnuda y extrema. Novela para releer y llamar la atención acerca de lo que no es otra cosa que resonancia, reminiscencia, y puro lenguaje desencadenado. Una de las obras más instigadoras y desterradas de esta época. A continuación reproducimos un fragmento:

(Variación 1)
Atención a los colados que pueden ser más importantes que los invitados. Atención al número anónimo que le puede ganar a la larga al principal…Atención al huevo roto de la docena... Atención al anónimo, príncipe al final… Atención a las coladas, sobre todo a las crecidas, entre el viento negro de la miseria… Atención a las turcas que pechan siempre y no se desaniman…Y atención a las turcas falsas ganadoras… No era para menos. El rengo se agranda en la adversidad. El tuerto se las arregla para intrigar. El asesino puede ser el héroe. ¡Seguro! Porque no hay cosa sin otro lado y todo puede darse vuelta ¿no es así traidor? Las vueltas de la vida terminan por juntar y separar. Pero la vuelta de uno es jugarse, las de la vida no dependen de uno y ¿qué tal?, al papagayo aquel se le trababa la lengua de decir macanas. El Fulano oía decir cualquier cosa… varado sin saber que hacer y pensaba que todo le había salido mal… No se animaba a salir de la pieza. Miedo de hacer sombra. Creía que borrándose lo arreglaba todo Alguna razón tenía. Era una manera de jugarse. Jugarse es no moverse aunque se piense lo contrario… La música nocturna le corría por dentro mientras los músicos que la hicieron dormían la mona tranquilamente. Y por más madrugador un papagayo no hace un circo salvado del incendio. Mañana, tarde y noche, seguían mezclándose los dados. La turca falsa atendía de costado los reclamos de su Hija. Por ahora se cubría los frescos mordidos del cuello con pomada color carne, pensando en el primero que había mordido en su vida, y a partir de eso desfilaron los hombres de su vida que ahora le parecían unos santitos de dientes de leche.

RZ

* En los números 21 y 23 de revista La otra (invierno 2009, verano 2010), Jorge Quiroga escribió sendos ensayos sobre la obra de Ricardo Zelarayán, de los que aquí reproducimos algunos pasajes. Zelarayán, nacido "a mediados de la década del 20" en la ciudad de Paraná, Zelarayán murió ayer.

2 comentarios:

Martha dijo...

Uno a veces persigue un rostro que sabe que ya no va a volver. A propósito de eso Zelarayan dice:

ojo, me digo, porque si los ojos de ella se borran
algo comienza a terminarse
o algo tambien, comienza a secas.

martha

Anónimo dijo...

Un grande, Zelarayan.
En el blog de Lucas Carrasco este publico La Gran Salina,ese inmenso, metafísico y terrenal poema.
En fin... lamentablemente Un poeta menos, en este año de pérdidas lieteraias, y de las otras.Fogwill, sin ir mas lejos.
Este año también vi por TV el documental de Di tella sobre Macedonio, y ahi se puede ver la presencia, y sobre todo la voz y la entonción de Zelarayan,ese gran hosco, a contrapelo, entrañable.

saludos
yo me voy a pensar en el misterio de la Gran Salina.
ale